Esto no es real, es un sueño. Solo es cuestión de esperar a que despierte, y me aleje de esta oscuridad. Todo se ve tan diferente, más tétrico, sombrío, de un atmosfera perversa. Tengo mucho miedo, quiero gritar, pero no puedo. Alguien me observa, lo sé. Su mirada brilla ante esta neblina de sombras, que rodea mi habitación.
Este es uno de los párrafos de la carta que escribió Fiorella Melisa Reyes Bazán, antes de su extraña muerte. La madre de la joven de dieciocho años, fue a levantar a su hija a las siete de la mañana, para que pueda alistarse para ir a la universidad, pero se llevó una terrible sorpresa, al ver su cuerpo, regado por todo el cuarto, la habitación llena de sangre, y un escrito en la pared, que decía: “Dios te salve María”.
El principal sospechoso del asesinato fue Patricio Alessandro Hermoza Palomino, el enamorado de Fiorella, ya que según Pilar Karina Reyes Bazán, la hermana menor de la víctima, había sido testigo en más de una oportunidad, que Patricio se metía al cuarto de Fiorella por la ventana de su habitación, pasaban la noche juntos, y luego se iba temprano. La pequeña niña de doce años, nunca delató a su hermana, hasta ese día, creyendo haber encontrado al asesino.
Patricio pasó un mes detenido, pero debido a la falta de pruebas en su contra, las autoridades lo soltaron. Se dice que el joven de veinte años, fue internado en un centro psiquiátrico, ya que decía escuchar la voz de Fiorella, a toda hora, repitiendo la misma oración, una y otra vez: “Quiere mi alma, ayúdenme”.
Han pasado ocho meses, y aún no se encuentra al culpable. No hay huellas, ni rastros que ayuden a encontrar a algún posible asesino. Ha habido infinidades de sospechosos, incluso al padre de Fiorella, también se le consideró como uno. El señor Ignacio Francisco Reyes Chiri, que se había negado a hablar con la prensa, a dar una entrevista con algún medio, rompió su silencio ayer por la noche, gracias a la empatía que se generó con el periodista Jossué Rojas, fiel investigador del caso.
Debí prestarle más atención a mi hija. Un día antes de su muerte, me pidió que la arropara, y que le diera las buenas noches. Sentí mucha ternura, Fiorrella ya no era una niña, pero desde que comenzó a tener esas pesadillas (6 días antes de su muerte), su actitud variaba. Había momentos en que se ponía toda una adolescente rebelde, diciendo que quería irse de la casa, alegando que había algo extraño, o alguien, que no dejaba de observarla por las noches, y otros, en que me miraba con un semblante triste, rogándome que duerma a su lado. Volviendo al instante en que le di las buenas noches a mi hija por última vez, ella me dijo algo que nunca olvidaré. Aunque quizá para muchos les parezca sin sentido esas palabras, las mencionaré: “Recuerdas que me dijiste hace uno días que no le haga caso a esta pesadilla continua, que aunque no lo pueda ver, Dios está en mi habitación…Papá, hay alguien más, que quiere entrar a mi habitación, pero a este, lo puedo ver a los ojos”.
El extraño asesinato de Fiorella, no solo conmocionó a la familia Reyes, si no, al mundo entero. La señora Carolina Diana Bazán Quiroz, después de divorciarse del padre de sus hijas, decidió darnos la primicia que tanto esperábamos. La desesperación de no encontrar lógica al terrible asesinato, hizo que mostrara la carta que encontró aquella fatal mañana, junto al cadáver de Melissa, así la llamaba ella, por su segundo nombre.
Tengo miedo, no dejo de rezar. “Dios te salve maría, llena eres de gracia”. Me gustaría ir corriendo a la habitación de mis padres, pero alguien cuida la salida.
Esto no es real, es un sueño. Solo es cuestión de esperar a que despierte, y me aleje de esta oscuridad. Todo se ve tan diferente, más tétrico, sombrío, de un atmosfera perversa. Tengo mucho miedo, quiero gritar, pero no puedo. Alguien me observa, lo sé. Su mirada brilla ante esta neblina de sombras, que rodea mi habitación.
Esta es la sexta vez que veo esos ojos hambrientos, que me asechan en la oscuridad. Brillan como estrellas, me hipnotizan, me adormecen. Qué está esperando para entrar a mi cuarto, me pregunto. Que venga y me devore, así podré despertar de una vez.
Son las tres la mañana, escribo a oscuras, no sé como lo puedo lograr. Estamos seis de junio del dos mil seis, y sudando de miedo, espero el amanecer.
No entiendo que pretende este ser, no sé casi nada de él, tan solo que tiene varios nombres, lo he llamado de muchas formas, y en todas, parece sentirse aludido. Quizá debí preocuparme más por esto, y no engañarme diciéndome que solo es una pesadilla. Tal vez yo sea el principio de un cambio, del cual, no haya marcha atrás.
“Dios te salve María, llena eres de gracias, el señor es contigo”.
!He visto a la bestia, se está acercando! Sus ojos son grandes, de un color muy similar al amarillo. Siento su entusiasmo. Mi cazador ya no podía esperar más, ansía tanto devorar mi carne, y hacerme pedazos. Debería correr y dejar de escribir, pero persisto. Tiene cuernos de cordero…
La carta estaba manchada con sangre, al parecer, la pobre Fiorella, no pudo terminarla, ya que algo, o alguien, la atacó.
Jossué Rojas, renunció al medio de prensa donde trabajaba, un mes después de la publicación de esta carta.
Ha pasado un año exactamente, y el caso aún sigue abierto. A pesar que Jossué, declaró en una entrevista exclusiva, que sabía quién era el asesino, pero que tenía miedo a decirlo sin rodeos, así que solo se limitó a mencionar lo siguiente:
Nosotros somos los culpables de la muerte de Fiorella. Gracias a nuestros pecados, se le ha permitido a la bestia salir a cazar. “El que sea inteligente, que interprete la cifra de la bestia. Es la cifra de un ser humano, y su cifra es 666” (Apocalipsis 13, versículo 18).
Jhonnattan Arriola
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ResponderEliminarcomo debe ser: sin un final feliz. Leanla perros esta muy wena
ResponderEliminarMezclar la crónica periodística, con finas dotes de suspenso para luego determinar y terminar en horror... asegura la intención de buscar el final dentro del relato.
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