martes, 31 de diciembre de 2013

Mujer de abril

Oscuridad. Una mezcla perfecta entre miedo y locura. Camino a la muerte al compás del paso vacilante de un soldado de batalla. ¿Dónde diablos está la supuesta luz que debería esperar el despertar de mi alma? ¡Todo fue una mentira! ¡El Cielo no existe! Ni siquiera el consuelo de una tortura eterna en el Infierno aparece para indicarme que no estoy solo. Soy el viento que sopla con todas sus fuerzas una noche de invierno, intentando ser escuchado. Pero sobre todo, escuchado por ti, Sofía.

Abril:

Al terminar de amarrarme los zapatos, sentado al filo de la cama, giré mi mirada para contemplar una vez más, el cuerpo desnudo de Karina. Empecé a acariciar, con delicadeza, su espalda. No pude evitar esbozar una sonrisa al recordar las horas de pasión que nos mantuvieron imantados de placer, inseparables el uno del otro, hicimos el amor hasta quedar sin respiración.

A pesar de que todos los días vuelvo a prometer que dejaré de fumar, encendí un maldito cigarrillo mientras caminaba para tomar un taxi. Hoy no sentí ganas de quedarme a dormir en el departamento de mi mejor amiga y amante, Karina… Y fue en ese momento, ese instante en el que decidí cambiar el final de la noche, que alteré totalmente el orden de mi vida, le puse sentencia de muerte a mis días, reviviendo aquel músculo oxidado que se andaba pudriendo en mi pecho. Mi corazón volvió a latir al verla pasar. Me detuve, suspiré al sentir que mi historia se había transformado para siempre al contemplar sus ojos, centrarse por un segundo en los míos, y la seguí.

Mayo:

“Mujer de abril, hay una luz que brilla en ti. Mujer de abril, estoy loco por ti. Me enamoré de ti, desde el día en que te vi”.

Nunca he sido muy bueno para escribir, pero estoy haciendo un esfuerzo para prepararle una carta de amor a la mujer más hermosa del mundo. Quiero que sea mágico el momento de conocernos. Sé dónde vive, y aunque he pasado mil veces por su cuadra para toparme con ella, no se logra esa conexión de miradas como aquella noche de abril. La ninfa de mi vida, pasa sin mirarme, sin darme una señal.


Junio:

Realmente quedé convencido al releer el segundo párrafo de la carta. Aunque me he tardado varios días, he conseguido captar la esencia de mis sentimientos:

Te confieso que nunca antes me había costado tanto acercarme a hablarle alguien, el corazón me palpita al ritmo de rock and roll cuando te veo pasar. Sé que quizá pienses que soy un acosador o algo así, ya que es obvio que siempre intento toparme en tu camino. Pero no, por favor, no lo veas de ese modo. Tan solo quiero asegurarme de estar a tu lado cuando cupido te dispare la flecha del amor, y sean mis ojos los que te miren con dulzura en ese momento.

Siempre he preferido ir al gimnasio que hacer ejercicio en la calle. Pero al darme cuenta que los lunes, miércoles y viernes, a las ocho de la noche, mi bella musa de abril sale al frente de su casa a trotar cinco vueltas al parque, decidí unirme a dicha actividad. Pero para no caer tan pesado, solo iba los miércoles, a fin de que pareciera un simple encuentro casual.

Pero la última semana del mes de junio, decidí tomar una iniciativa de impacto.  Empecé a correr a la par del amor de mi vida. Pensé en un inicio que le molestaría, pero al verla tan concentrada en quemar calorías, seguí con mi plan. Así que luego de un par de vueltas, martillé su hombro con delicadeza, pidiendo que se detuviera un segundo. Estaba decidido a hablarle.

 — Disculpa…Este…Bueno… ¿Me podrías dar la hora, por favor?

Inconcebible. Estaba actuando como un completo imbécil. Su mirada me hechiza, me paraliza y me hace vulnerable. Me derrito en la espera de escuchar su voz por primera vez.

— Intento no preocuparme por el tiempo, lo siento. No tengo reloj. Prueba el próximo miércoles con otra pregunta —contestó, sonriéndome de lado. Su voz era una composición musical hecha por ángeles, suave, fina, con un matiz agudo que podría protagonizar la comparsa más delicada y envolvente que haya existido. Pude sentir cómo mi alma flotaba, danzando de amor, mientras ella se alejaba, siguiendo su rutina de ejercicio.


Julio:

Silencio. No he vuelto a ver a la mujer de mis sueños desde esa noche en la que cruzamos palabra. Simplemente ha desaparecido. Quizá si tocara el timbre de su casa y preguntara por ella, encontraría respuesta, pero no me atrevo. Tengo miedo de que la historia no termine en un final feliz, que ella no se interese en mí y que la puerta se cierre en mis narices con desprecio. Pero a pesar de no tener más noticias de la dueña de mi corazón, viviendo en un estado completamente damnificado, he seguido avanzando con un nuevo párrafo de la carta.


Quiero comenzar por decirte que eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Y créeme, no estoy exagerando en mis palabras. Cada vez que te veo pasar, mi ser lanza un dado de salvación para no caer inconsciente. Sostener tu mirada me hace creer que estoy soñando. Y tu sonrisa, es una fiel prueba de que los milagros existen.


Agosto:

¡Al fin terminé la carta! Debo confesar que me siento bastante entusiasmado por ello, sin embargo, hay una parte de mí que se ha ido desanimado de toda esta locura. Estas últimas semanas he vuelto a retomar mi vieja vida, salir con amigos y amigas, dar el cien por ciento de mí en el trabajo, y no centrarme en conquistar a una mujer que posiblemente solo exista en mi cabeza. No sé qué demonios le vi para enamorarte como nunca pensé que podría amar a alguien, pero a quién trato de engañar, no se más de esa chica, posiblemente se mudó de vecindario o algo así. Y bueno, debo seguir con mi camino. Hoy le pondré punto final a esta truncada historia de amor.

Encendí un cigarrillo mientras caminaba rumbo a la casa de la “Mujer de abril”. Dejaría la carta debajo de su puerta. Si de verdad el destino quiere que algo pase entre los dos, ella me contactará. Le he dejado mis datos en la parte posterior del escrito de amor.

A veces uno piensa que se puede calcular el desenlace de los acontecimientos que nos rodean, que decir adiós puede ser suficiente. Pero no es así, la vida es perfecta porque es impredecible, los parámetros y las matemáticas no son aplicables para besar a una chica, el dinero no compra la sonrisa del alma, y dos miradas, por más que se crean lejanas, encuentran la manera de volverse a encontrar. Y es así, como antes de dejar la carta, volví a toparme con esa mirada de ojos verdes, que me contemplaban llorosos a distancia, suplicando ayuda. Unos bribones estaban intentando robarle a la mujer de mi vida.

Todo pasó tan rápido. En un instante estaba corriendo a la ayuda de la mujer que amo, dispuesto a impedir que esos malandrines le hicieran daño, y en el otro, la cabeza me daba vueltas y no dejaba de temblar de frío. Yacía en el suelo, apuñalado en el pecho, escuchando cómo la mujer de la mirada más hermosa, gritaba por ayuda. En lo único que podía pensar, era que aunque me costó la vida, había logrado que esos infelices no le robaran.


 — ¿Cuál es tu nombre? —pregunté de pronto, interrumpiendo los desesperados gritos de ayuda. La sirena de la ambulancia, se escuchaba cerca.

— Sofía…Vamos, tranquilo. Vas a estar bien. La ambulancia está a punto de llegar. Gracias por defenderme —expresó la chica de mis sueños, derramando algunas lágrimas, mientras que tomaba de la mano.

Hice un último esfuerzo y saqué del bolsillo de mi casaca la carta que le tenía pendiente. Me sentía muy débil. Pero al ver que la recibió, sonreí, dispuesto a cerrar los ojos por última vez, recordando cada palabra que le había escrito:

Mujer de abril, hay una luz que brilla en ti. Mujer de abril, estoy loco por ti.  Me enamoré de ti, desde el día en que te vi.

Te confieso que nunca antes me había costado tanto acercarme a hablarle alguien, el corazón me palpita al ritmo de rock and roll cuando te veo pasar. Sé que quizá pienses que soy un acosador o algo así, ya que es obvio que siempre intento toparme en tu camino. Pero no, por favor, no lo veas de ese modo. Tan solo quiero asegurarme de estar a tu lado cuando cupido te dispare la flecha del amor, y sean mis ojos los que te miren con dulzura en ese momento.

Quiero comenzar por decirte que eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Y créeme, no estoy exagerando en mis palabras. Cada vez que te veo pasar, mi ser lanza un dado de salvación para no caer inconsciente. Sostener tu mirada me hace creer que estoy soñando. Y tu sonrisa, es una fiel prueba de que los milagros existen.

Toda mi vida he pensado que el amor es un cuento de hadas. Por más que creí en algunas oportunidades que había logrado enamorarme, siempre mis relaciones terminaban, y eso, de alguna u otra forma, me deprimía muchísimo. Sabes…Una parte de mí quería seguir creyendo que es posible encontrar una historia romántica que supere la ficción. Y eso es lo que volví a sentir cuando te vi una noche de abril por primera vez.

No pienses que estoy loco por decirte que te amo sin conocerte. Para amar a alguien, no bastan palabras. Es esa conexión de miradas, que se encuentran y sin explicación, la vida empieza a confabular para que se unan. Y aunque el tiempo, la distancia, los problemas, los separen en algún momento, por obra y magia del destino, siempre se vuelven a encontrar, renovados, con un aprendizaje. Es que solo el amor, tiene el poder de renovar el alma. No de cambiarla, sino de hacerla más grande en su esencia.

Y es así como yo me he sentido desde que te vi, querida mujer de abril. Mi corazón se ha renovado. Y si alguna vez en mi vida me he sentido tan grande, ha sido en esos instantes en que has pasado por mi lado. Por eso anhelo conocerte, porque sé que solo junto a ti, puedo sentirme completo. Espero podamos volver a hablar. Te espero, mujer de abril. 

Sebastián Villareal

Jhonnattan Arriola Rojas



domingo, 1 de diciembre de 2013

Hola amor

La comparsa de los latidos de mi corazón, corea tu llegada con la parsimoniosa calma de una danza de estrellas. Aunque aún no conozca tu nombre,  te amo princesa.


A pesar de mantener una postura de macho solitario, alegando que el amor es tema del pasado, soy un estrafalario cojonudo, que no deja de soñarte con una canción de amor. No hay día en que no me pregunte ¿Cómo será tu rostro? Pero sobre todo… ¿Cómo serán tus labios? Ese sabor  frutal, que no dejará de enviarme a una dimensión de ensueño en cada roce. Quizá suene muy cursi, pero aun así diré ese término, versado para mis oídos “Amor de mi vida”.    

Hola amor, espero te encuentres bien, y si aún no has nacido, te voy adelantando que te dedicaré la canción “Cuarenta y veinte”. ¿No te parece divertido? De repente en estos momentos también estás pensando en mí… O tal vez, te encuentres besando otros labios, creyendo que serán eternos en sentimiento, ignorando que soy yo tu fiel guardián.

Un momento… ¿Y si ya nos conocemos? Pero somos un par de mentecatos que no se dan cuenta de que Dios nos ha puesto en el mismo camino para hacer el amor eternamente. Puede que la atracción no haya surgido en primera instancia, pero seamos honestos, los segundos intentos siempre son más interesantes, vienen con aprendizaje incluido. Quizá somos mejores amigos y nos estamos excusando en una barrera inexistente, alegando que destruiríamos nuestra fantástica relación amical, sin ponernos a pensar, que podemos tirar al vació una vida llena de dicha y de besos primaverales.

Pero, pensándolo bien, puede que no sea tan drástico el asunto. Que simplemente somos dos conocidos, sin mayor importancia, que nos volveremos a encontrar en una historia distinta, en la cual, ambos seremos los protagonistas. Querida, quizá ese pesado compañero de trabajo, ese chico parlanchín de la universidad que hacía chistes todo el tiempo, será el hombre que te lleve al altar y luche por hacer realidad hasta tu sueño más pequeño. Y ese… soy yo.

Sin embargo (música de suspenso) puede que un amor del pasado, regrese con mayor intensidad. Aunque todo el mundo tiembla con la posibilidad de volver con su ex, como si se tratase de un pacto con el Diablo… si tu destino es a su lado, no hay nada que se pueda hacer para evitarlo. Simplemente, sonreírle cuando lo vuelvas a tener en frente. Y sí…besarlo, besarlo por todo ese tiempo que se mantuvieron a distancia, pero que maduraron en soledad, preparando su corazón para una relación inquebrantable.

Es divertido soñar con esa persona. No sé si se tardará mucho en llegar, o si la chica con la que compartiré una linda salida la próxima semana, se quede a mi lado para siempre. Puede que al asistir al reencuentro de mi promoción de colegio, vuelva a ser impactado por la belleza de la ninfa que marcó mi primer amor, pero a la cual, nunca le confesé con total honestidad lo que sentía por ella. Muchas posibilidades se plantean en mi cabeza. Mi corazón vuelve a palpitar con emoción. Todo es perfecto cuando pienso en ti…amor de mi vida.


Bueno, preciosa, no sé si leas este texto… por lo menos, no tengo la certeza de que sea ahora el momento en que te encuentre estas líneas. Quizá más adelante te enseñe el escrito mientras disfrutamos de una copa de vino. Pero de igual forma, quiero que sepas que estoy dispuesto a dedicar mi vida entera para hacerte feliz. Me estoy esforzando para lograr alcanzar mis sueños y recibirte triunfante. Y sí apareces antes, te tomaré de la mano y lucharemos juntos por un futuro hermoso. Quiero tener hijos contigo, todos los que podamos y desees concebir. No pienses que te meto letra si te digo que aunque tengamos cincuenta años de casados, nunca dejaré de sorprenderte en nuestros aniversarios. Es que tengo tantas ganas de ti, que estoy seguro que las ideas no dejarán de fluir para arrancarte una sonrisa.
 
Soy consciente que también nos tocarán momentos amargos. No sé por qué me late que me saldrás con carácter fuerte. Pero descuida, sabremos manejarlos. Sobre todo, sabremos entendernos. Y eso, no tiene precio. No pienso dedicarme a amar solo tus mejores momentos, sino también los enajenados. Convertiré tus locuras en pasión con un beso sorpresa, y calmaré tu cólera con una caricia. Y si no es suficiente… si crees que no se ha inventado la manera de hacer perfecta una historia de amor, es porque aún no hemos comenzado la nuestra.


Te sueño, te anhelo, te amo y te beso en mi mente. Gracias por regalarme la ilusión más divina que se puede albergar en un corazón. Te espero pronto, mi amor.

Jhonnattan Arriola Rojas 

domingo, 27 de octubre de 2013

Abrázame sin preguntar

Una mujer desnuda. Amarla un desafío. Su corazón y el mío, no saben de poesías. Un movimiento parsimonioso y una mirada que brilla en la penumbra de mi habitación, me atrapan en una danza de seducción, que cala mi alma lentamente, recordándome el dolor que sentí al perder mi corazón en manos de la desilusión.

— Lo siento…pero no puedo.

Marcela me mira con asombro, mientras me alejo sin darle la cara. Se tapa el pecho con los brazos y me contempla con extrañeza.


—Perdóname, soy un idiota —sentencié, dándole la espalda, parado a un lado de la cama, dejando que las lágrimas resbalen por mi rostro.

Pensé que lo próximo que escucharía, sería la puerta cerrarse, llevándose a Marcela disparada y para no volver más. Pero fueron sus pasos acercándose, la esperanza que endulzó a mis oídos. Marcela me abrazó por la espalda. No dijo nada más. Posicionó sus brazos en mi cintura, besó mi dorso con dulzura, recostándose en él.

Mi problema es directo, tajante y pendenciero, como un vil asesino que aniquila mi ser por dentro. No puedo hacer el amor. Simplemente le huyo al sexo, siento pánico y desisto de hacer mía a la mujer que tenga en frente. Podría culpar a mi ex esposa, decirle “Maldita” un millón de veces y envolverla en la mierda con la que me enterró. Pero sé que el tema va más allá de haberla encontrado revolcándose en la cama con mi mejor amigo, mientras que yo, como el más grande de los idiotas, adelanté mi regreso a Lima para darle a Brenda, una sorpresa por nuestro aniversario.

Voy tres años de divorciado y dos de intentos frustrados al amar. En realidad, debo confesar que los primeros meses, simplemente me encerré en mi habitación sin hablar con nadie, tomando incluso pastillas para dormir, para no caer en las horrendas pesadillas nebulosas, donde los susurros de placer de Brenda, que soltaba con libertinaje en los brazos de su amante, rebotaban en mis oídos con brutal intensidad, provocando que despierte con una sordera pasajera.  

Me he sometido a todo tipo de terapias para volver a ser el hombre de antes, pero ninguna ha dado resultado, excepto una larga conversación con Piero, mi buen amigo Psicólogo que me dio ánimos para arriesgarme a seguir saliendo con Marcela.

Conversación con Piero:

—Creo que debo decirle a Marcela que no podemos seguir viéndonos. De verdad no quiero lastimarla.

—No seas idiota, Daniel. No puedes seguir en ese plan para siempre.

—Se supone que los psicólogos no le hablan así a sus pacientes —expresé con una sonrisa en el rostro, mientras encendía un cigarrillo. Ambos disfrutábamos de unas cervezas en la sala de mi casa.
 
—Primero que nada, Daniel…No eres mi paciente. Eres mi mejor amigo. Y como amigo, puedo decirte que te estás comportando como un idiota profesional. Licenciado en estupidez con Maestría en…

—Ok, ok…ya entiendo el chiste. No es necesario que continúes con eso.

Ambos reímos a carcajadas e hicimos una pausa para brindar por nuestra amistad. Por todos esos años de locas historias, risas compartidas y memorables dramas. Definitivamente, momentos gloriosos.  

—Hermano, de verdad valoro que siempre estés apoyándome, escuchando mis problemas. Pero en serio, me estoy muriendo por dentro, compadre. Marcela me encanta y tengo mucho miedo de perderla.

—Tienes que ser positivo, compadrito. Si colocas tu mente en un estado afable, podrás triunfar en tus objetivos, gestionando un gran cambio en ti. A parte, el sexo no lo es todo…

Fue inevitable no echarnos a reír como hienas hambrientas. Lamentablemente mi buen amigo estaba equivocado. Puede que el sexo no sea exclusivamente todo en una relación, pero influye en un gran porcentaje. Y es allí donde yo fallaba sin descaro. Podía ser nombrado titular para el partido, pero con la ridícula condición de no meter gol. En resumen, un jugador más malo que el “Cóndor Mendoza”.

Marcela:

Abrí los ojos con temor… Con temor de no encontrarla a mi lado. Marcela seguía durmiendo, recostada en mi pecho, haciéndome sentir en el Cielo, en un Paraíso de gloria divina, con el corazón palpitándome a mil. Mi piel se me adormecía y una revolución de mariposas, bailaba al compás de un vals en mi estómago. Sin duda, estoy enamorado.

Haberle contado mi historia a Marcela, ha liberado mi alma. Por un momento pensé que no entendería lo que acontecía en mi cabeza, que no iba involucrarse más con un hombre con el corazón damnificado, hecho un mamarracho y con el rabo entre las piernas. Pero no fue así, comprendió mi difícil situación. Ese proceso engorroso de superar el engaño de una persona que amas, de volver a sentirte ilusionado y sobre todo, de creer en uno nuevamente.


Siempre me he esforzado por mostrarme como un hombre seguro, calculador y de aspiraciones claras. Pero justo cuando se me cae el teatro, y luzco como un engendro asustadizo, sin pretensiones claras y con el mundo al revés, el amor me toma por sorpresa y me muestra la mejor de sus caras. Una aceptación libre de toxinas, capaz de sobrevivir en los defectos para amar con grandeza las virtudes.

Me disponía a volverme a dormir, cuando la mirada de Marcela, se posicionó dulce en la mía.

 —Pensé que estabas dormida —expresé con ternura, acariciando su rostro.

— Quería el último beso de las buenas noches.
 
La voz de Marcela es música. Sensual y segura, llena de calma. La complací con gusto. Besé a mi chica, y aunque pensé en detenerme, el embrujo de sus labios, me tomó por asalto. El amor no está hecho para un corazón inseguro, un beso a medias o un una caricia tibia. Si amas, debes hacerlo sin condiciones, entregando tu alma en bandeja, con fe en un mañana, que nutra el presente y lo fortalezca con ganas. Y a veces, es mejor dejar de pensar tanto las cosas, de hablar…o incluso, escribir…para que el silencio se exprese mejor. Esa noche, el beso nunca se detuvo. Mi problema había terminado. Mi corazón, volvía a latir.


Una mujer desnuda. Amarla un privilegio. Su corazón y el mío, bailan al compás de un mismo palpitar.      

Jhonnattan Arriola Rojas

domingo, 8 de septiembre de 2013

Hay un extraño en mi reflejo

¿Quién soy? A puesto que todos en algún momento hemos vacilado con esa interrogante. Personalmente, creo que es una pregunta bastante compleja, pendenciera en todo sentido. Responderla puede ser incluso egoísta, si es que no consideramos la perspectiva de los demás. Aunque suene un poco enajenado, no solo somos lo que pensamos de nosotros mismos. Somos eso y más. Lastimosamente a veces, somos lo que otros creen. Casi nunca somos lo que el espejo nos muestra. Y casi siempre, somos lo que menos pensamos.

Estos últimos días, han estado de cabeza para mí. Al punto de despertar una mañana, mirarme al espejo y sentir por un segundo que ya no me quedaba nada, y que ese sujeto sonriente, era un maldito arlequín de la baraja de mi alma. A pesar de verme sano en el reflejo, me percibía sangrante. Esperar duele. Olvidar duele. Pero el peor de los sufrimientos es no saber qué decisión tomar (Paulo Coelho).

Hace un par de meses, una buena amiga me dijo que la felicidad no es un estado, sino una forma de vida. En su momento, sus palabras fueron luz en la división oscura de mi ser. Sin embargo, el efecto heroico de sus versificaciones, no me duró mucho. El mensaje se volvió niebla en el invierno que me aflige.

¿Qué nos aflige?  Los invito a que con una mano en el pecho, puedan contestar esa pregunta sin empezar a armar un rompecabezas de ideas nebulosas. Es que  descubrir qué nos atormenta no es tarea sencilla. Es una lista larga de negatividades que se suelen disfrazar como una sola.

En mi caso, por ejemplo, me aflige no tener el tiempo que yo quisiera para poder escribir. Me revienta el hígado no poder vivir de mis historias y no tener una casa en el campo para poder mirar un jardín de girasoles mientras inmortalizo a los ángeles y demonios que viven en mi cabeza . Nadie dice que no lo vaya a conseguir, pero igual me aflige. ¿Y por qué me aflige? Quizá porque afligirse pueda ser una actividad saludable si es que funciona como motivación. ¿Suena a locura, verdad? Pero creo que en el fondo, me dan la razón.  El delirio comienza cuando no sabemos conversar con nosotros mismos y compartimos esas depresiones pasajeras con el mundo. Con esto no digo que no debamos confiar en los demás, sino a aprender a dosificar el grado de información que compartimos. Lograr que otras  personas sepan quién eres y concuerde con el sujeto que se refleja en tu espejo de cabecera, es la fusión perfecta entre hacer bien las cosas y hacerlas saber. La filosofía madre de las Relaciones Públicas.

Bueno, dejando a un lado los tecnicismos. ¿Qué opinan de la frase cliché: “El amor te define”? Tranquilos, no se apresuren en contestar. Respiren un poco, prendan un cigarrillo si gustan y acompañen su respuesta con una canción de fondo…se los recomiendo.

Particularmente, no estoy seguro si es que el amor nos define, pero creo que uno es como ama. Puedes vivir eternamente fingiendo en mil cosas, pero es imposible engañar a tus sentimientos. De un momento a otro algo se acciona, y esa válvula olvidada, empieza a latir con fuerza por esa persona que puede hacerte sonreír sin contar ningún chiste, lograr abrigarte con una mirada y hacerte volar con una caricia. Sin embargo, amar no es sencillo. Y por eso volvemos a la pregunta inicial ¿Quién soy? Si realmente no estás en las condiciones de responder esa interrogante, por más que decidas amar a una persona, manejarás procesos de tolerancia, pero no de aceptación. Que tarde o temprano, terminarán por atrofiar tu relación.


En una relación confusa, la felicidad se verá parcializada y adornada por una ilusión débil, que si no es estimulada con frecuencia, se irá consumiendo como una llama sobre una vela. Te enamorarás de la mejor perspectiva de esa persona e intentarás mantenerlo siempre en ese estado, siendo egoísta y creando una realidad donde él o ella, es culpable de las batallas del corazón, mostrando insatisfacción constante. 

Mirarse al espejo con seguridad y mostrar carácter fuerte frente a los demás, no garantiza la firmeza ante la pregunta que dio inicio a este relato. Conocerse implica poder comprender lo mejor de nosotros, traducirlo en talento y hacer real nuestros sueños, regalándonos la satisfacción de vivir sin frustraciones. “Si uno no es completamente feliz, no puede hacer feliz a ninguna otra persona”. Eso es lo más interesante del verdadero amor. Dos personas que trabajan en conseguir la felicidad sin estropear la de su pareja. Nadie gana una discusión o una pelea en el amor. Por eso, amar y hacer el amor, es  la acción más placentera del mundo. Se vive un empate constante, donde los dos, festejan el trofeo triunfante.


Antes de finalizar, quiero expresar la idea global de este escrito. Es una invitación para que se den el tiempo de contestar las interrogantes que he propuesto y analicen un poco más sus vidas. Pongamos el botón de “pause” un rato y dejemos ese ritmo tan acelerado que nos impide mirar dentro de nosotros con claridad. ¿Ya ha aparecido ese extraño en su reflejo? No se alarmen. Sufrir de amor, tomar la decisión de dejar a alguien, no saber qué camino elegir y estar debatiendo entre quién soy y quién debo ser para los demás, es parte de crecer. Todos pasamos por esos líos, y aunque lastimosamente, no siempre se superan, el truco está en darnos la oportunidad de alejar los egoísmos, dejar de confundir la bondad con sacrificio y amarnos de pies a cabeza. El amor y la felicidad, no se buscan…simplemente te encuentran. Hoy es un buen día para ser feliz. Depende de ti. 

Jhonnattan Arriola Rojas

lunes, 22 de julio de 2013

Carta a Palermo

Buenas buenas señorita Palermo. Disculpará usted mi irrupción a su domingo familiar, pero necesito hacer algo desde hace mucho tiempo; y bueno, creo que ha llegado el momento.

A ver, cómo empezamos. Primero, creo yo, vale la pena especificar y responder algunos puntos. Lo más probable es que ahorita no entiendas absolutamente nada, tampoco yo (créeme).  

No, no estoy borracho, mucho menos bajo alguna sustancia prohibida, como quizá lo has pensado. Tampoco estoy pasando por una etapa de depresión al lado de cigarrillos y una copa de vino. Creo que es algo más simple que eso, aunque muchas veces me hago un mundo para todo.

Suelo ser muy reservado con lo que realmente me interesa. Dejo que la vida pase por debajo de mis pies luciendo pieles distintas dependiendo de la sonrisa con la que haya amanecido. Evito complicarme, aunque sé que es inevitable, pero hubo un punto de quiebre que me hizo pisar el freno de mi carrito de golf de 40 km por hora; y recién ahí comenzar a pensar, volver a pensar y finalmente a preguntar: “¿Qué carajos está pasando?”. Si de casualidad te estás preguntado: “¿Y yo qué tengo que ver acá?”, bueno esta es la parte de mi pequeña historia en la que tú apareces. Ponte cómoda, enciende un cigarrillo, dale play a tu canción favorita y sigue leyendo.

No soy un fanático de la hipérbole, pero quizá mis palabras te parezcan un poco exageradas, aunque no lo son. Todo fue un tanto complejo. Inició con una solicitud de amistad enviada. A diferencia tuya, yo sí sabía quién eras. En ciertas reuniones, sutilmente intentaba saber de ti, preguntas por aquí, algunas otras por allá. Poco a poco fui recopilando información. No, no soy stalker, prefiero llamarme persona con un interés específico. Suena más bonito.

Intenté hablarte muchas veces. El “ESC” pudo más que el “Enter”. Creo que nunca me sentí  tan cohibido por alguien, no encontraba el modo. Me quedaba en neutro y no era capaz de poner primera. Recuerdo el día que me fui al todo por el todo y quise invitarte al cine. “¿Qué puede salir mal?” pasaba por mi mente. No estoy seguro de cuál fue tu respuesta, pero en conclusión fue un claro: “no”. Perdí la batalla sin ni siquiera haberla iniciado.

Semanas después se acercaba mi cumpleaños. Y tu presencia (aunque prácticamente no nos conocíamos) fue mi mayor obsequio. Sin querer, tengo una canción que me hace recordar a ti, y no es porque te la dedique o algo por el estilo, sino que la primera vez que la escuché nos vi a los dos bailándola, mis manos rodeando suave tu cintura, mientras tu cabeza se acurrucaba sobre mi pecho.Rogaba que el DJ la pusiera en la discoteca sin embargo, no fue así. Felizmente sí fuimos a bailar, y para suerte mía, la realidad supero con creces a la pequeña ficción que se había armado en mi cabeza.

Después de aquella noche no lograba sacarte de mis pensamientos. ¿Por qué? Hasta ahora sigo buscando una respuesta. Y está más difícil que entender “Rayuela” por más que sigas las instrucciones de Julio Cortázar.

Mi cabeza se volvió un laberinto con millones de puertas y una sola llave que no sabía a qué cerradura apuntar. Decidí elevar mi alma al aire, ordenar mis ideas, despreocuparme y continuar. Total, la vida es una, o al menos eso es lo que dicen.

Intentar llegar a un cierre preciso que pueda resumir esta carta, a mí parecer, sería necio. Si te diste cuenta, me gusta escribir, y aunque ya no lo hago con mucha frecuencia, cada vez que vuelvo a lo mío, intento aflorar absolutamente todo lo que llevó dentro.  Hoy lo hice contigo y para serte franco, necesitaba hacerlo.

Con mis palabras no te estoy pidiendo un noviazgo, o que te guste, o que salgamos y pueda robarte una sonrisa. Sólo quería que lo sepas. De mí para ti.

Llevarlo tanto tiempo guardado conmigo, no resulta muy alentador.

Gracias por tomarte el tiempo de leerlo.

Hasta pronto señorita Palermo.

 







miércoles, 3 de julio de 2013

Los héroes también se jubilan

Sentado en una de las banquitas del parque Mandarina, Toño lee su diario preferido. Una vez más, todas son buenas noticias. Una triste sonrisa, se esboza en su rostro.

Enciende un cigarrillo, se toma su tiempo en cada pitada. Lo disfruta. Mira a su alrededor, y se aflige aún más. Se siente muy solo. Los recuerdos de aventuras lo invaden con nostalgia. Quién podría imaginar que aquel señor de setenta años y duro semblante, ha sido el mejor superhéroe de la historia. El gran “Lobo”.

Parlantes de gran tamaño, situados en los edificios más altos de la ciudad, emitían un aullido estridente. El pueblo se llenaba de esperanza, Lobo acudía a la señal de ayuda, apareciendo entre las sombras para librar una dura batalla con los criminales. Jamás era vencido. Su traje gris, reforzado en el pecho y extremidades, con un blindaje especial de fibra de carbono, lo protegía de los disparos y caídas. Su capa negra le permitía descender con elegancia de las alturas. Y su máscara, ceñida a su rostro y del mismo color que su traje, dejaba al descubierto sus ojos celestes. Unos fabulosos lentes de contacto, que ayudaban a Toño a mantener su personaje de lobo alfa. El trabajo fue duro, pero su legado, sigue manteniendo la tranquilidad en las calles limeñas.

Toño se jubiló oficialmente al cumplir las sesenta primaveras. Sin embargo, no recibe ningún tipo de pensión por sus años de servicio. Lobo nunca será olvidado, pero del buen Toñito, no se acuerdan ni sus amigos. Sin embargo, lo que más le parte el corazón al héroe, es la posibilidad de que Sofía, la única mujer que conoce su verdadera identidad, no piense más en él.

El segundo cigarrillo viene acompañado de una lágrima. Su corazón se empieza a acelerar. Pensar en Sofía, vuelve su alma frágil como un cristal. Quiere gritar su nombre con la esperanza de que lo escuche. Sin embargo, sabe que sería inútil. Desde la noche que le dijo adiós, no volvió a saber más de ella.

Toño la amaba con devoción. Era su mundo, su musa. Despertar en las mañanas a su lado, lo llenaba de esperanza, de fuerzas para seguir su difícil misión. Sin embargo, el miedo se apoderó de él. Cada vez sus enemigos estaban más cerca de descubrirlo. Y si eso llegara a pasar, sin duda le harían daño a Sofía. No la podía exponer de esa manera, una tragedia podría sorprenderlo. La decisión era difícil, pero debía alejarse. Una noche de invierno, después de echarse a dormir a su lado, Toño se despidió de su amada con una carta, confesándole en ella, su identidad heroica y los motivos que lo llevaron a partir. Dejando en el tocador, un anillo de compromiso, el mismo que usó su padre para jurarle amor eterno a la fabulosa mujer que jamás conoció, pero que dio su vida para que él pudiese nacer.

—Disculpe, señor. He venido a hacerle una pregunta… ¿Cómo está?

Toño se sobresaltó. La voz de la dulce dama, lo hizo despertar de sus tristes pensamientos. La observó al detalle, su mirada se le hacía muy familiar, tanto que su corazón empezó a latir de la emoción. Pero se desilusionó al instante. Era imposible que se tratase de ella.

—No ha contestado a mi pregunta —expresó la guapa señora, que a pesar de superar los cincuenta, lucía muy hermosa. Sus ojos azules, coloreaban una mirada tierna y sincera.

Toño le esquivó el semblante, siendo algo grosero. La mujer se sentó a su lado, tomó con delicadeza su pierna, y dijo:

—Vamos, Toño…contesta a mi pregunta.

El héroe contempló la mano que lo acariciaba con dulzura. Sus ojos se llenaron de lágrimas al reconocer en su dedo anular, el anillo que le regaló a su doncella. No lo podía creer. Su ángel había regresado.

— ¡Mejor que nunca! —respondió Toño con euforia, un segundo antes de lanzarse a los brazos de Sofía. Después de mucho, volvía a ser realmente feliz.


Jhonnattan Arriola Rojas





domingo, 5 de mayo de 2013

Rojo: Necesito terapia


— Ricardo, no olvides que hoy es tu cita con la psicóloga. Espero que ya estés en camino. Cielo, sabes que es lo mejor para ti.

— Lo sé, mi vida…Vo no te preocupes que ya estoy bajando del auto para entrar a mi cita. Apenas salga te llamo para contarte cómo me fue —expresé con dulzura, fingiendo un trabajado acento chileno. Pero sobre todo, poniéndole silenciador a mi beretta de 45 milímetros. No sé si esta noche termine pegándome un tiro, rellenando de pólvora el rostro de la estúpida psicóloga, o simplemente, volándole los sesos a mi novia… pero con amor. 

¿Por qué es tan complicado ser un hombre de bien? Debo admitir que no me sale la cojudez. Estoy colapsando, apunto de vomitar mi cerebro por los constante dolores de cabeza. Y todo por la culpa de mi vieja amiga, maldita Mariela (Revisar post – Rojo: Detrás de la máscara). Después de haber sido traicionado por la mujer a la que alguna vez le salvé la vida, de haberla asesinado sin piedad y de confesarle mi verdadero nombre al mundo entero, no me quedó otra que desaparecer por un buen tiempo. Ya van tres años sin noticias de Rojo.
 
La capital de Chile me dio cobijo para volver a empezar. En pocos meses, ya tenía mi personaje. Ricardo Villavicencio, Director Creativo de la agencia de publicidad “Point Bum”. No sé cómo carajos me dieron el puesto, sin embargo, logré adaptarme rapidísimo. Santiago es una ciudad bellísima. Salvo por la comida, me hubiera gustado quedarme a vivir allí. Pero la presión de trabajar en agencia, los horarios, el estrés de mantener una cuenta y chuparle las bolas al cliente, no es lo mío. Así que a los dos años, con la excusa de abrir un negocio publicitario en Perú, regresé a mi país, dejando atrás mi rojo pasado.

Lo primero que hice al llegar a Lima, fue comerme un buen ceviche e ir a un bar de Barranco a tomarme una botella de Pisco. Allí conocí a Johanna, nos emborrachamos e hicimos el amor como si el fin del mundo estuviese a punto de llegar. Perdimos la cordura por el éxtasis de placer y quedamos tan exhaustos, que permanecimos inconscientes por más de doce horas. Luego, confesamos nuestros demonios, fumando un porrito de marihuana, filosofando de la creación de los tiempos y de las películas de Christopher Nolan. Al día siguiente, fuimos a cenar a la Rosa Náutica… y nos enamoramos.
 
Johanna Monteverde es una mujer maravillosa. Me ha ayudado mucho a organizar mi futuro negocio, pero sobre todo, mi vida. Sin saber mi más oscuro secreto, ha llenado mis días de tanto amor, que poco a poco, mi alma se ha ido limpiando, purificando mi pasado con el olvido. Pero lastimosamente, al año de nuestra relación, con miras de matrimonio y convivencia, mi demencia me volvió a encontrar.

No había noche en la que no despertara agitado, alterado y jadeando de angustia, producto de horrendas pesadillas. Mi inconsciente proyectaba mis asesinatos, uno tras otro. Tuve que mentirle a Johanna y decirle que tenía miedo de esos sueños macabros que afloraban en las noches, excusándome de despertarla violentamente por mis gritos. Sin embargo, lo que sentía era impotencia de no aflorar mi verdadero ser. De continuar un segundo más, siendo amado por alguien que no soy.

Mi novia me recomendó a una excelente psicóloga, y después de varios intentos frustrados de asistir, me decidí por cumplir la cita y buscar una solución a mis dilemas de sangre.

Son las siete de la noche. Llevo media hora esperando a que la asistente, me dé pase para entrar al consultorio de Sandra Mesías, la psicoanalista más famosa del país. Finalmente, las palabras que más deseaba oír, se pronunciaron.

— Señor Villavicencio, puede pasar al consultorio.

Agradecí con una sonrisa y entré a discutir de mis fantasmas con Sandrita.

Debo reconocer que la psicóloga es mucho más hermosa en persona. Si bien es cierto, en televisión sale bastante guapa, sentada en su escritorio y con las piernas cruzadas, toda una diosa, me hace temblar por  su belleza. Me he ruborizado. Y estoy seguro, que la muy puta, lo ha notado.

— Tome asiento, señor Villavicencio. Me alegra mucho que por fin se haya decidido a venir.

Le hice caso en silencio y le arrojé una fija mirada. Le sonreí con delicadeza, y expresándole lo guapa que se veía, me disculpé por las repetidas plantadas que le había dado.

— No se preocupe. Comprendo que debió estar muy ocupado. Esa fue la excusa me dio su novia, cuando me llamó para cambiar la fecha de su cita.  

— Así es — contesté, con mi singular acento chileno.



— Bien, Ricardo, espero que no te moleste si te hablo de tú. Cuéntame cómo te va. ¿Qué tal ha ido tu semana?

— ¿Puedo prender un cigarrillo?

Sandra me contempló por algunos segundos. Y con una sonrisa coqueta, dijo:

— Solo si me invitas uno.

Mientras yo buscaba la cajetilla y el encendedor en mi saco, Sandra sacaba un cenicero y habría la ventana. Cuando volvió a sentarse en su escritorio, le di el cigarrillo y se lo encendí.

— Gracias por permitirme fumar. Vo sabí que es difícil no hacerlo cuando uno está algo tensionado —expresé, después de darle una profunda pitada a mi Lucky Strike convertible.

— ¿Y por qué estás tensionado, Ricardo? Aquí nadie te va a juzgar. Sé que es complicado contar lo que uno siente, pero para eso estoy, para apoyarte. Puedes confiar en mí.

— Tengo muchas pesadillas…hace bastante que no sé lo que es dormir plenamente.

Sandra arrojó el humo de su boca de forma muy sensual, y apagó el cigarrillo en el cenicero.

— ¿De qué son tus pesadillas?

Sonreí al recibir la pregunta de la guapísima psicóloga. Y perdiéndome por un instante  en su mirada de color miel, le respondí:

— Digamos que sueño con mi verdadera vocación. La cual, he dejado en el olvido por tres años. Ya no puedo continuar viviendo sin hacer lo que realmente me apasiona. Pero no sé cómo regresar. Por un lado, podría perder a mi polola. Poner en riesgo la calma que me he ganado con mucho esfuerzo. Pero estoy seguro de que si no hago algo al respecto, terminaré explotando. Y esa bomba de tiempo que se está forjando en mí, puede ser muy letal.

Sandra agachó la mirada, luego, la devolvió en mí fijamente. Me sonrió por compromiso, y dijo:


— No debes dejar de hacer lo que te apasiona…

— ¿Pero si Johanna no lo entiende? —interrumpí de golpe.

— Si no lo entiende, es porque no es la mujer para ti.

— ¿Y cuándo debería regresar?

— Ahorita mismo. No debes dejar las cosas para mañana.

— ¿Está segura?

— Muy segura.

Sin pensarlo, mi verdadera esencia se apoderó de mí, y con una rapidez envidiable, saqué mi arma del saco y le disparé en el pecho.

Silencio y oscuridad. Soy viento y soplo de calma. Con los ojos cerrados, empiezo a escuchar la sinfonía número ocho de Beethoven. Mi alma danza al compás de la música clásica. Me relajo en la nada. Vuelvo a existir.

Abro los ojos y todo está como antes. Salvo que Sandra, sin poder gritar ni emitir algún ruido, agoniza espantada. Aún sigue sentada, tocándose la herida y mirándome con horror.

Dejo el arma por unos segundos apoyada en el escritorio. Saco de mi bolsillo mis guantes negros y me los pongo. Luego, con un pañuelo y un poco de alcohol, limpio mis huellas de la pistola.

Le sonrió con dulzura a Sandra, mientras escribo una nota en su libreta personal.

— Muchas gracias por la ayuda, Sandrita. La pasé de maravilla contigo. Es una lástima que haya acabado así la noche, pero bueno, espero que lo entiendas.

Sandra intenta ponerse de pie, pero es inútil, cae al suelo de cara. Busca arrastrarse hacia la puerta, pero le piso la espalda.

— ¿Realmente pretendes escapar? —le pregunto con inocencia en mi voz.

Me agacho y la volteo para poder mirarla a los ojos.

— Debo confesar que estoy algo nervioso. Hace mucho que no hacía esto. Pero lo vamos a disfrutar. Te lo prometo.

De pronto, la puerta suena. Es la asistente.

— Señorita Sandra ¿Todo bien?

— ¡Por favor, pase! Algo raro le ha pasado a Sandra —exclamo con preocupación.

Apenas la joven asistente abre la puerta, la recibo con un mortal balazo en la cabeza. Para mi mala suerte, yo era el último paciente. No había otra persona por asesinar allí.

 — Disculpa la distracción, Sandrita. Tu asistente quería un poco de protagonismo.

— Te vas a ir al infierno, Ricardo. La policía va a dar contigo, infeliz. Todo el mundo me conoce —aulló agonizante, mi querida psicóloga.

— No soy Ricardo, Sandra. Rojo ha vuelto. Y es gracias a ti.

Admiro la valentía y fuerza de Sandra. Un balazo en el pecho, no fue suficiente para acabar con su vida. Pude darme un banquete de sangre con su cuerpo. Le arranqué cada dedo de las manos y pies, después de haberle cortado la lengua, para disminuir el riesgo de que gritara y la policía venga a molestar. Finalmente, acabé con su vida, disparándole quince balas en la misma herida del pecho. Con sus dedos, escribí “Rojo” en su escritorio, junto a su libreta abierta, mostrando mi literaria nota.

Desde esta noche, mi nombre volverá salir en la portada de todos los diarios. Seguirán soñando con encontrarme, pero solo el infierno de mi locura, hallarán entres mis asesinatos. Necesitaba terapia y la gran psicoanalista Sandra Mesías, se prestó para ayudar. Sin saber que le aconsejaba a su muerte, me dio la respuesta que buscaba. No importa qué actividad sea la que nos apasione. Vivir con la expectativa de realizar nuestros sueños a futuro, es una mierda pintada a colores. El momento de vivir nuestra vocación, es ahora. Sin importar el precio, debemos arriesgarnos. Solo hay una oportunidad de vivir y no podemos desperdiciarla, soñando sin actuar.

Mi alma respira y canta cuando asesino. Y es lo que haré hasta el último día de mi vida. Mientras tenga la fuerza de empuñar un cuchillo en el pecho de alguien, lo haré con pasión, disfrutando cada gemido de dolor de mi víctima.

Rojo

— Aló, amor ¡Cómo te fue! —exclamó emocionada, mi  Johanna.

— Bien, preciosa. Estoy manejando a toda marcha a tu casa, para seguir el consejo de Sandra.

—  ¡Qué bueno, mi amor! Abriré una botella de vino y te esperaré linda para que me cuentes todito, precioso.

— Gracias, mi vida. Hoy te confesaré mi verdadera identidad —dije con un tono coqueto.

— ¿Ahora quién serás, bebé? No me digas que vendrás disfrazado de Rojo, el asesino, y me matarás a besos.

Me quedé en silencio por un segundo. Sonreí frente al espejo retrovisor de mi auto. Johanna es una mujer espectacular. Creo que antes de decirle quién soy en realidad, le haré el amor.

— Precisamente, mi niña. Hoy te voy a matar…a besos.

Jhonnattan Arriola Rojas


domingo, 31 de marzo de 2013

Living Soledad

Llueve como en ninguna otra noche. El frío me aturde, me confunde. Mi cuerpo tiembla al compás del viento. Me siento un espectro en la oscuridad, deambulando a paso lento en la orilla. Desafío al mar, arrojándole una piedra con todas mis fuerzas. Intento bloquear mis sentidos, pero no puedo evitar pensar en ella. El recuerdo de su piel me eleva al infinito, como droga alucinógena.

 
Soledad:

Jamás olvidaré la primera vez que la hice mía. Sin saber su nombre, nos sumergimos al fuego del placer, sin preguntas ni reclamos, solo nos dedicamos a dar lo mejor en la cama. Una vez al mes, sin falta iba a visitarla. Ella trabajaba en Céfiros (El mejor burdel de Lima). Un amigo me recomendó el lugar, y por curiosidad, con una buena dosis de tristeza, fui a invertir mi dinero en amores de una noche. No fue difícil  decidirme por Soledad, sin duda, era la ninfa más hermosa del local. Su piel canela era una tentación, y su sonrisa, la coquetería echa gesto. Su figura esbelta y sus curvas seductoras, me enamoraron a primera vista. Me la llevé a la cama, disfrutando al máximo cada segundo a su lado. La besé y acaricié a mis anchas. No se negó a ninguna de mis peticiones, obediente, cumplió su misión de hacerme estallar de placer.

La primera vez que partí de Céfiros a mi casa, no entendí por qué diablos había caído en ese lugar. Como un niño asustado, me juré nunca más volver, sin embargo, no pude ser firme en mi decisión. Poco a poco, empecé afilar el cuchillo, que finalmente, terminaría penetrando mi alma, dejándome en el vació.

Mi nombre es Arturo Quiroz, soy arquitecto con una maestría en Negocios Internacionales. A mis 35 años, entre comillas, mi vida debería ser perfecta. Tengo dos hijas, Teresa y María Gracia…Dios, realmente muero por mis niñas. Si he llegado tan lejos en mi vida profesional, ha sido sin duda por ellas. El simple hecho de imaginar que les espera un gran futuro, me da fuerzas para seguir trabajando, día y noche, superando mis propios límites. A su vez, no puedo dejar de darle crédito a la mujer que nunca dejó de confiar en mí. Cuando no tenía dónde caerme muerto y ahorraba para pagarme los estudios, trabajando en un Fast Food, ella no dejó de alentarme y apoyarme para que cumpla mis sueños. Camila es una estrella en mi vida. La amo con todo mi corazón. Ser su esposo es lo mejor que me ha pasado en la vida. Sin embargo, de un momento a otro, la soledad invadió nuestra cama, convirtiéndonos en dos extraños de sábanas compartidas.

Camila:

¿Cómo se puede acabar una relación de tantos años? ¡Coño! ¡El amor no se puede ir así nada más, por la reparimpamputa mierda! Me siento fatal, mientras le sonrió como imbécil a mi esposa, diciéndole: “Te amo, mi amor. Nos vemos en la noche”. Me voy a trabajar hecho un demonio por dentro.

Todos los días me rompo la cabeza y no doy con el problema. Juro que he pasado noches en vela reflexionando al respecto, esperando encontrar una solución, pero ha sido inútil. De un momento a otro, Camila se mostró muy fría conmigo y por más que le preguntaba el porqué, jamás se tomó la molestia de darme las explicaciones del caso. La muerte fue lenta, silenciosa. El desamor es un cáncer maligno, que mientras piensas que todo anda bien, se va ramificando por dentro.

Y así fue, de compartir noches infinitas, a casi no pasar ni un instante juntos, de conversaciones extensas, a banales y cortantes…de fingir algunos dolores de cabeza en la cama, a prácticamente renunciar a hacer el amor. Sin previo aviso, empecé a sentirme solo al lado de mi esposa. Intenté de todo para recuperarla, detalles, cenas románticas, entablar forzadas pláticas al respecto, seducirla, pero fue inútil. Al parecer la química que nos había unido todos estos años,  había desaparecido. Solo me quedó contemplar, cómo mi vida amorosa se iba cayendo a pedazos.


Fueron meses de tortura, fingiendo que todo andaba bien, sin atreverse a poner un alto. Camila y yo nos consumíamos en la misma habitación, luchando a ciegas por nuestras hijas, vendiéndoles un mundo de mentiras. Hablándoles del amor, mientras nosotros ya no lo sentíamos.

Finalmente, di a parar en “Céfiros” buscando un consuelo, ebrio de mis penas, cometí el mejor acierto o el peor error de mi vida. Después de 5 meses sin tener intimidad con mi mujer, sin escuchar siquiera de sus labios un “Te quiero” preferí acostarme una sola noche con una prostituta, a engañarla con alguna amiga, involucrando más que un sueño de cama. Sin embargo, jamás imaginé que el silencio de Soledad y la entrega de sus caricias, me hiciese regresar, para saber más de ella, y sin querer, enamorarme de la fantasía que representaba para mí.

Cada vez que iba por Soledad, pagaba por ella para llevármela toda la noche (Mi esposa nunca me preguntaba por qué no llevaba a dormir. Al parecer, ya no le importaba). Al principio, nuestro encuentro era enteramente pasional, teníamos sexo hasta quedar inconscientes del cansancio. Pero con el tiempo, simplemente conversábamos, salíamos a pasear y nos contábamos nuestra vida. Ella soñaba con ser cantante, tenía una voz hermosa. Mi sentido del oído llegaba al éxtasis al escucharla. Era fascinante verla darme un concierto en la habitación del hotel, imaginándonos que nos encontrábamos en un gran escenario, y que yo era su fan número uno.

Teresa y María Gracia

Ya lo tenía planeado. Iba a fugarme con Soledad. A las once de la noche la recogería del hotel y nos largaríamos a Argentina (Había conseguido un gran proyecto profesional allí). Al diablo con todo, pensaba, iba a dejar el 100% de mis pertenencias en mi casa para que nadie sospeche. Sin embargo, una conversación con mis hijas, cambió totalmente mis planes.

Estaba en el patio de la casa, fumando un cigarrillo, mientras mi esposa, fingía estar dormida un viernes a las 8 de la noche. De pronto, sentí un cariñoso dedo martillando repetidas veces mi espalda. Giré,  y  la sonrisa de Teresa, me llenó de paz. Mi Teresita llevaba de la mano a su pequeña hermana, juntas, tenían algo que decirme.

Papá, mami está triste, la hemos escuchado llorar en su cuarto. ¿Crees que sea porque cancelaste el viaje que teníamos planeado a las playas de Grecia? Ella estaba muy entusiasmada, al igual que nosotras. Papito, ya casi ni te vemos. Últimamente ya no nos cantas nuestra canción antes de dormir. ¿Nos hemos portado mal, papito? Si es por eso, venimos a pedirte perdón para que puedas volver a jugar con nosotras”.

Teresa tiene 6 añitos y María Gracia 4. Si bien es cierto siempre lo han sido todo para mí, fue en ese momento en el que desperté por completo, en el que me di cuenta de lo miserable que sería sin ellas. Había sido el peor padre del mundo por pensar en la posibilidad de dejarlas. Así que conteniéndome las lágrimas, acosté a mis niñas, cantándoles su canción, y fui a despedirme de Soledad para siempre.


Grecia

Han pasado dos meses desde que le dije a Soledad que lo nuestro era una locura. Que la promesa que le hice de llevarla a Argentina para que nunca más volviera a trabajar en un burdel…no la podría cumplir. No la protegería por siempre, tal como se lo dije entre lágrimas una noche. Sería un tonto si dejaba de luchar por mi matrimonio,  y ella debía entenderlo.


Romper un corazón es fácil, pero vivir sabiendo que lo hiciste, te carcome por dentro. Mentiría si dijera que no la volví a buscar, no con la intención de retractarme, sino de pedirle perdón por mi determinación insensible. Pero no la encontré. Había dejado de trabajar en Céfiros y nadie sabía su paradero.

Ahora, frente al bello mar de Grecia, lloro una vez más. Lloro por mis hijas, que a pesar de que las veo a diario, me siento lejos de ellas. Sufro por mi mujer, porque sé que le he fallado y no me atrevo a confesarle mi crimen de amor. Mi alma grita por Soledad, porque no sé nada de ella…y su recuerdo me persigue sin cesar.

-       ¡Arturo!

Alguien gritaba mi nombre y se acercaba a paso acelerado. Estaba en blanco, sumergiéndome cada vez más en el mar.

-       ¡Arturo! ¡Qué diablos haces!


Camila me despertó del trance y me jaló nuevamente a la orilla, dándome unas cuantas cachetadas para que reaccionara.

-       ¡Arturo, reacciona, por Dios!, exclamó Camila, sin dejar de darme leves bofetadas en las mejillas.

Vi a los ojos a mi esposa. Me quedé perplejo ante su mirada. No me contuve más y caí en llanto. La abracé como un niño y le dije lo mucho que la amaba.

-       Perdóname, Arturo, perdóname por todo. Te he hecho mucho daño…

-       Ya no digas nada. No tiene caso.

Nos miramos a los ojos. Ambos estábamos llenos de tristeza. Pude darme cuenta en su mirada que estaba destrozada, se aferraba a mi pecho con fuerza, mientras no dejaba de sollozar.

-       Arturo, te he fallado. Hay tanto que no te he dicho. Fui una estúpida. Siempre andabas viajando, trabajando hasta muy tarde. Nunca tenías tiempo para mí. Todo era prioridad antes de pasar un rato a mi lado. Venías cansado y lo único que querías era hacerme el amor...a pesar de que eras mi esposo, me sentía usada. Y en la última salida que tuve con mis amigas, conocí a un tipo, un patán, sin embargo, busqué equivocadamente en él la atención y el cariño que tú no me dabas. Felizmente me di cuenta a tiempo y lo mandé a rodar, pero ya no tenía cara para mirarte a los ojos. Y justo en ese momento, empezaste a cambiar, a esforzarte más por los dos, y yo ya no podía más con la agonía de la culpa. Por eso empecé a evitarte, a volverme fría. Hasta ahora, que quiero que sepas que eres el hombre de mi vida. No puedo vivir sin ti…de verdad no quiero perderte. Arturo, te amo, te amo tanto…

Mi corazón se paralizó. Cerré los ojos por unos segundos con la esperanza de abrirlos y encontrarme en otra dimensión, sin embargo, seguía frente a ella, abrazándola.

- Yo también me he equivocado, Camila. Pero si estoy aquí contigo, no es para mirar atrás, sino para olvidar todo lo malo y salir adelante por nuestras hijas.

Camila me plantó un beso en los labios. Me resistí al principio, pero finalmente me entregué a la pasión del sentimiento. Esta noche no quiero pensar en nada más. Le haré el amor a mi mujer y despertaré a su lado, diciéndole que aún la amo. La herida aún sangra en nuestros corazones. Dudo mucho que se pueda reparar en su totalidad. Pero por Teresa y María Gracia, vale la pena luchar hasta el final. Así como ella olvidó a su amante, lo más probable es que con el tiempo, deje de pensar en Soledad.

El desamor no tiene cura. Pero el amor lo puede todo.

Jhonnattan Arriola Rojas