lunes, 27 de febrero de 2012

Tu lado romántico II

París
Segunda parte
Para leer la primera parte sigue el siguiente enlace: Tu lado romántico

Muchas veces nosotros mismos no sabemos en qué vida nos encontramos. O en qué vida nos gustaría vivir. Necesitamos de otros para que nos digan hacia dónde vamos y qué es lo que estamos haciendo. Al menos eso pasa conmigo.

Esa noche salí con Giulia de la discoteca sin rumbo y destino. Ella saltaba y por ratos se dejaba llevar por el fuerte viento que venía en dirección contraria a nosotros. Yo sólo miraba.

Eran las 5:05 de la mañana. Faltaban más de tres horas para que amaneciera. Giulia caminaba dos metros más adelante. Yo disfrutaba de la vista.

- ¿A dónde vamos? – Le pregunté.

- No seas ansioso. Ya falta poco – respondió casi gritando. Se acercó hacia mí y tomó mi mano.

París es una ciudad que realmente te enamora. Nadie se conforma con ser el espectador de la historia, todos quieren ser los protagonistas y vivirla. Cada quien escribe su propia novela, sabe el orden de sus capítulos y más aún está al tanto de dónde terminar. A diferencia mía, yo no sabía dónde, cómo y con quién terminaría. Y me gustaba.

Giulia empezó a correr. Aceleré el paso para poder alcanzarla. Luego de dos cuadras, se detuvo. Extendió sus brazos, cerró los ojos y en su rostro se dibujó una sonrisa. Al llegar, tomé su cintura. Ella agarró mis manos y las extendió junto a las suyas. Tiró su cabeza para atrás y en voz baja, muy cerca del oído, me dijo: “Apuesto a que nunca habías visto algo como esto”. Suspiré.

La vista era realmente hermosa. Las calles iluminadas de amarillo le daban un aire muy cálido a la ciudad. Y las aguas del río de Seine hacían que ese momento se vuelva musical. A los lejos veíamos pequeñas embarcaciones flotantes y poco a poco íbamos sintiendo como la brisa acariciaba nuestros rostros. No era la primera vez que estaba en el Puente “Neuf” en el barrio de Saint-Michel; sin embargo, esta ocasión era distinta, muy distinta; y, sobre todo, especial.

- Siempre vengo acá cuando quiero ser feliz y tengo ganas de enamorarme de mí misma – me dijo mirando al cielo – Para mí, este es el lado romántico de la ciudad.

Bajamos los brazos y se fue acurrucando en ellos. Nos quedamos en silencio. Moría por besarla. Era la escena perfecta, la atmósfera que habíamos creado lo ameritaba.

- ¿Y tú, ya descubriste tu lado romántico? – Me preguntó mientras giraba para ponerse frente a mis ojos.

- Estoy perdidamente enamorado de París. Cada rincón que visito me hace pensar que es mi lugar favorito. Sería difícil elegir sólo uno.

- No hablo de un lugar. Hablo de ti.

La miré un poco confundido. Sus ojos estaban brillosos. La noche estaba por terminar. Alzó su mano y la puso encima de mi pecho.

- Todos tenemos un lado romántico en nuestro corazón. Hay que descubrirlo. A veces necesitamos de otras personas para hacerlo. – Me dijo.

- He estado con muchas personas. Pero creo que nunca vi o presencie un lado romántico.

- Quizá estuviste viendo el lado equivocado.

- ¿Y cuál es el correcto? – Le pregunté.

Acarició mi mejilla y deslizó su mano hasta llegar a mi cintura. Juntamos nuestras miradas y vi más allá de sus ojos. La miré una vez más, ella sonrió y terminamos la escena con un beso. Un beso largo, muy largo.

- Parece que ahora empiezas a descubrirlo. – Me dijo.

Asentí con la cabeza y continuamos. Esa noche hicimos el amor.

Ya había amanecido. Eran las 11:05. Mis clases habían empezado hace dos horas.

- No te sientas mal. Podemos recuperar esta clase el sábado.- Escuché decir a Giulia. Esa noche dormimos en su habitación de la residencial.

Recuerdo lo sexy que se le veía usando mi camisa. Sólo la camisa. Contorneaba con elegancia su figura, luciendo a la perfección sus suaves y redondos senos, acompañados de un hermoso trasero que no dejaba de moverse alrededor de la habitación mientras buscaba algo para desayunar.

Aquella mañana nos dedicamos a hablar de nosotros. No necesariamente de lo que habíamos hecho, sino de qué es lo que teníamos planeado hacer. Le comenté que luego de París, tenía planeado un viaje más; un tour que me llevaría desde Madrid hasta Roma. Y sonrió. Ella viajaría luego a Ecuador para llevar un curso de seis meses de español.

Le conté a Tiago todo lo que había sucedido, pero él fue muy frío con su respuesta: “Me alegra mucho que te estés divirtiendo, aunque creo que te estás olvidando de lo que te dije. Todo puede ser muy bonito, pero de lo bueno… poco. ¿Me entiendes? Aún te quedan unas semanas en París. No te enamores. Sé lo que te digo”. Y lo vi alejarse de mí.

No le hice caso. No pretendía enamorarme de alguien; mis días en París cambiaron desde que Giulia se cruzó en mi camino, y no quería perder esa sensación. Menos aún quería pensar en la despedida. Durante semanas salí con ella. Montábamos bicicleta juntos y esa era nuestra mejor manera de conocer la ciudad. Juntos. Riéndonos. Vivir cada estupidez que hacíamos, cada accidente que teníamos y cada discusión tonta que provocábamos. Sentir y respirar París, siempre me lo decía.

Partía el viernes 13 a las 6:15 am rumbo a Madrid. Una noche antes hicimos una reunión en mi habitación con todos los amigos que había hecho durante todo ese tiempo. Fue una noche alegre pero a la vez, triste. No me quería ir.

A las dos de la mañana Giulia tomó mi brazo e hizo que me levante. Me condujo a su habitación y me hizo sentar encima de la cama. Jaló una silla y se sentó en ella.

- Tengo una sorpresa para ti – me dijo sonriente – Sé que te gusta la música y más aún, tocar la guitarra. Vine preparando esto desde nuestro primer beso.

Tomó su guitarra y empezó a tocarla con un placer único. Su manera de cantar y el ritmo que seguía hizo que quedara perdidamente enamorado de ella. Quise abrazarla pero dejé que terminara la canción.

- Cuando llegues a Roma iré a buscarte – me dijo – Sólo dame la dirección del hotel donde estarás y el resto déjalo en mis manos.

- No sé si sea necesario – le dije.

- Ya no iré a Ecuador, cambiaré de país. Estudiaré español en Perú.

- Emilio, es hora de ir al aeropuerto – dijo Tiago que había entrado sin aviso a la habitación.

- Anda. Coge tus cosas y luego vuelves. Te acompañaré al aeropuerto – dijo Giulia.

Llegué a mi habitación. Mis maletas estaban listas. Me eché en la cama y empecé a escribir.

- No te enamores, te lo dije – escuché de repente a Tiago – Disculpa, pero oí lo que te dijo Giulia. ¿Qué piensas hacer?

Suspiré. Los segundos pasaban y parecían eternos. Dudé, dudé mucho. Alcé la mirada y me caminé hacia Tiago.

- Voy a ir solo al aeropuerto. Por favor, entrégale esto. Fuiste un gran amigo, espero verte pronto. – Fueron las últimas palabras que compartí con Tiago. Nos dimos un fuerte abrazo y salí de la habitación.

Tomé el bus que me llevaría al aeropuerto y en el camino solo imaginaba a Giulia leyendo mis palabras. No sabía si había hecho bien o mal. Estaba perdido en mis pensamientos. Fue una aventura que inició pero no sabía si debía terminar.

Giulia, mi intrépida y tierna Giulia. Quizá en estos momentos te sea difícil de entender lo que estoy haciendo, pero créeme que todo tiene una explicación, tal vez no sea la más sensata, pero intento que lo sea. Desde el primer día que estuvimos juntos tuve miedo de enamorarme, pero lamentablemente lo hice. No tuve el valor de ir hacia ti y poder despedirme. Creo que nunca deberíamos decirnos adiós. Nuestra historia tuvo un inicio pero no quiero terminar el libro. Siempre creí en el destino, y si en nuestro destino está encontrarnos de nuevo, sé que lo haremos. Tú viajarás a Roma y sé que nos volveremos a ver las caras. No porque te dé la dirección de donde me encuentre, sino porque ambos buscaremos nuestro lado romántico y gracias a ello sabremos dónde estaremos. Tú me lo ensañaste desde un principio. Será un lugar que sólo tú y yo sabremos. Buscaré en ese lado de mi corazón que tú señalaste y si el destino lo quiere, te encontraré y viviremos lo que nos falta por vivir.

Gracias por ser mi principessa italiana. Gracias por hacerme descubrir una manera de vivir. Gracias por ofrecerme tu lado romántico y hacerme descubrir el mío.

Ti amo Giulia.

A presto bella, mia bella.

Gracias París. Muchas gracias.

El avión partió y el destino se encargaría del resto.




domingo, 19 de febrero de 2012

Tu lado romántico

París

Salía del terminal de buses rumbo a mi siguiente destino. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba entre mis principales planes. Sentía que no actuaba de la mejor manera; sin embargo en mi mente perversa no encontré otra alternativa. Escapaba de mí mismo y de la pequeña historia que había creado…

Viajé a París, la ciudad de la luz, hace 6 meses aproximadamente. Viví una experiencia que prometí jamás olvidar. Una nueva ciudad, con nueva gente, nueva cultura, nuevo idioma, nueva vida y, sobre todo, una nueva historia que contar. Desde el momento que el avión puso la primera llanta en el aeropuerto Orly, sabía que era hora de empezar. Estaba decidido aprovechar al máximo la oportunidad que se me había brindado. Desabroché el cinturón de seguridad, puse la mochila viajera en mi espalda y di mi primer paso en suelo parisino. ¡Y voilà! Mi gran sueño dorado había iniciado.

La residencia de estudiantes tenía una peculiar forma de dar la bienvenida a todas las personas que por primera vez visitaban el país.

- Aquí tienes la llave de tu habitación, un duplicado por si haga falta. Compartirás habitación con Tiago. Él es de Brasil pero llegará la próxima semana. El desayuno se sirve de 7:30 a 9:00 am. Te recomiendo que lo tomes desde temprano porque luego se vuelve una mierda. Eso es todo.

- Muchas gracias – le contesté un poco desconcertado al recepcionista. Arrastré mi maleta para dirigirme al ascensor.

- ¡Hey! Me olvidé de algo – Me dijo a lo lejos – En Paris, la noche comienza muy temprano; y el amanecer es tardío. ¡Disfrútalo!

Le sonreí. Miré por la ventana. El sol estaba por ocultarse.

- Lo haré… – respondí en mi mente.

Al día siguiente fui uno de los primeros en llegar a la escuela. Tenía un estilo minimalista. Lleno de comodidades para hacer nuestra estadía más entretenida. Y sobre todo, tenía muy buena vista, tanto del exterior, como del personal administrativo que trabajaba en el recinto.

En el mural de avisos había un cartel muy llamativo invitando a la gran fiesta de bienvenida para todos los alumnos. Sería dentro de una semana.

- Imagino que tienes planeado ir… - escuché.

- No faltaría por nada del mundo – respondí mientras giraba para saber de quién se trataba.

- Tú debes ser Emilio, yo soy Tiago. Se suponía que llegaría la próxima semana, pero decidí adelantar el viaje.

- ¿Cómo sabes que soy Emilio?

- No todos tienen una mochila en forma de guitarra… No fue difícil ubicarte…

Tiago fue el primer amigo que hice en la escuela. Era su tercera vez en París.

- Yo tengo un solo concepto de vida cada vez que llego a esta ciudad. – Me dijo mientras colocaba su mano en mi hombro. - Aquí se vale todo. De todo hermano. Sal con amigos, con chicas, diviértete, baila, bebe; pero eso sí, nunca, en serio te lo digo, nunca pero nunca te enamores.

Sus palabras entraron como si se tratasen de cuchillos apuñalándome el oído. Fue muy enérgico al decirlo. – Debe ser difícil evitar enamorarse en esta ciudad – Pensé.

Durante esos días me llevó a conocer la ciudad. Subimos la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, paseamos por Des Champs Elysées, pero siempre recalcaba que cada persona debe encontrar la mejor manera de recordar París. Encontrar su mejor lado y explorarlo por completo. Así se vive y se conoce mejor – me dijo soltando una leve sonrisa.

Y llegó el día. “Duplex”, una de las discotecas más atractivas de París, sería nuestro punto de reunión y sobre todo, de diversión. Llegué con 15 minutos de retraso. Todos mis amigos ya estaban ahí aguardando el momento de la entrada.

- Linda casaca – escuché decir a Camila. – Pero ya es momento de que te la saques ¿no? Quiero que estés cómodo.

Y así empecé la noche. Con una arrebatada Camila que movía el trasero como ninguna. Tiago bebiendo e invitando tragos a dos extranjeras que acababa de conocer. Otros amigos me hacían señales diciéndome que aproveche el momento.  Y yo, sin poder concentrarme. Aún no sabía qué había hecho cambiar mi estado de ánimo. Quizá fueron las luces, la música, o tal vez, extrañaba a alguien que no existía. Sólo dejé que pasen las horas.

Y a lo lejos, la vi. Moviéndose sensualmente al ritmo de Pump up kicks. Su silueta en contraluz hacía que la experiencia visual se hiciera cada vez más excitante. Se llamaba Giulia, procedente de Italia. Durante los días de clases siempre se sentó al lado mío y no podía evitar mirarle sus largas y contorneadas piernas que amablemente lucía en falda, a pesar del frío.

Poco a poco, fue acercándose a mí. Yo la miraba fijamente e intentaba aguantarme las ganas de cogerla por la cintura.

- ¿Qué pasa? ¿Nunca has visto a una mujer bailar sola? – Me dijo susurrándome al oído.

Por un momento sentí cómo se me escarapelaba la piel. Me puse fuerte.

- A una italiana, pues no. Nunca – Le respondí alejándome un poco.

- Ya va amanecer -  me dijo.

- Esa frase en esta ciudad no existe – le dije soltando una leve sonrisa.

- Sí lo sé. Pero me gustaría que empieces a conocer esta ciudad de una manera distinta.

- ¿A qué te refieres? – le pregunté confundido.

- A qué descubras el lado romántico de París. Tu lado romántico…

La miré fijamente a los ojos. Recordé las palabras de Tiago: “Cada persona debe encontrar la mejor manera de recordar París”.

- ¿No es necesario que llegues a tu casa o sí? – Me preguntó mirándome fijamente a los ojos.

La vi extender su mano lentamente. ¿A caso esta era la aventura que el destino me tenía preparado? ¿Ese amanecer sería el punto de partida de una historia? Sólo tenía que alzar unos centímetros mi mano y conocer la respuesta.

- ¿Qué tienes en mente? - le pregunté.

- Acompáñame y averígualo – me respondió. Y tomando su cintura, salimos del local.

Continuará...


Para leer la segunda parte sigue el siguiente enlace: Tu lado romántico II








domingo, 12 de febrero de 2012

Rojo: Un café sangriento

- Disculpa, ¿me puedo sentar?   

Decisiones. Todo en la vida se basa en decisiones. Una simple respuesta puede llevarte a una realidad divina o a una infernal. La mujer que tengo en frente, puede decir que no, que desea su espacio y que me busque otra mesa. O simplemente, aceptar, dejarse llevar por mi falso encanto y ser brutalmente asesinada.

- Claro, no hay problema, responde la hermosa fémina, después de haberme examinado por varios segundos, interrumpiendo su sagrada actividad de beber su frapuccino. Su instinto de mujer ha sido desactivado por mi sonrisa. El café de hoy tendrá varias gotas de sangre.   

Hace cuatro meses que no he asesinado a ninguna persona. Incluso llegué a  pensar que podría cambiar mi hobby por la lectura, pero me equivoqué. Mi cuerpo me pide muerte, dolor, sangre. No concibo un minuto más sin ver los sesos de mi víctima por toda la habitación. Matar es una necesidad vital para mí. Desde que acabé con la vida de Tamara (revisar post: “Rojo: La novia del asesino”) me deprimí terriblemente. Sentí que en ella había encontrado a mi última víctima, que jamás podría ser el mismo Rojo de siempre. Perdí mi mayor talento y al amor de mi vida en una misma noche. Sin embargo, hoy he decidido demostrarme que sigo conservando mi arte. ¡No me puedo rendir! En cinco pasos, acabaré con la vida de la hermosa mujer con la que estoy compartiendo la mesa.  Y si no lo logro…me entregaré a la policía, o simplemente, me pegaré un tiro en la sien. Hoy me jugo todas mis cartas. 


Paso 1: Reconocimiento del escenario

Son las siete de la noche en Starbucks de Primavera. Hay cámaras de seguridad y el local está repleto. Aparentemente sería imposible cometer un crimen sin ser descubierto. Sin embargo, existe un punto ciego, un espacio que no es detectado por el lente. A unos pasos a la derecha del lugar donde uno puede echarle azúcar a su bebida, cinco para ser exacto, podría volverme invisible para las pruebas de video. Debo aprovechar ese fallo de la forma más sensata y eficaz.

Paso 2: Detalles

Han pasado treinta segundos desde que me senté en la misma mesa de mi futura víctima y ni siquiera hemos vuelto a intercambiar miradas. Sin embargo, me acabo de dar cuenta de algo muy en particular…se toca repetidas veces su cachete derecho, al parecer tiene algún malestar.

- ¿La muela, verdad?

- Sí, contestó, después de absorber un poco de su bebida con su sorbete.

- Te acaban de extraer la muela superior derecha. Te han hecho un corte y te lo han suturado. En un par de días te quitarán los puntos. Haces bien en tomar bebidas heladas. Ayuda a calmar el malestar.
El gesto de sorpresa de mi víctima era único. Me había ganado toda su atención.

- ¿Cómo puedes saber con tanta precisión lo que tengo?, preguntó la mujer con una sonrisa.

- Soy odontólogo. Especialista en implantes, dije, mientras sacaba de mi billetera la tarjeta de un dentista que asesiné hace seis años.

La verdadera respuesta a la interrogante de la bella mujer, es bastante puntual. Al confirmarme que le molestaba la muela, pude percatarme de una pequeña imperfección al momento de abrir su boca, situando la lesión en la parte superior de su rostro. Por otro lado, cada vez que bebía su café helado, situaba el líquido en la parte derecha, como cuando uno se pone hielo a un golpe. Hasta ese momento me quedaban dos opciones, o le iban a extraer la muela porque le había empezado a doler, o ya se lo habían hecho. Y como no luce hinchada, en caso haya tenido una operación, ya debería de estar cerca a que le quiten los puntos. De ese modo, solo me quedaba arriesgarme. De una u otra manera podía seguir con mi farsa de dentista. Pero bueno, al parecer “La Muerte” quiere a esta mujer a su lado, y muy pronto. La suerte está por el momento a mi favor. Acerté de maravilla con el diagnostico, quedando como un experto. 

Paso 3: Oportunidad

Su nombre es Valeria… y yo, para ella soy Javier Villalobos, un excelente odontólogo. Hemos estado conversando sobre su problema con las muelas. Todas les han crecido  chuecas, empujando a sus demás dientes, es por ello la urgencia de que se le extraigan las cuatro. Ya le han quitado dos, pero el doctor que la he estado tratando, según ella, no está haciendo un buen trabajo. La operación le ha causado mucho dolor y se ha hinchado por días. Y cómo es obvio, he criticado a mil la labor de mi supuesto colega, alegando que podría operarla sin problema alguno, garantizando que no le dolería, debido a mi sistema de radiografía tridimensional, que me permitiría examinar los cortes necesarios por hacer, evitando que me tope con algún nervio.

- Sería bueno que bebas otro frapuccino para que el frío ayude a calmar tu malestar.  Déjame invitarte uno.

Me había ganado su simpatía. Y sobre todo, hecho gala de mis cuatro supuesta clínicas en Lima. Un hombre bastante interesante. ¿Por qué no aceptar un café? Sé que debe pensar que por algo el destino nos ha tenido que juntar. El romanticismo de las mujeres puede hacerlas caer en las garras de un verdadero lobo feroz.

- No gracias. De verdad estoy bien.

- Bueno, entonces yo iré a pedirme un café. Ya regreso. ¿Me esperas unos minutos?

- Pucha, Javier. De verdad he disfrutado mucho conversando contigo, pero debo irme. Tengo un compromiso en casa de mi madre. No la veo hace un mes. Pero de todas maneras te estaré molestando en la semana. Ni fregando me vuelvo a operar con mi anterior dentista.

¡Crisis! Debo retenerla. ¡Si la maldita perra se larga del local, no podré cumplir mi cometido! ¡No puedo fallar!

- Solo diez minutos más. Es todo lo que te pido.

Valeria se puso roja y agachó la mirada. Pero al regresarla en mí, empleando un tono coqueto, dijo:

-  Tendrás que darme una buena razón.

Sonreí al escucharla, la miré fijamente a los ojos, humedeciendo mi mirada con una expresión nostálgica. Siempre pensé que podría haber llegado a ser un gran actor.

- Para estos momentos, mi ex esposa se debe de estar casando con mi primo. Fui invitado a la boda, pero por obvias razones no fui. Solo intento distraerme un rato…Valeria, después de mucho, no me sentía tan bien hablando con alguien. Eres como un ángel. Solo regálame unos minutos más de tu tiempo para apagar mis penas con la dicha de tu mirada.

Silencio. El futuro de la vida de Valeria se limita a solo una respuesta. Dificil decisión.  La pobre ignora que si no es más intuitiva, morirá de una forma espantosa. Vamos, equivócate una vez más. Acepta y abre las malditas puertas del infierno.

- Está bien, Javier…ve a comprar tu café. Te espero y conversamos unos minutos más. Llamaré a mi madre para decirle que llegaré un poco tarde, expresó Valeria con un tono muy dulce, tocándome el hombro para darme fuerza. Pobre…se tragó el cuento. No habrá un mañana para ella.

Paso 4: Ejecución

Me pedí un caramel frapuccino. Me dirigí al punto ciego de las cámaras de seguridad una vez que obtuve mi café, totalmente convencido de que jamás sería detectado, y con una hábil maniobra, introduje una pastilla en la bebida. Luego, saqué mi agenda, arranqué una hoja y empecé a escribir en ella por unos segundos. Luego, regresé a mi asiento. Valeria me esperaba.

 Paso 5: Golpe de gracia

- He estado pensando todos estos minutos en qué decirte, así que espero que mis palabras logren animarte un poco, me dijo  Valeria, apenas me senté en la mesa.

- Te escucho, contesté con desgano, fingiendo tener el corazón  roto.

- Hace como seis meses terminé con mi novio, llevábamos casi como cinco años. Sé lo difícil que es romper una relación. Pero que quiero que sepas que la vida continúa. Siempre hay un camino…

Valeria tuvo que dejar de hablar, la muela le empezó a dolor.

- Bebe un poco de mi café helado, te hará bien, expresé con una sonrisa.

Valeria aceptó y empezó a tomarse mi frapuccino. Por mi parte, simplemente atiné a dejar sobre la mesa el papel que había escrito. Todo había terminado.


El diablo en el reflejo

Me miro al espejo. Ya no llevo el cabello teñido de castaño claro, ni los bigotes falsos como cuando conocí a Valeria. A  punto de viajar a Ecuador, estoy en el baño del aeropuerto, reconociendo a la bestia de cuernos rojos. Me sonríe. No le temo. El diablo sabe que cuando nos encontremos cara a cara en el infierno, nos disputaremos el trono del más perverso.

He vuelto. Hace tres días asesiné a Valeria con éxito. En la bebida coloqué una pastilla de Jharir, un veneno de Afganistán, que se disuelve como un efervescente en los líquidos, produciendo en el cuerpo una insoportable dosis de adrenalina. Es por ello que un terrible infarto acabó con la vida de mi víctima. Lo más maravilloso y gráfico del asunto, es que cayó al suelo con el café, se rompió la cabeza y su sangre se mezcló con el dulce líquido, tiñendo de rojo la escena. Por mi parte, fingí estar preocupado ante el hecho, gritando por ayuda, y aproveché del tumulto de la multitud para desaparecer. Volverme una sombra y escapar de la escena del crimen. Pero a pesar de todo, sigo siendo una persona bastante sensible y detallista. La nota que dejé en la mesa de Starbucks, se lo dediqué a la madre de Valeria.

“De verdad lamento que su hija no pueda reunirse con usted hoy. Sé que es difícil perder a un familiar, pero déjeme decirle que gracias a la muerte de su niña, podré continuar con mi vida.

Pensé que mi labor como asesino había acabado, pero encontré a su hija y todo cambió para mejor. He sido bastante gentil con Valeria. Generalmente suelo ser más violento, frío, depravado al matar a una persona, pero con su hija fue distinto, ella merecía algo más sutil. Lo disfruté mucho, señora. Sobre todo al ver cómo se rompía la cabeza antes de morir y se desangraba mientras gemía de desesperación.

Postdata: Por el momento me tomaré unas vacaciones. A mi regreso, pasaré a visitarla para darle mi pésame. No se moleste en contratar seguridad ni dar mucha parte a la policía. De todas formas le romperé el cráneo y desparramaré sus sesos por su sala. Nos vemos. Le mando un beso y un abrazo. Mis más sinceras condolencias”. 

Rojo

Jhonnattan Arriola Rojas



domingo, 5 de febrero de 2012

Es un bonito día

Es que a veces cuando solía preguntarle a esas tardes de domingo encandiladas de preguntas y cientos de desórdenes mentales, dónde es que se escondían las ganas de hacer lo que a uno lo hace feliz, llegaba a la misma conclusión absurda en la cuál podía preguntarle muchas veces a los entes foráneos de los alrededores, qué es la pasión, de dónde emerge, quién la patenta y por qué y por quién existe.

Pasión es llegar a viejos y no sentir ese vacío de haber hecho lo que siempre se ha querido hacer, debe ser tan triste y tonto, ¿cómo no aprovechar una buena atardecer de verano?, ¿de eso depende el existir, de mirar atrás y ver todo lo que hemos dejado de hacer?

Entendemos que no siempre es fácil salir corriendo por alguna puerta trasera en medio del caos de alguna mente en desequilibrio perenne, pero qué bonito es salir volando por alguna ventana delantera, cuando tenemos de compañía una buena sonrisa tornasol de bandera.

Pero ahora yo te digo, de qué sirve tachar más días en el calendario sin tener alguna noción propia y verídica de lo que es vivir por vivir o existir por existir. Los días se van como la espuma de alguna ola que remoja los pies en verano, como el aire que acaricia los pómulos en tardes de soplos de viento, así se nos va todo, en un respiro hondo y profundo.

Puede que atrás dejemos grandes pedazos de nuestro criterio encasillado e inoportuno, siempre consiente y usualmente adecuado, quizás es bueno de cuándo en cuándo salirse del cuadrado, vive un poco a doble renglón, para que después no te llegue la cuenta de las noches heladas que has perdido por fijarte tanto en el reloj.

Ten cuidado de perderte de una buena tarde frente a un mar profundo e infinito, no es bueno olvidar lo bien que suena la brisa y la risa de la buena compañía, siempre cálida y nunca fría, que no se te olvide llevar un buen libro, para vivir en cada página un poco de alguien y no siempre estar ensimismado.

Que te regalen un poquito de cielo para entender que no siempre se puede ir mandando a todos al infierno, no es bueno pensar en subsuelos tristes y solitarios.

Y si te sientes solo, no olvides que la música suena mejor con uno mismo, ten al lado siempre un lapicero, si es de punta fina mejor para que bordee mejor las letras de las buenas y malas experiencias que estarían por llegar.

No le pidas consejo al tiempo, es tan rápido el bandido que de tanto preguntar te puedes olvidar de respirar, de bendecir y hasta de vivir.
Toca el acordeón, es bueno saber melodías bonitas para alegrar a alguien.
Aprende a robar más sonrisas que lágrimas, es más bonito cuando alguien ríe.

Tampoco dejes de lado, la conexión de los cuerpos, del espíritu materializado en flujos de sangre que dan calidez y abrigan cualquier clase de corazón enfermo. Los poros necesitan ser abrigados, acariciados, por eso que no se te olviden los abrazos fuertes, sabios y curativos, para que curen fríos y depuren miedos. 

(Son necesarios)
Muy necesarios los abrazos, no los dejes de lado, es cuestión de reacción química, de calor, de valor para estirar los brazos y desprenderte de un poco de energía para dar vida y amor.

Escribe, canta, salta, baila, dale un beso a alguien, un abrazo a muchos y ríe.

Sobretodo eso. Siempre ríe.


Jenny Salazar.
(Escribe feliz iz iz iz )







 *Recomendación.Lubisitiana :)