Son las cinco de la mañana, el domingo ya llegó y el sol se está anunciando. Sentado solo en las orillas, contemplo el futuro amanecer, arrullándome con el relajante sonido del mar. Todos mis demás amigos están durmiendo, yo fui el único que no tomó, así que no sufro de las consecuencias.
Siempre he tenido mala suerte en el amor, y en hacer buenos amigos. Javier sabía que moría por Romina, sin embargo la besó, y ella que estaba en el limbo, ya que el ron acabó con su conciencia, sucumbió ante su floro barato y su infalible: “Eres la chica más hermosa que he visto en mi vida. Moriría por un beso tuyo”.
Dando la última pitada a un cigarrillo, mojando la arena con mis lágrimas, pienso por unos instantes, en perderme por siempre en las profundidades del mar. –Hola, no deberías estar tan solo, escuché de repente.
-¿Por qué no?, pregunté al instante, sin inmutarme en ver quién era. Finalmente decidí fijarme en aquella misteriosa mujer que no había oído llegar, ya que la voz era obvia de una dama. Al mirarla a los ojos, quedé hechizado. Mi corazón comenzó a latir a mil, impidiendo que fijara mi semblante en otro lado. Su cabello rizado, era rubio y brillaba como el mismo oro. A pesar de que no había amanecido todavía, a ella la podía observar a la perfección. Verdes, como dos diamantes hechos de zafiro, eran sus ojos, que desprendían una energía que me hacía sentir desnudo, provocando un frío terrible en mi interior. Su cuerpo dejaba insignificante a cualquier actriz o modelo de ensueño, ya que la misteriosa ninfa, envuelta en un bikini que no dejaba absolutamente nada a la imaginación, embrutecía aún más mis sentidos.
-Porque estas tierras son peligrosas. Están llenas de sirenas, respondió la bella, que al ojo, yo diría que tiene unos dieciocho añitos. Comencé a reír, ya que al parecer, estaba bromeando. Pero al pasar los segundos, me di cuenta que me estaba hablando muy enserio, juzgando por la seriedad de su mirada.
-¿Es una broma lo que me dices, o una metáfora?
-Es verdad, en este mar se esconden sirenas, contestó, dando una atmosfera mística al entorno con su dulce voz.
-Bueno, gracias por advertirme, dije, sin entender ni en un uno por ciento esta conversación.
La chica se sentó a mi lado. Juro por Dios que intenté no mirarle las piernas, pero eran tas bonitas, de muslos gruesos y de piel suave, ya que sin querer rosó mi mano, haciendo que por ese instante olvide todas mis tristezas, y me entregue en un sueño profundo, donde ella era la única protagonista. Pero lo que más me llamó la atención fue su abdomen, qué bárbaro, totalmente plano, ni una pisca de grasa.
-¿Crees que estoy loca verdad?
-No, no digas eso, es tan solo que me parece extraño lo que dices.
-¿Entonces me crees?
-Digamos que sí, respondí con una sonrisa. La verdad es que estaba tan drogado por mis penas, que si me decían que en este mar se esconde Godzilla, de todos modos me parecería normal.
-Me llamo Tamara, ¿y tú?, expresó de pronto, dirigiendo la conversación.
- Jhonnattan Arriola, respondí, esperando que comente algo sobre mi apellido, como que significa arrecho, pero no lo hizo.
Ya eran las cinco y media, cada vez la oscuridad se alejaba, y la luz se imponía.
-Sabes Jhonnattan, en serio no vuelvas a venir a esta playa, y menos a estar solo. Eres un buen chico, y aún eres muy joven como para sufrir de esta manera.
Realmente me sorprendió mucho lo que me dijo Tamara. Así que le pregunté por qué es que me decía eso, y me hablaba como si fuese mayor que yo. Tengo diecinueve años, incluso, supongo que debo tener más edad que ella.
-Ay Jhonnattan, te pasas realmente. Tu eres un bebe a comparación conmigo. Tengo más años de los que tú jamás tendrás. Y bueno, si te digo estas cosas, no son para asustarte, simplemente es que sé que eres un gran hombre. Por un momento pensé en llevarte, pero una vez que llegué a ti, y pude ver tu alma, supe que sería muy cruel si te arrebatara de esta realidad, sentenciándote a una vida eterna de esclavo dentro de mi reino. No soy como mis hermanas, ellas si son muy malas.
Me quedé totalmente en silencio. Esto sí que no era broma. O Tamara estaba loca, o era verdad. Ya que su mirada, plasmaba una fiel honestidad.
-¡Huevonazo, te estaba buscando! ¡Uyuyuy, donde encontraste a esta preciosura!, exclamó Javier, que apareció en escena. Aún el imbécil de mi ex amigo estaba un poco mareado, ya que tambaleaba al caminar.
Tamara me miró, contempló fijamente la melancolía y la rabia en mi expresión, y me dio un dulce beso en la mejilla, haciéndome sentir como en el cielo, al tenerla más cerca de mí, regalándome esa mágica caricia con sus labios.
-Conozco tu historia, y déjame decirte una cosa, esa Romina no te conviene. Nosotras las sirenas podemos ver más allá de lo evidente, es por eso que te lo digo. Eres un niño de alma muy noble, y sé que a veces la gente mala como Javier, se aprovecha. Me hubiese gustado quedarme contigo más tiempo. Eres la única presa, a la cual no me he atrevido a cazar. Solo te pido una cosa, no le hables a nadie de mi existencia, nunca vuelvas aquí, y olvídate de mí. No sé si pueda protegerte nuevamente de las demás sirenas, me susurró la chica más hermosa que jamás había visto en mi vida.
Me quedé tieso sin reacción alguna, al instante, Tamara me sonrió de una forma más profunda, robándome un suspiro. Que gesto para tan divino y perfecto. Sus labios superiores son delgados, y los inferiores gruesos, rojos, mortalmente provocativos.
La supuesta sirena se paró, se adentró al mar, y comenzó a cantar en una lengua que no comprendía. Su voz cantante se apoderó tanto de mí como de Javier. Ambos empezamos a caminar hacia ella, pero de un momento a otro, la melodía comenzó a sonar horrible para mí, rasgando mis tímpanos. Me tiré al suelo, y lo último que pude ver, fue como Javier, seguía avanzando hacia ella, y las olas, lo iban cubriendo cada vez más.
Desperté. Ya había amanecido, y seguía en el mismo lugar donde caí, supuestamente atacado por los cantos de Tamara. Pensé que todo había sido un sueño, hasta que las horas pasaron, y por más que junto a mis demás amigos, buscamos a Javier por todos lados, nunca lo encontramos.
Ya han pasado seis meses desde aquel fin de semana, donde perdí al peor amigo que tuve en mi vida, y conocí a una sirena. Nunca se lo he contado a nadie ¿Quién me creería? Realmente lamento la desaparición de Javier, si tan solo hubiese reaccionado a tiempo, lo hubiera podido impedir. Me siento culpable de cierta forma, no era el destino que le deseaba, después de todo, en un momento fuimos buenos amigos. No he vuelto a ir a la playa desde entonces, pero todas las noches sueño con el mar, y con mi Tamara. Si tan solo tuviera las agallas de ir a buscarla, pero el miedo me vence. Por el momento, me distraigo escribiendo en su nombre. Total, de todos modos, no estaría faltando a difamar el secreto de su existencia, ya que todo aquél que lea este post, solo pensara que es una simple entrada para el blog.