domingo, 29 de mayo de 2011

Para alguien que ya no está

Era de madrugada y me soñaba caminando sobre un bosque fantasmal lleno de hojas secas y me preguntaba si los malos recuerdos, así como las hojas de los árboles, alguna vez podrían desprenderse de mi cerebro. Sentía frío y me sentía perdida, todo estaba nebuloso y no sabía por donde ir. Una vez más me enfrentaba contra la soledad de estar sola, contra los malos recuerdos y contra mi orgullo.
Luchaba contra mi orgullo que me decía que no debía estar pensando en él por todo el daño que me había hecho. Trataba de controlar esos chispazos de rencor que a veces se apoderaban de mí, y trataba de pensar en que él volvería para ser mío por siempre.
Soñaba que me perdía en aquel bosque buscándolo y mientras más pasaba el tiempo y no lo encontraba, más perdida estaba. Y una sed de angustia me invadía. Me aturdía. Tenía miedo de que nunca viniera por mí y que me dejara me dejara sola y perdida, en el mismo bosque de donde alguna vez me sacó.

Las cosas entre los dos terminaron muy mal, peleas, silencio, tiempo, decepción, distancia, y todo lo que ya muchos de nosotros hemos pasado alguna vez. La diferencia es que yo no lo dejé de amar nunca, entonces para mi, ese no era un final.
Recuerdo que mis amigos me decían que debía dar vuelta a la página pero ¿Qué hacía con todo ese amor? Yo merecía explicaciones. También quería pedir perdón por todas las cosas que una mujer molesta y despechada puede hacer, pero lo que más tenía ganas era decirle que lo amaba. Y encontrarme en ese bosque sin poder hacerlo era realmente desesperante.

Me desperté con el dolor más profundo en el pecho. Estaba triste y no sabía por qué. Ese día no hice nada, le pedí a mi papá que se quedara conmigo, y que me dejara faltar a clases. Solo me concedió lo último, pues él debía ir a trabajar. Volví a mi cama y mi celular sonó.

El había muerto. Yo entré en una especie de shock, no entendía cómo ni por qué.

Se lo habían llevado, y por eso el nunca llegó al bosque. Todo lo que sé sobre ese día, lo sé porque amigos que llegaron acompañarme me lo dijeron. Mamá me dio sedantes y entre los efectos de las drogas, yo lo seguía esperando.

Desperté y todo era un sueño, había gente a mi alrededor, y ellos lloraban, y yo estaba sedada, mi cuarto era una especie de velatorio y yo era la viuda... él vivía el Miami, y su cuerpo se quedo ahí, nunca tuvimos el cuerpo para velarlo, yo solo me echaba en la cama y lloraba y lloraba. Los miraba a todos a mi alrededor, pero solo esperaba que me dijeran que no era cierto, que el cuerpo no era de él y que él vivía y que volvería a Perú, como lo había planeado.



Él era amante de las motos y se compró una allá en Miami. Era domingo por la noche y salió a divertirse con sus amigos. Llevaba puesto el casco que siempre le decía que se ponga, entró en una curva, aceleró y se estrelló contra una camioneta, el inmediatamente murió.. dicen, no lo sé, que antes de fallecer le dijo a la persona que fue a auxiliarlo, "dile a todos que los amo"... y fue así como se despidió de todos y sé que aquella tristeza que sentí fue porque el nunca se pudo despedir de mi.. yo no hubiera querido nunca que se vaya.



Murió, se fue, nunca me despedí y siento como si seguiría de viaje y algún día volverá.
Lo espero y lo esperaré siempre y sé que él lo sabe, como ahora que sabe cuánto lo amo y sabe todas las veces que me hubiera gustado decirle que lo amo y no lo dije por orgullosa y resentida. Tendré que vivir con el arrepentimiento y la culpa de saber que no pedí perdón, que no lo besé cuando pude. Viviré sin escuchar un “te amo”, viviré sin alcanzar su voz. Sin verme reflejada en sus ojos, sin saber si el también trataba de olvidarme y de no amarme o si alguna vez lo llego hacer.
Lo extrañaré y me acostumbraré a caminar en ese bosque sola sin perderme, lo haré como si el estuviera ahí, conmigo, como siempre.



domingo, 15 de mayo de 2011

Te recuerdo

Sin querer y sin buscarlo encontré esta pequeña historia que pensé había perdido. La escribí hace mucho y al publicarla no quise modificarla para que no pierda su estilo original. Leerla de nuevo me trae muchos recuerdos, y hoy los comparto con ustedes.

Por qué una persona puede extrañar con tanta pasión a otra, si tan solo son amigos. Mejores amigos ¿quizá? Lo dudo.

Seis meses atrás, aproximadamente, el significado de aquella palabra odiada por muchos y amada por otros, cambió, y de forma inesperada. La ilusión, capaz de hacer girar un mundo, sonreírle a la vida e imaginar que las palabras que escribimos en un cuadernito escondido se harán realidad; esta vez jugó en mi contra.

Me enamoré en una hora, estuve con ella veintitrés horas después. Pensar que había encontrado a la enamorada perfecta de buenos sentimientos, y por qué no decirlo, de buen cuerpo, me cegó por completo y no pude ver en lo que en verdad estaba metido.

Terminó conmigo a los dos días. Sufrí, lloré, ¿pero por amor? Algo muy difícil de explicar. Dio fin a nuestra relación para volver con su ex; yo terminé con mi ex para estar con ella.

Quise pensar que la superación sería lo más sencillo, continuar sin prejuicios, mirarla sin odio, y así lo hice, pero quizá no todo salió como lo planeé. Mi realidad, perdón, nuestra realidad fue otra, y muy distinta.

Días tras día, al vernos, le sonría, olvidé el rencor que en algún momento tuve, pero lo más escalofriante fue que poco a poco me seguía enamorando de ella. Pero en qué cabeza cabía poder vivir momentos especiales con alguien con quien no compartes nada, absolutamente nada, tan solo “amistad”.

Sin embargo, un día, de la nada, simplemente porque se dio, la bese, nos besamos. No duró más que dos segundos, pero fueron los dos segundos más increíbles que pude tener. Pero, ¿luego?

Hablábamos por celular. Conversábamos de cualquier tema menos del beso; es lo más común. Me dijo para salir, ir a no sé…a la deriva, pero ir. Y por supuesto, acepté.

Pasamos momentos inolvidables, para mí los fueron. Nos divertimos en el césped de un parque de San Isidro. Revolcones, empujones, juegos, todo era perfecto, hasta que sucedió. El ringtone de Tego Calderón en su celular empezó a sonar, no alcancé a ver quién era, pero ella en un segundo se puso de pie y se alejó.

Dicen que callar es de cobardes pero un valiente puede sufrir aún más. Igual, palabras vienen, palabras van, a excepción de que sean las esperadas. Temeroso, a su regreso, dudaba si preguntar o no de quién se trataba.

- Y bien – le pregunté titubeando.

- Qué pasa – me respondió con un gesto de extrañeza.

- ¿Quién fue?

- Ah…este…un amigo.

Por qué no aceptar lo dicho sin tener la necesidad de pasarlo por el detector mentiras interno que cada uno de nosotros tenemos. Además, cada quien es libre de su vida y nadie tiene derecho de reclamar, y mucho menos un “amigo”.

La vida es como una montaña rusa, tienes momentos en los que crees encontrarte en la cima del mundo, gritando a todo pulmón lo feliz que eres, pero siempre hay picadas donde el “carrito” se descarrila y cae sin compasión alguna.

Pero en ese instante quise sentirme mejor. No quise arruinar aquel momento en el que por fin estábamos juntos. Agarré su rostro y la besé.

¿Diez? ¿Veinte segundos? No interesa el tiempo, sino lo que se mostró en tan fríos y hermosos segundos.

- No puedo – me dijo alejándose de mí - Yo creo que tú sientes algo muy diferente a lo que yo siento.

- ¿Y qué es lo que sientes? – le pregunté temeroso por su respuesta.

- Te quise, en su momento. Los dos días que estuvimos me hiciste sonreír, olvidar y sentir que a alguien le importaba. Luego terminamos pero no volví con mi ex, simplemente salíamos y hasta ahora lo seguimos haciendo, y lo que siento por él es algo muy fuerte. – No pude evitar soltar unas cuantas lágrimas y seguí escuchando. - Me gusta tu compañía, pero es momento de parar. No es justo que te ilusiones conmigo. Lo siento.

- ¿Y por qué me lo dices ahora?

- Porque nunca más te lo diré. – Dio medio vuelta y la vi perderse entre los arbustos.

Y así se despidió de mí, sutil y dolorosamente. Debí haberme dado cuenta antes, quizá ahora estaría más tranquilo y dejaría de preguntarme a mí mismo porque me enamoré de ella, por qué no abrí los ojos antes y así darme cuenta de la fantasía en la que vivía y que yo había creado.

Quizá deba seguir su ejemplo y por fin decir adiós Taina, adiós.

No puedo evitar las lágrimas. Aunque haya sido hace mucho su recuerdo aún sigue aquí. Fuiste mi mayor ilusión y mi mente aún no logra celebrar tu despedida, menos ahora que encontré este texto.

Solo queda esperar. Quizá algún día…


lunes, 9 de mayo de 2011

El pajerillo valiente


Sinceramente pensaba llevarme este secreto a la tumba, y si finalmente decidía contárselo a alguien, jamás sería a ella, mi Cristina bella. Pero bueno, el destino hizo lo suyo y no pude evitar confesarle a mi mejor amiga un terrible secreto, que me había hecho muchas pajas en su honor. Lo sé, suena asquerosamente horrible. Pero ya verán que al terminar de leer esta historia, comprenderán mejor la situación y no quedaré tan mal como en este primer párrafo. Tampoco como un héroe, pero sí como un chico valiente, o mejor dicho: “Un pajerillo valiente”.

Quinto de secundaria, el mejor año de estudio y el más huevero. Todos nos tiramos la pera de las clases, no hacemos las tareas, terminamos pateando profesores y diciendo que el rock and roll nos dio más lecciones. Hasta allí todo excelente, pero el detalle es que también significa el fin de un ciclo hermoso. Con muchos de esos peculiares personajes a los cuales llamamos: "Patas de promo", no nos volveremos a ver jamás. En mi caso, mi mejor amiga y amor en secreto, Cristina, se iría a estudiar a una prestigiosa universidad de Estados Unidos, llevándose consigo la magia de mi día a día.

Pero lo que me conllevó a confesar mi pegajoso crimen, fue una conversación algo picante que sostuve con ella días antes de su despedida (Con varios cigarrillos y una botella de ron).

-Lo que más me molesta de los hombres, es que no pueden vivir sin masturbarse. Es un asco. Me daría nauseas saber que alguien lo ha hecho pensando en mí. ¿Tú jamás lo has hecho, no? Sería terrible haber sido para ti, aunque sea un segundo, un asqueroso objeto sexual.

- Jamás en la vida, contesté, cínico a mil, mientras me crecía la nariz como Pinocho.

Obviamente me sentí muy mal por no haber sido honesto con mi mejor amiga. Así que decidí escribirle una carta, disculpándome y diciéndole toda la verdad. A su vez, le pedí por favor que la leyese cuando esté en New York. Felizmente me hizo caso, sino, me hubiera sentido muy incómodo, despidiéndola en el aeropuerto.

Confesiones de paja:

Esta será la carta más inusual que recibas en toda tu vida. Espero que no me odies por lo que te voy a decir, pero como tu mejor amigo, debo ser sincero al cien por ciento. Antes que nada déjame aclararte que no solo fue una noche, desde que comencé en tu honor, no volví a cambiar de musa...Ay Dios, aquí se viene (Tambores). Me he masturbado pensado en ti ¡Coño, lo dije! Me he quitado un terrible peso de encima.


¡Espera! Please, no arrugues la carta. Dale una oportunidad a las siguientes líneas. Sé que en estos momentos te preguntarás: “¿Qué diablos va a decir para justificarse?” Pero créeme, todo tiene un porqué.

Estoy enamorado de ti como un loco. Y lamentablemente, es casi imposible para un hombre, evitar juguetear con su compañero de batallas. Sentí que te sería infiel de alguna forma si es que evocaba en mi mente a alguna otra mujer que no seas tú en esos momentos. Nunca fantaseé algo espantoso, tan solo tú y yo, haciendo el amor. Un sueño que sabía que nunca se volvería realidad, ya que tú solo me veías como tu mejor amigo. Perdóname por desearte tanto emocional como físicamente. Sabes que, no me da vergüenza decirlo. Perdóname por desear querer hacerte mía. No pienso mentirte como otros chicos y fingir que son tus ojos pardos lo único que me enamora de ti. Amo cada parte de tu ser, desde tus dedos gorditos a tu abultado trasero. Desde tu sonrisa traviesa, a tus senos, que si bien es cierto no son muy grandes, para mí, tienen el tamaño perfecto.

No pienses que soy un aguantado y un enfermo sexual. Realmente me hubiese gustado perder mi virginidad contigo. Que ambos lo hiciéramos juntos. Pero tristemente sé que eso jamás sucederá. ¿Cuál es mi pecado? ¿Ser lo suficientemente valiente para decir que ninguna mujer me ha excitado como tú? No lo creo.

Como diría el gran Daniel F: “Es contigo que quiero hasta el fin por siempre masturbarme”. Te comprendo si no me respondes la carta y no quieres saber más de mí. Te prometo que no volverás a ser mi sirena de noches de hormonas revueltas. Desde que dijiste lo mucho que te molestaba, jamás lo volví a hacer. De igual manera, quería que entendieras mis razones que me llevaron a caer en el pecado de amarte en silencio, bajo mis sábanas.

Siempre serás mi bella Cristina. Siempre te amaré.

Miguel Ubillús


Siete años después

Cristina nunca me respondió la carta, y como en ese tiempo no había Facebook ni estaban de moda las redes sociales, me fue difícil volver a entablar contacto con ella. Pero hace un par de días, me la encontré en un café de Miraflores. ¡Vaya sorpresa! Había venido a pasar el día de la madre en Perú.

A penas me vio me saludó con un fuerte abrazo y empezó a llorar de la emoción. Fue un rencuentro de lujo, nos tomamos muchas fotos y nos contamos todo lo que nos había pasado en ese lapso de tiempo. A eso de las nueve de la noche, la dejé en la casa de su madre y antes de que nos despidiéramos, me dijo para salir al día siguiente. Acepté encantado. Sigue igual de hermosa. Y me late que yo también le atraigo, por lo menos, eso me indicaron sus grandes y brillosos ojos.

- Una última cosa, ¿llegaste a leer la carta que te escribí cuando viajaste a Estados Unidos?, pregunté, antes de que entrara a descansar.

- Ay, Miguel, no sabes cuanta rabia me dio. La maleta en la que la llevaba se perdió en el aeropuerto. Nunca la recuperé.

Sonreí al escucharla, me despedí de ella nuevamente y le dije que sin falta la recogería mañana a las tres para almorzar. Siempre me preguntaré cómo habría tomado mi peculiar confesión. Quizá que haya perdido mi carta, fue lo mejor.

Jhonnattan Arriola Rojas