Sé que es el amor de mi vida. La ninfa que baila entre las nubes de mis sueños, tiñendo de luz mi camino. La amo hasta hacer explotar mi razón y delirar, repitiendo sin cesar su nombre y quedar dormido. Lastimosamente ella aún no lo sabe. Somos mejores amigos. Desde que la conocí mi corazón late a mil por ella, pero no he tenido la valentía de decirle lo que siento. Tengo miedo a ser rechazado y acabar con nuestra amistad. Pensé que así no la perdería, sin embargo, me equivoqué. Mañana se irá para siempre a Brasil con su familia y todo habrá acabado. Lo interesante es que no solo para mí. No soy el único hombre que ama en silencio a María José. Esta no es una historia de final con cereza y crema chantillí, sino con cigarrillos y un buen vaso de ron. Lo que intento decir es que visitaré a esos tres hombres que adicionalmente a mí, lloran a charcos la futura partida de su musa. Hoy no quiero sufrir solo.
Eres todas mis fechas
Conocí a María José en la Universidad. No estudiamos juntos por azares del destino, pero siempre la buscaba a sus clases para llevarle gomitas de ositos. ¿A caso no era suficiente para que se diera cuenta que la amaba con locura? Creo que no. Pero bueno, volviendo al tema, a mi afán de encontrarme cara a cara con otro que como yo, se desvaneciera con la partida de María José, visité al popular Luisito.
En la esquina de la universidad San Martín de Porres, la “Tía Marissa”, conocida por vender chicles, cigarrillos y caramelos, quiere y trata con mucha simpatía a todos los alumnos de la universidad, pero especialmente a una. Al amor de mi vida. Lo que sucede es que el hijo de Marissa, Luisito, está totalmente enamorado de María José. Luis siempre ayuda a su madre a trabajar, sufre de retardo, y a pesar de tener la apariencia de un hombre de veinticinco años, guarda en su sonrisa la dulzura de un niño. Sin embargo, hay mucho más en esta historia de amor frustrado. ¿Podría aprenderse un hombre un calendario entero solo para nunca olvidar el cumpleaños de la mujer que ama?
Luisito me contó que hace cinco años, cuando María José recién había ingresado a la universidad, le dijo en una oportunidad que al día siguiente iba a ser su cumpleaños (04 de septiembre). Tal como acotó la tía Marissa, el pobre Luisito tiene una muy mala retención, por tal motivo, se olvidó de saludarla. Y bueno, María José, coqueta y alegre como siempre, entre broma le dijo:
- Estoy molesta contigo, Luisito. No me has saluda por mi cumpleaños.
María José no tenía ninguna mala intención. Pero con sus palabras, hirió terriblemente a Luisito. Ella bromeaba, pero el pobre se tomó muy a pecho el hecho de que pudiera estar molesta con él, así que juró que nunca volvería a olvidarse el día de su cumpleaños. Y en su inocencia, se aprendió de memoria el calendario. Año tras año llevaba en su cabeza todas las fechas, y no dejaba de sorprender a María José, vistiéndose con su mejor atuendo para su onomástico, regalándole una rosa roja.
Lo sé, parece increíble, pero realmente pasó. Me di el lujo de probar la habilidad de Luisito. Incluso le pedí que me dijera que día había caído el diecisiete de noviembre del 2010. Solo se demoró unos segundos para darme la respuesta. Miércoles. Me siento un poco mal. Luís fue capaz de aprenderse calendarios enteros por María José, sin embargo, yo no ni siquiera puedo decirle que la amo. ¿Por qué tendré que ser tan imbécil?
Me hubiese gustado quedarme más tiempo a conversar con Luisito, pero su madre me pidió por favor que ya no le tocara más el tema. El pobre sufre mucho. Sabe que María José se irá de viaje. Todos en la universidad lo saben. La facultad está de luto por su ausencia. Está tomando la peor decisión de su vida. Solo le faltan dos ciclos para acabar. ¿Qué tiene Brasil que no tenga Perú? Lo hace por su padre. Se va de agregado militar y no quiere vivir esa experiencia sin su hija. ¡Pero está sacrificando su vida por sus padres! ¡No es justo! A María José no le importa si es justo o no. Ella siente que su lado es junto a sus progenitores. No hay nada que la ate aquí. Sin tan solo le hubiese dicho…bah, de nada serviría. Ella no me ama. Es la mujer de mis sueños. Pero yo no soy el galán que le arranca suspiros. Sin embargo, conozco a alguien sí lo fue. Debo encontrarlo para hablar con él.
Eres la ruta perfecta en mi corazón
Si existe un hombre que de verdad le movió el piso a María José, fue Ricardo Muñoz, su chófer. Aunque suene descabellado, el amor de mi vida a los quince años, sostuvo una relación sentimental con su chofer, de veinticinco años en aquel entonces. Pasaban casi todo el tiempo juntos, él la llevaba y la recogía del colegio. Salían a todas partes, escuchando música y hablando de la vida. Su amor fue de cuatro ruedas y a escondidas. Ella vio en él un alma pura y solitaria, que si bien es cierto se agobiaba en la bebida por las noches, podría salir adelante. María José quería ayudar a su chofer a superar sus ansias de beber. Él había estudiado ingeniería mecánica en San Marcos y ella lo impulsaba a retomar su carrera, a que no se olvidara de sus sueños. Pero él nunca la escuchó. María José se enfrentó a todos para sacar adelante su amor, pero tal como me cuenta él después de la segunda cerveza, todo acabó la noche en la que la buscó ebrio y le quiso hacer el amor.
- Ahora sí dime, tío. ¿De dónde diablos saliste? ¿Cómo me encontraste? Acepté tomarme unas chelas contigo porque me hablaste de María José, pero dame más detalles, me dice Ricardo, prendiendo un cigarrillo.
Me peiné para atrás. Ambos sentados a las cuatro de la tarde en un antro de surquillo, dispuestos a perder la conciencia.
- Una vez pasé por aquí con María José y me dijo que venías a menudo a echarte unos tragos. Me comentó que estabas cambiando. Pero como sé también que hace unos días te enteraste de que se va Brasil, que la llamaste para salir pero que te dio esa terrible noticia, me imaginé que posiblemente te podría encontrar aquí. Yo soy el mejor amigo de María José. La amo. Nunca se lo he dicho. Mañana la perderé para siempre. Quiero hablar con las personas que entiendan mi dolor.
Ricardo me miró detenidamente. Sonrió de lado, y dijo:
- María José es la mujer más importante en mi vida. Fui un idiota al perderla. Sin embargo, luché por mi futuro gracias a sus consejos. Si bien es cierto nunca pude ejercer mi profesión como me hubiese gustado, me esforcé muy duro y puse mi flota de taxis. Me va muy bien, incluso dejé de tomar, hasta estos últimos días. Enterarme de que María José se va, me mata. Siempre pensé que en algún momento, podría recuperarla. Qué iluso, le llevo diez años. Sin duda el destino no nos quería juntos. Sin embargo, compadre, te digo una cosa muy cierta. Quizá no puedas hacer nada para que no se vaya, pero dile lo que sientes. Yo sé que ella está enamorada de alguien. La última vez que hablamos, que nuevamente le lloré, pidiéndole perdón por intentar sobrepasarme con ella, me contó que si no quería verme más, no era tanto porque se iba a ir, sino porque desde hace bastante tiempo, su corazón ya tiene dueño. De igual manera, no dejes de liberar tu alma. Si no eres sincero con ella, te arrepentirás el resto de tu vida.
Apuesto todo por tu amor
Con el corazón hecho un anticucho. Ahora sabiendo que la mujer que amo, suspira por otro y que se irá para siempre a Brasil el día de mañana, me siento morir. ¿Quizá ese es el motivo por el cual ella ha decido dejarlo todo? ¿Y si no le corresponde el infeliz? Me vuelvo loco. Soy su mejor amigo y no sé nada al respecto. Siempre me cuenta todo. En fin, otra gota más al vaso de dolor. ¡Qué más da!
Son más de las ocho de la noche y siento cómo mi alma cae lentamente a un vacío sin fin. Me encuentro en un popular casino de Miraflores “El Desierto” dispuesto a encontrarme con Manuel Reyes, el dealer colombiano de la mesa de poker.
Si alguien en el mundo, ha sido capaz de dejarlo todo por amor, o por siquiera la esperanza de vivirlo, es Manuel. Un guerrero espartano del romanticismo. Un caballero de esos que solo existen en cuentos de hada. Un soñador. Sin embargo en esta historia, no es un vencedor.
Manuel y María José, se conocieron en un crucero. Lo que sucede fue que la mujer de mis sueños, se fue a trabajar como bartender en verano, para ahorrar dinero y perfeccionar su inglés. Y bueno, se conoció con Manu, que trabajaba de dealer en el casino del barco. Hubo bastante química entre los dos. Incluso una noche se besaron después de un par de copas de más. Pero a pesar de ello, María José fue sincera con él, le dijo que no buscaba tener una relación, que no sentía que eran el uno para el otro. Así que después del amor de verano, se despidieron con la promesa de no perder contacto. Sin embargo, Manuel no entendió el mensaje. Apenas tuvo la oportunidad, viajó a Perú a jugar todas sus cartas y no darse por vencido. La conquistaría o moriría en el intento.
- No entiendo por qué la vida es tan injusta conmigo, me dijo de pronto Manuel, en voz baja, aguantándose las ganas de llorar en un rincón del casino.
No agregué nada al respecto. Miré a mi alrededor. Todos se veían felices, apostando su dinero, perdiéndolo o ganándolo todo. Jugándose la vida y la moral en cada ficha. El ruido de las máquinas era sumamente estresante. Nadie se percataba que en un extremo del lugar, casi en la barra, dos hombres locos de amor por la misma mujer, sufrían la agonía de saber que mañana partirá para siempre y que nunca los amó como les hubiese gustado.
- Dejé todo por María José. Juro por Dios que tenía la esperanza de hacer que se enamore de mí. Pensé que estaríamos juntos para siempre, pero no, el destino me engañó. ¡Y sabes qué es lo peor! Aún pienso que es posible. No sé que hago hablando contigo de esto, ni siquiera te conozco. Pero bueno, como bien me dijiste, tenemos algo en común. Ambos estamos cayendo lento al saber que el amor de nuestras vidas se va.
Las lágrimas se le escapaban a Manuel. Me partía el corazón.
- A pesar de que cada vez que escucho el nombre de María José me pongo a chillar como un niño, debo admitir que sino la hubiese conocido, mi vida no sería tan especial. Ella le puso color a mis días. Su simple esencia me llena de suerte. Cada vez que juego en el casino y apuesto, cierro los ojos y pienso en ella. No he perdido desde que la conocí. Me está yendo muy bien. Es como si estuviese en una eterna buena racha. Sin embargo, cambiaría todo por mirarla a los ojos y volverla a besar.
Manuel y yo nos miramos fijamente. Compartí su dolor. Qué lindo detalle el de Manu. Le ha regalado su suerte a María José. ¿Y yo? Ni siquiera soy capaz de llamarla y explicarle los motivos de mi carta. Ayer le dejé una en su casa. En ella le pedí por favor que me perdonara por no poder ir a despedirla al aeropuerto. No le di más detalles, sin embargo no dejé de aclararle lo mucho que me afectará su partida.
Una noche más
Son casi las doce de la madrugada. Camino sin rumbo. Me siento en la nada. Tan solo quiero desaparecer. Pensé que me sentiría mejor al conocer a otras personas que al igual que yo, estuviesen desesperados por el desamor de María José, sin embargo, no fue así. Siento que cualquiera de ellos se la merecía de verdad. Yo nunca hice algo tan significativo por la mujer que amo. Eso es lo que más me revienta. Mi mediocridad en el amor.
De pronto, lo inesperado. Mi celular sonó, era ella. Hice lo que un verdadero idiota haría en mi lugar. Colgué. Me moría de miedo, no sabía qué decirle. Seguro me preguntaría sobre mi carta. ¡No debí escribirle nada!
- Aló, dije con timidez (Contesté a su tercer intento).
- No te preocupes por lo del aeropuerto, Nicolás. Ya no será necesario.
Lo que dijo María José me tomó por sorpresa. No sabía qué contestar. ¿A qué se estaría refiriendo?
- No entiendo…
- Ay Nico, me estresa escucharte tan fuera de sí. Desde que te enteraste de mi viaje te vienes comportando muy extraño. Eres mi mejor amigo, siempre nos contamos todo. Pero hay algo que no te he dicho. Desde hace mucho estoy enamorada. A veces pienso que este chico especial también suspira por mí, pero es tan tímido que nunca se sabe con él. Hoy hablé con mi padre al respecto. Él conoce muy bien al muchacho del quien te hablo, y bueno, me asegura que se muere por mí. Dice que se le nota en los ojos…Sabes qué, Nico, he viajado mucho toda mi vida. He dejado amigos, familiares, todo. Y ya estoy cansada. Si bien es cierto, a pesar de que mis padres serían muy felices de que me vaya con ellos, he decidido quedarme en Perú. Me jugaré todo por ese amor. Tengo una muy buena corazonada. He estado pensado mucho en él. Mañana lo veré en la noche para tomar un café y esclarecer todas las dudas.
Mi corazón explotó. Una cosa es sentir que el amor de tu vida se va para siempre, pero otra muy diferente…que se quede por un idiota. ¡Qué es peor! ¿Alguien tiene una bazuca para volarme la cabeza, por favor!
- Discúlpame, María José, pero en estos momentos no me siento muy bien que digamos. Sé que me escucho terrible, y nuevamente te pido perdón por ello, pero bueno, espero que me entiendas. Ya en estos días conversaremos para hablar mejor de todo. De veras me alegra mucho que te quedes en Lima, es solo que…nada…olvídalo.
Se escuchaba mi voz llorosa. Estaba hecho un desastre. Sin embargo, a mi amada no le pareció importar mucho mi sentir, ya que soltó una dulce risita. Algo se traía entre manos. La conozco lo suficiente como para saberlo.
- Está bien, Nicolás. Te dejo para que descanses. Mañana nos vemos en la noche para conversar mejor. Un beso. Te quiero muchísimo, sonso. Y ya no estés todo deprimido. No me gusta sentirte así.
Solté una falsa sonrisa y colgué… ¡Un momentito! ¿Nos veremos mañana en la noche? ¿A esa hora no iba a ver al hombre de sus sueños? Eso quiere decir que yo…Soy un idiota. Pero aparte de ello, el hombre más afortunado sobre la tierra. ¡Me quiere! ¡Sí me quiere!
Después de pasarme como media hora saltando como mono, extasiado de felicidad por las calles limeñas, me puse a pensar en todas aquellas personas que al igual que yo, han sufrido por María José. El amor es vida y muerte. Si es correspondido en plenitud puede llevarte a la gloria, pero si no es así, te destruye. Es triste saber que no todos pueden ganar. Siempre a alguien le va a tocar sufrir el desamor. A veces nos toca el papel principal, en otras el villano, o el extra. Uno debe asumir cada rol con orgullo. Cada experiencia nos ayuda a crecer. Entiendo el sufrimiento. Sé lo que es agonizar del corazón. Sin embargo no puedo mirar atrás. Este día ha sido de locos. ¿Quién diría? He conocido más a María José, a través de las anécdotas de otros hombres.
Miro al cielo y prendo un cigarrillo. Una lágrima resbala por mi mejilla. Les deseo lo mejor a todas las personas que amaron bien a mi doncella. Ahora es mi turno. La vida me ha dado el pase y no lo desaprovecharé. Ya no caeré lentamente en el desamor.
Jhonnattan Arriola Rojas