Oscuridad. Una mezcla perfecta
entre miedo y locura. Camino a la muerte al compás del paso vacilante de un
soldado de batalla. ¿Dónde diablos está la supuesta luz que debería esperar el
despertar de mi alma? ¡Todo fue una mentira! ¡El Cielo no existe! Ni siquiera
el consuelo de una tortura eterna en el Infierno aparece para indicarme que no
estoy solo. Soy el viento que sopla con todas sus fuerzas una noche de
invierno, intentando ser escuchado. Pero sobre todo, escuchado por ti, Sofía.
Abril:
Al terminar de amarrarme los
zapatos, sentado al filo de la cama, giré mi mirada para contemplar una vez
más, el cuerpo desnudo de Karina. Empecé a acariciar, con delicadeza, su
espalda. No pude evitar esbozar una sonrisa al recordar las horas de pasión que
nos mantuvieron imantados de placer, inseparables el uno del otro, hicimos el
amor hasta quedar sin respiración.
A pesar de que todos los días vuelvo a
prometer que dejaré de fumar, encendí un maldito cigarrillo mientras caminaba
para tomar un taxi. Hoy no sentí ganas de quedarme a dormir en el departamento
de mi mejor amiga y amante, Karina… Y fue en ese momento, ese instante en el que
decidí cambiar el final de la noche, que alteré totalmente el orden de mi vida,
le puse sentencia de muerte a mis días, reviviendo aquel músculo oxidado que se
andaba pudriendo en mi pecho. Mi corazón volvió a latir al verla pasar. Me
detuve, suspiré al sentir que mi historia se había transformado para siempre al
contemplar sus ojos, centrarse por un segundo en los míos, y la seguí.
Mayo:
“Mujer de abril, hay una luz que brilla en ti. Mujer de abril, estoy
loco por ti. Me enamoré de ti, desde el día en que te vi”.
Nunca he sido muy bueno para
escribir, pero estoy haciendo un esfuerzo para prepararle una carta de amor a
la mujer más hermosa del mundo. Quiero que sea mágico el momento de conocernos.
Sé dónde vive, y aunque he pasado mil veces por su cuadra para toparme con
ella, no se logra esa conexión de miradas como aquella noche de abril. La ninfa
de mi vida, pasa sin mirarme, sin darme una señal.
Junio:
Realmente quedé convencido al
releer el segundo párrafo de la carta. Aunque me he tardado varios días, he
conseguido captar la esencia de mis sentimientos:
Te confieso que nunca antes me había costado tanto acercarme a hablarle
alguien, el corazón me palpita al ritmo de rock and roll cuando te veo pasar.
Sé que quizá pienses que soy un acosador o algo así, ya que es obvio que
siempre intento toparme en tu camino. Pero no, por favor, no lo veas de ese
modo. Tan solo quiero asegurarme de estar a tu lado cuando cupido te dispare la
flecha del amor, y sean mis ojos los que te miren con dulzura en ese momento.
Siempre he preferido ir al
gimnasio que hacer ejercicio en la calle. Pero al darme cuenta que los lunes,
miércoles y viernes, a las ocho de la noche, mi bella musa de abril sale al
frente de su casa a trotar cinco vueltas al parque, decidí unirme a dicha
actividad. Pero para no caer tan pesado, solo iba los miércoles, a fin de que
pareciera un simple encuentro casual.
Pero la última semana del mes
de junio, decidí tomar una iniciativa de impacto. Empecé a correr a la par del amor de mi vida.
Pensé en un inicio que le molestaría, pero al verla tan concentrada en quemar
calorías, seguí con mi plan. Así que luego de un par de vueltas, martillé su
hombro con delicadeza, pidiendo que se detuviera un segundo. Estaba decidido a
hablarle.
— Disculpa…Este…Bueno… ¿Me podrías dar la hora,
por favor?
Inconcebible. Estaba actuando
como un completo imbécil. Su mirada me hechiza, me paraliza y me hace
vulnerable. Me derrito en la espera de escuchar su voz por primera vez.
— Intento no preocuparme por
el tiempo, lo siento. No tengo reloj. Prueba el próximo miércoles con otra
pregunta —contestó, sonriéndome de lado. Su voz era una composición musical
hecha por ángeles, suave, fina, con un matiz agudo que podría protagonizar la
comparsa más delicada y envolvente que haya existido. Pude sentir cómo mi alma
flotaba, danzando de amor, mientras ella se alejaba, siguiendo su rutina de
ejercicio.
Julio:
Silencio. No he vuelto a ver a
la mujer de mis sueños desde esa noche en la que cruzamos palabra. Simplemente
ha desaparecido. Quizá si tocara el timbre de su casa y preguntara por ella,
encontraría respuesta, pero no me atrevo. Tengo miedo de que la historia no
termine en un final feliz, que ella no se interese en mí y que la puerta se
cierre en mis narices con desprecio. Pero a pesar de no tener más noticias de
la dueña de mi corazón, viviendo en un estado completamente damnificado, he
seguido avanzando con un nuevo párrafo de la carta.
Quiero comenzar por decirte que eres la mujer más hermosa que he visto
en mi vida. Y créeme, no estoy exagerando en mis palabras. Cada vez que te veo
pasar, mi ser lanza un dado de salvación para no caer inconsciente. Sostener tu
mirada me hace creer que estoy soñando. Y tu sonrisa, es una fiel prueba de que
los milagros existen.
Agosto:
¡Al fin terminé la carta! Debo
confesar que me siento bastante entusiasmado por ello, sin embargo, hay una
parte de mí que se ha ido desanimado de toda esta locura. Estas últimas semanas
he vuelto a retomar mi vieja vida, salir con amigos y amigas, dar el cien por
ciento de mí en el trabajo, y no centrarme en conquistar a una mujer que
posiblemente solo exista en mi cabeza. No sé qué demonios le vi para enamorarte
como nunca pensé que podría amar a alguien, pero a quién trato de engañar, no
se más de esa chica, posiblemente se mudó de vecindario o algo así. Y bueno,
debo seguir con mi camino. Hoy le pondré punto final a esta truncada historia
de amor.
Encendí un cigarrillo mientras
caminaba rumbo a la casa de la “Mujer de abril”. Dejaría la carta debajo de su
puerta. Si de verdad el destino quiere que algo pase entre los dos, ella me
contactará. Le he dejado mis datos en la parte posterior del escrito de amor.
A veces uno piensa que se
puede calcular el desenlace de los acontecimientos que nos rodean, que decir
adiós puede ser suficiente. Pero no es así, la vida es perfecta porque es
impredecible, los parámetros y las matemáticas no son aplicables para besar a
una chica, el dinero no compra la sonrisa del alma, y dos miradas, por más que
se crean lejanas, encuentran la manera de volverse a encontrar. Y es así, como
antes de dejar la carta, volví a toparme con esa mirada de ojos verdes, que me
contemplaban llorosos a distancia, suplicando ayuda. Unos bribones estaban
intentando robarle a la mujer de mi vida.
Todo pasó tan rápido. En un
instante estaba corriendo a la ayuda de la mujer que amo, dispuesto a impedir
que esos malandrines le hicieran daño, y en el otro, la cabeza me daba vueltas y no
dejaba de temblar de frío. Yacía en el suelo, apuñalado en el pecho, escuchando
cómo la mujer de la mirada más hermosa, gritaba por ayuda. En lo único que
podía pensar, era que aunque me costó la vida, había logrado que esos infelices
no le robaran.
— ¿Cuál es tu nombre? —pregunté de pronto,
interrumpiendo los desesperados gritos de ayuda. La sirena de la ambulancia, se
escuchaba cerca.
— Sofía…Vamos, tranquilo. Vas
a estar bien. La ambulancia está a punto de llegar. Gracias por defenderme —expresó
la chica de mis sueños, derramando algunas lágrimas, mientras que tomaba de la
mano.
Hice un último esfuerzo y
saqué del bolsillo de mi casaca la carta que le tenía pendiente. Me sentía muy
débil. Pero al ver que la recibió, sonreí, dispuesto a cerrar los ojos por
última vez, recordando cada palabra que le había escrito:
Mujer de abril, hay una luz que brilla en ti. Mujer de abril, estoy
loco por ti. Me enamoré de ti, desde el
día en que te vi.
Te confieso que nunca antes me había costado tanto acercarme a hablarle
alguien, el corazón me palpita al ritmo de rock and roll cuando te veo pasar.
Sé que quizá pienses que soy un acosador o algo así, ya que es obvio que
siempre intento toparme en tu camino. Pero no, por favor, no lo veas de ese
modo. Tan solo quiero asegurarme de estar a tu lado cuando cupido te dispare la
flecha del amor, y sean mis ojos los que te miren con dulzura en ese momento.
Quiero comenzar por decirte que eres la mujer más hermosa que he visto
en mi vida. Y créeme, no estoy exagerando en mis palabras. Cada vez que te veo
pasar, mi ser lanza un dado de salvación para no caer inconsciente. Sostener tu
mirada me hace creer que estoy soñando. Y tu sonrisa, es una fiel prueba de que
los milagros existen.
Toda mi vida he pensado que el amor es un cuento de hadas. Por más que
creí en algunas oportunidades que había logrado enamorarme, siempre mis
relaciones terminaban, y eso, de alguna u otra forma, me deprimía muchísimo. Sabes…Una parte de mí quería seguir creyendo que es posible encontrar una
historia romántica que supere la ficción. Y eso es lo que volví a sentir cuando
te vi una noche de abril por primera vez.
No pienses que estoy loco por decirte que te amo sin conocerte. Para
amar a alguien, no bastan palabras. Es esa conexión de miradas, que se
encuentran y sin explicación, la vida empieza a confabular para que se unan. Y
aunque el tiempo, la distancia, los problemas, los separen en algún momento,
por obra y magia del destino, siempre se vuelven a encontrar, renovados, con un
aprendizaje. Es que solo el amor, tiene el poder de renovar el alma. No de
cambiarla, sino de hacerla más grande en su esencia.
Y es así como yo me he sentido desde que te vi, querida mujer de abril.
Mi corazón se ha renovado. Y si alguna vez en mi vida me he sentido tan grande,
ha sido en esos instantes en que has pasado por mi lado. Por eso anhelo
conocerte, porque sé que solo junto a ti, puedo sentirme completo. Espero
podamos volver a hablar. Te espero, mujer de abril.
Sebastián Villareal
Jhonnattan Arriola Rojas