Segunda parte
Para leer la primera parte sigue el siguiente enlace: Tu lado romántico
Muchas veces nosotros mismos no sabemos en qué vida nos encontramos. O en qué vida nos gustaría vivir. Necesitamos de otros para que nos digan hacia dónde vamos y qué es lo que estamos haciendo. Al menos eso pasa conmigo.
Esa noche salí con Giulia de la discoteca sin rumbo y destino. Ella saltaba y por ratos se dejaba llevar por el fuerte viento que venía en dirección contraria a nosotros. Yo sólo miraba.
Eran las 5:05 de la mañana. Faltaban más de tres horas para que amaneciera. Giulia caminaba dos metros más adelante. Yo disfrutaba de la vista.
- ¿A dónde vamos? – Le pregunté.
- No seas ansioso. Ya falta poco – respondió casi gritando. Se acercó hacia mí y tomó mi mano.
París es una ciudad que realmente te enamora. Nadie se conforma con ser el espectador de la historia, todos quieren ser los protagonistas y vivirla. Cada quien escribe su propia novela, sabe el orden de sus capítulos y más aún está al tanto de dónde terminar. A diferencia mía, yo no sabía dónde, cómo y con quién terminaría. Y me gustaba.
Giulia empezó a correr. Aceleré el paso para poder alcanzarla. Luego de dos cuadras, se detuvo. Extendió sus brazos, cerró los ojos y en su rostro se dibujó una sonrisa. Al llegar, tomé su cintura. Ella agarró mis manos y las extendió junto a las suyas. Tiró su cabeza para atrás y en voz baja, muy cerca del oído, me dijo: “Apuesto a que nunca habías visto algo como esto”. Suspiré.
La vista era realmente hermosa. Las calles iluminadas de amarillo le daban un aire muy cálido a la ciudad. Y las aguas del río de Seine hacían que ese momento se vuelva musical. A los lejos veíamos pequeñas embarcaciones flotantes y poco a poco íbamos sintiendo como la brisa acariciaba nuestros rostros. No era la primera vez que estaba en el Puente “Neuf” en el barrio de Saint-Michel; sin embargo, esta ocasión era distinta, muy distinta; y, sobre todo, especial.
- Siempre vengo acá cuando quiero ser feliz y tengo ganas de enamorarme de mí misma – me dijo mirando al cielo – Para mí, este es el lado romántico de la ciudad.
Bajamos los brazos y se fue acurrucando en ellos. Nos quedamos en silencio. Moría por besarla. Era la escena perfecta, la atmósfera que habíamos creado lo ameritaba.
- ¿Y tú, ya descubriste tu lado romántico? – Me preguntó mientras giraba para ponerse frente a mis ojos.
- Estoy perdidamente enamorado de París. Cada rincón que visito me hace pensar que es mi lugar favorito. Sería difícil elegir sólo uno.
La miré un poco confundido. Sus ojos estaban brillosos. La noche estaba por terminar. Alzó su mano y la puso encima de mi pecho.
- Todos tenemos un lado romántico en nuestro corazón. Hay que descubrirlo. A veces necesitamos de otras personas para hacerlo. – Me dijo.
- He estado con muchas personas. Pero creo que nunca vi o presencie un lado romántico.
- Quizá estuviste viendo el lado equivocado.
- ¿Y cuál es el correcto? – Le pregunté.
Acarició mi mejilla y deslizó su mano hasta llegar a mi cintura. Juntamos nuestras miradas y vi más allá de sus ojos. La miré una vez más, ella sonrió y terminamos la escena con un beso. Un beso largo, muy largo.
- Parece que ahora empiezas a descubrirlo. – Me dijo.
Asentí con la cabeza y continuamos. Esa noche hicimos el amor.
Ya había amanecido. Eran las 11:05. Mis clases habían empezado hace dos horas.
- No te sientas mal. Podemos recuperar esta clase el sábado.- Escuché decir a Giulia. Esa noche dormimos en su habitación de la residencial.
Recuerdo lo sexy que se le veía usando mi camisa. Sólo la camisa. Contorneaba con elegancia su figura, luciendo a la perfección sus suaves y redondos senos, acompañados de un hermoso trasero que no dejaba de moverse alrededor de la habitación mientras buscaba algo para desayunar.
Aquella mañana nos dedicamos a hablar de nosotros. No necesariamente de lo que habíamos hecho, sino de qué es lo que teníamos planeado hacer. Le comenté que luego de París, tenía planeado un viaje más; un tour que me llevaría desde Madrid hasta Roma. Y sonrió. Ella viajaría luego a Ecuador para llevar un curso de seis meses de español.
Le conté a Tiago todo lo que había sucedido, pero él fue muy frío con su respuesta: “Me alegra mucho que te estés divirtiendo, aunque creo que te estás olvidando de lo que te dije. Todo puede ser muy bonito, pero de lo bueno… poco. ¿Me entiendes? Aún te quedan unas semanas en París. No te enamores. Sé lo que te digo”. Y lo vi alejarse de mí.
No le hice caso. No pretendía enamorarme de alguien; mis días en París cambiaron desde que Giulia se cruzó en mi camino, y no quería perder esa sensación. Menos aún quería pensar en la despedida. Durante semanas salí con ella. Montábamos bicicleta juntos y esa era nuestra mejor manera de conocer la ciudad. Juntos. Riéndonos. Vivir cada estupidez que hacíamos, cada accidente que teníamos y cada discusión tonta que provocábamos. Sentir y respirar París, siempre me lo decía.
Partía el viernes 13 a las 6:15 am rumbo a Madrid. Una noche antes hicimos una reunión en mi habitación con todos los amigos que había hecho durante todo ese tiempo. Fue una noche alegre pero a la vez, triste. No me quería ir.
A las dos de la mañana Giulia tomó mi brazo e hizo que me levante. Me condujo a su habitación y me hizo sentar encima de la cama. Jaló una silla y se sentó en ella.
- Tengo una sorpresa para ti – me dijo sonriente – Sé que te gusta la música y más aún, tocar la guitarra. Vine preparando esto desde nuestro primer beso.
Tomó su guitarra y empezó a tocarla con un placer único. Su manera de cantar y el ritmo que seguía hizo que quedara perdidamente enamorado de ella. Quise abrazarla pero dejé que terminara la canción.
- Cuando llegues a Roma iré a buscarte – me dijo – Sólo dame la dirección del hotel donde estarás y el resto déjalo en mis manos.
- No sé si sea necesario – le dije.
- Ya no iré a Ecuador, cambiaré de país. Estudiaré español en Perú.
- Emilio, es hora de ir al aeropuerto – dijo Tiago que había entrado sin aviso a la habitación.
- Anda. Coge tus cosas y luego vuelves. Te acompañaré al aeropuerto – dijo Giulia.
- No te enamores, te lo dije – escuché de repente a Tiago – Disculpa, pero oí lo que te dijo Giulia. ¿Qué piensas hacer?
Suspiré. Los segundos pasaban y parecían eternos. Dudé, dudé mucho. Alcé la mirada y me caminé hacia Tiago.
Suspiré. Los segundos pasaban y parecían eternos. Dudé, dudé mucho. Alcé la mirada y me caminé hacia Tiago.
- Voy a ir solo al aeropuerto. Por favor, entrégale esto. Fuiste un gran amigo, espero verte pronto. – Fueron las últimas palabras que compartí con Tiago. Nos dimos un fuerte abrazo y salí de la habitación.
Tomé el bus que me llevaría al aeropuerto y en el camino solo imaginaba a Giulia leyendo mis palabras. No sabía si había hecho bien o mal. Estaba perdido en mis pensamientos. Fue una aventura que inició pero no sabía si debía terminar.
Giulia, mi intrépida y tierna Giulia. Quizá en estos momentos te sea difícil de entender lo que estoy haciendo, pero créeme que todo tiene una explicación, tal vez no sea la más sensata, pero intento que lo sea. Desde el primer día que estuvimos juntos tuve miedo de enamorarme, pero lamentablemente lo hice. No tuve el valor de ir hacia ti y poder despedirme. Creo que nunca deberíamos decirnos adiós. Nuestra historia tuvo un inicio pero no quiero terminar el libro. Siempre creí en el destino, y si en nuestro destino está encontrarnos de nuevo, sé que lo haremos. Tú viajarás a Roma y sé que nos volveremos a ver las caras. No porque te dé la dirección de donde me encuentre, sino porque ambos buscaremos nuestro lado romántico y gracias a ello sabremos dónde estaremos. Tú me lo ensañaste desde un principio. Será un lugar que sólo tú y yo sabremos. Buscaré en ese lado de mi corazón que tú señalaste y si el destino lo quiere, te encontraré y viviremos lo que nos falta por vivir.
Gracias por ser mi principessa italiana. Gracias por hacerme descubrir una manera de vivir. Gracias por ofrecerme tu lado romántico y hacerme descubrir el mío.
Ti amo Giulia.
A presto bella, mia bella.
Gracias París. Muchas gracias.