miércoles, 7 de marzo de 2012

Todo va a estar bien

Sabía de qué se trataba todo esto, es decir, esa predilección que llegas a sentir por alguien. Todo aquel que posea ojos indiferentes al mundo, que se esconda entre la multitud para no ser reconocido como un flamante cursi y especialmente quien reniega de sentimientos tan hermosos aparentando un corazón extremadamente duro y reacio, se enamora. Y de vez en cuando llegas a pensar que tu vida está orientada a otro tipo de percepciones y situaciones, pero es cierto, el corazón no razona.


Las justificaciones salen a la luz y denoto un poco de temor al ver esos ojos que captaron mi atención desde el primer momento, sin siquiera darme oportunidad a reaccionar ante lo que la vida me ponía en el camino. Pero no. Estúpido “pero” que se antepone siempre. Solo necesitaba ese espacio de libertad que me orientara hacia el camino correcto y que rompiera con el esquema bohemio que solía utilizar sobre todo los fines de semana. Pedazos de rompecabezas completamente desordenados que daban certeza de que todo, absolutamente todo, estaba muy mal.  Birra por doquier y un sinfín de sustancias tóxicas; ella, él, todos y todas. Rostros esparcidos por el mundo que asomaban su hermosa textura cada vez que podían y cuerpos con cierta perfección que pedían ser tocados, aunque sea por una noche. Jajá! Ciertas carcajadas en mí, poco comprensible para muchos. Todo está bien. No! ¿Qué digo? Es hora de cerrar los ojos, esperar a que los cantos de las aves se manifiesten después de una noche completamente divertida y levantarse una vez más con un pie equivocado: sí, el izquierdo. Supersticiones ridículas que cobran vida cada vez que se les da la gana y terminan teniendo razón, así no existan. Fetichismo, solo eso.

Clases y más clases. Claro! Donde te conocí “sin querer queriendo”. Llegar temprano, prender un cigarrillo, escuchar música y sentarme en un pasillo que ve pasar gente a diario que no tiene vida o que sí la tiene; cada una enmarcada por eventos inesperados que carcomen las veinticuatro horas instauradas, ¿por quién? “Solo Dios lo sabe”.  

Ella en una carpeta y yo en otra, separadas desde ya por un destino instalado por alguien que no existe – para algunos sí. El mirarla no es uno de mis pasatiempos favoritos, pero noto que de vez en cuando mis ojos revolotean súbitamente, mientras un imbécil sabelotodo planea convencerme de sus vagos conocimientos. Disimuladamente mi corazón late, pero no lo noto. De pronto, las Agencias de Publicidad desaparecen, suena un timbre estruendoso para ese momento y todo termina, solo por diez minutos. Tiempo en el que aparento estar tranquila y dejo de lado una sensación, que muy en el fondo, se apodera de todo mi cuerpo, pero que no brota. No siento impotencia ni tensión, estoy tranquila… Respiro profundamente hasta que el aire realza un viento huracanado en todo mi ser. Claro, estabas a unos metros. Su voz sobresalía entre líneas. Fuiste la primera en decir un término muy utilizado últimamente por aquellos predilectos del amor banal: Te quiero. Qué desfachatez la mía para rechazar la expresión viva de un sentimiento por una risotada. Usura que lamento. Error del momento que pude reivindicar con el pasar del tiempo y que adquirió una denotación real.

El ver muchas telenovelas y películas de género romántico contribuyeron a soñarte cada vez que podía. Imaginar situaciones a tu lado que solo se presentaban en ocasiones extremadamente raras, pero que a fin de cuentas cantaban en coro que algo debía suceder. No, no creo en Cupido ni en maravillosos flechazos, solo creo en granadas que caen desde el cielo y llegan de frente al corazón para importunar. Ciertamente, un concepto diferente y único que las chicas no deberían tener después de crecer con la idea de un pinky mundo.

La rutina se convertía en un ir y venir de flashbacks iniciales mientras negaba todo vínculo. Mentir no es bueno y mentirse a uno mismo tampoco. No creo en tontos valores que te inculcan, es decir, siempre terminas arruinando todo y desafiando al destino a costa de todo. La mentira fue algo que detesté de por vida y que coloqué como requisito – sin que nadie sepa – por si alguien la utilizaba en mi contra. Jamás entendí por qué tomé esa decisión, sin embargo, ya la estaba infringiendo y a la vez, cometiendo un delito contra mis propios sentimientos. Gracias a Dios en cuestiones personales la tarjeta roja de un partido de fútbol no tienen cabida y mucho menos la pena carcelaria. Whatever.

Detestaba los fines de semana. Sabía que no tendría la dicha de ver esa hermosa figura recorrer los pasillos de la universidad y mucho menos los de mi hogar.  Y qué más da, era de esperarse, sábados y domingos tenían que llegar por doquier cuatro veces por mes y esa ausencia junto con ellos. Nadie entiende por qué canto ese tipo de canciones que suelen cortar  venas imaginariamente; yo tampoco. Intento creer que es por simple gusto melódico y río al saber que definitivamente aquella excusa es popular entre todos los indigentes inertes e insensibles. Comienzo a correr sola en una lucha por salir de todo eso y me encuentro en una persecución continua que me obliga a reconocer lo indescifrable. Me siento como una adolescente que no termina de vivir su etapa: la inmadurez plena. El Universo, se puso de acuerdo una vez más – sin consultarme – y me retó a querer a ese alguien que llenaba mi corazón y mi vida de ilusiones, según yo, abstractas.

Por momentos, me encerraba mentalmente en una cueva. Era una manera de escapar de un mundo de mierda, lleno de cerebros con guano que lastiman y hieren.  La pregunta era muy clara: ¿por qué negarlo?, y la respuesta sigue siendo muy simple: NO SÉ.  Hasta ese punto, llegué a darme  cuenta que no sabía nada y no por no saber, sino por no querer saberlo. Las ideas revoloteaban como pájaros sin rumbo en mi mente y en mi sano juicio, seguía esa imagen que se presentaba por momentos. El silencio no era una buena compañía. Para entonces, prefería la soledad, teniendo en cuenta que tal vez ésta podría darme ese veredicto final. Sí, es cierto, a veces quería que un juez dictamine y decida por mí, quería darme por vencida y no tenía a mi lado a un abogado que me defienda. Estaba yo frente a un fallo terrible. 

Ese recuerdo se convirtió en mi presente dominante. Y digo recuerdo porque nunca le dieron la oportunidad de consumarse. No existe rastro ni huella de lo que algún día sentí que existió,  sin que exista realmente. Mi vida comenzó a componerse de trabalenguas que me daban para variar la contra en muchos aspectos. Solo faltaba llorar como una Magdalena y así fue. Deseaba cerrar los ojos y negar que sintiera una conexión especial; no podía. Inclinaba la cabeza hacia la ventana cada vez que viajaba por unos minutos en un autobús que tenía  humores insoportables, completamente desagradables y, por arte de magia, aparecían ante mí personas sonriendo que demostraban su amor públicamente sin vergüenza alguna; otras que además, caminaban con la cabeza gacha encerradas en un mundo lejano a lo común. 

Comencé a reír sarcásticamente ante todos, que me miraban con ojos prejuiciosos. Me importaba poco pues ya había experimentado ese tipo de observaciones juiciosas. Y pensaba que de seguro alimentaban morbosidad al verme con un jean completamente suelto, sayonaras y un polo algo viejo en un clima ligeramente frío. Jajá! Gente estúpida que no tiene vida y que cree que todo aquel que vista de alguna manera debe ser necesariamente homosexual, ¿acaso no notan un look completamente hippie? ¿Qué harías si me agarro a tu flaca huevón o si le toco el culo? ¿Qué harías si me ves agarrada de la mano con un cuerazo de mujer? jajá! de seguro se te para la huevada que solo utilizas para tirarte a toda perrita arrecha – cosas que nunca dices, pero que piensas. ¿Qué me pasa? Me sentía estúpida por pensar ese tipo de cosas. Estaba en una disyuntiva terrible porque todo daba vueltas en mí y necesitaba liberarme, pero tampoco lo pude hacer. Me dirigía a esa casa que conocía a la perfección, pero a la que tenía miedo de entrar cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo. La lógica de mi manera de reaccionar internamente fue en primera instancia el pensar que sí, estaba enamorada de una chica que aparentemente no significaba nada en mi vida, en ese sentido, pues de hecho, era una amiga más, como cualquiera.  Prendí un cigarrillo, me coloqué los audífonos y comenzó la música asquerosamente depresiva.  Pensé en todos aquellos momentos que pasamos juntas y en todos aparecía con una sonrisa que irradiaba ternura. Sin tenerlo en cuenta, ya estaba sonriendo como cojuda y al percatarme de eso, levanté la mirada y me encontraba afuera de ese lugar al que no quería entrar. 

Soñé que la tenía a mi lado, típico de los finales felices de cualquier cuento de infancia. Prácticamente dormí de más, pues todo se centraba en ella y en su excitante manera de ser.  Y es que ahora, todo lo relacionado al sexo es sorprenderte. Lo atípico es que jamás la vi como un ícono sexual en mi vida. Tuve oportunidad de tocarla, de besarla y de sentir cosas únicas – refiriéndome a sensaciones que prefiero no explicar - pero siempre quise protegerla de la mirada atónita de algunos hombres con mente sucia y asquerosa que contemplaban su belleza cada vez que pasaba delante de ellos y le gritaban obscenidades que consideraba inadmisibles para mis oídos.  Ella reía y yo renegaba, siempre renegando de todo. Prefería muchas veces la distancia para no acercarme tanto. Hablaba poco de ella y volteaba  de reojo una que otra vez para que no se percate que mi centro de atención giraba en torno a lo que cada día se hacía más fuerte.  Sin embargo, el cruce de miradas era inevitable y por momentos, el tiempo dejaba de avanzar y fijaba ese mojón de ilusiones en ella, en sus ojos…

Detestaba salir a bailar como las primeras veces porque me daba rabia verla en situaciones de coqueteo con otros chicos, añadiéndole el enojo a su forma de vestir, que por cierto, no era para nada decente. Comencé a ser muy detallista cuando no debía serlo. Escenas de celos, pagar cosas por ella, invitarla a salir, escribirle como si fuese ‘mi flaca’, colocar todo el día corazones en su página, sentir derechos de invadir su espacio y controlarla, mandarle mensajes cariñosos, llamarla solo para escuchar su voz y demás. Nada andaba bien. 

Y por momentos juro que sentía esa química o tal vez la confundí. Cuando recién la conocí, todo fluía. Jamás le pregunté si tenía inclinaciones vistas por el mundo como algo que no tiene lógica de ser, pero a lo que yo veía íntegramente normal. Y esas miradas… Eso es algo que no se puede ocultar y que cualquier persona en su sano juicio toma como evidente. De pronto, siento que llegó finalmente la extinción de todo lo que en algún momento tuvo noción de ser lo más maravilloso del momento. La rutina dejó de ser rutina y las expresiones de cariño se dejaron a la deriva y quedaron en el olvido. No era exactamente lo que tenía planeado, pero fue así como sucedió. Tal vez en el peor de los casos hubiese preferido no haberla conocido. Después de habérmelo contado, solo atiné a decirle: "todo va a estar bien". 

Natascia Zagaria



domingo, 4 de marzo de 2012

Nena

Un cigarrillo más. Deseo vivir muchos años, pero estos días he estado fumando como si quisiera morir de una vez, de golpe, sufriendo y gritándole a Dios que me conceda el milagro de soportar un día más. Odio los aviones, pero en estos momentos, muero por volar, dejar de andar por la misma vereda gris, que cree conocer mis pasos, sin embargo, no tiene idea que puedo elevarme en silencio. Cuando nadie me ve, sueño que soy un águila que no voltea a mirar hacia atrás. Que escapa de sus miedos oscuros.  

Le dicen Nena. Su mirada es embrujadora. Verde y hechicera. Fue el principal motivo de mis alegrías, pero ahora, es la asesina que ha pulverizado mi corazón. Hoy vendrá a mi casa con un vino. ¿Para qué? Para tener sexo sin razón. Ilusionarme una noche más. Engañarme, hacerme pensar que estará a mi lado cuando amanezca. ¡Qué patético! Me he vuelto tan adicto a su piel, que pondré a prueba mi dureza una vez más. Fingiré que puedo ser su compañero de cama, sin problemas ni enredos de amor. Cuando en verdad…la amo con todo mi corazón.

- ¿Sufres por una mujer? Cuando sea por dos, ahí preocúpate. Una no es ninguna, me dijo mi mejor amigo una noche, mientras nos tomábamos unas cervezas. Cree que no recuerdo cuando hace un año lloraba a gritos el desamor de su ex.

Ese es nuestro principal problema, muchachos. El machismo que nos corrompe hasta los huesos. “Los hombres no lloran”. “Para cada hombre hay siete mujeres”. “Un hombre tiene que conocer el mundo, divertirse, encamarse con varias féminas para entender el amor”. “¿Casarse? Esas son huevadas”. Todos los que piensan así, a mi punto de parecer, son unos oligofrénicos maricas reprimidos de primera. Un verdadero varón no tiene miedo de admitir que se encabrona si la mujer que ama no está a su lado. Que le aterra quedarse solo.

Pero a pesar de ello, la pregunta vital, es la siguiente: “¿Cómo puedes ser tan pelotudo de enamorarte de una mujer que de todas las maneras posibles, te ha dado a entender que solo quiere pasarla bien contigo, y nada más?” 

1.    Porque siempre he sido un romántico soñador.
2.    Porque quizá no me han roto el corazón tantas veces como para curtir mi lado huevón y calzonudo.
3.    Porque en el corazón no se manda.
4.    Porque escuchar todas sus historias, ha hecho que la ame cada día más.
5.    Porque sé de sus secretos. Soy la única persona que conoce la razón de su sobrenombre.
6.    Porque sus labios y su piel, son una delicia. 
7.    Porque es la única mujer que le importo de verdad. Aunque en realidad cualquiera pensaría que no.
8.    Porque a pesar de haber buscado entre libros viejos la receta para olvidarla, no la he encontrado.
9.    Porque sin ella me vuelvo loco, desquiciado y se me entrecorta la respiración.
10.  Porque mientras ella tenía sexo conmigo, yo le hacía el amor.

Noche de serpientes:

- Hace dos semanas que no te veo, y sorpresa, luces más guapo. Me encantas, precioso.

Nena fuma un cigarrillo. Hace una hora que está en mi casa y muero por besarla. Quiero decirle que la amo, pero le temo a su reacción. Que ya no quiera volverme a ver. Que se burle de la inocencia y candidez de mi corazón. Pero a pesar de que por momentos me armo de valor, solo finjo que le pongo atención a la plática, le sirvo más vino… y me pierdo en su mirada.

- Hoy será una noche distinta, sentencio de pronto. La miro directo a los ojos. Reto a la magia mortal de su rostro, perversamente angelical.

- ¿Ah sí? ¿Has preparado una sorpresa para mí, o algo así?, contesta Nena, regalándome una pícara sonrisa y acercándose más a mí. Planea besarme. Planeo evitar ese acto y confesarle mi amor. Planea dormir conmigo como si fuese una noche más. Planeo hacerlo diferente. Sabe que soy vulnerable. Sé que soy diferente en su vida. Pero…sabemos que de igual manera,  no podré resistirme a su encanto.

El tiempo se congela. Mi pulso se acelera y pierdo la razón. Tengo miedo. Nena me besa el cuello mientras me desnuda. Tiemblo. La amo. Mis lágrimas se solidifican y no quieren salir. Me siento usado, pero de igual forma, no puedo evitar caer en sus redes y entregarme, ¿por amor?...Qué más da los motivos si no son los mismos. Le beso la espalda, sus tatuajes de serpiente salen a la luz al descubrir su fantástico trasero, uno en cada nalga. ¿Una mujer extraña, verdad? Pero más extraño aún es la maldita obsesión que siento por ella. El malnacido amor, que nació de un aborto de mentiras entre copas. Lo hacemos una y otra vez. Le pido que diga mi nombre. Lo dice mientras me enfrenta como gata en celo, posicionando sus garras en mi espalda, arrancándome delicadamente la piel y tiñendo de rojo mis sábanas. ¡Dime que me amas, bendita y maldita mujer!, grito en el silencio de mis pensamientos. Solo le suplico a Dios poder encontrarla al amanecer. O por lo menos estar despierto en el momento en el que me deja, totalmente damnificado, sin nada más que una nota en la cómoda.

“Noche de miel a tu lado. Volveré por ti, mi príncipe de serpientes”

Tu Nena

El fantasma y la rosa oscura:

Tengo una rosa negra entre mis manos. Llegué a confesarle a Nena que la amaba. No me dormí, y atento a cualquier movimiento suyo, la detuve cuando quiso partir y le dije lo que sentía. Que era la mujer que deseaba a mi lado hasta el fin de mis respiros. Nena me escuchó atenta y empezó a llorar a charcos.

- Me voy de tu casa porque tengo miedo de morir en tu cama, otra vez. Me has hecho mucho daño. No importa cuánto quiera y desee amarte. Solo puedo ser para ti un fantasma. Tú lo sabes bien. ¿Pensé que las reglas estaban claras?

Su voz volvió a abrirme los ojos. No hay departamento ni botellas de vino. Las palabras nunca han sido escritas y el final no está claro en mi cabeza. Contemplo mi alrededor. La oscuridad adorna mi cubículo. Tengo una rosa negra entre mis piernas. Lloro y nadie viene por mí. No estoy loco aunque el mundo entero piense que sí. Nena me ama, lo sé. Por eso es que me ha perdonado y vuelve por mí, para que la haga mía como la última vez. Esa noche sin luna, sé que cometí el peor error de mi vida. Quería que se quede conmigo para siempre. No era mi intención asfixiarla con la almohada. ¡No podía permitir que se vaya una noche más! La amo. ¡No te vayas, por favor! ¡Vuelve! ¡Vuelve, mi Nenita!

¡Ábranme la puerta, carajo! ¡Déjenme salir de aquí! ¡No estoy demente! ¡Nena vive! ¡Aún viene por mí!, grito hasta perder la conciencia en una de las pestilentes celdas del manicomio. Tengo frío. Necesito un cigarrillo. Ya no me queda ninguno. Los médicos han accedido a darme tabaco. Porque si no siento el humo en mi boca, puedo volverme un poco loco. Solo un poco.

 Jhonnattan Arriola