domingo, 29 de abril de 2012

Tic Tac


Autor invitado: DAB

Tic tac,
Tic tac,
Tic tac,
Tic tac,
1:00 a.m

Sigue sonando el reloj en la oscuridad de la noche, se mezcla con sus pensamientos, con los recuerdos, las pastillas a un costado ya no le hacen efecto, se ha tomado medio frasco tratando de olvidarla, pero no puede, su mente siempre lo lleva a ese momento, a ese lugar, a esa fatídica noche donde ella dejó de ser él. Carlos y María se conocían desde pequeños y aunque pueda sonar “cursi” sus almas hicieron “clic” desde el momento en que se vieron,  crecieron y se prometieron amor eterno a la luz de la luna y con el calor de una fogata sus almas quedaron unidas para siempre. Él la amaba, para ella Carlos era su todo….  pero de eso ya era mucho tiempo. 

Tic tac,
Tic tac,
Tic tac,
Tic tac,
3:00 a.m

Carlos no podía dormir, la sangre hervía dentro de su ser, los recuerdos lo acechaban como un ladrón cerca de un gran tesoro. La noche estaba oscura y él en su cama daba vueltas, sin poder pensar en nada más que aquella noche, aquella noche fatídica donde su amor dejo, donde su esperanza se esfumó, donde dejé de creer.

Tic tac,
Tic tac,
Tic tac,
Tic tac,
4:00 a.m

En la oscuridad se mira al espejo, aunque no puede observar nada. Desnuda su cuerpo y su alma e intenta borrar los recuerdos que lo atormentan, los recuerdos que tratan de dominar su cuerpo, que tratan de convertirlo en aquello a lo que él más odia.  Ya no sabe qué hacer cuando algo grande empieza a crecer entre su entre pierna, los músculos de su cuerpo se tensan y cada vez se hace más grande, cada vez más fuerte, el corazón se acelera, los recuerdos se hacen más fuertes y golpean su mente como las manos golpean las teclas del computador, con un ritmo parejo el subir y el bajar de su mano en la entrepierna grande y gruesa, el líquido vuelva a salir y su cuerpo arde por dentro, sus manos tiemblan.  Se toca, recorre con las yemas de los dedos cada parte de su perfecto cuerpo, siente cada dureza y cada definición. Cierra los ojos cuando llega a la entrepierna que parece que va a estallar. Abre los ojos y la ve a ella en el espejo, sabe que es un juego de su mente, pero le gusta. La ve desnuda y besándole los oídos, diciéndoles las palabras que por años Carlos quiso escuchar: “Eres mío. Te he estado esperando, vamos”. Lleva su mano, por inercia, a la entrepierna; la sube y la baja, gime, el corazón se acelera, sus latidos se incrementan y como la blanca leche, ella vuelve a ser suyo, en sus sueños, al menos. 

Tic tac,
Tic tac,
Tic tac,
Tic tac,
5:00 a.m

Ya salió el sol, y él tiene que levantarse, no pudo dormir toda la noche, pero no le importa. Entra desnudo al baño, se lava la cara, se mira en el espejo, la mira a ella, voltea, no está, la mente sigue jugando con él, se toca la cabeza y abre la ducha, ingresa, se deja mojar, el agua limpia sus pensamientos, coge la toalla y la ve en la cama, otra vez, pero está vez está tranquila, blanca, pálida, pero con los labios rojos. María lleva aquél vestido verde  que combina con sus ojos, que ahora están cerrados, pero igual para Carlos siguen siendo los más hermosos que jamás haya visto. 

La policía ingresa. Carlos no pone resistencia, sabe que se lo merece, solo pide que tengan cuidado con el cuerpo,  ya no pudo más, era demasiado el haber vivido dos semanas con el cuerpo de María, rellenándolo con algodón para que se siga viendo como aquella noche cuando la asesino, aquella noche cuando sus cuerpos se juntaron por última vez y los gritos de placer se convirtieron en dolor…ahora Carlos cambio el traje de saco  y corbata por uno a rayas, cambio su ventana grande por unos barrotes, pero no le importa, porque Carlos espera la noche con ansias para que al sonido del Tic tac del reloj vuelva a desnudarse, la vea a ella atravesar los barrotes y que vuelva a ser suyo…al menos en su mente…

martes, 24 de abril de 2012

Parece que se equivocaron

No es objetivo. No es inmortal. No es tangible. No es veraz. No es presente, ni pasado, pero en ocasiones, es futuro.

No piensa. No cree. No quiere. No existe. No está, ni estará. Pues parece que se equivocaron al crearlo, al pensarlo  y compenetrarlo en una vaga identidad.

Ríe y piensa, pero jamás concluye. Parecen que se equivocaron cuando los pinceles pintaron los bocetos que estaban con un borrador encima. A veces abrimos las ventanas y dejamos escapar el alma, atrapada y siniestra, pero al fin de cuentas, es nuestra.

No vale la pena actuar, pero a veces siente que es el mejor. Todo se oculta, y por ratos se destapa; pero nunca se sabe. Nunca.

Parece que se equivocaron al señalar el sol. Ama la luna y también el cielo cuando hay una sola estrella. Sonríe por todo, llora por nada. Camina descalzo y anda con sombrero. Encierra sus ideas porque no le gusta compartirlas. Egoísta, hasta el cansancio, e inmune a cualquier sentimiento de culpa.

Las luces lo conducen a casa, y su mente, a lo verdadero, a lo intenso. Muchas veces en las alturas, y otras, atrapado en un suave subsuelo. Parece que se equivocaron al hablar de distancias o caídas volátiles. Uno llega a las nubes con un solo suspiro, sin influencia externa o ticket de avión.

No calza, no camina, ni respira. Muchas veces patina en interiores y recorre ideas consumidas por colillas coleccionadas en un viejo bolsillo.

Se despide, pero jamás saluda. Piensa con el estómago vacío y con un solo latido en el pecho. Convive pero no acompaña. No está solo. No refleja. No sigue. Parece que se equivocaron al abrirle un camino cuando tenía en frente dos riachuelos en busca de una cuenca más amplia.

En la calle, en la sala, en el techo, en el bosque, pero nunca en el aire. Descendiente, heredero y cobarde. Parece que se equivocaron al pronunciarlo, porque nadie sabe, en realidad, cómo deletrearlo.

Hablo de ti. Hablo de mí. Hablo de él. Hablo de ella. Hablo de eso. Averígualo. En tus ojos está la respuesta.








sábado, 14 de abril de 2012

De todos los canallas, soy el mejor

- ¿Sabes que te vas a ir al infierno, no?
Retrocedí unos pasos al escuchar a Verónica. Su mirada penetraba mi alma a quemarropa.

- ¿Por qué lo dices?, pregunté si darle la cara. Mi lado más cobarde me vencía con ventaja en esta noche sin Luna.   

- Porque eres un maldito hijo de puta, contestó con lágrimas en los ojos, cubriendo su desnudes con las sábanas de la cama.

Doce horas antes

Tres de la tarde.  No dejaba de llorar mientras tocaba mi guitarra.

- ¿Puedo pasar?

Sequé mis lágrimas apenas escuché el sonido de la puerta. Solté un largo suspiro, y finalmente, dije:

- Sí, mamá. Adelante.

- He leído tu última publicación en El Comercio…Ay hijo, ya es tiempo que dejes de escribir tus pesadillas y empieces a narrar lo bueno que te da la vida.

- A las personas les gusta leer lo que escribo. Si me pusiera a contar mis experiencias en  el mundo de Peter Pan, no comprarían el maldito diario.

- No pienso como tú.  De verdad estoy muy decepcionada de ti. Y no por tu deprimente columna en el diario, sino porque ya no eres el mismo. Desde que ella…

- Por favor, no la menciones.

- Tú no la perdiste, hijo. ¡No fue tu culpa! ¡Tienes que entenderlo!

 Miré fijamente a mi madre. Saqué un cigarrillo de mi bolsillo y lo encendí.

- Qué más da, madre. Lo entienda o no, el destino sigue siendo el mismo. Ella ya no está.

Verónica

  -  No te he hecho nada, Verónica, dije, mientras las lágrimas resbalaban de mi rostro sin consentimiento.  Verla a los ojos era casi un suicidio para mí.

- ¡Me crees idiota, Javier! Me despierto desnuda en una puta habitación de un hotel, y lo primero que veo es tu macabra figura.  ¿No te bastó con poseer a mi hermana y asesinarla? ¡Ahora me quieres a mí!

Miré fijamente a Verónica.  No la veía a ella. El amor de mi vida se postraba en mí delante. Apreté mi puño con fuerza y caí al piso de rodillas para sumergirme en mi agonizante tristeza.  “Te amo, Camila…Perdóname por dejarte ir”.

 Tres horas antes

- Aló, ¿quién habla?

Tenía diez llamadas perdidas de ese número. Fumando unos cigarrillos, caminando por las grises calles de Lima, me había desconectado del mundo.  

- ¡Puta, Javier, hasta que por fin contestas! ¡Necesito de ti urgente!

- Disculpa, pero no sé quién diablos eres, contesté con un tono frío y calculador.

- ¡Huevón,  cómo es posible que no te acuerdes de mí! Soy Carlos, el ex de Vero.

Verónica y Carlos eran enamorados en la época en que Camila y yo también lo éramos. Por tal motivo, hubo miles de salidas compartidas con ese cuasi humanoide. Sinceramente, Carlos, siempre me pareció la sabandija más aprovechadora y rastrera, que pretende ser un humano, pero que a duras penas, solo consigue convencer a algunos cuantos, como es el caso de la hermana gemela del amor de mi vida, que estuvo enamorada locamente de ese personaje por varios meses.

- Ah…hola. ¿Qué pasó?

-  Pucha loco, la verdad que me da palta. Lo que pasa es que me encontré con Verónica en un bar, nos pusimos a tomar. La huevona terminó hasta el culo, y bueno, recordamos viejos tiempos y fuimos a un telo. Tú sabes que la flaca está como quiere, así que no me resistí. Mira cholo, la cosa es que no sé qué pasó, se le cruzaron los chicotes y se puso mal por la muerte de su hermana. Me pidió que le compre unas pastillas para que se relaje. Loco, fui volando a la botica. Pero cuando regresé, estaba echada inconsciente en la cama. ¡No sé qué hacer! Por eso te llamaba. Tú siempre has sido bien caballero pues. Te has llevado piola con ella. Dame una mano, cholo. Tengo palta que si llamo a emergencias o a la policía, después me caguen.

Me tomé cinco largos segundos para contestarle al  ser más infeliz sobre la tierra.

- Mira, ¡Imbécil! Primero, Verónica me odia desde que falleció su hermana. Solo un cojudo me llamaría a mí, conociendo la tragedia que aún nos persigue.  Y segundo, la cagaste. ¡Acaso no recuerdas que Vero ha estado en rehabilitación para dejar de tomar!... Al carajo…Dame la puta dirección del hotel que voy para allá. ¡Te voy a sacar la mierda por cabrón!

Camila
  
Camila fue asesinada a los veintidós años. La misma noche en la que perdió su virginidad. Fueron divinas las horas que pasamos juntos, fui dulce y delicado con ella. La traté como la  princesa que era y será por siempre en mi corazón. Recuerdo que minutos después de que estuviésemos juntos, como una niña que acabase de cometer una travesura, llamó a Verónica para contarle lo feliz que se encontraba por haber sido mía. La amaba con todo mi corazón. Ya tenía todo preparado para pedirle matrimonio, estaríamos juntos por siempre. Sin embargo, mis ansias de fumar permitieron que una gran tragedia tiñera de rojo el momento. Me fui a comprar una cajetilla de cigarrillos. Camila me pidió que no la dejara sola, pero logré persuadirla con una estúpida sonrisa. Solo me tardé quince minutos… Al regresar, encontré la habitación hecha un mar de sangre. El cuerpo de Camila, estaba postrado en la cama, con miles de orificios producto de un frío puñal. Un malnacido había entrado a la habitación del hotel y apagado la estrella de mi vida.

Obviamente, fui el principal sospechoso del asesinato de Camila, ganándome el odio de su familia y allegados. Incluso sin pruebas suficientes, me metieron a la cárcel, pero afortunadamente salí libre. El caso de Camila está archivado. Nunca llegaron a dar con el verdadero culpable. Han pasado tres años desde ese terrible abril. Vivo atormentado desde entonces. A veces creo que no podré descansar hasta que mate con mis manos a ese maldito. Por mi parte,  el caso aún sigue en pie. No me rendiré hasta acuchillar a ese infeliz, aún sin rostro.

- ¿Vas a matarme?

Verónica me miraba con horror, convencida de que mi clara intención era despellejarla sin piedad.

- No, contesté mientras me secaba las lágrimas y me ponía de pie.

- Vine a llevarte a tu casa. El imbécil de Carlos te trajo aquí y al ver que habías perdido el conocimiento producto del alcohol, me llamó. Cuando llegué él ya no estaba. Cuando despertaste, me disponía a arroparte para llevarte conmigo.

Nuestras miradas se postraron una fija a la otra. Sentía una terrible agonía en el pecho.

- Vero…yo no maté a tu hermana, lo juro. Daría mi vida para que el maldito asesino acabe en la cárcel y pague por todo el daño que nos ha hecho. Tú sabes cómo amaba a Camila. Me acompañaste a comprarle su anillo de compromiso. Sabes que jamás me hubiese atrevido  a hacerle daño.

Verónica se quedó callada por varios segundos, mientras lágrimas negras, rodaban por su mejilla.

- Espérame afuera,  me voy a cambiar.

Sonreí al escuchar a Vero y salí de la habitación.

La espera era infinita. Los minutos pasaban y Verónica no salía de la habitación. Estaba dispuesto a volver a entrar, pero felizmente la puerta se abrió.

- De todos los canallas, eres el mejor, Javier… Te voy a dar una oportunidad.

Contemplé nuevamente a los ojos a Verónica. No podía mirarla. Es idéntica a Camila. Nuevamente las ganas de llorar me vencieron.

- ¿A qué te refieres?, pregunté, temblando la voz.

- No puedo vivir ni un maldito día más sin que el asesino de mi hermana pague su culpa.

- Ni yo, contesté de golpe.

- Si en una semana no encontramos ni siquiera una pista que nos pueda llevar al asesino de mi hermana, asumiré nuevamente que tú eres el culpable, Javier,  y juro por Dios que nos descansaré hasta verte morir en la cárcel.

Me quedé frío ante las palabras de Verónica. No sabía que más agregar, así que simplemente, acepté con una sonrisa.

Aún hay más de esta historia. Encontraremos al asesino de Camila aunque sea lo último que hagamos en nuestras vidas. “Juró que podrás descansar en paz, mi estrella. Lo juro.” 

Jhonnattan Arriola Rojas

domingo, 1 de abril de 2012

Una carta que te acompañe

Hola (carita feliz). Creo que debo comenzar por pedirte perdón. Sé que en un principio no supe valorar lo mucho que me amaste, ni asimilar a conciencia ese lado negativo mío que tanto te lastimó. Pero el tiempo ha pasado y he llegado a comprender mis errores. Ya no soy el mismo de ayer, ahora uso corbata casi a diario y no le tengo miedo a la oscuridad.  

Suspiro y prendo un cigarrillo. Aún recuerdo la última vez que nos dijimos te amo.

Suspiro y apago el cigarrillo. El dolor y el desamor me hicieron entenderte mejor.

Tuve que recibir golpes muy fuertes para darme cuenta de tu grandeza, y de lo magistralmente cojudo que fui al soltarme de tu mano cuando me la extendías a gritos. Pero aún así, debemos admitir que la culpa la tuvimos los dos. Éramos unos jóvenes llenos de ilusiones, dispuestos a amar hasta el final, pero no de comprendernos cada día más. Ambos nos disparamos, pero felizmente salimos ilesos de la lucha. Aunque en un principio quedaron roces a carne viva en nuestro corazón, heridas que pensamos que serían incurables. Nuestros oídos estaban totalmente aturdidos por la balacera de discusiones, que no supimos escuchar razones. ¿Pero quién lo diría? A pesar de todo y de los mil intentos por alejarnos, el destino nos volvería a juntar. No me atrevo a pronosticar qué se trae entre manos, pero me hace muy feliz volver a verte sonreír por alguno de mis chistes. Eres sabia por haber dicho que el tiempo puede ser un súper aliado para olvidar lo malo. Y yo un necio por quererlo todo apresurado.

¿Te acuerdas que en un inicio, cuando recién terminamos dijimos que por lo menos no nos eliminaríamos del Facebook y de las demás páginas de chat? Igual sabíamos que tarde o temprano uno de los dos se encabronaría y eliminaría todo rastro de recuerdo. En este caso, fui yo el que tomó el primer paso. Me siento un brutal inmaduro por eso. Aunque quizá haya sido lo mejor en su momento. Tal vez si hubiésemos seguido hablando, ahorita no podríamos ser amigos de nuevo.

Suspiro y me sirvo una copa de vino. Un nudo en la garganta empieza a secar mi respiración.

Recuerdo cuando afirmaba que solo bebería aquel vino de barrio de cuatro soles, el divino “Sureño”, pero ahora, digamos que refiné un poco mis gustos. Sin embargo, puedo asegurarte que mi sencillez característica me sigue abrazando. La única diferencia es que ahora no solo monedas acompañan mi billetera. De verdad, agradezco que siempre hayas confiado en mí y aguantado todos mis arranques de depresión nebulosa, que me arrojaban a un huracán de melancolía e inseguridad de noches de lluvia. Lo sé, me volvía un pequeño niño temeroso, pero allí estabas tú para abrazarme. Para arrancarme una sonrisa con una coquetería. Gracias a ti volví a recuperar la confianza en mí. Supiste darme mi espacio y respetar mis noches duras de escritor, donde solo existía mi mundo de historias. Y aunque quizá nunca te lo dije, en ese mundo mágico, guardé tu recuerdo. Cierro mis ojos y te imagino sentada debajo del árbol de manzana de uno de mis cuentos. Aún no me atrevo a tocar tu hombro por la espalda. Siento que me derrumbaría ante la belleza de tu rostro y te abrazaría entre lágrimas. Y tristemente me daría cuenta que solo en mi cabeza sigues siendo real. Por el momento sabemos que es lo mejor. Aunque me emociona saber que el destino quizá nos vuelva a regalar un beso y un para siempre. Dios sabe lo que hace. Dejémoselo a él. 

Dejo de escribir. Empiezo a caminar por toda mi sala. Me duele mucho el brazo izquierdo. Tengo problemas con el corazón, lamentablemente es confirmado. Estoy enfermo.   

Estoy cansado. Vivo en una lucha constante conmigo mismo. No siempre gano... (Miro al cielo). Sabes que lo que más deseo en la vida es formar una familia, volverme ese padre ejemplar que nunca tuve. Comprarle a mi madre ese “Walk in closet” con el que soñó desde niña. Lo sé, no creas que no te escuché cuando me repetías hasta el cansancio que el dinero no es lo más importante, que la unión y el amor es por lo que verdaderamente se debe luchar. Ay querida (con tono gracioso, un poco afeminado), déjame decirte que siempre lo entendí. No duermo, no veo colores en el día, me siento solo…pero cierro mis ojos y presiono mi puño con fuerza por las noches, porque tengo fe que mi esfuerzo será recompensado. Alcanzaré mis sueños. Llegaré a ser el escritor y el compositor que desde niño he anhelado, y garantizo que formaré la familia que me he jurado. Concretaré todas mis fantasías, cada una de las que te fui contando en nuestras caminatas de regreso a tu casa, después de haber ido al cine.    

Suspiro y busco algo de comer. Solo encuentro la mitad de un paquete de galletas. La noche es larga.

La confusión vuelve a mí, querida amiga. Cada vez que recuerdo las promesas inconclusas que quedaron pendiente en nuestra relación, mis ojos empiezan a experimentar un diluvio de dolor. Juré que te protegería de todos, pero olvidé que en algunas ocasiones yo era el villano más pendenciero de la humanidad… Sé perfectamente lo que me estarías diciendo en estos momentos: “No digas eso, Jhonnattan. No te sientas así. Eso ya quedó atrás.”… Ok, ha pedido tuyo no tocaré más esos temas tristes del pasado. Volteemos la página a un capítulo más de la refurinfunflay.

Suspiro y empiezo a estornudar. Mi alergia sigue jodiéndome la vida como una sabandija en la entrepierna. Al menos por ahora procuro doblar mis pañuelos (Carita de monce haciendo una broma XD)

Nos hemos vuelto a encontrar. Te lo dije… Lo afirmaste. Un trecho largo e interesante vuelve a ponerse en nuestro camino. Nos queda mucho por vivir y por sanar. Debo admitir que he estado roto. Pero eso ya se acabó. Ya no quiero caer una vez más. Voy apagar el incendio que sigue ardiendo en mi cabeza, voy a matar al viejo amargado y cansado que a veces castiga al joven que soy. Sacaré mi espada para derrotar a todos los dragones que se me pongan como obstáculos para concretar mis metas. Esta vez he hecho una tregua con el tiempo. Me ha jurado que estará a mi favor. Sanaré, me arrancaré las vendas de las heridas y tomaré las medicinas correspondientes para sentenciar la desmotivación de mi sendero. Hoy vuelvo a ser yo.

 Suspiro y voy a buscar mi guitarra. Toco la canción que te escribí.

Una carta que te acompañe. Eso quiero que tengas en este escrito. Si en algún momento te sientes triste o sola, déjame decirte que eres maravillosa. Si a tu camino le empiezan a crecer espinas, quiero que sepas que podrás con ellas. Siempre encontrarás la forma de salir adelante. Ya no le tengas miedo a las historias de terror, porque el amor y la paz siempre brillan en tu mirada. Perdóname por todas las veces que te hice llorar, prometo, pase lo que pase, clavar cientos de sonrisas en ti, por cada herida que dejé. Te mando un beso gigantesco. Siempre podrás contar conmigo. Sonrío entre lágrimas porque me doy cuenta de que llegué a conocer lo que realmente significa el amor, a través de ti.   

Suspiro y prendo un cigarrillo. Ya no quiero escuchar más canciones tristes. Propongo una mejor. 


Jhonnattan Arriola Rojas