domingo, 25 de octubre de 2009

Enamórate de mí

Es increíble como un simple cruce de miradas puede ser capaz de hacer girar todo un mundo, un mundo lleno de ilusiones y fantasías amorosas. Solo te vi una vez y con eso bastó.

Hace unas semanas fui contratado en una reconocida empresa San Isidrina, soy practicante a mis 25 años, supongo que está bien. Ahora debo vestir terno a diario, despertarme a las 6 de la mañana y pasar largas horas en una oficina frente a una computadora tipiando millones de cifras que con exactitud no sé lo que significan.

Dejé la universidad hace unos meses, mi novia me dejó hace más de 3 años, vivo solo, no tengo amigos, solo un perro que a duras penas mueve la cola al verme entrar a mi diminuto cuarto cuyo alquiler aún debo.

Voy camino al trabajo, no me siento cómodo en ese lugar pero qué puedo hacer, necesito el dinero. Mis “colegas” me insultan por ser el nuevo, me han perdido el respeto, he perdido mi dignidad, lo he perdido todo en esta vida de mierda, hasta la ilusión de conocer el amor.

Días atrás, mientras iba por un pasillo llevando los documentos de contabilidad a la oficina de mi jefe, no me percaté de la minúscula señalización que decía: “Warning, wet floor – Cuidado, piso mojado”, y resbalé. Como era de suponerse, todos rieron, mientras yo seguía en el piso quejándome silenciosamente el dolor que sentía. Y apareció ella, una mano amiga, una linda señorita de cabello lacio y largo, grandes ojos pardos, delgada, luciendo el sastre que perfectamente encajaba en su esbelta figura, “toma mi mano”, dijo con una tierna voz capaz de seducir a cualquiera. Nunca la vi a los ojos, nunca le pregunté su nombre, nunca le dije gracias, solo atiné a retirarme y a olvidar lo sucedido, olvidar todo, pero no a ella, pasaba por mi mente cada vez que respiraba, quería retroceder el tiempo, no me importaría resbalar de nuevo solo para escucharla ofreciéndome su ayuda, quería saber quién era esa pequeña heroína que después de mucho tiempo hizo resaltar una gran sonrisa en mi rostro y volverme a la vida.

En ese momento me di cuenta de que en este mundo hay mucho más que lamentos y angustias, existe la posibilidad de ser feliz y quizá, con suerte, amar y tal vez ser amado.

Al día siguiente pasé todo mi tiempo libre caminando por el pasillo, imaginaba el momento en que la volvería a ver y pudiese entablar una pequeña conversación, solo anhelaba escucharla, sentir su aliento, hacerla reír, quería que sepa que hay una persona interesada en ella, pero las horas pasaban y mi sueño poco a poco se iba desvaneciendo, no aparecía, no había ni un solo rastro de ella.

Mantuve mi rutina por varios días, hasta que por fin llegó, mi amor platónico por fin mostraba su figura ante mis ojos. No sabía qué hacer, solo pasaba por mi mente lo hermosa que era. ¿Cómo hablarle? ¿Qué decirle? Temblaba, mis manos empezaban a sudar. Por un momento pensé en irme, no quería arriesgarme a recibir un rechazo o una burla que terminaría por destruirme. Pero no lo hice, llene mi cuerpo y alma de valor, interrumpí su paso y le dije:

- Hola, mi nombre es Alejandro, solo te quería agradecer por lo del otro día.

- No tienes que agradecerme de nada, necesitabas ayuda y lo menos que podía hacer era brindártela. Por cierto mi nombre es…

- Erika, ¿cierto?

- (Ríe) Sí, es cierto. ¿Cómo lo sabes?

- Investigué un poco.

- (Vuelve a reír) ¿Quieres ir a tomar algo?

- Nunca te diría que no.

Suelo imaginar ese diálogo casi a diario, me gusta creer que algún día saldré con ella o que por lo menos podré hablarle. Mientras tanto, sigo pasando interminables horas en el pasillo solo para verla y así poder comenzar mi día con una pequeña sonrisa, aunque luego vuelvo a mi triste realidad y me doy cuenta que sigo siendo el mismo practicante, sin amigos, sin dinero, sin respeto, sin dignidad, que muere por una chica que no sabe de mi existencia.

EB

jueves, 22 de octubre de 2009

MONÓLOGO DE UNA NEUROSIS DEPRESIVA

Autor invitado: Iván Sotomayor
¿Curioso no?, cómo es que las cosas culminan donde tuvieron inicio, pero ahí me encuentro, parado exactamente en el lugar en el que hace ayer dimos el primer paso…, me equivoco, han pasado ya 2 años y 4 meses, 2 años y 2 desde que arriesgadamente coloque un anillo en tu anular izquierdo, en tu fiesta de cumpleaños…, me dijiste que si, aún no olvido la emoción de tu rostro y la explosión de alegría que culmino en lo que yo llamo el mejor beso de mi vida...., mi adorada Adrianna, ¿como es que llegamos a esto?, no deseo cerrarlo, yo no lo provoque, pero asumo que los círculos se cierran en el punto que les dio vida, sino no serían lo que son, indistintamente de quien provoque su inicio asumo que se debe cerrar, y me parece que solo me faltan unos minutos para llegar.

Me persigno, digo unas plegarias y emprendo la marcha hacia mi infortuito destino…3…2….1…, el cero tiene que aparecer, ya estoy aquí. Siento una veloz ráfaga de viento y doy un paso adelante, anonadado volteo la mirada y lo que observo me transporta a ver un pasado tan de cerca como mirarlo sentado desde una pantalla gigante de televisión, excepto por que sé que esa filmación sucedió hace mucho tiempo muy lejos de donde me encuentro ahora. Imágenes que transcurren con una confusiva velocidad me ilustran la misma escena que viví en la realidad hace pocos segundos, a diferencia de un detalle, quizá pequeño, pero que logra acelerara mis latidos con gran intensidad; allí esta ella, diciéndome con voz preocupada “¡cuidado!”, y dí el paso de la fortuna, de no haberla escuchado probablemente hubiese sucedido una tragedia, “gracias, me salvaste”…, mi heroína, aquella que te ayuda a escapar de los problemas pero su tentativa belleza te seduce, te atrapa y nunca te deja escapar de ella.

Vuelvo a la realidad y me doy cuenta que esta vez, la similar escena no cuenta con ese detalle, esta vez me encuentro solo, no está mi salvadora, los círculos se cierran donde inician su trazo ¿verdad?. Ella se encuentra a pocos minutos, la espero con ansiedad y miedo y a pesar de la espera quisiera que el cero no tuviese que llegar esta vez, pero como siempre, llega. Mi mirada la alcanza, mi corazón se exalta, ella camina hacia mí mientras su ensortijado cabello, dorado como un atardecer de verano, flota al ritmo de sus pasos bien coordinados con su hermosa silueta, cubierta por sobretodo negro en un intento de protegerse del crudo invierno que nos rodea. El frío parece haberle afectado, su saludo con un beso en mi mejilla me congeló la razón como si una tormenta azotara intentando apagar el calor de nuestra llama…, me vuelvo a equivocar, no hay llama encendida, no hay razón, y aunque el fénix renace de la cenizas, ésta no es una historia mitológica y su beso en mi mejilla es propicio a la situación en que nos encontramos, no existirán mas besos apasionados al encontrarnos, no mas abrazos que desfogan la angustia de la espera por vernos un día más, no mas aventuras sin final a la deriva perdido entre sus ojos, no mas.

Nos dirigimos a un parque, en el cual compartimos innumerables momentos, felices, tristes, excitantes, nostálgicos, momentos que enlazan una historia interrumpida por un falso coraje y una maliciosa excusa oculta tras llantos y pesares, excusa histriónica, pero aquella no me alejó de mi derecho a saber la verdad. La verdad es fría, impuntual, directa y sádica, pero buena a pesar. Si, la verdad me cayó del cielo y no de sus labios y el informe que me tenía fue desagradable y hasta repugnante. No hubo luto que guardar, no hubo tiempo que esperar, una semana bastó para que las alas que ella me había otorgado prometiéndome un renacer cual fénix, me las cortaran con un desgarrador puñal que terminó clavado en mi espalda al enterarme que ya existía “alguien mas”…, que idiota, los fénix no existen, siempre lo supe, todos lo saben, pero quise creer, sin embargo el simple hecho de querer creer no basta para cambiar la realidad.

“¿Por qué?...”, con un tono de desilusión y un ligero quiebre en mi voz que reflejaba la ruptura de mi corazón. Las respuestas fueron vagas, ni ella misma sabía la razón, tal vez el intento desesperado por olvidarse de todo, tal vez la malicia de hacerle daño a un ser que entregó su vida entera en devoción a una deidad inexistente, “sólo sucedió” fue la respondiente entregada. Me embargaba el dolor y el asco al imaginar sus besos siendo regalados a quien no había demostrado merecerlos, ¿tan fácil le fue conseguirla?, ¿tan fácil fue ella?, al mirar su sedosa piel no podía dejar de ver los repugnantes brazos de un aprovechador de oportunidades haciendo lo que mejor sabe, aprovecharse de aquella dama, tocándola, acariciándola, seduciéndola; rompí en llanto, ella sólo quería sus pertenencias, yo quería las mías, ¿cual era la diferencia entonces, aparte de su frialdad y mi necesidad?, la materialidad en contraste al sentimiento, yo quería que me devuelva lo que me merecía, me hice acreedor de su amor mediante acciones de mártir, arreglé cual mecánico la relación con su entorno, la salvé de una vida fugaz orientada al escape y la banalidad, le enseñé el concepto del amor y el apoyo, al parecer nada de eso importaba y quizá nunca importó, ya que nunca fuí un diccionario para poder hacerle comprender lo que significa valorar.

Un pastor de Dios me dijo alguna vez “se perdona el error no la constancia, los errores se cometen una sola vez”, sabias palabras que mi amor por ella logro que se perdieran en mi memoria y no las pudiese evocar hasta este momento, momento en el que caí en cuenta que a pesar de haberle perdonado la continuidad de un error generado por la exposición a un ambiente cargado de traición y conflicto, nadie se iba a compadecer de mi sufrimiento y caería en los brazos de la nada, directo al suelo, justo donde me encontraba entonces, empapado en lagrimas y desesperación, sucumbiendo a su constante y descorazonada insistencia de devolverle su pertenencias o de lo contrario me atormentaría constantemente con su presencia, sabía que su presencia me hería por venir acompañada de la imagen de un indeseable ser a su lado, ¿se atrevería acaso a hacer eso?, ¿hasta que punto podía llegar a torturarme ese semblante angelical?, no lo haría, al parecer se regocija en mi dolor, no hay pena, no existe el remordimiento en sus palabras, “mátame, quiero morir” solté en mi mas pura y amarga faceta de dolor y masoquismo, pués una parte de mi aún quería quedarse en ese sitio ya que sabía que al retirarse nunca mas volvería a ver a aquella mujer que entre gotas de felicidad, en el segundo compartir de su festividad juntos, me hizo saber que me consideraba parte de su familia, ahora comprendo como la influencia de esa amarga infancia vivida con sus relativos le ha hecho valorar a sus seres queridos, pero aún así no quería perderla para siempre…, para siempre…, ¿dónde quedó esa palabra?, ¿acaso no había sido pronunciada antes?, claro, aquel anillo perteneciente a su anular izquierdo…, no está, ya no significa nada, ¿alguna vez significó algo?, ¿no está hecho el para siempre para reflejar un sin final?, no para ella aparentemente, no, no, no…, no quiero aceptarlo, me niego rotundamente, me levanto de mi asiento y seco mis llantos ahora impregnados en mi rostro, ni una palabra de consuelo de su parte, la frialdad le ha llenado el alma y no creo que la estación tenga algo que ver en esto.

Me propongo la retirada y la emprendo, enfurecido por el momento de conciencia, la ira hizo su pequeña aparición en esta historia y mi pisoteado orgullo de hombre quiso cobrar vida por un segundo…, no voltees por favor, sigue adelante…, no pude, no poseo orgullo, es un don que no me fue concedido lamentablemente, volví la mirada y pronuncie su nombre una vez mas “¡Adrianna!”, ella vino hacia mí y al verla caminar creí distinguir sus ojos al borde del quiebre en una tristeza momentánea, sin embargo conforme su silueta fue acercándose más a mi posición, esta imagen fue desapareciendo e hipotetizé que en mi confusión y necesidad de sentirla conmigo, mi mente deliró al verla cercana a mi sentimiento de pesar…, eso no iba a suceder, yo era el triste, ella era feliz, yo me encontraba solo, ella acompañada, ¿dónde está el maldito kharma?, ¿es esto lo que uno recibe por dar lo mejor de sí?...hace que uno se cuestione sobre su valor ¿no?, el hecho que uno ponga todo su corazón, entregarse completamente a una persona y que te desprecien de esa manera, es en ese punto en que llega la pregunta ¿cuánto valgo en realidad?...y lo peor de todo es que la respuesta parece estar evidente en la situación.

La tortura que parecía no tener cuando acabar, y que de cierta forma deseaba que no acabe, estaba llegando a su fin, no habría más excusas para no tener que pronunciar esas palabras que reflejan un verdadero para siempre, el único que yo tendría con ella, el adiós. Mi resistencia a las caídas de la vida estaba agotándose y me sentía desvanecer, el desgarrador dolor en mi pecho drenaba mis fuerzas y me volvía débil, indefenso y decaído. Ante la inevitable despedida, mi ingeniosa y dependiente de su amor-mente configuro una patraña mas para no resignarme a perderla; terquedad, estupidez y esperanza, logré juntar todas en un último esfuerzo para decirle que cuente conmigo si me necesitaba…”gracias”, fue todo lo que dijo, todo lo que su orgullo le permitió decir, pues ella si lo poseía y sería incoherente si pronunciara algo mas luego del trato que me había propinado. Golpeado, absorto y a medio morir volví a hacia mi ruta de retirada y ella siguió por la suya, caminos totalmente opuestos, sin aparente cruce alguno…, voy dando pasos mientras mi alma se arrastra, y mi ser, queda moribundo en ese lugar, al cual nunca regresare, al cual nunca pertenecí, en el cual el círculo que abrimos hace dos años, se cerró de la manera mas dura, en contra de su voluntad, un círculo que no deseaba ser cerrado, pero, si no se cierran, no serían lo que son, ¿verdad?

sábado, 17 de octubre de 2009

Lo mejor para mi ex

Es la chica más linda que he conocido. La más pura y sincera entre miles de estrellas. Se enamoró de mí después del primer beso. Yo me enamoré de ella desde que la vi. Me sonrió sin conocerme, y confió en mí sin comprenderme. Nos juramos amor, pero mi maldita confusión, terminó por tirar todo al vacío.

María Claudia…Mi María Claudia. Su cabellera negra doncella, de aroma a menta (siempre me pregunté la marca de su shampoo). Sonrisa perfecta, dientes blanquitos, encasillados a la medida. Labios provocativos, delgados, de sabor cereza (debido a su adicción a la goma de mascar). Blanca nieves en invierno, café con leche en verano. Su mirada, un milagro, el más puro semblante en ojos negros. Sexy, algunas noches, (en vestido, y sin él). Angelical, todo el tiempo. Seré honesto, no tiene un cuerpo perfecto, es rellenita, piernona y potoncita (toda una osita panda).

Hasta ahora no puedo creer que ya no estemos juntos, han pasado ya dos meses, y sigo en shock. Sé que fue mi culpa. Había terminado recién mi relación con Diana, después de tres años, cuando conocí a María Claudia. Fui un estúpido, lo sé. No logré olvidar del todo a Diana, y una noche, pasado de copas, me la encontré, y la besé. Fui honesto con la chica que me robó el corazón en tan solo un segundo (María Claudia). La que me enseñó que el amor existe, por más de que a veces, todo indique que no. Era de esperarse la reacción que tomó, tan solo llevábamos seis meses. Me mandó a volar, mientras lloraba a mares.

Intenté recuperarla, pero firme en su decisión, no me aceptó de vuelta. Sesenta y un días sin tenerla, por un estúpido desliz. No hay cosa más tonta, que el popular “Remenber” (Tener algo con una ex esporádicamente). Por otro lado, hace unos días me enteré de lo siguiente: “Jean Pierre, mi mejor amigo, ha estado enamorado de María Claudia desde que era un niño”. Él fue el que me la presentó, pero nunca me confesó su secreto, su primo fue el que lo hizo. Jean Pierre es la mejor persona que conozco, el chico de veinte años más maduro que existe en el mundo, según mi modesta opinión. Él es el mejor candidato para María Claudia, pero lastimosamente, no tiene el valor para declararle su amor. Se hizo a un lado cuando se dio cuenta que estaba enamorada de mí, me cedió el pase, confiando en que la podría hacer feliz. Aún sigo amando a María Claudia, aún sigue siendo Jean Pierre mi mejor amigo. Quizá sea descabellada mi idea, pero pienso unirlos, tan solo quiero lo mejor para mi ex.

Es difícil admitir que ya no será para mí. Puedo asegurar que me ha perdonado, pero igual, le he fallado, ese el punto.

No importa lo que tenga que hacer, me convertiré en una especia de Cupido de turno, para ayudar a mi buen amigo a conquistar a la mujer de sus sueños. Es ridículo creer que la vida es como un cuento de hadas, lo errores se pagan, y con creses. Uno debe asumir esto con la cabeza en alto ¿Cuántos en este mundo estarían dispuestos a ayudar a su ex a ser feliz? Yo sí. Muchos me dirían: “Lo que pasa es que nunca la amaste”. Corrección, la amo.

Conversación con una amiga respecto al tema:

Teresa: ¿Y si la amas por qué no luchas por ella?

Yo: Muy simple, porque aún no puedo sacar de mi cabeza a Diana, necesito estar un tiempo solo.

Teresa: Eres un huevón.

Yo: Sí

Teresa: La verdad que no te entiendo…

Yo: Si te pones analizar un poco. Lo que te estoy diciendo, es sensato y maduro, de cierta manera.

Teresa: En fin…Más bien, si yo te dijera que ella ha preguntado por ti, qué te gustaría que le diga.

Yo: Si pregunta por mí, dile que estoy bien, y que sueño con ella.

Teresa: ¿En verdad?

Yo: No. Ya no viene al caso. Como ya he dicho, tan solo quiero lo mejor para ella, y aunque es duro admitírmelo, ya que tengo buena autoestima, no soy el indicado en su corazón, pero sé muy bien quién sí lo es.

Teresa: ¿Quién?

Yo: Jean Pierre… Mira, sé que eres una de las mejores amigas de María Claudia, la única que no me sentenció a la ley del hielo. Me gustaría contar con tu ayuda para juntarlos.

Teresa: ¿Te has vuelto loco?

Yo: Desde que tiene cinco años, Jean Pierre ha soñado con el amor de María Claudia. Ha callado para preservar la amistad, pero eso se acabó… Hagamos algo, dime el nombre del chico más lindo que conozcas, y el del más idiota.

Teresa: Jean Pierre es el chico más lindo que conozco, y tú el más idiota.

Yo: (sonreí al escuchar la respuesta, ya que me la esperaba)

Teresa: Eres mucho mejor persona de la que crees, en fin, está bien, cuenta con mi ayuda.

Espero que todo salga bien. He comenzado a ejecutar mi plan. Ya tengo el apoyo de Teresa, un buen comienzo diría yo.

¿Estarías dispuesto a ayudar a tu ex a ser feliz en una situación parecida? Comenta, quizá tengamos algo en común.
Jhonnattan Arriola

lunes, 12 de octubre de 2009

Excitado en el centro de París

No hay una época específica para visitar nuestro histórico Centro de Lima, pero sí hay más de un motivo para hacerlo. Locales oscuros te dan la bienvenida jurándote que pasarás horas de sucio y magnífico entretenimiento. Bienvenidos a esta nueva atmósfera del cine pornográfico Le París, donde lo prohibido es bien acogido.

Ha culminado la segunda sesión del seminario al que Alonso Barreta (periodista) está asistiendo junto a sus colegas. Aprovechando que dicha ceremonia se celebra en el concurrido Centro de Lima, decidió llevar a cabo su fascinante y a la vez temeroso proyecto: visitar un cine porno.

Se dirige hacia el cruce de las avenidas Tacna y Nicolás de Piérola, el cual es llamado por los residentes del lugar como “el cruce del placer”. Su atuendo es totalmente innecesario, lleva puesto el terno que utilizó en la fiesta de promoción de su colegio en el 2007, una camisa rosada y sus zapatos brillosos talla 42. Probablemente en los años 50 su vestimenta hubiese sido la apropiada, cuando Le París era uno de los mejores cines de la ciudad y las personas se veían obligadas a asistir en trajes de gala.

Según su letrero, el cine abre a las 11:30 a.m. Coincidentemente, Alonso y compañía llegaron a la hora exacta. Tuvieron que pasar más de 15 minutos para que todos se pusieran de acuerdo y decidieran dar el primer paso dentro del local.

Alrededor del “lobby” había varios posters coloridos anunciando las 4 películas de estreno que estaban a punto de ver. Se acercaron a la boletería donde la persona encargada de cobrar el módico precio de 4 soles se encontraba ojeando unas cuantas revistas donde las prendas femeninas sobraban. Era gordo, calvo, bigotón y mantenía en su rostro una sonrisa capaz de ahuyentar a cualquiera. “Pasen, sean ustedes bienvenidos, mi antro es su antro”, decía eufóricamente. Mientras ellos solo atinaban a agradecer la cortesía asintiendo con la cabeza.

Uno por uno iba pasando por boletería y recogía su boleto, sin embargo nadie se atrevía abrir la puerta que daría inicio a tan osada aventura. Las cuatro señoritas que acompañaban al grupo se sintieron intimidadas antes del ingreso debido a que sus moldeadas figuras recibían constantes miradas de deseo.

Alonso fue el valiente que abrió la puerta, ya que según él, era un conocedor, el que ya lo había visto todo. Mentira. Su cuerpo temblaba, su frente brotaba unas cuantas gotas de sudor y sus dedos no reaccionaban en su intento de encender un cigarrillo para calmarse. ¿Pero cuál era el temor? Total, todos alguna vez en su adolescencia habían visto una película pornográfica, sin embargo no todos lo habían hecho en grupo, y menos con personas que nunca habían visto en su vida.

La sala de cine era totalmente oscura, les costaba mucho acostumbrarse a tan sombrío lugar. A duras penas se podía observar unas luces rojas envueltas en tubos transparentes que hacían reconocer los escalones. Subieron al segundo nivel para poder tener una vista panorámica de todos los hechos que pudiesen suceder en el lugar.

La película ya había comenzado. Todo el grupo se sentó en las últimas butacas, intentaron ponerse cómodos y en un instante ya estaban dispuestos a disfrutar del film.

Pasaban los minutos y Alonso se impacientaba, él buscaba acción y no veía nada más que la pantalla reflejando a un hombre revolcándose junto a dos mujeres que no paraban de gemir. Decide pararse y cambiar de lugar, puesto que se encontraba un tanto alejado de los demás espectadores. Su nueva ubicación, al centro de la sala, lo exponía a estar más cerca de quienes son considerados por la sociedad, enfermos mentales.

El sonido de los asientos moviéndose era casi por todo el lugar, se escuchaban las correas siendo despojadas de los pantalones, bolsas y papeles rompiéndose para luego retirar el pegajoso líquido que, la gran mayoría de hombres sentados, sin ninguna preocupación obtenían.

Vio una sombra que poco a poco se le iba acercando, no distinguía bien quien era, confiado alzó su mano pensando que podría tratarse de uno de sus colegas, sin embargo, segundos más tarde se percató de la presencia de un tipo, quien no conocía, sentado a escasos metros suyos. “¿Le vas?” Le preguntó el sujeto. Demoró varios segundos para comprender la pregunta que le acaban de hacer. “¡Habla pe! ¿Le vas o no?” Vuelve a insistir frotándose el miembro salido del calzoncillo. Alonso totalmente intimidado se pone de pie y atina a responderle lo menos esperado: “Ya, en un toque tío”. Y se alejó.

Asustado por el hecho penoso que le tocó experimentar, decide retirarse del local. Al salir, el mismo gordo de la boletería le pregunta “¿Ya se va joven?” “Sí, sí, creo que ya vi suficiente”, responde Alonso. “No lo creo, debería probar viniendo el fin de semana” agrega el sujeto.

Y así fue. El sábado por la tarde, Alonso estaba nuevamente en la puerta de ingreso del Le París. Estaba decidido a soportar cualquier sucia insinuación que se le presentara, no quería echar a perder nuevamente su proyecto.

Según la versión del “jalador” del local, quien es el encargado de estar en la calle intentando persuadir a la gente para que ingrese, el cine recibe un aproximado de 100 visitas al día. Si hacemos un rápido cálculo matemático, el dueño cobrando 4 soles la entrada, ganaría 400 soles al día, lo que vendría a ser 12 mil soles al mes. Casi el sueldo de un congresista. Obviamente tendríamos que descontar los gastos de mantenimiento y demás, pero sigue siendo una buena propuesta de negocio.

Pero, al parecer, dicho personaje fue muy modesto al dar su opinión, puesto que ese fin de semana el local estaba en un lleno total, como si se tratara del estreno de la película Harry Potter y el Misterio del Príncipe, la cual consiguió el record de taquilla en su primer día.

El periodista, ahora sí estaba vestido para la ocasión, portaba una casaca impermeable, un jean rasgado en las rodillas y unas zapatillas de lona sucias. Luego de unos 5 minutos de hacer fila se acercó a la boletería y para su mala suerte el tipo lo reconoció. “¡Ajá! De nuevo a las andadas.” Dijo el hombre. “Pues sí, decidí tomar su consejo y aquí estoy”, respondió Alonso. “Entonces lo haremos formar parte de nuestros clientes V.I.P.” añade el sujeto y suelta una carcajada.

Ya adentro, la iluminación no lo ayudaba y tuvo que esperar un buen rato parado hasta que pudiese encontrar un asiento vacío, o sin mucha gente alrededor. Misión casi imposible.

Finalmente lo consiguió, se ubicó en los asientos de las filas laterales, donde solo se pueden sentar cuatro personas. Junto a él estaba una pareja que cariñosamente y sin pudor se besaban y acariciaban las diferentes partes de sus cuerpos.

Comenzó a divisar el panorama y sorprendentemente pudo reconocer varias siluetas de mujeres por todo el lugar. Algunas vestían jeans apretados y polos cortos, mientras que otras usaban mini-faldas y blusas con gran escote. Cualquier persona inocente habría pensado que solo estarían ahí por curiosidad, sin embargo es imposible que a ese local acudan personas con dicha mentalidad, indiscutiblemente se trataba de mujeres dispuestas a ofrecer su amable compañía por los algunas monedas o billetes.

Velozmente vio la forma de cambiar de asiento y estar lo más próximo a dichas féminas, intentando no mostrar sus ganas de hablar con ellas. Encendió un cigarro y permaneció sentado viendo la película que para su mala fortuna era la misma que vio en su visita anterior.

La gente seguía llegando y nuevas señoritas hacían su ingreso. Finalmente una de ellas descansa sus largas piernas a dos asientos de distancia de Alonso. Él la miraba discretamente, intentado adivinar cuales serían los siguientes movimientos que haría ella. En un momento, ambos cruzaron miradas y la coqueta señorita no dudo en acercarse. Sentados uno al lado del otro, sin decir una sola palabra, sigilosamente la mano izquierda de la chica iba acercándose hacia las piernas del humilde periodista, quien ya se estaba olvidando de cuál era el verdadero motivo de su presencia en ese lugar. Hasta que en un momento existió el contacto y él no supo como reaccionar. Una chica totalmente desconocida estaba tocando su pierna derecha y acercándose al oído le dijo: “¿Te puedo ofrecer algo?”. Quizás fue la pregunta que tanto quería escuchar Alonso, para así obtener una historia que contar, pero en ese momento ninguna parte de su cerebro estaba enfocada en su proyecto.

“¿Cómo te llamas?” Pregunto él. “Shirley, ¿te animas ir atrás un ratito?” dijo ella mientras seguía acariciando la pierna de Alonso. Pero a pesar de que se había prometido correr el riesgo ante todas las propuestas indecentes que recibiría, no aceptó la invitación. Sin embargo, ella siendo más astuta, lo provocó acariciando de una forma maravillosa su órgano viril.

En cuestión de segundos, ambos se encontraban en uno de los rincones del local. Shirley, mientras lo acariciaba, ponía en práctica todos sus conocimientos adquiridos para seducirlo y conseguir algo de dinero. “Si me das 8 soles te la chupo”, dijo ella, “pero si quieres algo más dame 20”, añadió.

Alonso estaba fascinado por el placer gratuito que acababa de conseguir, pero sabía muy bien que no pagaría por obtener algo más. “Ya un rato, necesito ir al baño”, dijo él. No se le hizo difícil escapar de sus garras, además necesitaba controlar sus instintos asesinos para poder seguir con la investigación.

Bajaba lentamente los escalones, evidentemente aún seguía atónito por lo sucedido, continuaba su camino y en un abrir y cerrar de ojos fue acorralado contra la pared por otra mujer que también buscaba conseguir algo de dinero. “Qué dices papi, ¿lo hacemos?” No paraba de decir esa frase con voz excitante mientras frotaba su vientre con el de Alonso. En ese momento se escuchó que alguien gritaba: “oye no seas pendeja, ese es mío”. Shirley bajó apresurada para reclamar sus “derechos” por haber estado con él primero. Sin pensarlo, aprovechó la situación para escaparse de las dos prostitutas.

Salió del local maravillado por lo que acababa de suceder, nunca antes nadie se había peleado por acostarse con él, aunque en este caso se halla tratado de meretrices. Y para variar, nuevamente el gordo de la boletería se dirigió hacia él: “Y ¿qué tal? Sales con una cara de haber…” “No lo diga”, interrumpió Alonso, “pero gracias por su sabio consejo, la pasé genial”. “Cuando quieras sobrino, cuando quieras”, añadió el hombre.

Hoy Alonso no dormirá tranquilo, recordará todo lo vivido y, sin duda alguna, tendrá que jugar y hacer de las suyas para liberarse de tantas ganas acumuladas de tener sexo con una de esas mujeres o, en el mejor de los casos, con ambas.

EB

domingo, 4 de octubre de 2009

Puto por una noche

Sabe muy bien que no es un juego, que no le espera una noche fácil. Un mundo desconocido en el parque Kennedy, del cual, él intentará ser parte. No piensa ir a bailar al Downtown(discoteca abierta a toda clase de opción sexual), ni mucho menos tomarse un café en Starbucks. Será puto por una noche.
Jhonnattan Arriola

Miraflores, uno de los mejores distritos de Lima, que le da cobijo al gran parque Kennedy. Qué mejor que pasar una linda noche sabatina allí. Si se busca en Google una reseña del parque, se encontrará lo siguiente: “El parque central de Miraflores. Un espacio donde relajarse rodeado de arboles y flores. Un lugar de encuentro para una pequeña caminata y algo delicioso de comer. Dentro del parque encontrarás algunos puestos de comida tradicional al paso. Prueba el sanguche de pavo a la plancha Butifarra junto con un chocolate caliente, y disfruta de un show al aire libre en la plaza circular. O visita alguno de los restaurantes junto al parque para una cena romántica bajo las estrellas”. Precisa descripción del lugar, ¿verdad? Tan solo se les olvidó un detalle. Al caer la noche, el ambiente del parque Kennedy, cambia, por decirlo así. El oficio más antiguo del mundo, encuentra cabida en este lugar. Los populares chicos de rojo, solitarios ellos, se sientan en las banquitas, esperando a su cliente nocturno, sea hombre, o mujer.

Después de haber leído un reportaje sobre la prostitución masculina en Miraflores, publicado el 24 de agosto del 2009, en Perú21. El improvisado Periodista, Roberto Fernández, decidió hacerse pasar por flete (Varón que se dedica a la prostitución). Valiente o no. Loco, o peor, esta noche saldrá a negociar su cuerpo.

Se laceó el cabello para verse más llamativo. Siguió las recomendaciones dadas por Ximena (Vendedora de chicles, cigarrillos, y caramelos, de la zona). –Vístete con polo rojo, un yin apretado, siéntate solo en cualquier banquita, cruzado de piernas, fumando un cigarrillo, y comenzarás a recibir las propuestas. Yo sé lo que te digo.

Un frío infernal atacaba la noche del sábado doce de setiembre del 2009. Roberto, no dejaba de maldecir la lluvia, que tarde o temprano, acabarían con su laceado. –Debí traer una casaca más gruesa, pensaba él. Ya llevaba media hora sentado en una de las banquitas situadas en el centro del parque, y nada fuera de lo normal ocurría. Eran las diez de la noche.

Una hora de aburrimiento total. Lo único que lo animaba, es que al parecer, era creíble su personaje. La gente lo señalaba, y a sus espaldas susurraban:”Ese chico de allí es puto y maricón”. Hay que tener mucha correa para ejercer este oficio, y bastante paciencia.

De pronto a las once y media, la acción comenzó. Un hombre de aproximadamente veinte cuatro años, se acercó a Roberto, que estaba fumando su cigarrillo número ocho. –Me puedo sentar, preguntó el tipo. –Por supuesto papi, dijo Roberto, arriesgándose a que aquél sujeto, no fuese un cliente, y tan solo estuviese buscando un lugar para reposar. -Debo entrar en personaje. Si no sueno creíble, lo perderé todo, dijo Roberto para sí mismo. Ambos se quedaron callados por unos segundos, y antes de que el intrépido periodista tomará la iniciativa, el misterioso sujeto, de un metro setenta, piel canela, mirada desorbitada, y peinado a lo Daddy Yankee, preguntó:” ¿Eres nuevo verdad?”. –A qué te refieres, expresó Roberto, sacado de onda. –No seas pavo chibolo. Te pregunto si eres nuevo en este oficio, si es tu primera noche de prostituto. Miró al tipo de pies a cabeza. Una apariencia intimidante, acompañada de una elegante vestimenta negra. Una camisa bien planchada, y un pantalón al cuete (pegadísimo). No sabía qué responder, así que optó por hacerse el interesante. –Nada chulo, yo ya voy bastante tiempo trabajando aquí. –Tu inseguridad no indica eso mi estimado, te falta cancha. Aún sigues viniendo con tu polo rojito, eso ya pasó de moda. Roberto se sintió descubierto, y no tuvo otra que confesar cierta parte de la verdad, combinada con una ingeniosa mentira. –Está bien, seré sincero. Esta noche es mi primera vez en el negocio, y no tengo ni idea de qué hacer. Un amigo me pasó el dato, y bueno, estoy experimentando. Me urge el dinero sabes… Mi madre está enferma, y necesito continuar con mis estudios. El tipo lo escuchó con detenimiento. –Me puedes llamar Gino…No te preocupes, te daré una capacitación gratuita.

“El Haití es el point (lo mismo decía en el reportaje que leyó Roberto). Debes sentarte en una de las mesa del local, las que están al aire libre, y ahí esperar que te caiga un cliente. Sentado aquí solito, no ibas a conseguir nada. Pídete una cerveza, qué se yo. Feo no eres, así que tarde o temprano alguien recurrirá a ti por sexo. Y bueno, y si quieres persistir con el polo rojito de toda la vida, puedes darte una vuelta alrededor del parque, u optar por ir a pasear a la calle de las pizzas. O si quieres ya algo seguro, y netamente homosexual, vete al Downtown, y promociónate, ya es decisión tuya.”

Sabios consejos los de Gino, un cátedra en amores con paga de una noche. – Y tú, ¿qué camino sigues?, le preguntó Roberto. –Yo ya estoy en otras ligas mi hermano. Yo tengo a mi “Zorrita” fija. –Ah, ya tienes a una clienta. –No, un cliente, pero le gusta que le diga así, “Zorrita”. Es un buen gay, tiene treinta y ocho años, y es arquitecto. Yo soy el activo en nuestro contrato. Todos los sábados me recoge a esta hora, nos vamos a pasear un rato, y de ahí, tenemos nuestra noche de placer…Bueno, para él. – ¿Y cuánto me recomendarías que cobre? –Mira te seré sincero. Este negocio es peligroso, nunca sabes con que enfermo te puedes topar. Primero que nada consíguete a alguien que te espere afuera del hotel, casa, hostal, donde tengas sexo con tu cliente, para que sea de cierta forma como tu seguridad. Y bueno, respecto al dinero, empieza cobrando cuarenta dólares si es que te quieren penetrar. Y bueno, si es al revés, puedes moldear la tarifa según tu criterio.

Roberto escuchaba con atención a su mentor. Intentó grabarlo, pero su falta de experiencia en el oficio, no le permitió hacer la hábil maniobra.

Sonó el celular de Gino. –Ya me está llamando mi “Zorrita”. Debo irme, te deseo mucha suerte. –Antes de que te vayas me gustaría hacerte una última pregunta, dijo Roberto. –Te escucho. – ¿Cómo te diste cuenta que era prostituto? –La experiencia mi hermano, la experiencia en el oficio…En fin, me voy rápido, no puedo hacer esperar a mi cliente. Me está esperando en el McDonald’s, me va a invitar un helado, soy un chico antojado. Gino partió. Roberto quedó solo nuevamente, pensando en su siguiente movimiento.

Quince minutos se demoró en decidir qué hacer. El restaurante Haití, sería su siguiente parada. Oscar R. Benavides 160, es la dirección exacta del local. Se sentó en la mesa central de la zona exterior, pensó seriamente en pedir o no un Banana Split, pero se decidió por una cerveza bien helada. (Cusqueña). Sacó su segunda cajetilla de cigarrillos (Lucky Strike de 10 unidades), y comenzó a fumar. El logo del restaurante no trasmitía nada fuera de lo normal. El nombre escrito en letras negras, en un fondo amarillo. El lugar estaba lleno, pero afuera, debido al frío, Roberto era uno de los pocos consumidores. Los mozos vestían un peculiar saco de color verde Nilo (verde oscuro). Una corbata amarilla verdosa, y una camisa, verde limón. Por dentro y por fuera, el lugar es elegante. Uno puede ver a los cocineros, hacer los sándwiches, y cerciorarse de la calidad y limpieza. Lo único malo es el baño, desentona con el lugar. No es que esté cochino, pero es chiquito, y no es muy sofisticado que digamos, pero en fin, eso no es lo importante.

Al momento de que el mozo le trajo la cerveza a Roberto, lo miró con peculiaridad, y preguntó:” ¿Por qué tan solo?”. –Así es la vida, respondió Roberto. – A ya, ya entiendo, vienes a chambear. El periodista quedó sorprendido, los trabajadores del local ya se sabían todas las jugadas.

Las cervezas iban y venían. En una hora, Roberto ya se había tomado cuatro botellas personales. La una de la mañana, y no había ni la mínima señal de un cliente. Ya estaba cansado, quería ir a dormir, cada segundo que pasaba desmotivaba más al simpático puto, por primera vez. El Haití cada vez se iba desocupando. En las mesas de afuera, solo habían dos personas, Roberto, y un señor de edad, sentado al frente de él, bebiendo un trago extraño. El señor, se paró de repente, se acercó a Roberto, y le preguntó lo mismo que Gino en un inicio.

Roberto dejó que se sentara, le dio el visto bueno con un gesto afirmativo. –Te puedo invitar un trago, le propuso el señor. Extraña proposición, se preguntó Roberto, pero le siguió el amen. Un “Cuba libre” para ambos (Ron con Coca Cola). –Me llamo Jaime, dijo el hombre. Roberto lo miró con algo de temor mezclado con entusiasmo. Había llegado el momento. Jaime sería el primer cliente de Roberto, al cual, con inteligencia y sutileza podría entrevistar.

Hablaron de la noche, del clima, de futbol, hasta de comida, mientras bebían los primeros sorbos de sus tragos. Roberto ya estaba sintiendo los efectos del alcohol, así que dejó de beber, debía mantenerse lúcido. Se percató que Jaime estaba algo mareado, esto podría ser una ventaja, si llevaba la conversación con astucia.

-Cuanto cobras la noche. Jaime soltó la pregunta, adornó el ambiente, y clavó el puñal. Un nudo en la garganta de Roberto, que usó de sobrenombre, Boni. Suspiró, tomó aire, se concentró al máximo, y dijo:”Eso de pende de que cosa quieres que haga”, precisó el periodista encubierto. –Un servicio completo. Detesto la frialdad de este asunto, así que cada vez que pago por sexo, me gusta que se queden conmigo toda la noche. –Interesante, dijo en voz baja, casi para sí mismo. – ¿Y desde cuando elegiste esta opción sexual?, preguntó Roberto, esquivando la pregunta del precio. Jaime tenía todo el perfil de un cincuentón solitario. Alto, de aproximadamente un metro ochenta. Su cabello ha sido víctima del desgaste de los años, tiene poco pelo, lleno de canas el pobre. Una sonrisa contagiosa, y unos ojos verdes de cachorro abandonado, hacen juego con sus arrugas de Bulldog. –Tengo cincuenta y dos años, desde los treinta y siete mantengo relaciones con hombres. Jaime estaba confiando en Roberto, le convenía al muchacho que las cosas continúen de ese modo.

-Nos tomamos unas cervezas, propuso entusiasmado el joven. Jaime aceptó la propuesta. Roberto lo estaba arriesgando todo. Si se dejaba atrapar por los efectos de estas bebidas, quién sabe qué podría pasar. Quizá Jaime podría aprovecharse de él a sus anchas.

Una y media de la mañana. Salieron del Haití, y comenzaron a caminar. –Me gustaría escuchar su historia, dijo Roberto, empleando un tono interesado. Una mirada de asombro, soltó Jaime. Al parecer, muy pocos emplean su tiempo en sostener una plática con él. Se sentaron en una banquita(a media cuadra al frente del local donde estaban hace unos minutos), y continuaron con la plática. –Siga contándome, ¿cómo fue que descubrió que era gay? –Resultaste ser un puto curioso, expresó Jaime entre bromas. Ambos rieron. Jaime soltó un largo suspiro, y confesó su secreto.

“Me casé a los veinticuatro. A los treinta y siete, me divorcié. Nunca tuve hijos, felizmente. Después de haberme repuesto a la depresión que me causó el divorcio, fui a una fiesta en la casa de un amigo. Esa noche conocí a dos Lesbianas. Me interesó una en particular, pero sabía que la tenía difícil. Las chicas eran pareja, y la activa, la que hacía el papel de hombre en la relación, hervía de celos cada segundo que yo compartía con su enamorada. La cosa es que al final, me hice amigo de las dos. Nos metimos coka, y sin pensar, terminamos teniendo relaciones. El trío soñado. Hasta el momento, me sentía el hombre más heterosexual del mundo. Salíamos siempre los tres, y teníamos sexo al terminar la noche. Poco a poco, me comencé a meter más y más en ese mundo lujurioso. Hicimos una orgía. Dos hombres. Dos mujeres. Al final, me terminé tirando a los tres. En ese momento me di cuenta que tener sexo con un hombre tenía su gracia, y bueno, aquí me tienes".

-¿Siempre has venido al parque Kennedy a buscar una noche de placer?, preguntó Roberto, una vez finalizado el relato. –Primero iba a Studio 5 Club. (El mejor video club bar de ambiente de Lima, según Pedrito Salaz, amigo gay de Roberto). Puedes disfrutar allí del famoso cuarto oscuro. Tienes sexo en una habitación con carencia de luz, con una persona que no llegas a reconocer, es muy interesante y excitante. El local queda en la avenida Arenales 679. Te lo recomiendo. Pero como te mencioné en un principio, nunca me gustó la frialdad de este tipo de relaciones. Así que prefiero pagar, con la condición de que sea por toda la noche.

Eran las tres de la mañana. Roberto debía regresar a casa, se sentía muy cansado, y estaba algo mareado. –Eres activo o pasivo, pregunto de golpe. Activo, respondió Jaime. Roberto aprovechó su respuesta para crear una escusa que les impida llegar a mayores. –Uy Jaime, chocamos, yo también soy activo, solo le voy a esa opción. Roberto pensó que Jaime se enfadaría, pero no fue así. –No te preocupes Boni. Me he entretenido mucho charlando contigo...Más bien, ¿cuento te debo? Nada mi amigo, yo también la pasé bien conversando con usted, dijo Roberto, con una sonrisa sincera. Se despidieron, y cada uno siguió su destino.

Ya en el taxi, Roberto se puso a pensar en su experiencia. Había pasado la noche de puto. Si bien es cierto, desde un inicio sabía que no iba a obtener nada más que una peculiar conversación, ya que no aceptaría ningún trato. A menos que una sexy cuarentona como Gisela Valcárcel, hubiese querido contratarlo.