Autor invitado: Iván Sotomayor
¿Curioso no?, cómo es que las cosas culminan donde tuvieron inicio, pero ahí me encuentro, parado exactamente en el lugar en el que hace ayer dimos el primer paso…, me equivoco, han pasado ya 2 años y 4 meses, 2 años y 2 desde que arriesgadamente coloque un anillo en tu anular izquierdo, en tu fiesta de cumpleaños…, me dijiste que si, aún no olvido la emoción de tu rostro y la explosión de alegría que culmino en lo que yo llamo el mejor beso de mi vida...., mi adorada Adrianna, ¿como es que llegamos a esto?, no deseo cerrarlo, yo no lo provoque, pero asumo que los círculos se cierran en el punto que les dio vida, sino no serían lo que son, indistintamente de quien provoque su inicio asumo que se debe cerrar, y me parece que solo me faltan unos minutos para llegar.
Me persigno, digo unas plegarias y emprendo la marcha hacia mi infortuito destino…3…2….1…, el cero tiene que aparecer, ya estoy aquí. Siento una veloz ráfaga de viento y doy un paso adelante, anonadado volteo la mirada y lo que observo me transporta a ver un pasado tan de cerca como mirarlo sentado desde una pantalla gigante de televisión, excepto por que sé que esa filmación sucedió hace mucho tiempo muy lejos de donde me encuentro ahora. Imágenes que transcurren con una confusiva velocidad me ilustran la misma escena que viví en la realidad hace pocos segundos, a diferencia de un detalle, quizá pequeño, pero que logra acelerara mis latidos con gran intensidad; allí esta ella, diciéndome con voz preocupada “¡cuidado!”, y dí el paso de la fortuna, de no haberla escuchado probablemente hubiese sucedido una tragedia, “gracias, me salvaste”…, mi heroína, aquella que te ayuda a escapar de los problemas pero su tentativa belleza te seduce, te atrapa y nunca te deja escapar de ella.
Vuelvo a la realidad y me doy cuenta que esta vez, la similar escena no cuenta con ese detalle, esta vez me encuentro solo, no está mi salvadora, los círculos se cierran donde inician su trazo ¿verdad?. Ella se encuentra a pocos minutos, la espero con ansiedad y miedo y a pesar de la espera quisiera que el cero no tuviese que llegar esta vez, pero como siempre, llega. Mi mirada la alcanza, mi corazón se exalta, ella camina hacia mí mientras su ensortijado cabello, dorado como un atardecer de verano, flota al ritmo de sus pasos bien coordinados con su hermosa silueta, cubierta por sobretodo negro en un intento de protegerse del crudo invierno que nos rodea. El frío parece haberle afectado, su saludo con un beso en mi mejilla me congeló la razón como si una tormenta azotara intentando apagar el calor de nuestra llama…, me vuelvo a equivocar, no hay llama encendida, no hay razón, y aunque el fénix renace de la cenizas, ésta no es una historia mitológica y su beso en mi mejilla es propicio a la situación en que nos encontramos, no existirán mas besos apasionados al encontrarnos, no mas abrazos que desfogan la angustia de la espera por vernos un día más, no mas aventuras sin final a la deriva perdido entre sus ojos, no mas.
Nos dirigimos a un parque, en el cual compartimos innumerables momentos, felices, tristes, excitantes, nostálgicos, momentos que enlazan una historia interrumpida por un falso coraje y una maliciosa excusa oculta tras llantos y pesares, excusa histriónica, pero aquella no me alejó de mi derecho a saber la verdad. La verdad es fría, impuntual, directa y sádica, pero buena a pesar. Si, la verdad me cayó del cielo y no de sus labios y el informe que me tenía fue desagradable y hasta repugnante. No hubo luto que guardar, no hubo tiempo que esperar, una semana bastó para que las alas que ella me había otorgado prometiéndome un renacer cual fénix, me las cortaran con un desgarrador puñal que terminó clavado en mi espalda al enterarme que ya existía “alguien mas”…, que idiota, los fénix no existen, siempre lo supe, todos lo saben, pero quise creer, sin embargo el simple hecho de querer creer no basta para cambiar la realidad.
“¿Por qué?...”, con un tono de desilusión y un ligero quiebre en mi voz que reflejaba la ruptura de mi corazón. Las respuestas fueron vagas, ni ella misma sabía la razón, tal vez el intento desesperado por olvidarse de todo, tal vez la malicia de hacerle daño a un ser que entregó su vida entera en devoción a una deidad inexistente, “sólo sucedió” fue la respondiente entregada. Me embargaba el dolor y el asco al imaginar sus besos siendo regalados a quien no había demostrado merecerlos, ¿tan fácil le fue conseguirla?, ¿tan fácil fue ella?, al mirar su sedosa piel no podía dejar de ver los repugnantes brazos de un aprovechador de oportunidades haciendo lo que mejor sabe, aprovecharse de aquella dama, tocándola, acariciándola, seduciéndola; rompí en llanto, ella sólo quería sus pertenencias, yo quería las mías, ¿cual era la diferencia entonces, aparte de su frialdad y mi necesidad?, la materialidad en contraste al sentimiento, yo quería que me devuelva lo que me merecía, me hice acreedor de su amor mediante acciones de mártir, arreglé cual mecánico la relación con su entorno, la salvé de una vida fugaz orientada al escape y la banalidad, le enseñé el concepto del amor y el apoyo, al parecer nada de eso importaba y quizá nunca importó, ya que nunca fuí un diccionario para poder hacerle comprender lo que significa valorar.
Un pastor de Dios me dijo alguna vez “se perdona el error no la constancia, los errores se cometen una sola vez”, sabias palabras que mi amor por ella logro que se perdieran en mi memoria y no las pudiese evocar hasta este momento, momento en el que caí en cuenta que a pesar de haberle perdonado la continuidad de un error generado por la exposición a un ambiente cargado de traición y conflicto, nadie se iba a compadecer de mi sufrimiento y caería en los brazos de la nada, directo al suelo, justo donde me encontraba entonces, empapado en lagrimas y desesperación, sucumbiendo a su constante y descorazonada insistencia de devolverle su pertenencias o de lo contrario me atormentaría constantemente con su presencia, sabía que su presencia me hería por venir acompañada de la imagen de un indeseable ser a su lado, ¿se atrevería acaso a hacer eso?, ¿hasta que punto podía llegar a torturarme ese semblante angelical?, no lo haría, al parecer se regocija en mi dolor, no hay pena, no existe el remordimiento en sus palabras, “mátame, quiero morir” solté en mi mas pura y amarga faceta de dolor y masoquismo, pués una parte de mi aún quería quedarse en ese sitio ya que sabía que al retirarse nunca mas volvería a ver a aquella mujer que entre gotas de felicidad, en el segundo compartir de su festividad juntos, me hizo saber que me consideraba parte de su familia, ahora comprendo como la influencia de esa amarga infancia vivida con sus relativos le ha hecho valorar a sus seres queridos, pero aún así no quería perderla para siempre…, para siempre…, ¿dónde quedó esa palabra?, ¿acaso no había sido pronunciada antes?, claro, aquel anillo perteneciente a su anular izquierdo…, no está, ya no significa nada, ¿alguna vez significó algo?, ¿no está hecho el para siempre para reflejar un sin final?, no para ella aparentemente, no, no, no…, no quiero aceptarlo, me niego rotundamente, me levanto de mi asiento y seco mis llantos ahora impregnados en mi rostro, ni una palabra de consuelo de su parte, la frialdad le ha llenado el alma y no creo que la estación tenga algo que ver en esto.
Me propongo la retirada y la emprendo, enfurecido por el momento de conciencia, la ira hizo su pequeña aparición en esta historia y mi pisoteado orgullo de hombre quiso cobrar vida por un segundo…, no voltees por favor, sigue adelante…, no pude, no poseo orgullo, es un don que no me fue concedido lamentablemente, volví la mirada y pronuncie su nombre una vez mas “¡Adrianna!”, ella vino hacia mí y al verla caminar creí distinguir sus ojos al borde del quiebre en una tristeza momentánea, sin embargo conforme su silueta fue acercándose más a mi posición, esta imagen fue desapareciendo e hipotetizé que en mi confusión y necesidad de sentirla conmigo, mi mente deliró al verla cercana a mi sentimiento de pesar…, eso no iba a suceder, yo era el triste, ella era feliz, yo me encontraba solo, ella acompañada, ¿dónde está el maldito kharma?, ¿es esto lo que uno recibe por dar lo mejor de sí?...hace que uno se cuestione sobre su valor ¿no?, el hecho que uno ponga todo su corazón, entregarse completamente a una persona y que te desprecien de esa manera, es en ese punto en que llega la pregunta ¿cuánto valgo en realidad?...y lo peor de todo es que la respuesta parece estar evidente en la situación.
La tortura que parecía no tener cuando acabar, y que de cierta forma deseaba que no acabe, estaba llegando a su fin, no habría más excusas para no tener que pronunciar esas palabras que reflejan un verdadero para siempre, el único que yo tendría con ella, el adiós. Mi resistencia a las caídas de la vida estaba agotándose y me sentía desvanecer, el desgarrador dolor en mi pecho drenaba mis fuerzas y me volvía débil, indefenso y decaído. Ante la inevitable despedida, mi ingeniosa y dependiente de su amor-mente configuro una patraña mas para no resignarme a perderla; terquedad, estupidez y esperanza, logré juntar todas en un último esfuerzo para decirle que cuente conmigo si me necesitaba…”gracias”, fue todo lo que dijo, todo lo que su orgullo le permitió decir, pues ella si lo poseía y sería incoherente si pronunciara algo mas luego del trato que me había propinado. Golpeado, absorto y a medio morir volví a hacia mi ruta de retirada y ella siguió por la suya, caminos totalmente opuestos, sin aparente cruce alguno…, voy dando pasos mientras mi alma se arrastra, y mi ser, queda moribundo en ese lugar, al cual nunca regresare, al cual nunca pertenecí, en el cual el círculo que abrimos hace dos años, se cerró de la manera mas dura, en contra de su voluntad, un círculo que no deseaba ser cerrado, pero, si no se cierran, no serían lo que son, ¿verdad?
Me persigno, digo unas plegarias y emprendo la marcha hacia mi infortuito destino…3…2….1…, el cero tiene que aparecer, ya estoy aquí. Siento una veloz ráfaga de viento y doy un paso adelante, anonadado volteo la mirada y lo que observo me transporta a ver un pasado tan de cerca como mirarlo sentado desde una pantalla gigante de televisión, excepto por que sé que esa filmación sucedió hace mucho tiempo muy lejos de donde me encuentro ahora. Imágenes que transcurren con una confusiva velocidad me ilustran la misma escena que viví en la realidad hace pocos segundos, a diferencia de un detalle, quizá pequeño, pero que logra acelerara mis latidos con gran intensidad; allí esta ella, diciéndome con voz preocupada “¡cuidado!”, y dí el paso de la fortuna, de no haberla escuchado probablemente hubiese sucedido una tragedia, “gracias, me salvaste”…, mi heroína, aquella que te ayuda a escapar de los problemas pero su tentativa belleza te seduce, te atrapa y nunca te deja escapar de ella.
Vuelvo a la realidad y me doy cuenta que esta vez, la similar escena no cuenta con ese detalle, esta vez me encuentro solo, no está mi salvadora, los círculos se cierran donde inician su trazo ¿verdad?. Ella se encuentra a pocos minutos, la espero con ansiedad y miedo y a pesar de la espera quisiera que el cero no tuviese que llegar esta vez, pero como siempre, llega. Mi mirada la alcanza, mi corazón se exalta, ella camina hacia mí mientras su ensortijado cabello, dorado como un atardecer de verano, flota al ritmo de sus pasos bien coordinados con su hermosa silueta, cubierta por sobretodo negro en un intento de protegerse del crudo invierno que nos rodea. El frío parece haberle afectado, su saludo con un beso en mi mejilla me congeló la razón como si una tormenta azotara intentando apagar el calor de nuestra llama…, me vuelvo a equivocar, no hay llama encendida, no hay razón, y aunque el fénix renace de la cenizas, ésta no es una historia mitológica y su beso en mi mejilla es propicio a la situación en que nos encontramos, no existirán mas besos apasionados al encontrarnos, no mas abrazos que desfogan la angustia de la espera por vernos un día más, no mas aventuras sin final a la deriva perdido entre sus ojos, no mas.
Nos dirigimos a un parque, en el cual compartimos innumerables momentos, felices, tristes, excitantes, nostálgicos, momentos que enlazan una historia interrumpida por un falso coraje y una maliciosa excusa oculta tras llantos y pesares, excusa histriónica, pero aquella no me alejó de mi derecho a saber la verdad. La verdad es fría, impuntual, directa y sádica, pero buena a pesar. Si, la verdad me cayó del cielo y no de sus labios y el informe que me tenía fue desagradable y hasta repugnante. No hubo luto que guardar, no hubo tiempo que esperar, una semana bastó para que las alas que ella me había otorgado prometiéndome un renacer cual fénix, me las cortaran con un desgarrador puñal que terminó clavado en mi espalda al enterarme que ya existía “alguien mas”…, que idiota, los fénix no existen, siempre lo supe, todos lo saben, pero quise creer, sin embargo el simple hecho de querer creer no basta para cambiar la realidad.
“¿Por qué?...”, con un tono de desilusión y un ligero quiebre en mi voz que reflejaba la ruptura de mi corazón. Las respuestas fueron vagas, ni ella misma sabía la razón, tal vez el intento desesperado por olvidarse de todo, tal vez la malicia de hacerle daño a un ser que entregó su vida entera en devoción a una deidad inexistente, “sólo sucedió” fue la respondiente entregada. Me embargaba el dolor y el asco al imaginar sus besos siendo regalados a quien no había demostrado merecerlos, ¿tan fácil le fue conseguirla?, ¿tan fácil fue ella?, al mirar su sedosa piel no podía dejar de ver los repugnantes brazos de un aprovechador de oportunidades haciendo lo que mejor sabe, aprovecharse de aquella dama, tocándola, acariciándola, seduciéndola; rompí en llanto, ella sólo quería sus pertenencias, yo quería las mías, ¿cual era la diferencia entonces, aparte de su frialdad y mi necesidad?, la materialidad en contraste al sentimiento, yo quería que me devuelva lo que me merecía, me hice acreedor de su amor mediante acciones de mártir, arreglé cual mecánico la relación con su entorno, la salvé de una vida fugaz orientada al escape y la banalidad, le enseñé el concepto del amor y el apoyo, al parecer nada de eso importaba y quizá nunca importó, ya que nunca fuí un diccionario para poder hacerle comprender lo que significa valorar.
Un pastor de Dios me dijo alguna vez “se perdona el error no la constancia, los errores se cometen una sola vez”, sabias palabras que mi amor por ella logro que se perdieran en mi memoria y no las pudiese evocar hasta este momento, momento en el que caí en cuenta que a pesar de haberle perdonado la continuidad de un error generado por la exposición a un ambiente cargado de traición y conflicto, nadie se iba a compadecer de mi sufrimiento y caería en los brazos de la nada, directo al suelo, justo donde me encontraba entonces, empapado en lagrimas y desesperación, sucumbiendo a su constante y descorazonada insistencia de devolverle su pertenencias o de lo contrario me atormentaría constantemente con su presencia, sabía que su presencia me hería por venir acompañada de la imagen de un indeseable ser a su lado, ¿se atrevería acaso a hacer eso?, ¿hasta que punto podía llegar a torturarme ese semblante angelical?, no lo haría, al parecer se regocija en mi dolor, no hay pena, no existe el remordimiento en sus palabras, “mátame, quiero morir” solté en mi mas pura y amarga faceta de dolor y masoquismo, pués una parte de mi aún quería quedarse en ese sitio ya que sabía que al retirarse nunca mas volvería a ver a aquella mujer que entre gotas de felicidad, en el segundo compartir de su festividad juntos, me hizo saber que me consideraba parte de su familia, ahora comprendo como la influencia de esa amarga infancia vivida con sus relativos le ha hecho valorar a sus seres queridos, pero aún así no quería perderla para siempre…, para siempre…, ¿dónde quedó esa palabra?, ¿acaso no había sido pronunciada antes?, claro, aquel anillo perteneciente a su anular izquierdo…, no está, ya no significa nada, ¿alguna vez significó algo?, ¿no está hecho el para siempre para reflejar un sin final?, no para ella aparentemente, no, no, no…, no quiero aceptarlo, me niego rotundamente, me levanto de mi asiento y seco mis llantos ahora impregnados en mi rostro, ni una palabra de consuelo de su parte, la frialdad le ha llenado el alma y no creo que la estación tenga algo que ver en esto.
Me propongo la retirada y la emprendo, enfurecido por el momento de conciencia, la ira hizo su pequeña aparición en esta historia y mi pisoteado orgullo de hombre quiso cobrar vida por un segundo…, no voltees por favor, sigue adelante…, no pude, no poseo orgullo, es un don que no me fue concedido lamentablemente, volví la mirada y pronuncie su nombre una vez mas “¡Adrianna!”, ella vino hacia mí y al verla caminar creí distinguir sus ojos al borde del quiebre en una tristeza momentánea, sin embargo conforme su silueta fue acercándose más a mi posición, esta imagen fue desapareciendo e hipotetizé que en mi confusión y necesidad de sentirla conmigo, mi mente deliró al verla cercana a mi sentimiento de pesar…, eso no iba a suceder, yo era el triste, ella era feliz, yo me encontraba solo, ella acompañada, ¿dónde está el maldito kharma?, ¿es esto lo que uno recibe por dar lo mejor de sí?...hace que uno se cuestione sobre su valor ¿no?, el hecho que uno ponga todo su corazón, entregarse completamente a una persona y que te desprecien de esa manera, es en ese punto en que llega la pregunta ¿cuánto valgo en realidad?...y lo peor de todo es que la respuesta parece estar evidente en la situación.
La tortura que parecía no tener cuando acabar, y que de cierta forma deseaba que no acabe, estaba llegando a su fin, no habría más excusas para no tener que pronunciar esas palabras que reflejan un verdadero para siempre, el único que yo tendría con ella, el adiós. Mi resistencia a las caídas de la vida estaba agotándose y me sentía desvanecer, el desgarrador dolor en mi pecho drenaba mis fuerzas y me volvía débil, indefenso y decaído. Ante la inevitable despedida, mi ingeniosa y dependiente de su amor-mente configuro una patraña mas para no resignarme a perderla; terquedad, estupidez y esperanza, logré juntar todas en un último esfuerzo para decirle que cuente conmigo si me necesitaba…”gracias”, fue todo lo que dijo, todo lo que su orgullo le permitió decir, pues ella si lo poseía y sería incoherente si pronunciara algo mas luego del trato que me había propinado. Golpeado, absorto y a medio morir volví a hacia mi ruta de retirada y ella siguió por la suya, caminos totalmente opuestos, sin aparente cruce alguno…, voy dando pasos mientras mi alma se arrastra, y mi ser, queda moribundo en ese lugar, al cual nunca regresare, al cual nunca pertenecí, en el cual el círculo que abrimos hace dos años, se cerró de la manera mas dura, en contra de su voluntad, un círculo que no deseaba ser cerrado, pero, si no se cierran, no serían lo que son, ¿verdad?
bien ahi con la historia iván :D
ResponderEliminarjajaja estuvo buena te felicito!
ojala vengan mas.
A darle con fe nomas aivn
ResponderEliminarCuentas con todo mi apoyo :)
Andrea.
broer dmdo profundo...puedo decir q te entiendo mas de lo q crees asi q todo va a estar bien companiero de tamborzitos nos veos!
ResponderEliminarMuy buena historia
ResponderEliminarmmm muy buenaa..chevree :)
ResponderEliminarLLOREEE MUCHOOOOOOOO!!!!!!!!! Gracias!! porq gracias a ti aprendi a valorar muchisimo mas a mi pareja! GRACIAS
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