Vivíamos a escasos metros, de vez en cuando me invitabas a almorzar gracias a tus habilidades culinarias. Tocábamos la guitarra juntos, formamos una especie de dúo musical que al final no tuvo mucho éxito, pero aquellos momentos hicieron que valga la pena cada minuto que “huevéabamos” juntos.
El día de mi mudanza fue uno de los más tristes que pudimos tener. Aún recuerdo que me ofreciste dinero para poder pagar el alquiler del departamento pero mi orgullo pudo más y decidí irme a uno más económico, no lo supiste entender y el rencor en ti empezó a nacer. Perdimos contacto desde aquel día. No contestabas mis llamadas, no venías a mis reuniones, desapareciste del mundo, y por más que hacía cualquier intento para volver a vernos, nunca aparecías.
Se me hace difícil comprender cómo fue que una situación tan inocente hizo que te sintieras tan ofendido. Sin embargo, tuve que continuar. Te consideré mi hermano, pero luego, no eres ni un conocido.
Un año más tarde, mientras caminaba por la avenida La Molina, recibí una llamada anónima.
- Hola, qué andas haciendo.
- ¿Quién habla?
Sentí un empujón y al voltear logré verte. Te habías dejado la barba, estabas mucho más gordo pero seguías con la misma cara de huevón. No sabía qué hacer primero, o sacarte la mierda por imbécil o simplemente saludarte. Me abrazaste y comenzaste a llorar. También yo.
Nos fuimos al parque de siempre, testigo de todas nuestras borracheras. Conversábamos como si nada hubiese sucedido. No valía la pena recordar el pasado que una vez nos separó. Rebobinamos e intentamos ponernos al tanto de todo.
- Planeo irme a Uruguay, mi mamá ya está allá – me dijo
- ¿Dentro de cuánto?
- Dentro de mucho, aún hay tiempo.
Fue raro volver a verte. Por mi mente pasaba la idea de por qué no volver a intentar, perdimos un año, sí, pero podemos recuperarlo con todos los demás años que nos esperan. No era una misión imposible, no para mí.
Salimos casi todos los días, recorríamos los lugares a los que solíamos ir. Y empecé a sentirme bien, por fin estaba recuperando a mi viejo confidente.
Fue un martes cuando recibí tu llamada y me dijiste que necesitabas ayuda con tus cosas porque te ibas a mudar.
Estuvimos en tu habitación haciendo las maletas mientras coreábamos La foto se me borró de Elvis Crespo. Dijiste que solo llevarías tu ropa, habías vendido tus tres muebles.
Terminamos, cinco maletas en total. Me acompañaste a la puerta, nos dimos un largo abrazo y partí. Al despertar, me puse a cocinar, te quería invitar a almorzar y así demostrarte que no soy un inútil en la cocina, tal como me lo decías a diario.
Salí a buscar un teléfono público y llamarte, pero en el camino me llegó un mensaje tuyo. Raro de tu parte, nunca me habías mandado mensajes de texto, siempre preferías llamar.
Hola Emilio, qué tal. Este mensaje es para decirte que estoy en el aeropuerto, mi avión para Uruguay sale en 15 minutos. Quiero agradecerte por compartir todo este tiempo conmigo y sobre todo, por haber sido mi amigo. Disculpa por no despedirme, no sabía cómo hacerlo. Te quiero mucho y te deseo lo mejor. Un abrazo. Tu charolastra de toda la vida.
Tomé un taxi rumbo al aeropuerto, no podía asimilar lo que estaba pasando. Estaba a 15 minutos de perder a mi hermano.
Llegué en 21 minutos y al entrar escuché una voz por los parlantes que decía: “El vuelo SG – 14 con destino a Montevideo, Uruguay, ha despegado”.
Salí, miré al cielo y empecé a llorar.
He andado solo, he reído solo, he llorado solo, me he emborrachado solo, he hecho absolutamente todo solo, y aunque me cueste admitirlo, sé que en el fondo, te extraño.
lindiisima!!...
ResponderEliminarde verdad se nota el cariño con el q escribiste la historia!!...
muy buena.
ResponderEliminargracias!!!
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