domingo, 8 de agosto de 2010

Y viceversa

Autora invitada: Jennyffer Salazar

Disipándose


Quedaban los vestigios de momentos bonitos en los cuales podíamos tocar las nubes con los dedos, en los cuales podíamos escurrirnos en las miles de estrellas gratis que nos había dado el firmamento. Podíamos ser libres, reflejarnos en la luna y burlarnos de los días grisáceos que de cuando en cuando intentaba agobiarnos con las dudas, con los miedos, con mis máscaras y con tus fantasmas sin voz y sin rostro. Por algún lado de nuestra incoherencia inocua estábamos los dos, sentados frente al mundo y con menos cargas en el alma, en el cuerpo, en la respiración. Por algún espacio de ese lugar podíamos imitar ser libres, no teníamos todas estas sombras que hoy nos hieren, nos pesan y aplastan. De vez en vez miraré mis cicatrices, para no perderme, para no olvidarme. Al fin de todo, te encontraré en los silencios y en el olor de vainilla de martes por la tarde.

Grecia

Fase crisálida

Me quedé en la fase crisálida de alguna larvaria triste y he caminado como un maniquí de cera, estático y muy solo. He salido a respirar, te he querido encontrar. Aunque, para ser sinceros, es la costumbre, la rutina de quererte un poco más. En otras palabras Grecia, una que otra lágrima se me ha escapado en esta tarde en la que decidí no pensar más en ti. Sólo necesito que leas mi nombre en alguna que otra estrella, que me extrañes un poco, que quiebres tu cuerpo y pienses que desde aquí vislumbro tus manías, que sigo esperando palabras y respuestas que no llegan, que no vendrán.

Te iré a buscar uno que otro día, sólo para verte de lejos. No quiero que tengas noción de que no me destruí. Al fin de todo, me gusta saber que he muerto, que me he perdido en una noche de pantalla bicolor y me he muerto. Despacio, pero me he muerto.

Tadeo

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