domingo, 30 de enero de 2011

Mi gringa experiencia

Viajé miles de kilómetros, de sur a norte, excesivamente lejos de mi país para conocer, vivir, trabajar y llenarme de miles de experiencias de las que estoy seguro, nunca olvidaré. Pero jamás imaginé encontrarme con ella, la más maravillosa y excitante de las experiencias.

Trabajo durante el día en un conocido restaurant de comida rápida. Al inicio todo fue muy confuso. Yo, parado ahí, escuchando inglés de verdad, fingiendo que comprendía todo, aunque mal no lo hacía.

A las pocas horas de mi primer día de trabajo se acercó mi jefe junto a una señorita -prefiero aún no usar adjetivos para describirla - diciéndome que ella sería la encargada de entrenarme y asegurarse de que haga bien mi trabajo.

Su nombre, Nicolle, la bella Nicolle, de ojos marrones pardos, nariz puntiaguda, grandes y carnosos labios, un cuerpo muy bien cuidado que generosamente mostraba con su uniforme ajustado y los tres botones de su polo sin abrochar.

- Are you ready? – me preguntó con una gran sonrisa en el rostro

- Of course, what are we gonna do first? – le pregunté pero en mi retorcida mente ya estaba imaginando posibles respuestas: “¡¡¡Di travesuras, maldades, malcriadeces, cualquier sinónimo de esos por favor!!!”

- Let’s see the lunch menu, and you’ll learn how to make it. Su respuesta no estuvo ni cerca a lo que esperaba, en fin, soñar no cuesta nada.

¿Pero cómo era posible trabajar así? Teniéndola cada cinco minutos a mi lado, guiándome en cada uno de mis movimientos, recogiendo cada papelito olvidado en el piso y modelando su esbelta figura frente a mis ojos.

- Do you wanna take a break? – Me preguntó mientras acariciaba cariñosamente mi brazo.

Estaba cansado, por lo que accedí a tomar mi descanso.

Segundos después, sentí una presencia a mis espaldas, era ella. Vino a la habitación de los empleados porque también quería reposar sus piernas, y qué piernas.

Empezamos hablar sobre mí, mi edad, de dónde venía y todos los datos que podía darle. Y durante toda la conversación no podía dejar de deslizar mis ojos por todo su cuerpo, su cuello, su pecho, sus senos, su cintura, su piernas, todo. Me sentía un bailarín profesional por la forma en que me desplazaba sobre su figura, era inevitable, me atraía demasiado y no había forma de disimularlo. Sin embargo, aquella situación era un poco extraña, ya que ella nunca mostró gestos de incomodidad ante mi mirada pervertida, y es que había que ser ciego para no notar cuáles eran mis intenciones ante tal escultural cuerpo, por lo contrario, sentía que nuestros cuerpos estaban cada más cerca, casi al punto de traspasar nuestro círculo imaginario de intimidad.

Y de un momento a otro, ambos quedamos en silencio, solo mirándonos. Yo intentaba adivinar qué era lo que pasaba por su mente e imagino que ella también. Mojé mis labios y decidí irme al todo por el todo, en caso de ser rechazado podría superarlo y tomarlo como si nada hubiese pasado, pero no fui yo quien dio el primer paso porque segundos después de haber tomado mi decisión, era ella quien poco a poco fue acercándose a mí y mis gestos hacían notar el gran nerviosismo que sentía. Ella se detuvo, rozó sus labios con los míos y me dijo:

- [Español] ¿Qué pasa? ¿Ahora eres tímido?

La miré fijamente a los ojos y quise fingir que tenía todo controlado, cuando en realidad no tenía ni la menor idea de qué hacer. Estaba labios con labios con la chica americana más ardiente que había visto.

- Tú no me intimidas – le respondí. Ella se alejó de mí moviendo la cabeza y sonriendo a la vez. Se paró lentamente de su asiento, extendió su mano y dijo:

- ¿Estás seguro?

- En lo absoluto

- Entonces acompáñame

Pasaron mil historias imaginarias por mi cabeza. ¿A dónde me quería llevar? Esa mano extendida, ¿a caso era una mano amiga, o para mi fortuna, quizá una mano pervertida? Solo tenía que sostenerla para averiguarlo.

Miré una vez más su cuerpo y sin dudarlo, me paré de la silla, cogí su mano y susurrándole a oído le dije: No tengo la menor idea de lo que tengas en mente, pero sé que me gustará, y mucho.

- No lo dudes – respondió, y salimos de la habitación.


Continuará...

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