Ella:
Son las tres de la tarde. El parque Mandarina se ve más hermoso que de costumbre. Una bella mujer lo alumbra, sentada en una de sus banquitas, escribiendo en un lindo cuadernito de Garfield.
Es tan difícil escribir poesía cuando una se siente fuera de órbita. ¿Por qué es tan incierto el amor? Ya estoy cansada de patinar en ese sentimiento, casi a diario. Emilio, el disque chico perfecto, la máxima atracción de miradas en la universidad, me invitó a salir. Pensé que conocerlo mejor sería una excelente idea, pero tan solo sirvió para darme cuenta que todos los hombres salen del mismo molde. Igual de imbéciles, lo quieren todo fácil y no se limitan a dedicar aunque sea una de sus neuronas, en analizarnos más de la cuenta. El muy idiota tan solo quería acostarse conmigo. ¿De verdad pensó que lo lograría?
Si tan solo pudiera encontrarte
Si tan solo supiera el lugar
Donde el amor suspira en silencio
Y tu mirada y la mía…
Estrella no pudo terminar de plasmar en las peculiares hojas naranjas de su cuaderno, uno de sus lindos pensamientos. Se sentía bastante desanimada para continuar. Prendió su MP4 y se puso a escuchar música, mientras fumaba un cigarrillo.
ÉL:
Lechuza, así le apodan sus amigos del trabajo. Según Martín, su primo, Héctor se hizo acreedor de ese sobrenombre porque para despierto hasta muy tarde. Se toma muy enserio su trabajo de reportero del canal 98. Todos creen que pronto lo ascenderán.
Detesto manejar. El tráfico es la tortura más grande que pueda existir. Necesito estar en continuo movimiento para no pensar en ella, estancarme en medio del camino, no me ayuda mucho que digamos. Tres malditos años de relación, tirados a la basura. Lo sé, ya han pasado más de ocho meses desde que acabé mi relación con Pilar, pero me es imposible dejar de pensar en ella. Me he vuelto muy inseguro. Creo que jamás volveré a ser capaz de invitar a una chica a tomar un café. Espero que visitar aquel viejo parque, en el cual jugaba cuando era niño, me ayude a relajarme y a sentirme mejor.
Lechuza enciende la radio de su auto. La canción Baby can I hold you de Tracy Chapman, lo acompañará por los próximos minutos.
Ella:
Son las seis de la tarde. Estrella está muy aburrida, sus clases fueron en la mañana y no tiene ningún pendiente. Echada en su cama, comiendo gomitas en forma de delfines, intenta encontrar una buena película en la televisión. Después de varios minutos de perder el tiempo, mirando un monótono programa de concursos, decide continuar escribiendo en su cuaderno especial. ¡Pero qué demonios! No lo encuentra por ninguna parte.
-¡Qué despistada que soy! Debo de haberlo dejado en el parque. Regresaré. Ojala tenga suerte y lo encuentre. No creo que a nadie se le ocurra llevarse un cuaderno, exclamó Estrella.
Es la típica mujer que manifiesta en voz alta sus pensamientos.
ÉL:
Lechuza se sentía lleno de buenas vibras, recordando los lindos momentos que pasó en el tradicional parque Mandarina. Sentado en una banquita, respiraba el delicioso aroma de invierno de aquel lugar. Las hojas caían lento y el susurro del viento, lo hacía sentirse acompañado. De pronto, se percató que a su lado, había un cuaderno, el cual tenía como portada, la cara de un gato gordo y naranja. La curiosidad lo venció, lo tomó y lo empezó a ojear.
Ella:
La pobre estrella llegó corriendo al parque Mandarina. Felizmente, encontró su cuaderno en el mismo lugar en el que lo había dejado, aquella banquita de color marrón. Lo cogió y lo abrazó. Decidió abrirlo, y al hacerlo, se llevó una gran sorpresa.
Si tan solo pudiera encontrarte
Si tan solo supiera el lugar
Donde el amor suspira en silencio
Y tu mirada y la mía, se unen sin parar
Sé que andas cerca de mí
Y aunque no te conozca, no dejo de pensar en ti
Quizá hoy sea mi día de suerte
Esta tarde de viento fuerte
Un amor nacerá
¡Hoy te voy a encontrar!
Lechuza
Estrella sonrió al terminar de leer lo que Lechuza había escrito. Qué interesante firma, pensó.
¿Quién será ese misterioso personaje? Realmente me da mucha curiosidad. ¿Será un chico? ¿Será guapo? Si se parece a Paul Walker, me caigo como condorito.
La estrella y la lechuza
- Espero que te haya gustado lo que escribí, dijo de pronto Lechuza, que apareció de la nada, asustando un poco a Estrella, que aún seguía concentrada leyendo su cuaderno.
- Sí, gracias, está muy lindo, expresó Estrella con los ojos brillosos.
¡Cómo es el destino! En las banquitas del parque Mandarina, nació esta historia de amor. Lechuza y Estrella se casaron el sábado pasado. Y bueno, me pareció buena idea, recrear el día en que se conocieron. ¿Quién dice que cosas así solo pasan en las películas?
Jhonnattan Arriola
domingo, 17 de abril de 2011
domingo, 10 de abril de 2011
El adiós no es eterno II
Segunda parte: Daniela me envió una carta, y recién hoy tengo el coraje para responderle.
Caminaba sin razón tambaleando en las paredes de mi cuarto. Necesitaba saber de ella, sin embargo algo me detenía, y en mi interior sabía lo que era. Arranque una hoja de mi cuaderno y empecé a escribir.
Daniela, mi pequeña Daniela. Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos comunicamos. Las cosas me han estado yendo mal, he perdido muchas cosas, mi trabajo, mi dinero, mi familia, mis amigos. Todo ha sido muy complejo y confuso, e intento batallar día a día para mantener la sonrisa que muchas veces tuve gracias a ti.
Sé que sabes dónde estoy, sé que me acompañas en cada momento y cada que extiendo mi mano, te siento, claro que te siento.
Creo que quedaron muchos asuntos pendientes entre nosotros, vivimos una historia con varios capítulos que nunca terminamos, o quizá no quisimos terminarlos. Pero tú fuiste muy lejos, te salteaste gran parte de nuestra vida y decidiste llegar a la última página del libro, y no lo consultaste.
Nunca me enamoré, aunque todos decían que mi novia y yo éramos la pareja ideal, que habíamos nacido el uno para el otro; yo jamás lo sentí de esa manera. Éramos felices, sí, pero quizá mi decisión de firmar el contrato llamado matrimonio fue prematura.
Recuerdo el día que te conté sobre mi boda, y recuerdo aún más el puñete que me lanzaste y te fuiste sin decirme más. Desde aquel día nos distanciamos, perdimos contacto por más que inundaba tu casilla de voz con mis mensajes desesperados.
Y al poco tiempo desapareciste. Me sentía perdido sin ti, perdido en un mundo donde tú eras mi única guía, mi gran punto de partida.
Es hoy cuando me pregunto por qué no sobrepasamos el límite de nuestra amistad. ¿Muy tarde verdad? Lo siento, fue mi culpa. Siempre tuve miedo de que al lanzarnos a tal aventura termine por arruinar todo lo que habíamos construido juntos.
Todo esto es muy difícil. Te extraño Daniela. Te extraño mucho.
Han pasado nueve meses desde tu muerte. Nueve meses desde que recibí tu primera y última carta. Nueve meses desde que fumé mi último cigarrillo, el que tú me dejaste. Nueve meses desde que decidiste saltar de tu balcón. Nueve meses desde que mi vida se convirtió en una tremenda miseria. Han pasado nueve meses, y recién hoy tengo el coraje necesario para escribirte y decirte lo que siento.
Suelo leer tu carta todos los días, y al terminar, salgo a la calle a seguir con mi imaginaria búsqueda. Sigo el camino que me dejaste, el rumbo que marcaste en mí y que estoy seguro me conducirá a la atmósfera que desde siempre habías creado para nosotros.
Pero ya caminé mucho, recorrí muchas calles pronunciando tu nombre, y por fin hoy comprendí que jamás te encontraré aquí, en este pavimento que nos juntó desde un inicio. Es momento de irme a un nuevo horizonte. Seguiré tus pasos y no pararé hasta hallarte.
Espérame, hoy termino este capítulo y empiezo el siguiente, uno que se titule: El adiós no es eterno. Lo haré por ti, por nosotros. Lo haré porque te quiero flaquita, te quiero.
“Si verte fuera la muerte y no verte fuera la vida, preferiría la muerte que la vida sin verte”
sábado, 2 de abril de 2011
Muero por tus besos
Dos de la mañana
Abrí los ojos y allí estaba ella. Me miraba con ternura y emoción, las lágrimas no dejaban de resbalar por su rostro. Quería acercarme y abrazarla, pero aún estaba muy débil. Echado en una cama de un hospital, me dolía hasta el dedo anular.
Abrí los ojos y allí estaba ella. Me miraba con ternura y emoción, las lágrimas no dejaban de resbalar por su rostro. Quería acercarme y abrazarla, pero aún estaba muy débil. Echado en una cama de un hospital, me dolía hasta el dedo anular.
- Es mejor que te alejes de mí. No podemos continuar más con lo que sentimos. Ahora has comprobado que no es una absurda maldición, dijo Jhasla, temblando completamente la voz.
Empecé a reír. Sus ojos verdes me fascinan.
Empecé a reír. Sus ojos verdes me fascinan.
- ¡Deja de tomarte todo a la ligera!, exclamó con firmeza.
- Solo río porque me siento feliz. Qué importa si fui atropellado y me rompí algunos huesos. Si ese fue el precio por escuchar que estás enamorada de mí y tenerte entre mis brazos por varios minutos, créeme que valió la pena, expresé, mirándola fijamente a los ojos.
Ella en mi vida
Nunca olvidaré el día en que la conocí. Creo que no existen las coincidencias. No hay duda que el destino la quería para mí. Mi prima Luna, me invitó a su quinceañero, si bien es cierto en un principio no pensaba asistir, al final terminé yendo. Fue en esa fiesta, la primera vez en que nuestras miradas se cruzaron. Jhasla era la profesora particular de inglés de mi prima. Bailamos toda la noche, nos divertimos. Pero cuando le pedí su número celular, no me lo quiso dar.
- No creo que sea buena idea volver a vernos, sentenció en voz baja.
Debo confesar que me demoré algunos segundos en asimilar lo que dijo. Me había perdido en la carnosidad de sus labios, sus brillantes ojos verdes y su deslumbrante cabellera de color negro.
- ¿Por qué no? Pensé que nos habíamos caído muy bien, contesté.
Quizá puedo estar exagerando, pero antes de escuchar la respuesta de Jhasla, empecé a sentir frío. Ese día no le di importancia, pero ahora, me pongo a pensar y puede que mi subconsciente, quería prevenirme. Tal vez nunca debí mirarla a los ojos.
- Porque soy peligrosa. No soy como las demás chicas.
Así acabó nuestra conversación. Apenas terminó de hablar, partió. Se desvaneció entre la multitud, dejándome solo, fumándome el último cigarrillo de la noche.
Como era obvio y propio de mi curiosidad, no me quedé tranquilo. No paré hasta dar con ella. Al principio se negó, pero terminé convenciéndola para salir, con la condición que le jurara que solo tendría la intención de ser su amigo. Obviamente le mentí. Dicen que es malo hacerlo, pero también, que en la guerra y el amor, todo se vale.
Varios cafés. Muchas cajetillas de cigarrillos. Interminables y entretenidas pláticas. Distintas películas en el cine, largas caminatas por el parque de su casa, miles de mensajes de texto, extensas llamadas y una noche de discoteca, fueron suficientes para enamorarnos.
Sin embargo, no todo era color de rosa. Ella tenía una razón muy fuerte para reprimir sus sentimientos hacia mí. Todos los días que la veía, me hacía jurarle que sería la última vez. Pero que puedo hacer, un hombre enamorado no tiene palabra cuando se trata de desistir. Lo que sucede es que según Jhasla, está maldita. Lo sé, suena totalmente descabellado, pero después de que me atropellara un auto, empecé a dudar un poco.
Lo que sucede es que el padre de Jhasla era un hechicero, de esos que adivinan el futuro y curan enfermedades…o las provocan. El punto es que aunque suene raro, se enamoró de su hija. Al principio parecía tan solo celos, no la dejaba frecuentar a ningún chico, ni tener amigos. Pero una noche, intentó poseerla a la fuerza. Gracias a Dios no lo consiguió y fue a parar a la cárcel. Pero antes de ser condenado a varios años en prisión, en el juicio, le lanzó una maldición a su hija. “Tus labios permanecerán siempre vírgenes. Si besas a algún hombre, morirá. No habrá amor en tu corazón. Solo le traerás dolor, muerte y sufrimiento a la persona de la cual te enamores”.
Ayer le dije a Jhasla que se olvidara por completo de lo que le dijo su padre. Que cerrará los ojos y me besara. Que no puede continuar viviendo de esa manera. Uno no puede tenerle miedo al amor. Dicen que solo te llega una vez y que si lo dejas pasar, puede que nunca más, vuelva en plenitud ese sentimiento.
- Te amo. Debes dejar de creer en esa estúpida maldición. Vamos, no puedes reprimir tus sentimientos. Dame la oportunidad de demostrarte que por ti, soy capaz de revertir cualquier maleficio, dije, acariciando su rostro y sonriéndole dulcemente.
Me costó, pero conseguí que me diera un fuerte abrazo y que gritara a los cuatro vientos que me amaba. Desafortunadamente, antes de llegar a su casa, al cruzar la pista, un ebrio conductor casi nos quita la vida. Protegí a Jhasla. Desafortunadamente salí bastante lastimado.
Tres de la mañana
- Será mejor que te vayas a descansar. Después de todo, por el momento no me moveré de aquí. Ya me has cuidado bastante.
- ¡Estás loco! Mírame como estoy. Por poco y me muero pensando que no la contabas. No me quiero separar de ti, dijo Jhasla, acercándose a mí y sentándose a mi lado.
Me arrimé un poco de la cama para que estuviese más cómoda, y le dije: “Este accidente ha sido una pura coincidencia. Ya ves, estás enamorada de mí y sigo vivo”.
- La maldición se sella con un beso, expresó con tristeza y desgano.
En la vida uno tiene que tomar decisiones. Tenía dos caminos, seguirle la misma cantaleta de todos los días o vulnerar todas las barreras y jugarme la vida por sus labios…Hice un esfuerzo, me senté rápidamente y la besé. Un corto y tierno beso.
- Aún sigo vivo, le dije con una sonrisa.
Jhasla empezó a llorar, no pudo contenerse más y se lanzó a mis brazos. La besé por varios minutos. Me sentía en las nubes y mi cuerpo temblaba. Imposible describir lo bien que me sentía. No hay mejor forma que demostrar el amor, con un romántico y duradero beso.
- Si muero…lo haré feliz, dije con mi particular sarcasmo.
- No seas tonto. Me quedaré toda la noche contigo. No me desprenderé de ti hasta asegurarme que nada malo te pase.
Me arrimé más, permitiéndole que se echara junto a mí. Una vez que lo hizo, la abracé.
- Nada malo me pasará. Mañana cuando despiertes, estaré a tu lado, abrazándote como ahora, le dije, unos segundos después de acariciar su cabello y darle un beso en la mejilla.
Los ojos me pesaban. Estaba muy cansado y anestesiado para no sentir dolor. Lo mejor para ambos sería dormir. Dentro de unas horas amanecería y permanecería junto a ella. Entonces le diré, al ponerse el sol, que la amo y que nada ni nadie, nos va a separar.
Jhasla despertó a las siete de la mañana. Julián la seguía abrazando, tal como se lo prometió. La guapa mujer de ojos de sirena, no dudó en darle un beso en la boca a su amado para levantarlo. Los labios de Julián estaban fríos y sus ojos no se volvieron a abrir.
Jhonnattan Arriola
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