Cuando una amistad es verdadera, los objetivos de uno se vuelven el esfuerzo del otro. Saber que en cada acto tendrás una mano, no sólo para resguardarte, sino para acompañarte en cada paso que emprendes y sostenerte si en algún momento del camino por error, caes. ¿Eras tú ese amigo?
Siempre vi a Iván como si fuese el hermano mayor que nunca tuve, aunque sólo era 5 meses mayor que yo. Su vasto conocimiento sobre la vida y su experiencia obtenida en sus viajes alrededor del mundo hacía que sienta una profunda admiración por él. Y más aún, cuando volví después de medio año al finalizar mi excursión por el Perú, aunque lo noté cambiado, muy cambiado.
Sincero como ninguno y el mejor amigo que pude haber tenido. Amante de la lectura y escritura. Su gran sueño era publicar una trilogía sobre historias de asesinatos donde el protagonista era él. Y mientras realizaba su largo proyecto, iba mejorando su nivel de redacción en un blog muy reconocido pero privado. Sólo gente que él invitaba lo podían leer, lamentablemente nunca estuve entre sus elegidos.
Siempre tuve curiosidad de saber qué tanto escribía. Se pasaba largas horas en su departamento, fumando miles de cigarrillos - según él - la mayor fuente de su inspiración.
No sé si maldecir o agradecer el día en el que Fátima, una de sus amigas más cercanas, escritora como él, me invitó a su casa para pasar el rato. Ella me consideraba su íntima amiga, pues siempre conversábamos de sus amores y desamores, acompañados de nuestras tazas de café cortado con una de azúcar, y un poco de tabaco para amenizar el ambiente.
Compartía el mismo blog que Iván y a diferencia de él, ella creyó conveniente que leyera uno de los textos publicados. Y esto fue lo que encontré.
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¿Maricona amistad?
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¿Maricona amistad?
“Puta madre, no lo puedo creer. Todo el mundo cambia en su vida, nada tiene que seguir igual. Y un claro ejemplo de eso fue ese maricón”
Fue una triste tarde en la que decidí ahogar mis palabras cuando estuvimos los dos en el parque Kennedy de Miraflores.
Después de casi medio año nos volvíamos a ver las caras. Todo fue tan confuso y a la vez, sorprendente. Yo no había cambiado quizá mucho; ahora vestía como bohemio, fumaba Marlboro rojo y adelgacé como si hubiese estado toda mi vida en un gimnasio. Pero, por otro lado, Javier ya no era el de antes. Ahora se delineaba los ojos, hablaba con un acento mucho más fino y usaba vincha. Los rizos que el siempre presumía, hoy estaban lacios, y al parecer era permanente.
Nos sentamos en una banca y comenzamos hablar mil y un tonterías, pero por mi mente solo pasaban vagamente aquellos recuerdos de cuando te conocí realmente varón.
¿Pero qué coño te pasó Javier? ¿En qué pensabas cuando decidiste aparecerte así de repente y pensar que todo sería igual? Ahora pretendes ser otro, perdón otra, y hacer que te vea con los mismos ojos con los que te veía antes. Fuiste mi hermano, fuiste mi amigo, fuiste mi compañero de siempre, con el que compartía cada instante de mi vida, y ahora siento que no puedo enseñarte ni mis calzoncillos nuevos.
Lágrimas empezaron a rozar mis mejillas.
Quizá en otra vida, ¿me entiendes? ¿Qué quieres que piense ahora? Que eras tan buen amigo conmigo pero quizá tu mente pudo estar vinculando nuestra amistad con otra cosa que mejor ni la menciono, es más ni la deseo pensar. Qué pena…
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Apagué mi cigarrillo y me despedí de Fátima.
Caminaba a toda prisa. Por mi mente vagaban pequeñas escenas que para mí eran inolvidables. Las veces cuando renegabas por mi falta de cultura. Cuando me tildaste de maricón cuando no me tiré a la ex de Pedro. Las lágrimas que derramaste en mi hombro cuando Diana te fue infiel con tu compañero de estudios. El abrazo que me diste en el día de la amistad jurándome que seríamos amigos por siempre, pase lo que pase. Sí, así lo dijiste: “Pase lo que pase”. ¿Lo recuerdas?
Hoy me pongo a pensar a quién verdaderamente las personas le dicen vilmente “maricón”. Y quizá tenga una respuesta, sin muchos fundamentos pero es la única que encuentro. Un maricón no es quien intenta vivir como mejor se siente, como es feliz, que actúa como le vengan en gana. Para mí, un maricón es un cobarde, una persona que no es capaz de afrontar lo que tiene en frente y asimilarlo. Un marica niega una amistad. Un marica manda a la mierda años de compañerismo. Un marica prefiere huir. Alguna vez, todos fuimos unos maricas, y lo seguiremos siendo mientras no aceptemos la realidad que nos toca vivir.
“No sé que más habrás escrito sobre mí, pero te aseguro que no encontrarás más inspiración a costa mía. Gracias por hacerme notar la valiosa amistad que desde siempre me brindaste, marica”. Fue el comentario anónimo que envié.