Dentro
de pocas horas cumpliré veinte años y mis labios siguen siendo vírgenes. El
último regalo de Mariela fue una llave de oro con forma de cruz y una carta de
amor. Una bruja quiere convertirme en gato, y por si fuera poco, estoy perdido
frente a un lago de agua púrpura,
bebiendo un poco de ron.
Edernur
es el nombre del pueblo en el que vivo. Ningún varón que nazca allí puede besar
a una mujer a menos que supere los retos de la bruja que domina las nebulosas
tierras del olvidado Edernur. Hace muchos años aquella hechicera fue engañada
por su prometido, lo encontró besando a otra mujer. Céfira entregó su alma al
diablo para vengarse, obteniendo poderes inimaginables. Convirtió a su
prometido en gato y maldijo a todos los hombres del pueblo. Si un varón decide
besar a una mujer sin haber cumplido las tres pruebas de la malvada sibila,
ella aparecerá y lo convertirá en felino. Edernur está infestado de gatos. Son
pocos los hombres que logran vencer a Céfira por amor y pasar las pruebas. Hace
un año quise someterme a las tentativas para vivir feliz al lado de Mariela,
casarme con ella e irme lejos de Edernur, pero mi amada temió que fallara y
partió del pueblo sin decir adiós para que no arriesgase mi vida. Pero ahora, a
pesar de que Mariela no está conmigo, he decidido entregarme a la voluntad de Céfira.
A como de lugar superaré el desafío.
—
¡Despierta, Daniel! ¡Te he estado buscando por todas partes!
Abrí
los ojos con dificultad y tenía a un pelirrojo encima abofeteándome levemente.
Kevin es su nombre. Mi fiel compañero. Desde que tengo uso de razón hemos sido
mejores amigos. Él sabe que retaré a la bruja por amor y aunque intentó
detenerme en un inicio, ha decidido ayudarme.
—Has
escogido el peor lugar para caer borracho. Este lago está maldito. Incluso
Lirión, mi caballo, se negó a entrar hasta aquí.
—Espera,
no entiendo nada —dije mientras me ponía de pie agarrándome la cabeza. Un dolor
infernal. Sin darme cuenta, había bebido toda la botella de ron.
—En
este lago Céfira hizo el pacto con el diablo, por eso es de ese color. Si
deseas pasar el reto, debes hacer el ritual de invocación frente a estas aguas.
—Perfecto,
entonces lo haré de una vez por todas —exclamé seguro, armándome de valor.
—No
seas idiota, Daniel —ladró Kevin tomándome fuerte del brazo —En el estado en el
que te encuentras solo conseguirás que la maldita te convierta en gato…Además,
te tengo una noticia que te dejará sin aliento.
Miré
fijamente a Kevin y casi me tropiezo con mi pie izquierdo. El alcohol había
vulnerado mis reflejos.
—
¿De qué se trata?
—He
descubierto qué cerradura le corresponde a la llave que te regaló Mariela antes
de partir de Edernur.
No
importa en qué estación del año nos encontremos, el cementerio de Edernur
siempre se caracteriza por su cubierta de neblina, tiñendo de gris su solitaria
atmosfera, que sumado al gélido frío, es un espantoso escenario del pueblo. En
segundos se me pasó la borrachera al
escuchar los gemidos de las almas en pena.
—De
todos los lugares del pueblo, la bendita cerradura tenía que estar en el cementerio.
Definitivamente Mariela me ama.
—
¿Puedes dejar de ser tan sarcástico? Deberías estar nervioso. ¿A caso realmente
tienes idea de lo que te pasará si no pasas el reto de la bruja?
Me
detuve de golpe al escuchar a Kevin. Solté un largo suspiro y dije:
—Amigo
mío, no he nacido para ser gato. Mi destino es besar a la mujer que amo y nada
podrá detenerme.
Después
de dejarle las cosas en claro a Kevin, continuamos con nuestra búsqueda. En
realidad no tenía idea alguna de qué demonios estábamos tratando de encontrar,
así que solo me limitaba a seguirle el paso a mi amigo e iluminar el camino con
una antorcha.
—
¡Al fin lo encontré! La tumba de Aturimor Solemon.
—
¡Qué mierda hablas!
Kevin
me miró con un gesto de enojo y señalándome la lápida, dijo:
—
¿No lo ves? Hay una cerradura allí.
Sin
pensarlo mucho me acerqué, saqué de mi bolsillo derecho el obsequio de mi amada
e intenté abrirla.
Apenas
la llave tuvo contacto con la cerradura, una
fuerte luz emanó de la lápida, cegándonos por completo. Luego de algunos
minutos de frotarnos los ojos, vimos con claridad. Un camino subterráneo se
había abierto para nosotros.
—
¡¿Cómo sabías que la llave que me regaló Mariela conducía a esta puerta
secreta?! —pregunté asombrado. No podía creer lo que
veía.
—Dame
la antorcha y sígueme. Luego te explicaré todo.
El
túnel nos llevó a una especie de guarida secreta medieval. Había toda clase de
armas, desde espadas hasta pistolas de pólvora. Pero a lo lejos, en un altar,
una daga brillaba por su grandeza.
—Esa
es el arma que buscamos, Daniel. Tómala de una vez.
Nos
acercamos a paso lento. El camino se iba poniendo cada vez más angosto.
Debíamos caminar uno detrás del otro, cubriéndonos el rostro del polvo que
emanaban las viejas rocas del lugar. Finalmente al llegar, me quedé maravillado
por la daga. El mango era dorado con zafiros rojos incrustados. Y la hoja, sumamente
filuda, de aproximadamente treinta centímetros de largo.
—Esa
arma se hizo para matar a Céfira. Desde hace miles de años ha existido un grupo
de clérigos dedicados a cazar brujas y demonios. Se hacían llamar los Agnus Dei (Significa “enviados” en latín)
Aturimor Solemon intentó asesinar a Céfira hace muchos años, siendo
desafortunadamente derrotado, heredándole su secreto a su fiel discípulo, el
abuelo de Mariela. Es claro lo que tu amada ha querido darte con esta llave, el
arma para que desafíes a la bruja. Si bien es cierto ella prefirió partir antes
de que te enfrentaras a la hechicera, dejó en tu poder un acertijo. No contó
con que yo lo descifraría. “La llave que
te he obsequiado abrirá la hoja de la venganza en las tinieblas de los enviados”
te escribió en su carta. Afortunadamente soy un ratón de biblioteca y revisando
los libros viejos de Edernur, encontré toda la información sobre los Agnus Dei. Ella no quiere que pases el reto, Daniel, sino
que venzas a Céfira.
Tomé
la daga y la guardé en mi cinturón. Y sin decir palabra alguna, empecé a
partir.
—
¿Qué se supone que haces? ¡¿A dónde crees que vas?! —exclamó Kevin, siguiéndome
el paso.
—Lo
siento, Kevin. Pero no dejaré que me sigas. Te agradezco de corazón por todo lo
que has hecho por mí, pero debo continuar solo desde aquí. En cuatro horas
cumpliré veinte años y no pienso continuar bajo la maldita potestad de la bruja
del pueblo. Iré a desafiarla de una buena vez.
De
vuelta al principio. No puedo creer que tenga
las agallas de regresar al lago púrpura y retar a su vil guardián. Camino a
vencer a la bruja no he dejado de fijarme en los ojos de los cientos de felinos
que deambulan sin rumbo en Edernur. Debo confesar que sí temo convertirme en
una criatura peluda y amante de las bolas de lana. Pero el miedo no me llevará
a nada. Solo la confianza en el amor que siento por Mariela podrá hacerme salir
airoso de las garras de Céfira.
—Por
amor estoy dispuesto a desafiarte, hechicera de Edernur. Mis labios besarán
hasta el último suspiro que comparta con mi amada. Muéstrate, Céfira. He venido
a retarte.
Apenas
terminé de pronunciar palabra, el lago púrpura comenzó a hervir. Las burbujas
que reventaban denotaban el estado de ebullición en el que se encontraba. De
pronto, una figura amorfa empezó a salir de las profundidades, acercándose a
mí. Mientras salía, iba tomando cada vez más forma humana. Finalmente se
posicionó frente a mí, aterrándome con su macabra figura. Su cabellera era
larga y gris. Su piel arrugada como una pasa de color blanca. Sus uñas eran afiladas
y sus ojos rojos, tenían los iris negros. Llevaba un vestido de novia quemado
que destilaba un olor nauseabundo. Me contuve las ganas de vomitar y permanecí
estable frente a la horrenda bruja. Me costaba mucho sostenerle la mirada.
Podía sentir su maligna intención de convertirme en un putrefacto estofado de
gato.
—Daniel…te
he estado esperando. Tus ojos azules se verán hermosos en un gato negro.
La
voz de la hechicera era tenebrosa, aguda y chirriante. Mi cuerpo se estremecía
en cada palabra que emitía y mi piel se ponía de gallina.
—He
venido a pasar el desafío para poder besar a la mujer que amo —precisé con
firmeza.
La
bruja empezó a caminar a mi alrededor, barriéndome con la mirada.
—Muy
bien, joven enamorado. Antes de que cumplas los veinte podrás celebrar con tu
chica o serás mi mascota. Eso dependerá de tu destreza.
Cogí
la daga. Enfrentaría a Céfira, pero al sentirme intimidado por su mirada desistí.
Esperaré el momento preciso para darle muerte a la maldita hechicera de Edernur.
Apenas baje la guardia, la traspasaré sin piedad.
—Te
advierto que todas las pruebas son distintas. Dependen de la persona que viene
ante mí. Si algún hombre vencedor te ha contado algo acerca de lo que vivió
conmigo, no te servirá de nada.
—Eso
ya lo sé. No me importa.
—Eres
valiente, Daniel. Eso me gusta. Entonces, ¡empecemos de una vez! —expresó Céfira, mientras lamía su dedo
índice derecho.
Nuevamente
las aguas púrpuras hirvieron, y de ellas, dos figuras amorfas salieron de las
profundidades, acercándose a nosotros. Cuando ambas lucieron claras frente a
mis ojos, adoptando la figura de dos jóvenes, casi caigo de la impresión al
reconocerlos.
—Tu
mejor amigo, Kevin siempre ha estado enamorado de Mariela. ¿Por qué crees que
te ha estado ayudando a llegar hasta mí? Quiere que te conviertas en gato para
así poder quedarse con tu chica. Él es muy hábil y sin duda pasaría todos mis
desafíos. Él sabe que tú, un debilucho, un joven sin promesa alguna, jamás
lograría vencerme. Por otro lado, vez aquel muchacho de cejas pobladas, nariz
respingada y ojos verdes. Creo que lo reconoces muy bien. Su nombre es Philip y
hace cuatro años se sometió al desafío por Mariela. Sé que tu chica te habló de
él. El infeliz terminó siendo un pobre felino. Es por eso que tu amada huyó
para que no te sometieras a mis pruebas. Temía perderte como a Philip. Nunca lo
pudo olvidar. Aún lo ama en silencio y esa idea te atormenta, ¿no es así Daniel?
Empecé
a temblar. Apreté mis puños con fuerza. No sabía qué diablos hacer. Lo que dijo
Céfira de Philip y Kevin tenía que ser una trampa para confundirme. ¡No podía
estar diciendo la verdad!
—Debes
derrotarlos, Daniel. Ellos intentarán asesinarte y solo uno de los tres podrá
salir airoso de este desafío.
Philip
y Kevin comenzaron a mirarme con odio y ambos sacaron de su cinturón una filosa
espada y se acercaron a mí a paso acelerado.
—
¡Me niego rotundamente, Céfira! No pienso lastimarlos —puntualicé, mientras con
temor, esperaba a mis rivales.
—
Lo siento, Daniel, pero no tienes opción.
Kevin
me traspasó el hombro con su espada. No pude esquivar el ataque de mi mejor
amigo, ni tampoco el de Philip que atravesó mi pierna izquierda. Ambos sacaron
con rapidez su filosa arma de mi cuerpo mientras caía de rodillas al suelo.
Alcé la mirada, Kevin posicionó su espada en mi cuello con la intención de
decapitarme. Cerré los ojos y empecé a llorar. Mi mente era un enredo. El
simple hecho de pensar que la mujer que amo aún piensa en Philip y que mi mejor
amigo solo desea que fracase la misión para quedarse con Mariela, me atormenta,
me hace débil. ¡No! ¡No puede ser posible! Yo confío en Mariela. La amo y sé
que ella a mí también. ¡No me dejaré vencer por las calumnias de la bruja! Me
hice para atrás justo en el instante en el que Kevin me iba a rematar, esquivando
magistralmente su ataque. Saqué mi daga y sin dudarlo se la calvé en el pecho.
Luego, embestí a Philip, cayendo al suelo con él. Le di tres fuertes golpes en
el rostro, provocando que arroje su arma. Pero justo cuando me disponía a darle
el golpe de gracia, se hizo polvo. Kevin y Philip desaparecieron sin dejar
rastro. La risa burlona de Céfira atormentaba mis oídos. Me puse de pie, guardé
mi arma y me percaté que no tenía ninguna herida. Toda había sido una farsa.
—Acabas
de pasar la primera prueba, Daniel. Debo confesarte que pensé que fracasarías,
pero me has sorprendido muchacho.
—
¡Qué ridiculez! No entiendo tu cometido, hechicera.
—
¡No me cuestiones más o te convertiré en gato de igual manera! Si logras pasar
las dos pruebas siguientes, te diré los motivos de estas tentativas. Ahora solo
concéntrate en lo que viene.
Céfira
levantó los brazos y sus manos empezaron a brillar de un color verdoso, alumbrando
la oscura noche. De pronto, disparó tres rayos de luz al frente de mí. Ese
alumbrado de color verde permaneció iluminado por varios minutos. Finalmente se
desvaneció, dando cabida a tres versiones de Mariela. Un suspiro de paz en mi
alma. Hace un año que no sabía nada de mi amada. Me perdí en esa mirada
caramelo, el aroma a vainilla que emanaba su cabello rojizo. Verla sonreír
llena de felicidad mi alma. Desvanezco y vuelvo a resurgir ante su mirada. La
amo. Me acerqué a la Mariela del centro, dispuesto a abrazarla.
—
¡Alto! No las toques o echarás todo a perder. ¡Detente!
Me
contuve a unos pasos de las tres réplicas de mi amada, expulsando corazones
rojos por los poros ante la belleza de la única mujer en el mundo que me
complementa.
—
¿Hablas enserio? —pregunté totalmente desconcertado.
—El
tono de las tres al llamarte será casi idéntico, pero no el mismo. La voz viene
del alma. ¿Eres capaz de reconocer el matiz interior de la mujer que amas?
Al
instante, una por una, me llamaron por mi nombre dibujando una mágica sonrisa
en el rostro. Las miré confundido, la tonalidad era exactamente igual para mí.
No notaba ninguna diferencia. Las réplicas volvieron a llamarme. Cerré los ojos
y empecé a recordar la primera vez que Mariela pronunció mi nombre. Era
invierno, nevaba en el pueblo. El bosque había sido cubierto por una gran
sábana blanca. Los niños jugaban haciendo hombres de nieve, y otros, se
arrojaban bolas frías, mientras corrían sin cesar. Yo estaba deambulando,
siendo un espectador de la felicidad ajena, hasta que un ángel exclamó mi
nombre. Mi corazón se paralizó para volver a latir con mayor intensidad. Giré
mi cabeza y allí estaba ella, sonriendo y acercándose a paso lento.
—Hola, me llamo Mariela.
Tu primito es amigo de mi hermano y me dijo cómo te llamabas. ¿Quieres
ayudarnos a construir el mejor hombre de nieve de Edernur?
Si
alguna vez he acertado en algo de forma tan precisa, ha sido cuando acepté
formar parte de esa aventura de invierno, junto con mi primito, Jeriko, el
hermano menor de mi amada, y la mujer que llena de luz cada rincón nebuloso de
mi alma.
Me
acerqué a la Mariela que estaba a mi lado izquierdo y sin dudarlo la abracé. La
réplica correspondió a mi gesto mientras las otras dos se desvanecieron. Al
instante, nos separamos. La última representación de mi amada, siguió los pasos
de las otras, perdiéndose en la oscuridad.
—Supongo
que pasé la segunda prueba —afirmé confiado, mirando fijamente a los maléficos
ojos de Céfira.
La
hechicera de Edernur se me acercó lentamente con un endemoniado gesto de
gracia. Nuevamente mi piel se puso de gallina. Me sentía desnudo frente a un
gélido invierno.
—
¿Cuál es el precio de tu primer beso?
—Soy
capaz de todo por compartir mi vida en plenitud con Mariela.
—La
tercera prueba es la más difícil. Son
pocos los valientes que han logrado librarla con éxito. Para poder besar a tu
amada, tendrás que pagarme con lo que yo decida.
—No
hay problema. Pídeme lo que quieras —contesté de golpe.
—Desenvaina
tu daga y córtate los genitales. Ese es el precio que debes pagar por tu primer
beso.
Miré
con desesperación a Céfira. La anciana se regocijaba en mi locura.
Saqué
mi daga. La mataría, no dejaría que se
salga con la suya. Estaba decidido, me lanzaría sobre ella y no pararía hasta
hacerla pedazos. ¿Y si no lo logro? ¿Si
me vence y me termina convirtiendo en gato para no volver a ver a Mariela? ¡Dios,
la amo. No puedo arriesgarme! Cerré los ojos, suspire y dirigí la daga a mis
genitales, clavándola con todas mis fuerzas.
No
sentí dolor. ¿Pero si me había clavado la daga? Abrí los ojos. No había
sangrado ni lesión. Me encontraba en perfecto estado. Mi daga aún estaba
guardada.
—Te
felicito, Daniel. Acabas de concretar las tres pruebas. Tu amor es verdadero.
Puedes vivir en paz con Mariela. Vete de Edernur y empieza una nueva vida con
ella, librando a toda tu descendencia de la maldición.
—No
comprendo, Céfira. ¿Tu intención era saber si mi amor era verdadero? —pregunté
totalmente desconcertado.
—Así
es, muchacho. No soy tan despiadada como dicen. Pago una eternidad de sufrimiento
por haberme unido a Lucifer, pero mi intención no es acabar con todos los
hombres del pueblo, sino que comprendan realmente el valor de un beso. Tu
primera prueba fue acerca de los celos. Puse en tela de juicio lo que Mariela
siente por ti, confundiendo tu mente, simbolizándolo en una batalla con dos
rivales. Si dejabas que mis calumnias atormentaran tu alma, significaría que tu
amor es débil y que la inseguridad que sientes es más grande, pero al creer
firmemente en tu amor, venciste a tus rivales que representaban a esos demonios
internos que viven en uno, llenando de miedo el amor. La segunda prueba fue
acerca de qué tanto te has dedicado a observar y escuchar a la mujer que amas.
Si estás lo suficientemente enamorado para besarla, debes reconocer por lo
menos su voz. La voz es una representación del alma. Si no conoces el alma de
la mujer que amas, no mereces seguir a su lado. Y finalmente, la tercera prueba
era acerca de qué tan puro es lo que sientes por Mariela. Si te arrancabas los
genitales, sabes bien que jamás podrías hacerla tuya ¿Sacrificarías eso por
sentir el sabor de sus labios? Hoy demostraste que sí, que la amas sobre todas
las cosas. No existe otro hombre en Edernur que merezca los labios de Mariela tanto
como tú. Ve tras ella.
Céfira
me dio la espalda al terminar de explicarme el porqué de sus pruebas. No sabía
qué más agregar. No podía creer lo que escuchaba. Todo tenía sentido.
—Si
vas a asesinarme con esa daga, hazlo de una vez —sentenció la bruja de golpe.
Me
quedé tieso, no sabía qué hacer. Saqué la daga, empecé acercarme a la hechicera,
pero finalmente me detuvo. Arrojé el arma al suelo y dije:
—Quizá
deberían existir más brujas como tú en el mundo.
Apenas
terminé de hablar empecé a correr del lugar sin mirar atrás. No sabía dónde me
dirigía, solo que tarde o temprano encontraría a Mariela.
—
¡Danieeeeel! —escuché de pronto.
Me detuve. Sonreí. Reconocía la voz. Al girar me encontré con Mariela
que corría agitada hacia mí.
—Kevin
me contó que fuiste a desafiar a Céfira. Vine a detenerte, Daniel. No quiero
que te arriesgues. Puedo vivir una vida entera sin besarte, no tienes que
hacerlo por mí. No quiero que te arriesgues a vivir eternamente como un gato…
La
callé con un beso. La tomé de la cintura y me entregué a la mágica sensación de
sentir mío sus labios. Lágrimas de felicidad rodaban por mi mejilla. El sabor a
cereza me hipnotizaba cada segundo hasta el éxtasis. Me sentía flotando en un
millar de estrellas, danzando al compás de los latidos de mi corazón.
Dejé
de besarla lentamente. Ambos nos miramos a los ojos.
—Pasé
las pruebas de la bruja —expresé mientras sacaba el viejo reloj de mi padre del
bolsillo de mi saco.
—
¿Qué horas son? —preguntó Mariela con emoción.
—Las
doce —contesté con una sonrisa.
Mariela
se acercó más a mí, y con un nuevo beso, me dijo Feliz cumpleaños.
Jhonnattan Arriola Rojas