domingo, 6 de enero de 2013

El precio del primer beso


Dentro de pocas horas cumpliré veinte años y mis labios siguen siendo vírgenes. El último regalo de Mariela fue una llave de oro con forma de cruz y una carta de amor. Una bruja quiere convertirme en gato, y por si fuera poco, estoy perdido frente  a un lago de agua púrpura, bebiendo un poco de ron.

Edernur es el nombre del pueblo en el que vivo. Ningún varón que nazca allí puede besar a una mujer a menos que supere los retos de la bruja que domina las nebulosas tierras del olvidado Edernur. Hace muchos años aquella hechicera fue engañada por su prometido, lo encontró besando a otra mujer. Céfira entregó su alma al diablo para vengarse, obteniendo poderes inimaginables. Convirtió a su prometido en gato y maldijo a todos los hombres del pueblo. Si un varón decide besar a una mujer sin haber cumplido las tres pruebas de la malvada sibila, ella aparecerá y lo convertirá en felino. Edernur está infestado de gatos. Son pocos los hombres que logran vencer a Céfira por amor y pasar las pruebas. Hace un año quise someterme a las tentativas para vivir feliz al lado de Mariela, casarme con ella e irme lejos de Edernur, pero mi amada temió que fallara y partió del pueblo sin decir adiós para que no arriesgase mi vida. Pero ahora, a pesar de que Mariela no está conmigo, he decidido entregarme a la voluntad de Céfira. A como de lugar superaré el desafío.

— ¡Despierta, Daniel! ¡Te he estado buscando por todas partes!

Abrí los ojos con dificultad y tenía a un pelirrojo encima abofeteándome levemente. Kevin es su nombre. Mi fiel compañero. Desde que tengo uso de razón hemos sido mejores amigos. Él sabe que retaré a la bruja por amor y aunque intentó detenerme en un inicio, ha decidido ayudarme.    

—Has escogido el peor lugar para caer borracho. Este lago está maldito. Incluso Lirión, mi caballo, se negó a entrar hasta aquí.

—Espera, no entiendo nada —dije mientras me ponía de pie agarrándome la cabeza. Un dolor infernal. Sin darme cuenta, había bebido toda la botella de ron.

—En este lago Céfira hizo el pacto con el diablo, por eso es de ese color. Si deseas pasar el reto, debes hacer el ritual de invocación frente a estas aguas.

—Perfecto, entonces lo haré de una vez por todas —exclamé seguro, armándome de valor.

—No seas idiota, Daniel —ladró Kevin tomándome fuerte del brazo —En el estado en el que te encuentras solo conseguirás que la maldita te convierta en gato…Además, te tengo una noticia que te dejará sin aliento.

Miré fijamente a Kevin y casi me tropiezo con mi pie izquierdo. El alcohol había vulnerado mis reflejos.

— ¿De qué se trata?

—He descubierto qué cerradura le corresponde a la llave que te regaló Mariela antes de partir de Edernur.

No importa en qué estación del año nos encontremos, el cementerio de Edernur siempre se caracteriza por su cubierta de neblina, tiñendo de gris su solitaria atmosfera, que sumado al gélido frío, es un espantoso escenario del pueblo. En segundos se me pasó la  borrachera al escuchar los gemidos de las almas en pena.

—De todos los lugares del pueblo, la bendita cerradura tenía que estar en el cementerio. Definitivamente Mariela me ama.

— ¿Puedes dejar de ser tan sarcástico? Deberías estar nervioso. ¿A caso realmente tienes idea de lo que te pasará si no pasas el reto de la bruja?

Me detuve de golpe al escuchar a Kevin. Solté un largo suspiro y dije:

—Amigo mío, no he nacido para ser gato. Mi destino es besar a la mujer que amo y nada podrá detenerme.

Después de dejarle las cosas en claro a Kevin, continuamos con nuestra búsqueda. En realidad no tenía idea alguna de qué demonios estábamos tratando de encontrar, así que solo me limitaba a seguirle el paso a mi amigo e iluminar el camino con una antorcha.

— ¡Al fin lo encontré! La tumba de Aturimor Solemon.

— ¡Qué mierda hablas!

Kevin me miró con un gesto de enojo y señalándome la lápida, dijo:

— ¿No lo ves? Hay una cerradura allí.

Sin pensarlo mucho me acerqué, saqué de mi bolsillo derecho el obsequio de mi amada e intenté abrirla.

Apenas la llave tuvo contacto con la cerradura, una  fuerte luz emanó de la lápida, cegándonos por completo. Luego de algunos minutos de frotarnos los ojos, vimos con claridad. Un camino subterráneo se había abierto para nosotros.

— ¡¿Cómo sabías que la llave que me regaló Mariela conducía a esta puerta secreta?!                —pregunté asombrado. No podía creer lo que veía.

—Dame la antorcha y sígueme. Luego te explicaré todo.

El túnel nos llevó a una especie de guarida secreta medieval. Había toda clase de armas, desde espadas hasta pistolas de pólvora. Pero a lo lejos, en un altar, una daga brillaba por su grandeza.

—Esa es el arma que buscamos, Daniel. Tómala de una vez.

Nos acercamos a paso lento. El camino se iba poniendo cada vez más angosto. Debíamos caminar uno detrás del otro, cubriéndonos el rostro del polvo que emanaban las viejas rocas del lugar. Finalmente al llegar, me quedé maravillado por la daga. El mango era dorado con zafiros rojos incrustados. Y la hoja, sumamente filuda, de aproximadamente treinta centímetros de largo.

—Esa arma se hizo para matar a Céfira. Desde hace miles de años ha existido un grupo de clérigos dedicados a cazar brujas y demonios. Se hacían llamar los Agnus Dei (Significa “enviados” en latín) Aturimor Solemon intentó asesinar a Céfira hace muchos años, siendo desafortunadamente derrotado, heredándole su secreto a su fiel discípulo, el abuelo de Mariela. Es claro lo que tu amada ha querido darte con esta llave, el arma para que desafíes a la bruja. Si bien es cierto ella prefirió partir antes de que te enfrentaras a la hechicera, dejó en tu poder un acertijo. No contó con que yo lo descifraría. “La llave que te he obsequiado abrirá la hoja de la venganza en las tinieblas de los enviados” te escribió en su carta. Afortunadamente soy un ratón de biblioteca y revisando los libros viejos de Edernur, encontré toda la información sobre los Agnus Dei.  Ella no quiere que pases el reto, Daniel, sino que venzas a Céfira.  

Tomé la daga y la guardé en mi cinturón. Y sin decir palabra alguna, empecé a partir.

— ¿Qué se supone que haces? ¡¿A dónde crees que vas­­?! —exclamó Kevin, siguiéndome el paso.

—Lo siento, Kevin. Pero no dejaré que me sigas. Te agradezco de corazón por todo lo que has hecho por mí, pero debo continuar solo desde aquí. En cuatro horas cumpliré veinte años y no pienso continuar bajo la maldita potestad de la bruja del pueblo. Iré a desafiarla de una buena vez.

De vuelta al principio. No  puedo creer que tenga las agallas de regresar al lago púrpura y retar a su vil guardián. Camino a vencer a la bruja no he dejado de fijarme en los ojos de los cientos de felinos que deambulan sin rumbo en Edernur. Debo confesar que sí temo convertirme en una criatura peluda y amante de las bolas de lana. Pero el miedo no me llevará a nada. Solo la confianza en el amor que siento por Mariela podrá hacerme salir airoso de las garras de Céfira.

 —Por amor estoy dispuesto a desafiarte, hechicera de Edernur. Mis labios besarán hasta el último suspiro que comparta con mi amada. Muéstrate, Céfira. He venido a retarte.

Apenas terminé de pronunciar palabra, el lago púrpura comenzó a hervir. Las burbujas que reventaban denotaban el estado de ebullición en el que se encontraba. De pronto, una figura amorfa empezó a salir de las profundidades, acercándose a mí. Mientras salía, iba tomando cada vez más forma humana. Finalmente se posicionó frente a mí, aterrándome con su macabra figura. Su cabellera era larga y gris. Su piel arrugada como una pasa de color blanca. Sus uñas eran afiladas y sus ojos rojos, tenían los iris negros. Llevaba un vestido de novia quemado que destilaba un olor nauseabundo. Me contuve las ganas de vomitar y permanecí estable frente a la horrenda bruja. Me costaba mucho sostenerle la mirada. Podía sentir su maligna intención de convertirme en un putrefacto estofado de gato.

—Daniel…te he estado esperando. Tus ojos azules se verán hermosos en un gato negro.

La voz de la hechicera era tenebrosa, aguda y chirriante. Mi cuerpo se estremecía en cada palabra que emitía y mi piel se ponía de gallina.

—He venido a pasar el desafío para poder besar a la mujer que amo —precisé con firmeza.

La bruja empezó a caminar a mi alrededor, barriéndome con la mirada.

—Muy bien, joven enamorado. Antes de que cumplas los veinte podrás celebrar con tu chica o serás mi mascota. Eso dependerá de tu destreza.

Cogí la daga. Enfrentaría a Céfira, pero al sentirme intimidado por su mirada desistí. Esperaré el momento preciso para darle muerte a la maldita hechicera de Edernur. Apenas baje la guardia, la traspasaré sin piedad.

—Te advierto que todas las pruebas son distintas. Dependen de la persona que viene ante mí. Si algún hombre vencedor te ha contado algo acerca de lo que vivió conmigo, no te servirá de nada.

—Eso ya lo sé. No me importa.

—Eres valiente, Daniel. Eso me gusta. Entonces, ¡empecemos de una  vez! —expresó Céfira, mientras lamía su dedo índice derecho.

Nuevamente las aguas púrpuras hirvieron, y de ellas, dos figuras amorfas salieron de las profundidades, acercándose a nosotros. Cuando ambas lucieron claras frente a mis ojos, adoptando la figura de dos jóvenes, casi caigo de la impresión al reconocerlos.

—Tu mejor amigo, Kevin siempre ha estado enamorado de Mariela. ¿Por qué crees que te ha estado ayudando a llegar hasta mí? Quiere que te conviertas en gato para así poder quedarse con tu chica. Él es muy hábil y sin duda pasaría todos mis desafíos. Él sabe que tú, un debilucho, un joven sin promesa alguna, jamás lograría vencerme. Por otro lado, vez aquel muchacho de cejas pobladas, nariz respingada y ojos verdes. Creo que lo reconoces muy bien. Su nombre es Philip y hace cuatro años se sometió al desafío por Mariela. Sé que tu chica te habló de él. El infeliz terminó siendo un pobre felino. Es por eso que tu amada huyó para que no te sometieras a mis pruebas. Temía perderte como a Philip. Nunca lo pudo olvidar. Aún lo ama en silencio y esa idea te atormenta, ¿no es así Daniel?

Empecé a temblar. Apreté mis puños con fuerza. No sabía qué diablos hacer. Lo que dijo Céfira de Philip y Kevin tenía que ser una trampa para confundirme. ¡No podía estar diciendo la verdad!

—Debes derrotarlos, Daniel. Ellos intentarán asesinarte y solo uno de los tres podrá salir airoso de este desafío.

Philip y Kevin comenzaron a mirarme con odio y ambos sacaron de su cinturón una filosa espada y se acercaron  a mí a paso acelerado.

— ¡Me niego rotundamente, Céfira! No pienso lastimarlos —puntualicé, mientras con temor, esperaba a mis rivales.

— Lo siento, Daniel, pero no tienes opción.

Kevin me traspasó el hombro con su espada. No pude esquivar el ataque de mi mejor amigo, ni tampoco el de Philip que atravesó mi pierna izquierda. Ambos sacaron con rapidez su filosa arma de mi cuerpo mientras caía de rodillas al suelo. Alcé la mirada, Kevin posicionó su espada en mi cuello con la intención de decapitarme. Cerré los ojos y empecé a llorar. Mi mente era un enredo. El simple hecho de pensar que la mujer que amo aún piensa en Philip y que mi mejor amigo solo desea que fracase la misión para quedarse con Mariela, me atormenta, me hace débil. ¡No! ¡No puede ser posible! Yo confío en Mariela. La amo y sé que ella a mí también. ¡No me dejaré vencer por las calumnias de la bruja! Me hice para atrás justo en el instante en el que Kevin me iba a rematar, esquivando magistralmente su ataque. Saqué mi daga y sin dudarlo se la calvé en el pecho. Luego, embestí a Philip, cayendo al suelo con él. Le di tres fuertes golpes en el rostro, provocando que arroje su arma. Pero justo cuando me disponía a darle el golpe de gracia, se hizo polvo. Kevin y Philip desaparecieron sin dejar rastro. La risa burlona de Céfira atormentaba mis oídos. Me puse de pie, guardé mi arma y me percaté que no tenía ninguna herida. Toda había sido una farsa.

—Acabas de pasar la primera prueba, Daniel. Debo confesarte que pensé que fracasarías, pero me has sorprendido muchacho.

— ¡Qué ridiculez! No entiendo tu cometido, hechicera.  

— ¡No me cuestiones más o te convertiré en gato de igual manera! Si logras pasar las dos pruebas siguientes, te diré los motivos de estas tentativas. Ahora solo concéntrate en lo que viene.

Céfira levantó los brazos y sus manos empezaron a brillar de un color verdoso, alumbrando la oscura noche. De pronto, disparó tres rayos de luz al frente de mí. Ese alumbrado de color verde permaneció iluminado por varios minutos. Finalmente se desvaneció, dando cabida a tres versiones de Mariela. Un suspiro de paz en mi alma. Hace un año que no sabía nada de mi amada. Me perdí en esa mirada caramelo, el aroma a vainilla que emanaba su cabello rojizo. Verla sonreír llena de felicidad mi alma. Desvanezco y vuelvo a resurgir ante su mirada. La amo. Me acerqué a la Mariela del centro, dispuesto a abrazarla.

— ¡Alto! No las toques o echarás todo a perder. ¡Detente!

Me contuve a unos pasos de las tres réplicas de mi amada, expulsando corazones rojos por los poros ante la belleza de la única mujer en el mundo que me complementa.

—Las tres te llamarán. Debes escoger a una y abrazarla.

— ¿Hablas enserio? —pregunté totalmente desconcertado.

—El tono de las tres al llamarte será casi idéntico, pero no el mismo. La voz viene del alma. ¿Eres capaz de reconocer el matiz interior de la mujer que amas?

Al instante, una por una, me llamaron por mi nombre dibujando una mágica sonrisa en el rostro. Las miré confundido, la tonalidad era exactamente igual para mí. No notaba ninguna diferencia. Las réplicas volvieron a llamarme. Cerré los ojos y empecé a recordar la primera vez que Mariela pronunció mi nombre. Era invierno, nevaba en el pueblo. El bosque había sido cubierto por una gran sábana blanca. Los niños jugaban haciendo hombres de nieve, y otros, se arrojaban bolas frías, mientras corrían sin cesar. Yo estaba deambulando, siendo un espectador de la felicidad ajena, hasta que un ángel exclamó mi nombre. Mi corazón se paralizó para volver a latir con mayor intensidad. Giré mi cabeza y allí estaba ella, sonriendo y acercándose a paso lento.

—Hola, me llamo Mariela. Tu primito es amigo de mi hermano y me dijo cómo te llamabas. ¿Quieres ayudarnos a construir el mejor hombre de nieve de Edernur?

Si alguna vez he acertado en algo de forma tan precisa, ha sido cuando acepté formar parte de esa aventura de invierno, junto con mi primito, Jeriko, el hermano menor de mi amada, y la mujer que llena de luz cada rincón nebuloso de mi alma.

Me acerqué a la Mariela que estaba a mi lado izquierdo y sin dudarlo la abracé. La réplica correspondió a mi gesto mientras las otras dos se desvanecieron. Al instante, nos separamos. La última representación de mi amada, siguió los pasos de las otras, perdiéndose en la oscuridad.

—Supongo que pasé la segunda prueba —afirmé confiado, mirando fijamente a los maléficos ojos de Céfira.

La hechicera de Edernur se me acercó lentamente con un endemoniado gesto de gracia. Nuevamente mi piel se puso de gallina. Me sentía desnudo frente a un gélido invierno.

— ¿Cuál es el precio de tu primer beso?

—Soy capaz de todo por compartir mi vida en plenitud con Mariela.

—La tercera prueba es la  más difícil. Son pocos los valientes que han logrado librarla con éxito. Para poder besar a tu amada, tendrás que pagarme con lo que yo decida.

—No hay problema. Pídeme lo que quieras —contesté de golpe.

—Desenvaina tu daga y córtate los genitales. Ese es el precio que debes pagar por tu primer beso.

Miré con desesperación a Céfira. La anciana se regocijaba en mi locura.

Saqué mi daga. La  mataría, no dejaría que se salga con la suya. Estaba decidido, me lanzaría sobre ella y no pararía hasta hacerla pedazos. ¿Y si no lo logro?  ¿Si me vence y me termina convirtiendo en gato para no volver a ver a Mariela? ¡Dios, la amo. No puedo arriesgarme! Cerré los ojos, suspire y dirigí la daga a mis genitales, clavándola con todas mis fuerzas.

No sentí dolor. ¿Pero si me había clavado la daga? Abrí los ojos. No había sangrado ni lesión. Me encontraba en perfecto estado. Mi daga aún estaba guardada.

—Te felicito, Daniel. Acabas de concretar las tres pruebas. Tu amor es verdadero. Puedes vivir en paz con Mariela. Vete de Edernur y empieza una nueva vida con ella, librando a toda tu descendencia de la maldición.

—No comprendo, Céfira. ¿Tu intención era saber si mi amor era verdadero? —pregunté totalmente desconcertado.

—Así es, muchacho. No soy tan despiadada como dicen. Pago una eternidad de sufrimiento por haberme unido a Lucifer, pero mi intención no es acabar con todos los hombres del pueblo, sino que comprendan realmente el valor de un beso. Tu primera prueba fue acerca de los celos. Puse en tela de juicio lo que Mariela siente por ti, confundiendo tu mente, simbolizándolo en una batalla con dos rivales. Si dejabas que mis calumnias atormentaran tu alma, significaría que tu amor es débil y que la inseguridad que sientes es más grande, pero al creer firmemente en tu amor, venciste a tus rivales que representaban a esos demonios internos que viven en uno, llenando de miedo el amor. La segunda prueba fue acerca de qué tanto te has dedicado a observar y escuchar a la mujer que amas. Si estás lo suficientemente enamorado para besarla, debes reconocer por lo menos su voz. La voz es una representación del alma. Si no conoces el alma de la mujer que amas, no mereces seguir a su lado. Y finalmente, la tercera prueba era acerca de qué tan puro es lo que sientes por Mariela. Si te arrancabas los genitales, sabes bien que jamás podrías hacerla tuya ¿Sacrificarías eso por sentir el sabor de sus labios? Hoy demostraste que sí, que la amas sobre todas las cosas. No existe otro hombre en Edernur que merezca los labios de Mariela tanto como tú. Ve tras ella.

Céfira me dio la espalda al terminar de explicarme el porqué de sus pruebas. No sabía qué más agregar. No podía creer lo que escuchaba. Todo tenía sentido.

—Si vas a asesinarme con esa daga, hazlo de una vez —sentenció la bruja de golpe.

Me quedé tieso, no sabía qué hacer. Saqué la daga, empecé acercarme a la hechicera, pero finalmente me detuvo. Arrojé el arma al suelo y dije:

—Quizá deberían existir más brujas como tú en el mundo.

Apenas terminé de hablar empecé a correr del lugar sin mirar atrás. No sabía dónde me dirigía, solo que tarde o temprano encontraría a Mariela.

— ¡Danieeeeel! —escuché de pronto.

Me detuve. Sonreí. Reconocía la voz. Al girar me encontré con Mariela que corría agitada hacia mí.

—Kevin me contó que fuiste a desafiar a Céfira. Vine a detenerte, Daniel. No quiero que te arriesgues. Puedo vivir una vida entera sin besarte, no tienes que hacerlo por mí. No quiero que te arriesgues a vivir eternamente como un gato…

La callé con un beso. La tomé de la cintura y me entregué a la mágica sensación de sentir mío sus labios. Lágrimas de felicidad rodaban por mi mejilla. El sabor a cereza me hipnotizaba cada segundo hasta el éxtasis. Me sentía flotando en un millar de estrellas, danzando al compás de los latidos de mi corazón.

Dejé de besarla lentamente. Ambos nos miramos a los ojos.

—Pasé las pruebas de la bruja —expresé mientras sacaba el viejo reloj de mi padre del bolsillo de mi saco.
— ¿Qué horas son? —preguntó Mariela con emoción.

—Las doce —contesté con una sonrisa.

Mariela se acercó más a mí, y con un nuevo beso, me dijo Feliz cumpleaños.

Jhonnattan Arriola Rojas



3 comentarios:

  1. Tenemos que buscar a un representante y a alguien influyente que conozcan a algun director de cine hollywoodense... porque esta historia esta de película :D

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  2. Woooaaaaaah!!
    Nathaly tiene toda la razón! Esta historia es impactante, woah me he quedado con la boca abierta, espera unos cuantos años más que termine mi título en producción y yo la hago! Me ha encantado tanto el final.

    Besos mentales.

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    1. Estaré esperando, Belleza Negativa. Claro que me encantaría que hagas una película de mi post. La historia es mucho más amplia, hice un súper resumen para el blog. Muchas gracias por todo, de verdad. Te mando millones de abrazos.

      Jhonnattan Arriola

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