domingo, 31 de marzo de 2013

Living Soledad

Llueve como en ninguna otra noche. El frío me aturde, me confunde. Mi cuerpo tiembla al compás del viento. Me siento un espectro en la oscuridad, deambulando a paso lento en la orilla. Desafío al mar, arrojándole una piedra con todas mis fuerzas. Intento bloquear mis sentidos, pero no puedo evitar pensar en ella. El recuerdo de su piel me eleva al infinito, como droga alucinógena.

 
Soledad:

Jamás olvidaré la primera vez que la hice mía. Sin saber su nombre, nos sumergimos al fuego del placer, sin preguntas ni reclamos, solo nos dedicamos a dar lo mejor en la cama. Una vez al mes, sin falta iba a visitarla. Ella trabajaba en Céfiros (El mejor burdel de Lima). Un amigo me recomendó el lugar, y por curiosidad, con una buena dosis de tristeza, fui a invertir mi dinero en amores de una noche. No fue difícil  decidirme por Soledad, sin duda, era la ninfa más hermosa del local. Su piel canela era una tentación, y su sonrisa, la coquetería echa gesto. Su figura esbelta y sus curvas seductoras, me enamoraron a primera vista. Me la llevé a la cama, disfrutando al máximo cada segundo a su lado. La besé y acaricié a mis anchas. No se negó a ninguna de mis peticiones, obediente, cumplió su misión de hacerme estallar de placer.

La primera vez que partí de Céfiros a mi casa, no entendí por qué diablos había caído en ese lugar. Como un niño asustado, me juré nunca más volver, sin embargo, no pude ser firme en mi decisión. Poco a poco, empecé afilar el cuchillo, que finalmente, terminaría penetrando mi alma, dejándome en el vació.

Mi nombre es Arturo Quiroz, soy arquitecto con una maestría en Negocios Internacionales. A mis 35 años, entre comillas, mi vida debería ser perfecta. Tengo dos hijas, Teresa y María Gracia…Dios, realmente muero por mis niñas. Si he llegado tan lejos en mi vida profesional, ha sido sin duda por ellas. El simple hecho de imaginar que les espera un gran futuro, me da fuerzas para seguir trabajando, día y noche, superando mis propios límites. A su vez, no puedo dejar de darle crédito a la mujer que nunca dejó de confiar en mí. Cuando no tenía dónde caerme muerto y ahorraba para pagarme los estudios, trabajando en un Fast Food, ella no dejó de alentarme y apoyarme para que cumpla mis sueños. Camila es una estrella en mi vida. La amo con todo mi corazón. Ser su esposo es lo mejor que me ha pasado en la vida. Sin embargo, de un momento a otro, la soledad invadió nuestra cama, convirtiéndonos en dos extraños de sábanas compartidas.

Camila:

¿Cómo se puede acabar una relación de tantos años? ¡Coño! ¡El amor no se puede ir así nada más, por la reparimpamputa mierda! Me siento fatal, mientras le sonrió como imbécil a mi esposa, diciéndole: “Te amo, mi amor. Nos vemos en la noche”. Me voy a trabajar hecho un demonio por dentro.

Todos los días me rompo la cabeza y no doy con el problema. Juro que he pasado noches en vela reflexionando al respecto, esperando encontrar una solución, pero ha sido inútil. De un momento a otro, Camila se mostró muy fría conmigo y por más que le preguntaba el porqué, jamás se tomó la molestia de darme las explicaciones del caso. La muerte fue lenta, silenciosa. El desamor es un cáncer maligno, que mientras piensas que todo anda bien, se va ramificando por dentro.

Y así fue, de compartir noches infinitas, a casi no pasar ni un instante juntos, de conversaciones extensas, a banales y cortantes…de fingir algunos dolores de cabeza en la cama, a prácticamente renunciar a hacer el amor. Sin previo aviso, empecé a sentirme solo al lado de mi esposa. Intenté de todo para recuperarla, detalles, cenas románticas, entablar forzadas pláticas al respecto, seducirla, pero fue inútil. Al parecer la química que nos había unido todos estos años,  había desaparecido. Solo me quedó contemplar, cómo mi vida amorosa se iba cayendo a pedazos.


Fueron meses de tortura, fingiendo que todo andaba bien, sin atreverse a poner un alto. Camila y yo nos consumíamos en la misma habitación, luchando a ciegas por nuestras hijas, vendiéndoles un mundo de mentiras. Hablándoles del amor, mientras nosotros ya no lo sentíamos.

Finalmente, di a parar en “Céfiros” buscando un consuelo, ebrio de mis penas, cometí el mejor acierto o el peor error de mi vida. Después de 5 meses sin tener intimidad con mi mujer, sin escuchar siquiera de sus labios un “Te quiero” preferí acostarme una sola noche con una prostituta, a engañarla con alguna amiga, involucrando más que un sueño de cama. Sin embargo, jamás imaginé que el silencio de Soledad y la entrega de sus caricias, me hiciese regresar, para saber más de ella, y sin querer, enamorarme de la fantasía que representaba para mí.

Cada vez que iba por Soledad, pagaba por ella para llevármela toda la noche (Mi esposa nunca me preguntaba por qué no llevaba a dormir. Al parecer, ya no le importaba). Al principio, nuestro encuentro era enteramente pasional, teníamos sexo hasta quedar inconscientes del cansancio. Pero con el tiempo, simplemente conversábamos, salíamos a pasear y nos contábamos nuestra vida. Ella soñaba con ser cantante, tenía una voz hermosa. Mi sentido del oído llegaba al éxtasis al escucharla. Era fascinante verla darme un concierto en la habitación del hotel, imaginándonos que nos encontrábamos en un gran escenario, y que yo era su fan número uno.

Teresa y María Gracia

Ya lo tenía planeado. Iba a fugarme con Soledad. A las once de la noche la recogería del hotel y nos largaríamos a Argentina (Había conseguido un gran proyecto profesional allí). Al diablo con todo, pensaba, iba a dejar el 100% de mis pertenencias en mi casa para que nadie sospeche. Sin embargo, una conversación con mis hijas, cambió totalmente mis planes.

Estaba en el patio de la casa, fumando un cigarrillo, mientras mi esposa, fingía estar dormida un viernes a las 8 de la noche. De pronto, sentí un cariñoso dedo martillando repetidas veces mi espalda. Giré,  y  la sonrisa de Teresa, me llenó de paz. Mi Teresita llevaba de la mano a su pequeña hermana, juntas, tenían algo que decirme.

Papá, mami está triste, la hemos escuchado llorar en su cuarto. ¿Crees que sea porque cancelaste el viaje que teníamos planeado a las playas de Grecia? Ella estaba muy entusiasmada, al igual que nosotras. Papito, ya casi ni te vemos. Últimamente ya no nos cantas nuestra canción antes de dormir. ¿Nos hemos portado mal, papito? Si es por eso, venimos a pedirte perdón para que puedas volver a jugar con nosotras”.

Teresa tiene 6 añitos y María Gracia 4. Si bien es cierto siempre lo han sido todo para mí, fue en ese momento en el que desperté por completo, en el que me di cuenta de lo miserable que sería sin ellas. Había sido el peor padre del mundo por pensar en la posibilidad de dejarlas. Así que conteniéndome las lágrimas, acosté a mis niñas, cantándoles su canción, y fui a despedirme de Soledad para siempre.


Grecia

Han pasado dos meses desde que le dije a Soledad que lo nuestro era una locura. Que la promesa que le hice de llevarla a Argentina para que nunca más volviera a trabajar en un burdel…no la podría cumplir. No la protegería por siempre, tal como se lo dije entre lágrimas una noche. Sería un tonto si dejaba de luchar por mi matrimonio,  y ella debía entenderlo.


Romper un corazón es fácil, pero vivir sabiendo que lo hiciste, te carcome por dentro. Mentiría si dijera que no la volví a buscar, no con la intención de retractarme, sino de pedirle perdón por mi determinación insensible. Pero no la encontré. Había dejado de trabajar en Céfiros y nadie sabía su paradero.

Ahora, frente al bello mar de Grecia, lloro una vez más. Lloro por mis hijas, que a pesar de que las veo a diario, me siento lejos de ellas. Sufro por mi mujer, porque sé que le he fallado y no me atrevo a confesarle mi crimen de amor. Mi alma grita por Soledad, porque no sé nada de ella…y su recuerdo me persigue sin cesar.

-       ¡Arturo!

Alguien gritaba mi nombre y se acercaba a paso acelerado. Estaba en blanco, sumergiéndome cada vez más en el mar.

-       ¡Arturo! ¡Qué diablos haces!


Camila me despertó del trance y me jaló nuevamente a la orilla, dándome unas cuantas cachetadas para que reaccionara.

-       ¡Arturo, reacciona, por Dios!, exclamó Camila, sin dejar de darme leves bofetadas en las mejillas.

Vi a los ojos a mi esposa. Me quedé perplejo ante su mirada. No me contuve más y caí en llanto. La abracé como un niño y le dije lo mucho que la amaba.

-       Perdóname, Arturo, perdóname por todo. Te he hecho mucho daño…

-       Ya no digas nada. No tiene caso.

Nos miramos a los ojos. Ambos estábamos llenos de tristeza. Pude darme cuenta en su mirada que estaba destrozada, se aferraba a mi pecho con fuerza, mientras no dejaba de sollozar.

-       Arturo, te he fallado. Hay tanto que no te he dicho. Fui una estúpida. Siempre andabas viajando, trabajando hasta muy tarde. Nunca tenías tiempo para mí. Todo era prioridad antes de pasar un rato a mi lado. Venías cansado y lo único que querías era hacerme el amor...a pesar de que eras mi esposo, me sentía usada. Y en la última salida que tuve con mis amigas, conocí a un tipo, un patán, sin embargo, busqué equivocadamente en él la atención y el cariño que tú no me dabas. Felizmente me di cuenta a tiempo y lo mandé a rodar, pero ya no tenía cara para mirarte a los ojos. Y justo en ese momento, empezaste a cambiar, a esforzarte más por los dos, y yo ya no podía más con la agonía de la culpa. Por eso empecé a evitarte, a volverme fría. Hasta ahora, que quiero que sepas que eres el hombre de mi vida. No puedo vivir sin ti…de verdad no quiero perderte. Arturo, te amo, te amo tanto…

Mi corazón se paralizó. Cerré los ojos por unos segundos con la esperanza de abrirlos y encontrarme en otra dimensión, sin embargo, seguía frente a ella, abrazándola.

- Yo también me he equivocado, Camila. Pero si estoy aquí contigo, no es para mirar atrás, sino para olvidar todo lo malo y salir adelante por nuestras hijas.

Camila me plantó un beso en los labios. Me resistí al principio, pero finalmente me entregué a la pasión del sentimiento. Esta noche no quiero pensar en nada más. Le haré el amor a mi mujer y despertaré a su lado, diciéndole que aún la amo. La herida aún sangra en nuestros corazones. Dudo mucho que se pueda reparar en su totalidad. Pero por Teresa y María Gracia, vale la pena luchar hasta el final. Así como ella olvidó a su amante, lo más probable es que con el tiempo, deje de pensar en Soledad.

El desamor no tiene cura. Pero el amor lo puede todo.

Jhonnattan Arriola Rojas

3 comentarios:

  1. Uoooo! El hombre (ser humano) no debería poner a nadie antes que a sus hijos, esta historia tuvo un final feliz por así llamarlo, pero esto en la vida real no siempre ocurre, esto me ha puesto demasiado triste.

    Besos mentales.

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    1. Lamento que mi texto te haya causado tristeza, estimada Belleza Negativa. Tienes razón, nadie debe poner un ideal antes que a su familia. Lo mejor de vivir, es perdonar. A veces no sabemos cómo hacerlo. Pero sobre todo, en ocasiones muy diversas, tampoco aprendemos a ser felices. Es un proceso lento, que se aprende con sudor y lágrimas. Un abrazo.

      Jhonnattan Arriola

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  2. Lamento que mi texto te haya causado tristeza, estimada Belleza Negativa. Tienes razón, nadie debe poner un ideal antes que a su familia. Lo mejor de vivir, es perdonar. A veces no sabemos cómo hacerlo. Pero sobre todo, en ocasiones muy diversas, tampoco aprendemos a ser felices. Es un proceso lento, que se aprende con sudor y lágrimas. Un abrazo.

    Jhonnattan Arriola

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