domingo, 24 de enero de 2010

Hasta hoy, no lo sabía

A mi familia


Nunca antes lo vi. No fui capaz de abrir mis llorosos ojos y ver una realidad que desde siempre estuvo conmigo.

Sábado, 16 de enero. Día rutinario. Común y corriente. En una larga jornada de trabajo esperando que las horas pasen y así acabar con mi aburrido día de oficina.

- ¿Alo?

- Hola hijo, ¿cómo te va?

- Bien pa’, todo bien felizmente.

- ¿A qué hora vienes? Vamos a comer afuera.

- En 20 minutos. Espérenme, ya llego.

Un almuerzo familiar, como siempre iríamos a comer un suculento menú marino, aunque no sea de mi total agrado, a mi mamá le encanta.

- Señor, ¿acá al Punto Marino? En Lince.

- 6 soles pe’. ¿Ta’ bien?

Todos en el taxi. Junto a mi mamá resolvía el crucigrama de un diario local, mi hermana, miraba, quizá, entretenida las desordenadas calles de esta ciudad, y mi papá, adelante como toda persona que piensa pagar la carrera.

Señor, siga de frente, dijo mi madre y en cuestión de segundos escuché a mi hermana gritar en simultaneo al sonido de vidrios rotos, faros destrozados, y el escandaloso ruido que hacen los carros al chocar.

Al bajar del destruido auto, me dirigí hacia la parte de adelante, mi papá, aún sentado, se agarraba el pecho expresando notorios gestos de dolor.

Y ahí estaba yo, sin poder hacer nada. Miraba hacia alrededor, y la gente murmuraba entre ellos, pero sin dar ni una pequeña muestra de ayuda.

- ¡¡¡Papá!!! ¿Puedes bajar? ¡¡¡Papá!!!

¿Qué hacer en ese momento? Quería ir con ambos choferes y sacarles la mierda con mis propias manos. No soportaba ver a quien por muchos años soportó mis malcriadeces, llantos, y engreimientos, sentado ahí, quejándose de dolor.

Recordé tanto en tan poco. Aquellos días en que llegaba tomado y jugaba conmigo durante horas. Cuando íbamos juntos a la pollería DiezDiez. O cuando tomaba de mi mano al ver a una chica simpática pasar por nuestro costado. Recordé todo. Y en ese momento fue donde pude responder quizá una de mis dudas existenciales: ¿Qué tanto amo a mi familia?

Para algunos probablemente se les hace fácil responder esa pregunta, tal vez ya lo tenían claro desde hace mucho, pero yo no. Hasta ese día, llevaba en mí aquel sentimiento de unión familiar, colaboración de uno con el otro, estar juntos en las buenas y en las malas. Pero tuvo que pasar algo de esa magnitud para comprender que no solo se trata de ser una alianza, sino de demostrar los sentimientos más profundos que guardamos en el corazón.

Amo a mi familia. Y ahora sé que daría todo por cada uno de los que la integra, absolutamente todo.

Quisiera haberlo aprendido antes y así hubiese demostrado el amor que ahora siento.

Lamento haber sido ingrato en muchas ocasiones. Lamento no haber sido la persona que esperaban que sea. Lamento todas las veces que los hice llorar. Todas las decepciones y rencores. Nunca debieron sufrir por mí.

Los amo. Juro que los amo.

- Ya hijo, tranquilo por favor. Ya pasó todo. Lo importante es que todos estamos bien.

Lo abracé y lloré.

Nunca es tarde para decir lo que sientes.


EB



domingo, 17 de enero de 2010

Recuerdo, alguna vez

Autora invitada: Ángeles

Es el momento de recordar nuestra vida juntos, esos momentos tan bellos, esos momentos que nadie puede olvidar. Pero también, tantas lágrimas que me hiciste gastar y ahora quizás un poco tarde me doy cuenta que fueron en vano.

“Tú sabes que el mundo da vueltas ese será tu castigo, te pido que nunca vuelvas no quiero nada contigo”

Como empezó esta corta pero a la vez larga historia, como olvidar las conversas por el chat del facebook cuando ni siquiera me conocías mas allá de un HOLA, que de ahí pasaron al Messenger y finalmente al nextel, con esas pocas llamadas pero con mucho significado. Nuestras conversas se convirtieron en rutina y yo siempre estuve dispuesta a ellas, aunque siempre supe que eras el tipo de persona que hoy quiere con una, y mañana con otra; y yo en ese momento era tu presa a la cual querías cazar, pero finalmente trataba de no pensar en eso y ver en ti el lado positivo, el lado atento, el lado cariñoso, ese lado que solamente yo lo veía, o quizá era el amor por ti lo que me cegaba. Cómo olvidar esas largas conversaciones con mis mejores amigas tratando de hacerme ver que tú no eras el príncipe de los cuento de hadas y que solamente eras un chico común y corriente con más defectos de los esperados.

No sé si exactamente tuvimos algo y creo que nunca lo averiguaré. Pero tú, como siempre, solo pensabas en ti y en cómo saciar tus necesidades sin importarte los demás. Siempre andabas de un lado a otro con tu carita de no matar ni a una mosca, cuando todos sabemos que eso ni tú te lo creías. Bien dice el refrán” Mira con quién andas y te diré quién eres” y nosotros sabemos, y muy bien, que tus amigos no eran unos santos.

Pero no te puedo culpar de todo por más que quiera, yo fui quien siempre creyó en tus palabras, yo siempre estuve dispuesta a escuchar tus mentiras, simplemente me conformé pensando que yo me merecía a alguien como tú. Grave error. Siempre me hacías alguna de tus jugadas, pero, a la vez, sabías cómo hacer para que yo te perdonara. No sé por qué nunca te atreviste a ser el verdadero tú, el que yo sé que existe dentro de ti, quizá todo hubiese sido muy diferente, hubiésemos dejado de pelearnos cada vez que podíamos y hubieras dejado de ser ese animal que querías ser y todavía no entiendo por qué.

Por mi parte, esta historia llegó a su final, quizá no fue el que esperaba, no término como en los cuentos de hadas, pero estoy feliz de que haya sido así. Que se vayan con él las salidas pendientes, las conversaciones sin terminar y, sobre todo, sus mentiras diarias que día a día herían mi corazón.

Pero aún hay algo que no logro comprender. Por qué, ahora que ya me fui, vuelves a mí y pretendes ser esa persona llena de detalles que tanto soñé. Si cambiaste por ti no sabes el gusto que me da y te deseo lo mejor, solo no esperes que yo vuelva a caer en tus redes “el que la hace una vez siempre la va hacer” y eso ya lo aprendí, y muy bien. No te odio porque no valdría la pena, solo creo que en un determinado momento decidiste buscar lo más fácil y, sin duda, lo hiciste. ¿Por cobarde? Tal vez sí, porque sabías que conmigo tendrías que lucharla después de todo. Lo mejor es que tu también borres cada recuerdo que tienes conmigo, si es que todavía tienes alguno, y simplemente, si el destino nos vuelve a cruzar, cada uno continuará por su camino. No haré como que nunca te conocí, te saludaré porque al menos te lo mereces, pero no esperes que pase algo más porque eso no ocurrirá. Adiós.


domingo, 10 de enero de 2010

“Mamá mía”

Alguna vez se han puesto a pensar. ¿Qué tanto los ama mamá? No tengo la intención de dar un sermón bíblico mediante este texto, pero sí reflexionar juntos sobre este tema. Mañana once de enero es cumpleaños de mi madre, y bueno, echado en mi cama, aspiro a escribir este post, con la clara intención de darle el protagonismo a ese ser único, que desde un inicio, nos recibe con la más pura sonrisa.

Dulces, menopáusicas, comprensibles, asesinas de la diversión, bailarinas y elocuentes, sutiles, gritonas, consejeras, amigas. Así son nuestras madres. Hay una serie de gama de personalidades adicionales o mencionadas, que logran describirlas en un buen porcentaje.

Podría explayarme por miles de páginas hablando de las madres, hay tanto qué decir, pero para hacerlo sencillo y divertido, serán solo dos temas los que tocaré.


Amiga o enemiga


Hace unos días, fui testigo de este peculiar fenómeno entre madre e hijo. Me levanté cruzado, esa es la verdad. Me sentía fatal, aún soy todo un adolescente confundido y atormentado por niñerías. Recién desde diciembre he comenzado a hacerme hombre. He comenzado a trabajar. Bueno, la cosa es que me levanté con algo de temor infantil. Cada vez tengo más gastos, más metas, menos dinero, y menos tiempo. La cosa es que echado en mi cama como una vaca, hice lo que muchos en mi lugar, hubieran hecho. – ¡Mamá ven!, grité sin mover ni siquiera un dedo. Solo una madre conoce a la perfección a su hijo. Por más que le ocultemos que escondemos a la enamorada, debajo de la cama, ellas ya lo saben. No hay necesidad de perder el tiempo mintiendo con ellas. Como tampoco hay necesidad de preámbulos tontos. De ante mano ellas ya conocen nuestro estado real de ánimo.

No fue un extenso discurso el que recibí, pero sí preciso. En mi inconsciente sabía que solo escuchar aquella voz amiga, llena de amor incondicional, diciendo: “Hijito, estate tranquilo, todo va a salir bien. Yo confío en ti”, me devolvería la calma. A nadie he defraudado tanto como a mi madre. A nadie le he gritado tanto. A nadie la he hecho sentir tan mal; sin embargo, nadie confía tanto en mí como ella. Es que es así, no creo que sea el único que piense de ese modo. Seamos honestos, cuando nos revienta la cabeza, atormentamos a la persona que nos dio la vida, como si ella hubiese sido la culpable de todos nuestros males. Pero en caso contrario, cuando todo es felicidad, la abrazamos, la llenamos de besos, y conversamos por horas con ellas, sonriendo a más no poder. Según mi concepto, las madres tienen cierta facultad marítima, llamada: “Habilidad esponja”. Una madre siempre absorbe la realidad del hijo. Si uno es desordenado, malcriado, patán, que hace lo que se le da la gana, la mamá, simplemente absorbe la verdadera cara de ese estilo de vida. Tristeza, vacío, confusión. Una madre no es feliz, si su hijo no lo es. Un ejercicio claro para podernos dar cuenta de esto, es el siguiente: “Recuerda a consciencia aquél día en que la enamorada te choteó, y estabas en tu cuarto, pensando en el fin del mundo. De pronto entra a tu habitación la salvadora, con un vaso de yogurt, y un paquete de galletas. La madre busca que la hija o el hijo, la hagan partícipe de su mundo interno. Lo que sucede es que se ha dado cuenta de que algo no anda bien, y ella no podrá estar feliz, si no ayuda a esa persona, que más ama en el mundo.

Horas después, ya en la noche, me encontraba en la casa de uno de mis amigos del barrio, tomando unas cervezas. Una improvisada reu, de chicos y chicas, prometía. De pronto, a las once, suena mi celular. Era mi madre, exigiéndome que regrese inmediatamente a casa, era día de semana, y ella quería descansar (Tiene la mala costumbre de esperarme despierta). –Mamá, ya soy grande, tengo diecinueve años. Entiéndeme por favor, me estoy divirtiendo. La amiga fiel que entró a mi cuarto con galletas, para darme un lindo consejo, había desaparecido. Me encontraba frente a mi más grande enemiga, inconsciente, egoísta, que no me deja divertir, y que desconfía de mí en cada respiro. Al final tuve que ceder e ir a mi casa. Ya en mi cuarto, después de requintar a mi madre, me puse a pensar, y me di cuenta de lo siguiente: “Mi mamá tan solo quiere lo mejor para mí. Mañana debo ir a trabajar, y si me quedo hasta muy tarde con mis amigos, no voy a lograr desempeñarme bien en la chamba”. Me tomó mucho llegar a esa conclusión. A todos nos desespera que nos den órdenes, o que quieran manejar nuestra vida como si no nos perteneciera. Pero debemos entender, que dentro de esa reprimenda, está la preocupación totalmente implícita. No nos ceguemos, ni pensemos que estamos conviviendo con una menopáusica amargada. No nos creamos los incomprendidos, maduremos, y busquemos entender a esa mujer especial, que dentro de todos sus aciertos o errores, hay un gran toque de amor.


Mi mamá ya no me mima

La relación madre e hijo evoluciona ligada al tiempo. Cuando uno es bebé, es dependiente de la madre. Después al pasar los días, los meses, los años, este vínculo se va distorsionando. En el mejor de los casos, la relación sigue unida, pero con sus distancias netamente justificadas. Pero el problema es cuando el vacío de la incomunicación, que se puede generar en la adolescencia, no se supera.

Tengo un caso un poco extraño. Mi cuarto era de mi madre en su juventud, y debido a esto, su closet aún sigue allí. No hay día en que mamita linda, no entre a mi habitación a sacar algún polo, a buscar zapatos, etc. La situación digamos que ahora está más controlada, ya que hemos llegado acuerdos, para respetar el espacio de ambos. Pero esta situación, hace cuatro años atrás, cuando tenía quince, era un infierno de mil demonios. La única oración que le dedicaba a madre durante el día, era:”Sal de mi cuarto por favor”. Sentía en ese entonces que no nos soportábamos, que la mimería antes de dormir se había acabado por parte de ella, y que jamás volveríamos a ser amigos como antes. Ya no le contaría que me gusta la chica nueva del colegio, o que no dejo de enamorarme de mis mejores amigas. Me decía a mi mismo que ya era grande, y que debía solucionar mis problemas por mi cuenta, sin ayuda, a lo rudo. Pero felizmente, la persistencia por parte de mi progenitora, sus bromas positivas, sus halagos matutinos, y su apoyo en todo momento, me mantuvo en el juego.

Al igual que yo, me supongo que todos en algún momento habremos pensado que ya la relación con nuestras madres, ya no son, ni serán las mismas. Que la amistad se perdió en una riña de ofensas. O quizá, nos consideramos muy perfectos, como para perdonar sus defectos. El punto es claro, los años pasan, las cosas cambian. Pero depende de uno, saber llevar esa nueva etapa.

Ya para ir concluyendo este escrito, tan solo quiero dar algunas recomendaciones. No me creo un sabio, ni nada parecido, pero aprovecho este espacio para dar mi punto de vista. Si tienes diez años, o menos, y aún te gusta dormir con algún juguete, disfruta cada noche en la que tu madre te de un beso en la frente, y te arrope con cariño. Al pasar los años, quizá te llenes de tontos conceptos, y te de vergüenza, recibir una muestra de aprecio, algo exagerada, de la mujer que te dio la vida. Si tienes quince años, y te han invitado ya a tu primer quinceañero, no te avergüences cuando tu madre te vaya a recoger, te lo digo por experiencia, regresarse solo, sale más caro, y muy aparte de eso, no gozarás de la compañía de aquella mágica hada, que esté totalmente dispuesta a escuchar cada anécdota, cada aventura, cada conquista. Y bueno, si tienes dieciocho años, a más. No te hagas el autosuficiente, el dueño de la verdad, por favor, no te creas el viejo lobo, el que cree haber vivido bastante. Porque la verdad, es que aún nos falta mucho por aprender, y quién mejor para enseñarnos, que una madre. No pienses nunca que ya le has dado bastante a tu madre (No es suficiente, jamás lo va a ser). Una vez mi abuelo me dijo que lo que le des a tu madre, se multiplicará por mil. Créanme, es totalmente cierto. Bueno, ya para terminar, solo una última sugerencia. De corazón, les pido que no piensen equivocadamente, una vez que ya hayan formado su familia, con esposa e hijos, que se yo, que es labor de los nietos, llenar de abrazos y besos a su madre, que vendría a ser para ellos su abuelita. Nunca se cansen de apachurarrar a sus mamás, no saben hasta cuando las tendrán a su lado.

Ante todo, espero que les haya gustado este nuevo post. Sé que me he salido un poco de la temática del blog, pero qué más da. Es cumpleaños de mi señora madre, y a mi estilo quiero decirle que la adoro. “Te amo mamá”

Jhonnattan Arriola

domingo, 3 de enero de 2010

Adheridos separados

- Si te acercas a ella una vez más, te juro que no la cuentas.

Solían reunirse todas las noches en la cochera Oscar, intentando hacer algo de música. Luis en la segunda guitarra y micrófono. Josué hacia lo suyo con la primera guitarra. Martín, en la batería y Oscar en el bajo. Se hacían llamar The FireFox, aún ignoro por qué pero sonaba bien.

Y ahí estaba, enfrente del micrófono entonando con fascinación cada canción inspirada en ella. Era un loco obsesionado en un amor que quizá era imposible. Sus amigos así lo creían. La amaba en secreto, aunque ella creo que ya lo sabía, tal vez por su estúpida y cursi forma de actuar al verla pasar. Era su sueño, su razón, su pensamiento y sus más grandes sentimientos de amor.

Componía por ella, cantaba por ella, cada acorde, cada estrofa, cada letra, todo, absolutamente todo por ella.

- Buen ensayo muchachos. Bueno me tengo que ir.

- ¿A dónde vas?

- A la casa de Silvia.

- ¿Sigues con esa idea? Ala huevón, ya olvídate, ella no quiere nada contigo.

- Sí, huevón, en serio te lo decimos, aparte Ricardo ya te amenazó, ¿qué esperas? ¿Quieres que el piraña ese te meta una balazo?

- No hablen huevadas, Silvia me quiere lo sé. Y por el imbécil del piraña ese, no le tengo miedo.

- Puta, no sé ah. Bueno, cuídate entonces.

Así siempre fue, vivía en su pequeña burbuja en cuyo interior solo había pensamientos de un supuesto amor correspondido.

Ding dong (suena el timbre)

- ¡Hey! Luis, emm, qué pasa.

- Hola Silvia, qué tal, vine un toque a visitarte.

- Este, mira ahorita estoy un poco ocupada, quizá podemos hablar mañana o no sé algún día, pero ahorita no puedo.

- ¿No puedes salir un rato? Te invito un helado…

- Luis, Luis, Luis, a ti no te gusta hacer caso a las advertencias que te hice antes ¿no? Y tú qué haces hablando con este pobre imbécil.

- Nada amor. Luis por favor vete.

- No puedes dejar que te hable así, qué te pasa Silvia, reacciona.

- Oye mierda, tú no te metas en lo que no te importa, lárgate si no la quieres pasar mal, ya estoy harto de ti.

- Qué chucha me vas hacer tú, piraña de mierda.

- Ya te cagaste, te juro que te cagaste.

- ¡¡Luis, por favor, vete!!

Él sabe que si le importa. Sabía que por las noches, antes de dormir, piensa en él. O bueno, eso quiere creer.

- No quiero que siga pasando más tiempo con ese bueno para nada. Él no la llevará a buen camino, quiero que sea feliz, y sé que en estos momentos con él no lo es.

- Vamos Luis, esas cosas pasan. Mira ahora solo tenemos que concentrarnos en la tocada de mañana, una vez seamos escogidos como los mejores, vamos y le rompemos la cara a Ricardo.

- ¡Ánimo! Así que ahora vamos a tu casa que tienes que descansar para mañana.

Hoy es el día. Para esto estuvieron estado ensayando por largas horas. El escenario es enorme, la gente sigue llegando y para Luis lo mejor es que Silvia estaba ahí.

- Vamos Luis, es nuestro turno, apúrate.

Josué anuncia su ingreso con un solo de guitarra, Martín continúa con la batería y Oscar, luciéndose en el bajo.

- ¡¡¡Hola!!! Espero que la estén pasando bravazo. Nosotros somos FireFox y esta primera canción se la quiero dedicar a una persona muy especial que se encuentra en este momento entre ustedes. Silvia, esta canción es tuya. Te amo.

Y suena la música. Estaba enloquecido en el escenario, de un lado a otro escuchaba como algunas personas ya conocían la canción y la coreaban con él. Seguía en lo suyo mientras intentaba encontrar con la mirada a Silvia. ¿Dónde estás?

Llegó la hora del solo. Y los cohetes que compraron estallaban uno a uno. Todo el público gozaba con ellos. Josué cautivaba haciendo gritar a la guitarra. Luis saltaba, se revolcaba en el piso, había perdido el control. Pero en un momento cayó y no se pudo levantar. Todos creían que era parte del show y siguieron disfrutando.

- ¡Oe ya! Ahorita acaba el solo, levántate.

- ¡¡¡Luis!!! Qué pasa. Párate mierda.

Y en un segundo, la música paró. Todos dejaron de tocar. Luis estaba tirado en el escenario con una herida de bala en el pecho.

A lo lejos pude ver a Ricardo y a sus putos amigos escapando rápidamente del local.

Déjenme terminar la canción, por favor, déjenme terminar. Fueron las últimas de palabras de Luis.

EB