A mi familia
Nunca antes lo vi. No fui capaz de abrir mis llorosos ojos y ver una realidad que desde siempre estuvo conmigo.
Sábado, 16 de enero. Día rutinario. Común y corriente. En una larga jornada de trabajo esperando que las horas pasen y así acabar con mi aburrido día de oficina.
- ¿Alo?
- Hola hijo, ¿cómo te va?
- Bien pa’, todo bien felizmente.
- ¿A qué hora vienes? Vamos a comer afuera.
- En 20 minutos. Espérenme, ya llego.
Un almuerzo familiar, como siempre iríamos a comer un suculento menú marino, aunque no sea de mi total agrado, a mi mamá le encanta.
- Señor, ¿acá al Punto Marino? En Lince.
- 6 soles pe’. ¿Ta’ bien?
Todos en el taxi. Junto a mi mamá resolvía el crucigrama de un diario local, mi hermana, miraba, quizá, entretenida las desordenadas calles de esta ciudad, y mi papá, adelante como toda persona que piensa pagar la carrera.
Señor, siga de frente, dijo mi madre y en cuestión de segundos escuché a mi hermana gritar en simultaneo al sonido de vidrios rotos, faros destrozados, y el escandaloso ruido que hacen los carros al chocar.
Al bajar del destruido auto, me dirigí hacia la parte de adelante, mi papá, aún sentado, se agarraba el pecho expresando notorios gestos de dolor.
Y ahí estaba yo, sin poder hacer nada. Miraba hacia alrededor, y la gente murmuraba entre ellos, pero sin dar ni una pequeña muestra de ayuda.
- ¡¡¡Papá!!! ¿Puedes bajar? ¡¡¡Papá!!!
¿Qué hacer en ese momento? Quería ir con ambos choferes y sacarles la mierda con mis propias manos. No soportaba ver a quien por muchos años soportó mis malcriadeces, llantos, y engreimientos, sentado ahí, quejándose de dolor.
Recordé tanto en tan poco. Aquellos días en que llegaba tomado y jugaba conmigo durante horas. Cuando íbamos juntos a la pollería DiezDiez. O cuando tomaba de mi mano al ver a una chica simpática pasar por nuestro costado. Recordé todo. Y en ese momento fue donde pude responder quizá una de mis dudas existenciales: ¿Qué tanto amo a mi familia?
Para algunos probablemente se les hace fácil responder esa pregunta, tal vez ya lo tenían claro desde hace mucho, pero yo no. Hasta ese día, llevaba en mí aquel sentimiento de unión familiar, colaboración de uno con el otro, estar juntos en las buenas y en las malas. Pero tuvo que pasar algo de esa magnitud para comprender que no solo se trata de ser una alianza, sino de demostrar los sentimientos más profundos que guardamos en el corazón.
Amo a mi familia. Y ahora sé que daría todo por cada uno de los que la integra, absolutamente todo.
Quisiera haberlo aprendido antes y así hubiese demostrado el amor que ahora siento.
Lamento haber sido ingrato en muchas ocasiones. Lamento no haber sido la persona que esperaban que sea. Lamento todas las veces que los hice llorar. Todas las decepciones y rencores. Nunca debieron sufrir por mí.
Los amo. Juro que los amo.
- Ya hijo, tranquilo por favor. Ya pasó todo. Lo importante es que todos estamos bien.
Lo abracé y lloré.
Nunca es tarde para decir lo que sientes.
EB
buenisimaaaaaaa! =P cada vz mejor la inspiracion..=)
ResponderEliminarestaaa liiiiiiiiiiiindo...muy buena!!! m hixo lagrimear ya t dije...es muy xierto todo!...duro pero asi es...t mereces una estrellitaaaa pliiiiiiiiiiiiin! jeje =)=)=)...EXELENTE :d
ResponderEliminarEs que cuando pasan cosas que nos hacen notar algo escondido entre nuestras emociones es asi...muy bonita historia , bien redactada y con mucha entrega ....great!
ResponderEliminarOhh primo que lindo!!! Me gusto :D
ResponderEliminarExcelente historia, sigan escribiendo!
ResponderEliminarhubieras puesto el video de la canción : tarde para amarte de los bongos atómicos jeje
ResponderEliminar