sábado, 3 de julio de 2010

Enferma sonrisa

Me fui a dar un baño, a mi parecer era la única forma de expulsar aunque sea un poco, todo este conjunto de penas y preocupaciones. Al salir de la ducha, vi a mi esposa sentada en el filo de la cama, envuelta en un mar de lágrimas.

-Ya no llores mi amor, todo va estar mejor…Sebastián se va poner bien, ya lo verás, le dije, mientras la abrazaba en señal de apoyo incondicional.

Hace unos días mi hijastro Sebastián Bazán, de seis años, no habla, ni siquiera emite la más mínima palabra. Al principio pensábamos que era una niñería o malcriadez, pero al pasar las horas nos dimos cuenta que no solo eso había cambiado en él, su mirada encerraba un gran temor y el llanto lo vencía continuamente. Lo llevamos al médico de inmediato pensando que era algo grave, pero fue chocante enterarnos que todo esto no era propio de un problema físico, su dilema era psicológico.

Llevo cuatro años conociendo a Sebas. Nos volvimos inseparables, me costó mucho al principio, pero llegué a convertirme en su mejor amigo. Es claro que no he reemplazado el lugar que ocupa su padre ni busco hacerlo, pero siempre he estado allí cuando me ha necesitado. Viendo a mi mujer llorar, se me parte al corazón, y solo le pido a Dios que nos ayude en este momento tan difícil.

Las semanas pasaron, y felizmente gracias a la ayuda de Patricio, el padre del niño, excelente psicólogo, Sebastián volvió a hablar, pero desafortunadamente no ha recuperado la jovialidad que lo caracterizaba. Algo raro le está pasando no hay duda, y aunque suene descabellado, el pobre se gasta todo el santo día dibujando al mismo personaje, un payaso de nariz roja, peluca alborotada de color verde y sonrisa amiga.

Paola y Sebastián estaban tomando una siesta. Era una escena muy tierna entre madre e hijo. Por mi parte acompañé a Patricio a la puerta, había pasado todo el día con Sebas a solas, según él, no pararía hasta descifrar aquél enigma mental.

Patricio se paró en seco de un momento a otro, y sacó del bolsillo de su saco, uno de los dibujos del niño.

-¿Sabes quién es él?, me preguntó de golpe, de cierta forma obligándole a que le conteste.

-No tengo ni la menor idea

-Su nombre es Sonrisa, es una especie de amigo imaginario de Sebastián. Mi hijo me cuenta que eran muy unidos, que siempre jugaban juntos, pero un día de pronto, los juegos de este payaso empezaron a incomodar a Sebas…

Patricio se detuvo, algo le impidió continuar. Un nudo en la garganta lo asfixiaba contundentemente.

¿Juegos?... ¿Qué clase de juegos?, pregunté sumamente desconcertado.

Patricio de un momento a otro entró en crisis, y me estampó violentamente contra la pared.

-¡Si descubro que le has hecho algo malo a mi hijo desgraciado, te juro que te mato!

-¡De qué estás hablando!… Vamos Patricio tu sabes que yo sería incapaz, contesté tomándolo de su brazo, logrando que la presión de la fuerza con la que fui embestido, se vaya diluyendo.

Patricio me miró fijamente a los ojos y me soltó, me pidió perdón por su reacción, y me explicó el porqué de su sobresalto.

Este supuesto amigo imaginario de mi hijo, el tal Sonrisa, obliga a Sebastián a tener cierta clase de juegos sexuales. Tú Roberto serías el primer sospechoso, pero mi hijo te tiene en un altar, y no muestra ninguna reacción negativa hacia ti. Por el momento lo mejor será que Sebas no establezca contacto no nadie que no sea ninguno de nosotros. Por mi parte seguiré examinándolo, necesito encontrar el porqué de esta situación. También será buena idea llevarlo a un doctor, y cerciorarnos que no tiene ningún daño físico…Roberto, no le comentes nada por el momento a Paola, pero es probable que alguien haya intentado abusar sexualmente de nuestro hijo.

Después de despedir al padre de Sebastián, me dirigí al sótano. Es ahí donde voy cuando me siento terriblemente mal y a escondidas de mi esposa me fumo un par de cigarrillos, intentando perderme entre el humo del tabaco y no pensar en nada.

Revisé mi viejo baúl en el que guardo todos mis secretos, desde cartas de mis ex enamoradas, hasta el disfraz de un triste payaso. Recuerdo muy bien la primera vez que me vestí de Sonrisa. Sebastián siempre ha sido un niño muy asustadizo, y una noche sin que nadie se enterara, me disfracé y me aparecí en su habitación, le dije que era un fantasma, pero que era bueno y que siempre sería su amigo. Desde ese instante logré mi objetivo, curar el miedo de mi hijastro. El pequeño ya no era atormentado al anochecer por el temor de supuestos monstruos que se esconden en la oscuridad. Ahora tenía un amigo más con quién conversar y jugar.

Me rehúso a creer que Sonrisa sea capaz de hacerle daño a Sebastián. Sé de ante mano que es medio travieso, que por las noches disuelve una pastilla en el té de Paola para que se quede dormida y no pueda interrumpir los juegos nocturnos, pero nada más. Sonrisa no sería capaz de hacer nada malo.

Realmente existen los monstruos y los fantasmas. Viven dentro de nosotros…Y a veces ganan (Stephen King).

Jhonnattan Arriola

2 comentarios:

  1. :S es realmente impactante lo que describes y peor aun tratandose de un menor de edad.
    no se que podria decir .. es muy fuerte la situacion. Sería bueno buscar ayuda. u_u
    un abrazo

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  2. wauuu..el suspenso se apoderó de mí!!...
    En este mundo hay gnt buena y gnt super mala, tan mala q llega al extremo de dañar seres indefensos como lo son los niños!!...y peor aun cuando eses seres repugnates son de nuestro entorno familiar!!...=S

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