Fumando un cigarrillo, contemplo el mar y me entrego a la mágica sensación de su fría brisa. Siempre me gustó venir a la “Costa verde”, pararme al filo del más alto acantilado y observar el relajante movimiento de las olas al chocar con las piedras del lugar. Pero hoy, no es como todo los días, no es como siempre lo imaginé, ni como acostumbraba. Son las ocho de la noche de un deprimente viernes. A las nueve…Estaré muerto.
Quién diría que me acabaría rindiendo como un asqueroso cobarde. Que una persona como yo, el siempre fiel consejero de sus amigos, el chico positivo y de sonrisa perenne, acabara decidiendo terminar con su vida, suicidándose de la forma más miserable, ensuciando el mar con su putrefacta sangre. Si tan solo tuviese un buen motivo para esta tonta acción, no me sentiría tan mal.
Simplemente me cansé de vivir, me aburrí de fracasar en todo lo que intento con mucho empeño. Mi banda se desintegró, repetí el ciclo en la Universidad y mi enamorada me cortó hace unos días, alegando que ya no soportaba más mi horrible carácter. Sé que para muchos les puede parecer tonta mi forma de pensar, pero es que ya no puedo más. Tan solo quiero someterme a un sueño profundo y no despertar jamás.
Son las ocho y media. El tiempo pasa rápido cuando no debe hacerlo y es lento cuando solo deseamos que trascurran las horas. Sonreí al reflexionar sobre los minutos y segundos y continué con mi deprimente pesadilla. Las lágrimas se apoderaron de mí, mostrándome mi principal error. Siempre fui muy soñador, entre mis metas siempre me veía grande, publicando un libro, siendo una estrella de rock y teniendo de novia a la mujer más dulce y bella del mundo. Pero lamentablemente volé muy alto, tanto que me estrellé en mi misma cima, cayendo tajantemente a la realidad, despertando bruscamente de mis sueños, asimilando a duras penas lo que es la vida real. Si bien es cierto se dice que la esperanza es lo último que se pierde… Yo ya la perdí.
Las nueve de la noche. El viento sopla con fuerza, tengo mucho frío. Debí haberme abrigado más, pero no importa, no me voy a poner exquisito en los últimos minutos que me quedan. Aunque ir a mi casa por una casaca, sería una buena excusa para no cometer esta locura que no tiene nada de valiente, pero sí mucho de cobarde. Cerré los ojos, ya no importa nada. Si sigo dudando terminaré por escapar de la muerte una vez más, como es obvio, no es la primera vez que lo intento.
Me paro al filo. Cierro los ojos para no mirar al vacío, pero escucho pasos. Alguien viene hacia mí, por inercia retrocedo e intento disimular mi verdadera intención. Empiezo a silbar como un real idiota, creyendo que la persona que está en camino, se creerá el cuento de que solo estoy contemplando el panorama. Siendo sarcástico, bromeo en mi cabeza. “Cómo joden, ya no se puede matar uno tranquilo ¡Qué cagada!”
Los pasos se detuvieron al lado mío. No voltee a ver quién era, me sentía totalmente avergonzado.
- ¡Qué buena vista la que se aprecia aquí!
La voz era la de una mujer. Giré mi cabeza levemente para poder contemplarla. El viento jugueteaba con sus cabellos negros, moviéndolos al compás de su danza de invierno. Los ojos marrones claros de aquella hermosa chica, reflejaban notablemente tristeza, al parecer había estado llorando.
- Sí, este lugar es genial. Se presta bastante para la reflexión, le dije mientras sacaba un cigarrillo y lo prendía.
Al observar detalladamente a mi inoportuna compañera, me di cuenta que estaba bastante arreglaba, llevaba unos tacos enormes y un sexy vestido negro.
- ¿Vas a alguna fiesta?, le pregunté con una sonrisa.
Una fuerte contradicción se forjaba en mí. Por un lado quería que se vaya para continuar con mi patético plan, pero por otro, me ilusionaba encontrar en ella un motivo fiel para no cometer mi asesinato.
- Bueno fuera tener una fiesta…Tengo que trabajar, por eso estoy así de arreglada, contestó ella, mirándome fijamente, como si quisiera ver a través de mi rostro y encontrar mi alma.
- Ah… ¿Eres una especie de anfitriona?
Sonrió de forma pícara al escuchar mi pregunta, y dijo: “Algo así”
El silencio se apoderó de los dos. Hasta que afortunadamente ella lo quebrantó.
-Me harías un gran favor, podrías ir a la tienda y comprarme una lata de cerveza. Te acompañaría pero la verdad es que estos tacos ya no me dejan caminar.
-Claro, no hay problema, le dije.
- Por cierto…Mi nombre es Celeste.
Recibí con agrado los cinco soles que me dio para hacer la compra y me fui a complacer a mi nueva posible amiga.
En el camino no dejé de pensar en ella, realmente es muy hermosa. Cómo es el destino. Un ángel se ha puesto en mi camino, distrayendo mi lado criminal, volviéndome a mi estado original, un romántico soñador.
Al regresar donde estaba Celeste, me percaté que había toda una multitud de personas aglomeradas en su lugar. Me acerqué a ellos y los seguí en su acción, mirar al abismo. Fue tan chocante darme cuenta que allí se encontraba el cadáver de Celeste, encima de las piedras del lugar, pintando de rojo la orilla del mar.
Muchas personas creen que sus problemas son los más duros, que es imposible sobrellevarlos. La verdad es que siempre alguien tendrá otra peor realidad de la que ya conocemos. No existe el más desdichado, solo existen los luchadores, que demuestran que tras las dificultades siempre se puede encontrar una salida.
Desde la muerte de Celeste aprendí a apreciar más mi vida y a no rendirme tan fácilmente. Y aunque me avergüenza recordar que una vez me estuve a punto de suicidar, hoy he decidido contarlo.
El verdadero nombre de Celeste era Diana Requena, era una prostituta. Su padre la violó desde muy niña, mientras su madre se hacía la desentendida. Diana huyó de su casa y se entrego a un oficio lleno de lujuria. A los 22 años no aguantó más y decidió quitarse la vida.
No me fue difícil investigar la vida de aquella mujer que sin querer salvó la mía. A su honor le escribí un libro, el cuál en la actualidad es todo un “Best seller”. Ya han pasado siete años de aquel incidente y aún lo recuerdo como si hubiese sido ayer. “La mujer de noche” es el nombre de mi novela, la cual me permitió cumplir mi sueño de escritor y me llevó a la fama.
Tu historia la conoce todo el mundo Celeste. Aunque quizá no sea la forma más adecuada, de esta manera te doy las gracias. No había necesidad de que tu muerte sea el motivo de mi inspiración, ya que desde que te vi a los ojos, me llené de ganas de seguir, ganas de soñar. Unos minutos fueron suficientes para que cambiaras mi destino. Sin embargo, yo no pude hacer nada con el tuyo. Es por esto que decidí escribir de ti. En mi historia siempre vivirás. Cambié el final.
Jhonnattan Arriola
Quién diría que me acabaría rindiendo como un asqueroso cobarde. Que una persona como yo, el siempre fiel consejero de sus amigos, el chico positivo y de sonrisa perenne, acabara decidiendo terminar con su vida, suicidándose de la forma más miserable, ensuciando el mar con su putrefacta sangre. Si tan solo tuviese un buen motivo para esta tonta acción, no me sentiría tan mal.
Simplemente me cansé de vivir, me aburrí de fracasar en todo lo que intento con mucho empeño. Mi banda se desintegró, repetí el ciclo en la Universidad y mi enamorada me cortó hace unos días, alegando que ya no soportaba más mi horrible carácter. Sé que para muchos les puede parecer tonta mi forma de pensar, pero es que ya no puedo más. Tan solo quiero someterme a un sueño profundo y no despertar jamás.
Son las ocho y media. El tiempo pasa rápido cuando no debe hacerlo y es lento cuando solo deseamos que trascurran las horas. Sonreí al reflexionar sobre los minutos y segundos y continué con mi deprimente pesadilla. Las lágrimas se apoderaron de mí, mostrándome mi principal error. Siempre fui muy soñador, entre mis metas siempre me veía grande, publicando un libro, siendo una estrella de rock y teniendo de novia a la mujer más dulce y bella del mundo. Pero lamentablemente volé muy alto, tanto que me estrellé en mi misma cima, cayendo tajantemente a la realidad, despertando bruscamente de mis sueños, asimilando a duras penas lo que es la vida real. Si bien es cierto se dice que la esperanza es lo último que se pierde… Yo ya la perdí.
Las nueve de la noche. El viento sopla con fuerza, tengo mucho frío. Debí haberme abrigado más, pero no importa, no me voy a poner exquisito en los últimos minutos que me quedan. Aunque ir a mi casa por una casaca, sería una buena excusa para no cometer esta locura que no tiene nada de valiente, pero sí mucho de cobarde. Cerré los ojos, ya no importa nada. Si sigo dudando terminaré por escapar de la muerte una vez más, como es obvio, no es la primera vez que lo intento.
Me paro al filo. Cierro los ojos para no mirar al vacío, pero escucho pasos. Alguien viene hacia mí, por inercia retrocedo e intento disimular mi verdadera intención. Empiezo a silbar como un real idiota, creyendo que la persona que está en camino, se creerá el cuento de que solo estoy contemplando el panorama. Siendo sarcástico, bromeo en mi cabeza. “Cómo joden, ya no se puede matar uno tranquilo ¡Qué cagada!”
Los pasos se detuvieron al lado mío. No voltee a ver quién era, me sentía totalmente avergonzado.
- ¡Qué buena vista la que se aprecia aquí!
La voz era la de una mujer. Giré mi cabeza levemente para poder contemplarla. El viento jugueteaba con sus cabellos negros, moviéndolos al compás de su danza de invierno. Los ojos marrones claros de aquella hermosa chica, reflejaban notablemente tristeza, al parecer había estado llorando.
- Sí, este lugar es genial. Se presta bastante para la reflexión, le dije mientras sacaba un cigarrillo y lo prendía.
Al observar detalladamente a mi inoportuna compañera, me di cuenta que estaba bastante arreglaba, llevaba unos tacos enormes y un sexy vestido negro.
- ¿Vas a alguna fiesta?, le pregunté con una sonrisa.
Una fuerte contradicción se forjaba en mí. Por un lado quería que se vaya para continuar con mi patético plan, pero por otro, me ilusionaba encontrar en ella un motivo fiel para no cometer mi asesinato.
- Bueno fuera tener una fiesta…Tengo que trabajar, por eso estoy así de arreglada, contestó ella, mirándome fijamente, como si quisiera ver a través de mi rostro y encontrar mi alma.
- Ah… ¿Eres una especie de anfitriona?
Sonrió de forma pícara al escuchar mi pregunta, y dijo: “Algo así”
El silencio se apoderó de los dos. Hasta que afortunadamente ella lo quebrantó.
-Me harías un gran favor, podrías ir a la tienda y comprarme una lata de cerveza. Te acompañaría pero la verdad es que estos tacos ya no me dejan caminar.
-Claro, no hay problema, le dije.
- Por cierto…Mi nombre es Celeste.
Recibí con agrado los cinco soles que me dio para hacer la compra y me fui a complacer a mi nueva posible amiga.
En el camino no dejé de pensar en ella, realmente es muy hermosa. Cómo es el destino. Un ángel se ha puesto en mi camino, distrayendo mi lado criminal, volviéndome a mi estado original, un romántico soñador.
Al regresar donde estaba Celeste, me percaté que había toda una multitud de personas aglomeradas en su lugar. Me acerqué a ellos y los seguí en su acción, mirar al abismo. Fue tan chocante darme cuenta que allí se encontraba el cadáver de Celeste, encima de las piedras del lugar, pintando de rojo la orilla del mar.
Muchas personas creen que sus problemas son los más duros, que es imposible sobrellevarlos. La verdad es que siempre alguien tendrá otra peor realidad de la que ya conocemos. No existe el más desdichado, solo existen los luchadores, que demuestran que tras las dificultades siempre se puede encontrar una salida.
Desde la muerte de Celeste aprendí a apreciar más mi vida y a no rendirme tan fácilmente. Y aunque me avergüenza recordar que una vez me estuve a punto de suicidar, hoy he decidido contarlo.
El verdadero nombre de Celeste era Diana Requena, era una prostituta. Su padre la violó desde muy niña, mientras su madre se hacía la desentendida. Diana huyó de su casa y se entrego a un oficio lleno de lujuria. A los 22 años no aguantó más y decidió quitarse la vida.
No me fue difícil investigar la vida de aquella mujer que sin querer salvó la mía. A su honor le escribí un libro, el cuál en la actualidad es todo un “Best seller”. Ya han pasado siete años de aquel incidente y aún lo recuerdo como si hubiese sido ayer. “La mujer de noche” es el nombre de mi novela, la cual me permitió cumplir mi sueño de escritor y me llevó a la fama.
Tu historia la conoce todo el mundo Celeste. Aunque quizá no sea la forma más adecuada, de esta manera te doy las gracias. No había necesidad de que tu muerte sea el motivo de mi inspiración, ya que desde que te vi a los ojos, me llené de ganas de seguir, ganas de soñar. Unos minutos fueron suficientes para que cambiaras mi destino. Sin embargo, yo no pude hacer nada con el tuyo. Es por esto que decidí escribir de ti. En mi historia siempre vivirás. Cambié el final.
Jhonnattan Arriola
creo saber de dónde sacaste la inspiración para el inicio. estuvo buena
ResponderEliminarGracias EB. Mañana te llevaré la otra parte de tu vida. Nos vemos :)
ResponderEliminarestuvo buena, lo que me parecio predecible fue la muerte de la chica, ademas es un poco raro que aun queden personas que en tu afan de suicidarte se acerquen ayudarte...seria genial que todos hicieramos algo por esas personas...
ResponderEliminarMmm me parecio triste que aunque la chica, segun dice queria ver el alma en los ojos no sirvio d nada que lo conociera pq igual se suicido...y que el chico debio presenciar el suicidio de la chica para no seguir con su cobardia... pero si me gusto ehhh
Gracias por tu comentario Nabi:)Siempre tus aportes son muy bien tomados por mi persona. Tkm
ResponderEliminarPiero Alva dejame dcirte q cada vez vas mejorando
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