Esta es la historia de dos chicos, un perro y una botella de ron, que caen una noche cualquiera en una atmósfera de amores perdidos, sueños enterrados y sobre todo, mucha diversión.
Para iniciar a fondo con este peculiar relato, comenzaré por describir a nuestros protagonistas y la realidad que les acontece, la cual los llevaría a ser parte de este escrito. Primero que nada, debo hablar de Pepe, el gran José Luis Peral, considerado como casi un galán de telenovela brasilera. Ya se lo imaginarán, un tipo alto, un metro ochenta aproximadamente, el clásico pelo largo peinado para atrás con gel, aquella barba de tres días, tez bronceada, y una figura respetable. Pero a pesar de sus cualidades mencionadas, hay un pequeño gran problema que lo acompaña día a día. Como es un poco delicado el asunto, lo diré de frente. Pepe tiene un pequeño Pepito, con esto quiero decir, que su pipi es chiquito. Y bueno, hace unos días cometió un gran error, le dijo a su guapa enamorada que debería bajar de peso, que sino la iba a dejar. Su chica tiene un señor cuerpo, pero últimamente el superficial novio, no soportó que aparecieran unos mini rollitos y no dejó de molestar, hasta que la pobre se cansó y soltó una triste verdad. - ¡Déjame en paz Pepe! Te crees perfecto no, pero sabes qué, no es así. Primero examínate tú mismo. Para que te lo sepas, tu amiguito... (Obviemos esta parte, es muy fuerte).
Pasemos a hablar de otro de los personajes. Este es un tipazo, un verdadero caballero, de aquellos que ya no se encuentran, el inigualable Antonio Reyes, más conocido como “Nariz”. Mi compadre será muy bueno y todo lo demás, pero su rostro es adornado de un gran monumento, una pirámide de Egipto, un Tiranosaurio Rex. Una cosa de locos. Un gigante motivo para ser llamado por el apodo mencionado. Antonio no es aquél clásico narizón alegre y chacotero, a decir verdad es un tipo muy tímido, que vive enamorado de la chica más bonita de su salón de clase de Marketing en la carrera de Publicidad, y a pesar de que extrañamente Cecilia le da bola, este no hace ninguna jugada. Y lo peor de todo, es que el ciclo ya terminó, se vienen las vacaciones y quizá nuestro callado amigo nunca más la vuelva a ver.
Finalmente tenemos a “Blaqui”, un Cocker Spanish de color negro, un lindo perrito de aproximadamente tres años, que escapó de su casa hace 48 horas, persiguiendo al amor de su vida, una coqueta perrita del vecindario, una Pudel de ladrido fino y pelaje blanco, que suele ahuyentar a nuestro orejón amigo, cada vez que se le acerca. Ahora el pequeño Blaqui, el engreído de la casa de los Rojas, se encuentra perdido, solo, expuesto a mil y un peligros, intentando encontrar el camino de regreso a su hogar.
Eran las ocho de la noche de un viernes de reflexión. Pepe ha pasado casi todo el día con su primo, no lo veía hace meses, y le pareció buena idea visitarlo, según él de ese modo se distraería y se olvidaría de que tiene un pequeño problema. José Luis a decir verdad es muy diferente que su primo Antonio, tanto físicamente, como en personalidad, pero por cosas que solo Dios sabe la respuesta, siempre han congeniado. En esta ocasión, con el autoestima hasta los suelos, a nuestro galán brasilero le pareció interesante hacerse el pendejito frente a su narizón primo, enseñándole a beber, así que con la clásica frase:“Ya es hora de que te desahueves”, fueron hasta la esquina de un parque, y se pusieron a tomar una botella de ron.
Ambos estaban tristes, por diferentes motivos que prefirieron no mencionar, era obvia su total disposición de entrega a este oscuro elixir. Ya iban por la mitad de la botella. Antonio estaba en otro mundo, a la justas podía mantenerse en pie, y bueno, debo admitir que parecía Rodolf, el reno de Papá Noel, su nariz estaba totalmente roja y algo hinchada. Mientras que Pepe, no dejaba de peinarse el condenado, le había dado un terrible ataque de vanidad, pero se mantenía sobrio. De pronto, se escuchó un ladrido, un perrito se acercó, era Blaqui, totalmente sediento, el pobre había estado caminando por horas.
-Pobre Perrito, hay que comprarle algo de tomarrr, dijo Nariz, un segundo antes de ser poseído por el hipo.
José volvió a vivir su infancia de niño terrible, y le dio un poco de ron al pobre Cocker. Blaqui al principio no distinguió el sabor ya que moría de sed, pero una vez que finalizó de beber, una nueva sensación invadió su ser.
A las diez de la noche, la botella de ron había sido bebida en su totalidad. Y tanto Blaqui como los dos primos, estaban totalmente borrachos. Qué tema no habían tocado en esta noche. El más interesante fue cuando comenzaron a mencionar sus sueños, ya que algo muy curioso se ocultaba en sus anhelos. Pepe decía que quería ser actor porno, aunque ahora bien sabemos que el papel le quedaría grande. Por su parte Nariz mataría por ser toda una estrella de rock y dar un súper concierto, pero eso nunca sucederá, ya que el pobre tiene pánico escénico. Y por último, después de deliberar los mil y un ladridos de Blaqui, Antonio y José llegaron a la conclusión de que al peculiar perro le gustaría ser jardinero, ya que no deja de regar el pasto (¿Ustedes me entienden no? No hay necesidad de ser directo).
Bueno, para irnos al clímax de la historia, resumiremos brevemente lo siguiente: "José, Antonio y Blaqui, alcoholizados totalmente, se despidieron y siguieron su camino, supuestamente cada uno a su respectiva casa". Claro que no era seguro el destino a seguir del perro, ya que solo se limitó a decir: “Gua gua”
A unas cuadras antes de llegar a su hogar, Nariz se armó de valor y cambió de rumbo. En estos momentos se sentía Superman, así que fue hacia la casa de Cecilia, según él a declararle su amor. Eran las once de la noche, y nuestro galán narizón estaba a unos cuantos metros de su objetivo. Pero al llegar, al verla sentada en la gradita principal de la entrada, comenzó a temblar, pero justo antes de que saliera corriendo, ella lo vio.
-¡No puedo creerlo! ¡Antonio qué haces aquí!
Cecilia se paró y fue a darle el encuentro, y al acercarse a él, y ver su mirada desorbitada, y ser testigo del vals que bailaba su cuerpo, se percató inmediatamente de su estado.
-Ay Nariz, o estás borracho, o ya caíste en las drogas
Antonio entró en razón, se dio cuenta de que estaba haciendo el ridículo, y que quizá estaba cancelando toda oportunidad de conquistarla.
-Perdóname, yo no suelo ser así, lo que pasa es que te quería decir algo desde hace mucho, pero no he tenido el valor hasta hoy.
-Pero de todos modos no había necesidad de que te emborracharas. Pero igual de todos modos te ves muy gracioso, pareces un duendecito, expresó Ceci, con un dulce tono de voz.
En ese instante, donde un final feliz podría terminar con esta historia, aparece en escena nuestro borracho número dos, gritando a todo pulmón.
-¡Nariz de mierda que haces con mi enamorada!, exclamó Pepe, que acaba de llegar, y que a la justas podía mantenerse en pie.
Era clara la escena, la bella enfadada que tildó de mecha corta a su vanidoso enamorado, es a su vez la fantasía de mi querido Doug Narinas. Valla sorpresa, sí que es grande el destino y esta ciudad es chica.
José casi se abalanza sobre su primo, pero afortunadamente Ceci salió a su defensa.
-¡Qué te pasa Pepe. Ni se te ocurra lastimar a mi amigo! ¡Cómo vas a venir a buscarme en ese estado, eres de lo peor! Saben qué, no entiendo nada, ni quiero entender, así que mejor váyanse los dos de mi casa.
Cecilia entró a su casa cerrando la puerta bruscamente. José y Antonio se miraron fijamente por cinco minutos sin decir palabra, hasta que finalmente ambos en vez de irse a los golpes, comenzaron aclarar todo este dilema, soltando todas las verdades, incluso hasta la más pequeña (Supongo que saben a qué me refiero)
No lo podían creer, ambos ya más conscientes, sentados en la vereda de al frente de la casa de Cecilia, compartieron todas sus inquietudes y problemas, tomando por el lado amable esta extraña coincidencia. Antonio realmente estaba enamorado de Ceci, en cambio Pepe no, a él tan solo le gustaba físicamente. Felizmente hace unos días comprendió que de nada sirve ser tan superficial, ya que nadie es perfecto, y a la hora de la hora, qué más da, si lo que se busca es ser amado por lo que uno es. Cómo es la vida, mientras Nariz buscaba sincerar su corazón, Pepito solo quería que se retractara su chica, para que su ego no quede totalmente destrozado.
Llegó el momento feeling de la historia, un abrazo se aproximó. Ambos primos consiguieron esta noche aclarar la oscuridad de sus conflictos. Pepe le dejará el camino libre a Nariz, y le dará algunos tips para mejorar su galantería, a cambio de recibir por parte de Antonio, un poco de esa bonachona forma de ser, y así lograr enmendar aunque sea un poquito de todas sus diableadas.
De pronto, se escucharon dos ladridos. Blaqui había llegado a la casa, pero no andaba solo, gozaba de la compañía de una linda perrita de raza Pudel, que no es otra que Bianca, la mascota de Cecilia. Cómo son las cosas, al parecer a nuestro querido canino sí le fue bien. Esta escena fue muy tierna déjenme decirles. Prácticamente Blaqui dejó en la puerta de la casa a la perrita, y después se fue con sus compadres.
Antonio examinó bien a Blaqui después de acariciarlo tiernamente, y leyó en su collarín que le pertenecía a la familia Rojas.
-Oye Pepe, este perro fácil es de los Rojas que viven aquí a la vuelta, hay que devolverlo.
Aclaración: Nariz vive a tres cuadras de la casa de Cecilia. Y bueno, Pepe ya es otro caso, él sí reside lejos.
Y así es como culmina esta historia. Pepe y Nariz devolvieron a Blaqui, que ha decir verdad estaba bastante pasado de copas, tanto que lo tuvieron que cargar casi todo el camino. Según José, lo más probable es que el perro haya seguido bebiendo antes que lo encontraran en la casa de Ceci.
Los dueños del gracioso Cocker, muy felices, les dieron a sus héroes doscientos soles de recompensa y un fuerte abrazo debido a la emoción.
Al llegar a la casa de Antonio, donde pasarían la noche, este peculiar dúo se dio cuenta que el dinero se les había caído, pero bueno, no les importó, ya que habían hecho una obra de bien (La verdad es que casi se ponen a llorar, pero bueno, no hay que ser tan malos, a veces es mejor una mentirilla piadosa, así los protagonistas no me odiaran tanto cuando terminen de leer este texto).
Moraleja: No bebas mucho. Se te puede caer tu plata.
Jhonnattan Arriola
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