A veces cuando pienso en los días de invierno, recuerdo las miles de palabras que no siempre se pueden decir en una misma tarde, con una misma tonalidad, con matices claroscuros y con sonidos bajos y en altavoz.
A medida que pasan los años, la vida se convierte en un carrusel de vueltas y más vueltas, en donde giramos al ritmo de las agujetas de un reloj, siempre en una misma dirección y marcando una pausa imaginaria entre número y número, porque así es la vida, un vaivén de momentos grises y tornasol en donde si te quedas varado por más de dos microsegundos, pierdes y caes en lo más profundo de la nada.
Ahí radica la problemática del existir en “la nada” en ese trozo de palabras que denotan gran parte de nuestro vivir y respirar, siempre con un mismo aire colectivo y sobre todo con esa misma sensación de explosión entre el hígado y la garganta, que nos da el impulso para hacer tal o cual cosa.
¿Qué se siente cuando gran parte de la estructura lógica de nuestra día a día termina en una noche vacía y sin puerta de escape? Así nos va, a veces bien y otras no tanto ¿qué hacer cuando se apaga la luna y cuando el sol cesa de irradiar luz y calor? No siempre es fácil volar y dejar el peso del cuerpo y la voz. Aunque ahora que lo pienso, más pesan las palabras, las miradas, los susurros y sobre todo los abrazos que te llenan el alma cuando te sientes en un cubículo de cera y concreto.
Por ahí estás tú, por algún lugar de mi coherente en desequilibrio están tus palabras y tu decir todo sin querer decir nada.
Pero cuando pierdo el equilibrio que me das, sobretodo cuando no están tus brazos a lados de los míos y cuando el grisáceo del cielo parece opacar mis días, es ahí que comprendo lo diminuto e imperfecto que es el elegir y preferirte ante todos y frente a todos, gracias amigo, porque es por ti que aprendo, que no siempre me puedo impulsar en tus hombros para alcanzar las estrellas y un poco del sol. Eso me das y lo recibo, como tu regalo más preciado y como tu sonrisa más sincera.
Gracias por que es así, y solo así, que entiendo que no te crearon geométrica y matemáticamente perfecto, de esa manera me reflejo en tus ojos y sé que en la imperfección de tus actos está la magia de los años que nos unen en este vaivén de lógicas físicas y vulcanizadas por tus no-palabras y mis decenas de no-respuestas.
Gracias por no estar hoy.
Porque en tu ausencia he despertado de las secuencias de risas y misterio que nos unían en los paseos imaginarios, en los secretos matutinos dibujados en pizarras y en las decenas de cuadernos manchados de plumón, en ellos se sacuden nuestras historias, nuestros pasos y gran parte de nuestro día a día que aprendimos a escribirlos en ese libro que ni tú ni yo sabemos por dónde andará. En mis recuerdos o en mi extrañar, qué sé yo.
Y no es a título personal, pero cuando más sentía la necesidad de hacerme pequeñito en tus palabras, más grande era tu prisa, tu indescriptible modo de mute prolongado, es cierto que a veces son buenos los silencios te digo, pero de vez en vez la forma de tus sílabas y consonantes eran buena compañía y me solían hacer muy feliz.
Gracias amigo.
Hoy te presento mis luces y mis estrellas dibujadas en una alfombra de sabores variados y no contaminados de yo quería yo esperaba. Hace poco que mi noche se volvió más oscura que de costumbre y no, no esperaba nada bueno, sólo muchas luces de neón que no se apaguen y que me iluminen un poco este rincón opaco guiado por la nada.
Se han prendido sin interruptor muchas luces en simultáneo y sin necesidad de poner un circuito eléctrico que guíe el cúmulo de energía que me han dado y sin intención de que les firme una patente o una tarjeta de navidad, han hecho de mi noche un día lleno de luminosidad.
Gracias luces de neón
Porque gracias a su claridad, entiendo que más allá de la oscuridad existe un pequeño espacio desbordante de luz y paz, que llenan de mucha felicidad mis volteretas a contraluz y mis matices oscuros. Hoy más claro que oscuros. Y mis sinsabores, se hacen tan sin memoria que de a pocos olvido los nuditos estomacales.
Y sí, sus no palabras, en realidad tienen tanto sentido que me llenan más el alma y mi voz empieza a tener una armonía menos plástica y más natural. Es así que camino, con un mismo trote y con el mismo paso rápido empiezo a ver más y más luces que se prenden y que sin necesidad de decirme mucho, abren sus brazos y me llenan de esa calidez inexplicable que de pocos me encierra y me intoxica de éxtasis y mucho amor.
Gracias por estar hoy.
Luces/de /neón.
Por aparecer así tan de repente y demostrarme que siempre hay luces que hacen más fácil mi andar.
A esas luces que aparecieron, a las que siempre están y nunca me dejan.