Hace una semana llegué de Estados Unidos con una sola idea en la mente. Decidí dejarlo todo por retener algo que desde siempre fue mío. Arriesgué mi futuro para luchar contra mi marcado destino y volver a sonreír como lo solía hacer antes de partir del país.
Recuerdo la reunión que hubo en mi casa hace 11 años, cuando tenía 14. Mi mamá me presentó a la pequeña hija de la señora Victoria, Rebeca. Ambas nos dijeron que debíamos ser los mejores amiguitos y cuando grandes, nos debíamos apoyar uno al otro sin importar las circunstancias. Y así lo hicimos. Nos convertimos en hermanos aunque no compartíamos la misma sangre. Íbamos juntos al colegio, nos sentábamos uno al lado del otro y a la hora del recreo comprábamos la salchipapa con poco kétchup y bastante ají que tanto nos gustaba.
“Te amo Rebeca” le dejé escrito dentro de su cartera antes de que tomara el avión que nos separara durante mis estudios universitarios. Ni siquiera pude despedirme de ella, sabía que rompería en llanto. O al menos eso esperaba. La cobardía no me dejó descubrirlo, y preferí construir en mi mente una escena perfecta después de abrocharme los cinturones.
Y así comencé a vivir. Una tras otra, las mujeres que conocía comenzaron a distraer mi atención de aquel amor no concretado. Las relaciones que tuve fueron duraderas, estables y aparentemente felices, hasta que abrazado a sus cuerpos llamaba su nombre entre sueños, una y otra vez, como una triste canción cuya melodía busca revancha.
Sin embargo, un día Victoria, su madre, me sorprendió cuando vi un mail suyo en mi bandeja de entrada. Era un texto largo pero este párrafo lo resume: “… salió del Perú en busca del vestido perfecto y al parecer ya lo encontró. La ceremonia será en dos semanas…”
Ahí estaba, en la barra, sola, esperando mis palabras para decirme lo que tanto anhelaba, deliciosa en un vestido que atraía miradas, esperándome desde siempre.
Me acerqué con miedo, ya habíamos salido durante la semana pero esta ocasión sería diferente. Muy diferente.
- ¡Hey! - me dijo Rebeca sonriente.
Le di un gran beso en la mejilla y me pedí un trago.
Sonreí y un par de lágrimas pasaron por mis mejillas. No eran de felicidad. Pero al cabo de un año, tras componerme, me sentía preparado para dejarla atrás. Y entonces lo supe. Ella no podía haberse quedado con él para siempre. Era seguro. Se divorciaron.
Y es en esos momentos donde uno se percata que el presente es el porvenir y el olvido. No tenemos derecho a conocer el futuro, pero nada nos impide adelantarnos a él. Estaba dispuesto a dejar todo por ir a buscarla y culminar el capítulo que aún no habíamos empezado a leer.
Ahí estaba, en la barra, sola, esperando mis palabras para decirme lo que tanto anhelaba, deliciosa en un vestido que atraía miradas, esperándome desde siempre.
Me acerqué con miedo, ya habíamos salido durante la semana pero esta ocasión sería diferente. Muy diferente.
- ¡Hey! - me dijo Rebeca sonriente.
Le di un gran beso en la mejilla y me pedí un trago.
- ¿Qué tal, que hiciste en la mañana? – me preguntó.
- No mucho… - Y ambos quedamos en silencio mientras escuchábamos Heaven de Brian Adams. Tomé otro sorbo y sostuve su mano.
- Rebe… Hace 6 años, cuando me fui…
- Me dejaste un papelito en la cartera, ¿no? – me interrumpió mirándome fijamente.
Quedé en silencio.
- Lo leí, sí... – continuó.
- Hace mucho que quiero saber…
- Eres increíble, ¿sabías? – Volvió a interrumpirme mientras acariciaba mi mejilla – No tienes por qué darme explicaciones. Eso fue hace mucho.
Dejamos de hablar por unos segundos, volteé nuevamente hacia ella y le dije:
- Aún me gustas
- Tú también me gustas, pero me gustas como un amigo, mi eterno compañerito. Es que… creo que no estoy hecha para las relaciones, desde que mi matrimonio terminó todo ha sido muy distinto. Un día me gustas tú, otro día me puede gustar Julián, otro David, y así.
- No Rebe, no entiendes. Esto no se trata sólo de un gusto. Yo te amo.
- No, no. Mira creo que sólo estás un poco confundido porque tampoco tus relaciones funcionaron. Imagino que dentro de poco volverás a Estados Unidos y estoy segura de que saldré de tu mente más rápido de lo que te piensas. Todo bien, gordito, tranquilo…
Sólo pude mirarla y mi cuerpo temblaba.
- Ya vengo un rato, iré a bailar con las chicas – me dijo. Se fue.
Sabía que decirle que me quedaría a contemplar su perfección y a mirarla sin cansancio por el resto de mi vida no cambiaría lo que pensaba de mí, su "eterno compañerito".
El tiempo de espera se esfuma con palabras que se llevan tu esencia y dejan mi vida vacía. Todo pasa y nada queda, y lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos que nos lleven a la eternidad, una eternidad que terminará cuando inicie un nosotros.
- Me dejaste un papelito en la cartera, ¿no? – me interrumpió mirándome fijamente.
Quedé en silencio.
- Lo leí, sí... – continuó.
- Hace mucho que quiero saber…
- Eres increíble, ¿sabías? – Volvió a interrumpirme mientras acariciaba mi mejilla – No tienes por qué darme explicaciones. Eso fue hace mucho.
Dejamos de hablar por unos segundos, volteé nuevamente hacia ella y le dije:
- Aún me gustas
- Tú también me gustas, pero me gustas como un amigo, mi eterno compañerito. Es que… creo que no estoy hecha para las relaciones, desde que mi matrimonio terminó todo ha sido muy distinto. Un día me gustas tú, otro día me puede gustar Julián, otro David, y así.
- No Rebe, no entiendes. Esto no se trata sólo de un gusto. Yo te amo.
- No, no. Mira creo que sólo estás un poco confundido porque tampoco tus relaciones funcionaron. Imagino que dentro de poco volverás a Estados Unidos y estoy segura de que saldré de tu mente más rápido de lo que te piensas. Todo bien, gordito, tranquilo…
Sólo pude mirarla y mi cuerpo temblaba.
- Ya vengo un rato, iré a bailar con las chicas – me dijo. Se fue.
Sabía que decirle que me quedaría a contemplar su perfección y a mirarla sin cansancio por el resto de mi vida no cambiaría lo que pensaba de mí, su "eterno compañerito".
El tiempo de espera se esfuma con palabras que se llevan tu esencia y dejan mi vida vacía. Todo pasa y nada queda, y lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos que nos lleven a la eternidad, una eternidad que terminará cuando inicie un nosotros.
Que seas feliz.
Agradecimiento especial a:
Ana Lucía Mosquera Rosado
te amo
ResponderEliminaryo también te amo
ResponderEliminarTe amamos Jhon Secada de San Felipe
ResponderEliminarQué, no me vas a responder "EB"?
ResponderEliminarjajajaja asu! no sabía que era tan querido xD
ResponderEliminarNo sabes cuanto .... "EB".
ResponderEliminarAdiós, ya no puedo más.
jajajaja muy bien "anónimo" (espero que seas mujer) xD
ResponderEliminarNo lo dudes. Soy una mujer hecha. Pero no derecha.
ResponderEliminarQue inicie un nosotros. Muchos tenemos eso de "inicie un nosotros" inconcluso guardado en algún cajón o en nuestro diario de adolescencia. Aveces es mejor quedarse con todo eso y nunca decirlo. Solo añorando imaginariamente "que inicie un nosotros" Buena Emili =)
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