sábado, 4 de diciembre de 2010

A través del Clóset

Autor invitado: Alberto Nishiyama

Pasó hace algunos años en el Cusco, todo lo mejor es del pasado porque el presente es incipiente y el futuro incierto. La adolescencia hacía llamados desesperados por algo más adrenalínico que un beso y los avances en el campo de Venus eran menos que alentadores. Por otro lado te tenía a ti, ¿recuerdas lo que te decía al oído? Yo sí, y lo haré por siempre:


Te quiero llevar a casa,
te quiero dar hijos,
y tal vez serás mi enamorada.

Es que nunca fuimos más, tratamos pero tú tenías tu “vida perfecta”, a excepción de algunas incursiones, ahí estaba el estudiante de Arquitectura. A tus escasas primaveras, 17 para ser más exactos, tenías un año de relación, de la que me decías que siempre querías huir, aunque ahora que reviso el Facebook sé que todavía no lo has hecho.

Y un día nos quedamos dormidos en tu sofá viendo una película, como tiernos amigos que éramos cuando había moros en la costa. Tenía que entrar tu hermana, a sus 19 años era más linda que tú, más mujer si me permites. Aquellos rulos castaños no dejaban de fascinarme, su manera de caminar era extraña, el alcohol había hecho efectos. No se veía exuberante, el cabello desordenado y ropa que parecía de segunda mano me fascinaban. Entonces, sin notarnos aún, sacó el celular que se encontraba protegido en una zona peligrosa y llamó a un “amigo”, quería más que hablar.

En un acto de voyeurismo reprimido me arrastré hacia su habitación antes que ella y logré meterme en el clóset, con un pequeño pero estratégico campo de visión. Lo que esperaba sucedió y tuve la experiencia más excitante de mi vida hasta ese momento, vi a tu hermana como probablemente nunca podrás verla. Aquella que a veces se comportaba como una niña con nosotros era una tigresa en el cuadrilátero revestido de sábanas rosadas. Luego de que el ex terminó la faena huyó y, ella sin importarle, se quedó dormida. Logré escabullirme hacia el sofá de la sala para anunciarte que me iba, que tus padres ya llegarían y sería incómodo verlos pasada la medianoche.

Tu hermana era tan predecible como tú, todos los jueves el ritual se repetía. La pasarela se vestía de seda y los modelos eran varios, la diseñadora era la misma. Siempre te quedabas dormida en el sofá-butaca y yo ya me había acostumbrado al olor del clóset, no puedo negar que alguna vez quise unirme a las faenas, pero mi interferencia delataría mi vicio. Sin embargo, un mes después pasó algo que me perturbó. Tu hermana, montada sobre el afortunado de turno, parecía mirar hacia la rendija que me provocaba tantos placeres. Probablemente la psicosis se apoderó de mí al pensar que me lanzó un guiño. Finalizado el ritual, huí como nunca y prometí no volver a ser un voyeur.

De tanta vergüenza no iba a tu casa, me insistías a volver al ciclo cinéfilo y luego de un par de semanas acepté la propuesta. Otra vez te quedaste dormida y yo, viendo a tu hermana hablar por teléfono, sabía lo que venía. Volví a mi puesto de vigilancia y esperé, esperé tanto que me quedé dormido.

Grande fue mi sorpresa cuando oí como se abría la puerta del clóset, y más aún si se trataba de tu hermana, nunca la excitación se mezcló tanto con la vergüenza. “Supongo que habrás aprendido algo de tanto mirar”, la afirmación me sorprendió tanto que hice lo que mejor sé: hacerme al huevón. “Mi hermana sigue pensando que se casará con el prospecto de arquitecto, no me sorprende que te hayas fijado en mí”, replicaba. Yo movía la cabeza como los adornos de los taxistas, esos perritos. Me tomó la mano y supe que iba a ser mi primera mujer, me guió a la pasarela en la que tanto deseaba pasear, los pechos formidables que me hizo tocar me hicieron olvidar cualquier inhibición, estaba encaminado. Llegaba el momento en que me tocaría hacer la entrada triunfal, momento glorioso, un momento Kodak. Hasta que tú lo convertiste en más digno de ser fotografiado, entrabas buscándome, me encontraste en la peor forma que podrías imaginar y la mejor que yo podría hacerlo. Ahora la vergüenza vencía a la excitación y yo solo atiné a huir, en medio de un llanto tuyo y una risa imposible de aguantar por parte de tu hermana.

Nunca más me contestaste las llamadas, ni los mails. Sé que tus padres se enteraron de la vida loca de tu hermana y la enviaron al extranjero, Facebook me dice que también estás en Lima. ¿Serás capaz de aceptarme como amigo?

1 comentario:

  1. me dio risa pobre, su primera vez fue horrenda, ser encontrado infraganti debe ser algo vergonsozo...pero se le disculpa porque era su primera vez y solo era un adolescente con ganas experimentar...

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