“Déjenlo llorar, que cuando llora se le va un poquito del alma y así le duele menos, no siente y de a pocos se deja morir. Es mejor si se deja morir, así no tiene el peso de este mundo tan hecho resortes, tan grisáceo, tan de nadie y tan de unos pocos que te escupen y se mofan cada vez que se te va el aliento, déjenlo llorar que así se cuela la pena”
Duerme abrazándola y eso lo tranquiliza, así se siente sin tanto peso en el cuerpo. Quince días yace ahí en el mismo pasillo gris, en medio de toda esa gente que camina sin rastro, sin voz y con esa misma expresión inmutable que lo desgarran de impotencia cada que escucha en su memoria el sonidito diminuto de envolturas de galleta, ese olor imaginario a vainilla fresca que lo transporta a esa época de pequeñez en donde no tenía todos esos muros que lo separan de la felicidad, los domingos de panqueques con la abuela Marta, los atardeceres de marzo con los primos en las vereditas de la plaza Volteé. Qué buenos tiempos, se dice a sí mismo.
En medio de su frenesí y sus simultáneos collages mentales, se siente libre. De a pocos abre las alas de su voz y parcha poco a poco las sensaciones tristes y nefastas que lo acompañan de cuando en cuando en esa misma silla celeste. Cierra los ojos, se deja volar y empieza su historia, el diálogo de siempre.
Qué buena prosa, ¿me cantas un poco? Dale nada te cuesta, sólo quiero que repitas esa parte en la que te sale un quiebre sostenido, no llegas a las notas altas, pero te esfuerzas y eso es lo que cuenta. Recuerdas mi primera presentación en el bar del tío Joaquín, qué miedo me daban las personas, aún le tengo miedo a los dinosaurios, eso no cambia.
De cuándo en cuándo tomo café, sé que estaba prohibido pero en verdad desde que encontré el escondite de la lata debajo de las vitrinas de la abuela, no he dejado de tomarlo. Te hago una propuesta, la última vez que tome café será cuando volvamos a ese vagón chiquito en donde me contabas las historias del viejo leñador, nunca me dijiste cómo lo conociste.
Las cosas por lo visto cambiaron mucho desde que me fui, ya no usas esos vestidos ridículos a flores verdes, ¡qué fascinación por el verde! igual siempre estabas magnífica en todo color. Allá la gente es más opaca, está llena de sinsabores, aunque no lo creas a veces me siento muerto entre tanto fantasma.
¿Mi letra chiquita? Sí, aún sigue siendo diminuta, ya sé que dices que refleja mi estado perenne de ánimo, la terapista en realidad mucho no me ayudó. ¿Los dibujos en crayones? No, esos nunca los hice yo, le regalaba los alfajores que preparabas al chato Manuel, no quería que me castigues, no soportaba perder mis tardes tratando de mejorar la efe y la eme, quería jugar con los niños de la cuadra. No, no eran feos tus alfajores, sólo que no me gustaban con avena.
Aprendí a montar la bici, allá las distancias son muy grandes, si no tienes auto, estás condenado a la caminata matutina hacia la estación, así que mejor compré una bicicleta ploma, está viejita, pero tiene una velocidad mejor que la de un avestruz.
Ahí va de nuevo su diálogo foráneo, porque se siente un espectador, sin cuerpo, sin verbo frente a esos movimientos falsos y ese balbuceo coloquial, lo convierten en ese verdugo espectador ridículo y pasajero, ¡qué mezquino es el tiempo! a pesar de eso no te imaginas cuánto bien me hacen tus caricias, se repite.
Que lo dejen sin tránsito, sin auxilio, pasos van y pasos se pierden, estático, así le va mejor, se hace transparente de a poquitos, no es a título personal pero desde hace varios días que la vida se le quedó en un espacio reducido y descocido por partes.
Despiértate un poquito, está vez prometo limpiar las telarañas del estudio de papá, esta vez prometo no pelear con Ana, despiértate un poquito y preparamos las galletas con la abuela Marta, no quiero salir al escenario sin que me digas que para ti soy tu estrella tornasol.
No seas engreída, por favor, despiértate un poquito y pintamos juntos con las crayones, aún me salgo de las líneas y eso sí que es terrible a mis 38 años. Dale, despiértate un poquito que se me llena de astillas el alma si no me abrazas y no me vuelves a mirar, mírame un ratito para no sentir esta mierda que me contamina el aire. -------
Marcelo, ya déjala en paz, se la tienen que llevar.
Qué te cuiden mis dinosaurios mamá.
Tú, te pareces a un enjambre de sílabas y consonantes, sin tránsito ni auxilio. Y de a pocos te haces mi cápsula de fuego, de tinta indeleble.
Qué excelente escribe Jennyffer. De todas maneras cuando escriba su primer libro, ahí estaré para sentirme orgullosa de haber seguido sus pininos y ser testigo de sus éxitos al igual que de sus alegrías y tristezas a diario. Siempre te haces una más que excelente. Cada día le agradezco a la vida haberte conocido. Pa' lante! Sigue cultivando esos frutos tan buenos!
Es la primera publicación que me ha dado ganas de leerla más de una vez. Excelente Júpiter.
ResponderEliminarQué excelente escribe Jennyffer. De todas maneras cuando escriba su primer libro, ahí estaré para sentirme orgullosa de haber seguido sus pininos y ser testigo de sus éxitos al igual que de sus alegrías y tristezas a diario. Siempre te haces una más que excelente. Cada día le agradezco a la vida haberte conocido. Pa' lante! Sigue cultivando esos frutos tan buenos!
ResponderEliminarSubjetividad que AQUEL, AQUELLA, ESO Y ESTO no saben connotar.
ResponderEliminarbuena descripcion de un momento de angustia y dolor. conmovedor
ResponderEliminarAveces es necesario hacer y decir las cosas que sientes en un momento oportuno, el tiempo es un factor que muchas veces nos juega en contra.
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