La cobardía es asunto de los hombres no de los amantes. Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí. Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar.
Ahí estabas tú. En aquel café, en el cruce de las calles el Silencio y las Letras. Con aquel cigarrillo que nunca fumaste. Ya no esperabas nada de la vida, salvo que se cumpla la promesa que alguna vez hicimos.
Después de 15 años, tú y yo, teníamos una cita, en el mismo lugar, a la misma hora.
Te miraba de espaldas, mirando el reloj que llevabas en la muñeca.
- Ah, cuanto has cambiado! –
Pero por fin ahí estabas, esperándome como siempre, como cada vez que llegaba tarde.
“Más guapo que cualquiera”
Y ahí estaba yo. Con aquella figura que jamás pudiste volver a tocar, con el pelo largo y negro que tanto odiaste. Lista para volver a amarte con la mirada y en silencio. Ahí estaba yo y mi mirada de amores desgraciados, yo y mi único secreto.
Me viste, y no te sorprendiste. Tú sabías que llegaría. Y es que en 15 años, no fue necesaria ninguna llamada para recordarlo. Siempre fui tuya y tú mío, y eso siempre fue suficiente.
Me miraste y no te sorprendiste, me arrimaste la silla y yo me senté en frente de tu sitio.
Escogiste un buen lugar, la mesa pegada al vidrio que daba a la calle, aquella calle silenciosa.
Y una vez más, cruzamos las miradas y nuestros ojos se pusieron vidriosos.
El mozo llegó, y me sirvió aquel vino tinto que tantas veces tomamos.
Y yo brindé por ti.
- ¡par ta faute! (por tu culpa) -
Y sonreí, con lágrimas en los ojos.
Tú me miraste, alzaste la colpa y dijiste
- merci beaucoup - (muchas gracias / sarcasmo)
Me prendiste un cigarro para recordarme que yo era tu reina.
Me preguntaste como estaba, y en realidad, sabía que eso no te importaba.
Resumí, una vida y te dije
- Bien, todo tranquilo, ya sabes la historia y tú?
Tu mirabas mi boca, podía sentir el peso de las ansias en tus ojos café, y como si no me hubieras escuchado me dijiste
- Estas hermosa -
Escarapelaste mi piel, como siempre y encendiste aquel vicio en el que estuvimos desde que nos conocimos.
Me miras, me miras de cerca, me miraste cada vez más de cerca.
Vi tus ojos cada vez más grandes. Nuestras bocas luchaban y luchaban como siempre, hasta que alguien, TU, cedió.
Nuestras bocas se encontraron y se amaron como siempre, como hace 15 años.
Como en cada sueño, como cada vez que te vi y no pasó. Como cuando lo imaginaba.
Y mientras me besabas, cantabas que era solamente un beso y que el destino te estaba llamando. Y yo cogía tus brazos para no volar, para que no te vayas y te besaba más suave para no perderme cada milésima de segundo.
No, esta vez no era un sueño.
Pero después de aquel beso, ya no había nada más que decir. ¿Cobardes? Tal vez.
Me pare y me fui.
Era la primera y última vez que tú me veías partir.
Tal vez miedo, tal vez amor. Nunca lo sabré.
Pudiste decir algo más, ¿no?
¡au revoir mon amour!
La cobardía es asunto de los hombres no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar.
Me encanta la mezcla de rayuela y frase que aun no recuerdo donde la he escuchado pero es increíble.
ResponderEliminarGenial ¿Simith?
gracias por tomarte el tiempo de leer, y mucho mejor, de postear :). Espero que te haya gustado... probablemente la historia tenga más páginas.
ResponderEliminarQue bonita historia. Saludos a todos en Perú
ResponderEliminargracias! sería bueno saber de donde nos escribes! :)
ResponderEliminar¿por que nos dara tanto miedo amar? ¿sera por que nos cuesta creer que tanta felicidad es posible? muy bueno el relato y el guiño a cortazar la cereza que adorna el pastel. saludos.
ResponderEliminarsi, definitivamente este pequeño relato es un guiño a la inspiración de muchos, cortazar :).
ResponderEliminar