viernes, 30 de noviembre de 2012

Laralá.Berunté


Respuesta a La Berunté

Se nos están juntando las ausencias en esta madrugada y sólo atino, sólo de cierto modo,  a cauterizar estas palabras que se apagan en ese suspiro dilatado y precipitado, tan laralá.

No buscábamos un mismo aire, ni un mismo lenguaje y tal vez tampoco tantas explicaciones vagas que ni tú ni yo entendíamos, nos bastaban las miradas, el juego mezquino de sinsabores aterciopelados de tu decir todo sin poder tocar nada.

Él la mira y ella calla, ella habla y el no mira, así se les va la vida entre diciembres apresurados y noviembres que estallan en aplausos, en despedidas y en sórdidas oscuras manotadas de sombras perdidas, ahogadas en  tantas heridas.

Ella extraña y él “laralá”

Hola La Berunté:

Te escribo, porque también se me están juntando las ausencias y esta miseria de no esperanza se encierra en mi ausente no saberte presente, pero además de eso también se me cuela la palabra vaga que esculpen tus sonidos apresurados cuando debes entender que no siempre tengo siempre las respuestas, ni mucho menos las llaves de todos esos candados que moldeaste con este silencio, con este recuerdo.

Ay La Berunté, también me dueles en los suspiros, también te siento en los soplos de invierno, también te espero entre las rendijas de mis recuerdos, pero sé que eres Berunté y que no estarás en los días de mi vida.
El alud de concreto no lo construí para ti, de cuándo en cuándo quería reposarme en tu desequilibrio pero me faltaron cimientos y cuando caíste también caí, sólo que a diferencia de ti, yo ensayé la parodia más impecable y te hice creer que siempre pude levantarme.


Y sí, tiene armonía eso de ser tu “materia blanca”, la más fina amalgama de tu alma descocida de a pocos, porque también se me cuela la pena cada que te pienso Berunté, con tu “lalralá”, tú vestidito de domingo y esa sonrisa translúcida-tranvia-tranmía-tamía, sobretodo eso. Tan mía.
Buenas noches.

La Berunté. Mi Berunté


Jennyffer Salazar

domingo, 28 de octubre de 2012

Mirada siniestra


Capítulo I: Morir desnudo

Siento el frío del metal acariciar mi rostro con locura, y ansias de verme estallar en un mar de sangre que pinte de rojo mi última noche. El viejo revolver de mi padre, decidirá mi destino con un disparo.

La pregunta principal para este acto, encasillado por muchos moralistas como cobarde, es el porqué de mi futuro juicio ¿Por qué acabar con mi vida? La maldita explicación del demonio que me llevó a refugiarme en la esquina de mi habitación, totalmente desnudo, aullándole misericordia a  Dios por estar a punto de volarme los sesos con una bala de calibre treinta y ocho. Quisiera cerrar los ojos y poder olvidar. Pero aún lo veo a ese mal nacido, riendo con demencia mientras me empotraba contra la pared y me cogía como a su puta de turno, a golpes, humillándome hasta el punto de hacerme vomitar mi hombría. Hace una semana perdí la confianza y fe en el mundo. Hace una semana fui violado por un hombre sin rostro que entró a robar a mi casa y solo se llevó mis ganas de vivir.

Bésame, Cereza

¿Qué pasó, Cerecita? ¡Por qué estás llorando!

El idiota de Pedro me terminó, es un cojudo. No le importo para nada. Me mando al carajo porque hoy le comenté que pensaba salir con mis amigas a tomar un café. Es tan celoso y posesivo. ¡Ya no quiero seguir así!

Cere, no sé qué decirte…todos tus amigos ya te hemos advertido de ese tipo. Lo mejor que puedes hacer es salir con tus amigas como habías quedado, distraerte y no tratar de pensar en él.

— No, ya no quiero nada. Tan solo desaparecer me contestó mi amiga entre lágrimas. Se escuchaba terrible. Vencida.  

— Sabes qué, no soporto escucharte así. En mi casa no habrá nadie esta noche, mis padres se han ido de paseo. Ven y quédate a dormir como cuando éramos niños, prometo comprar mucho helado, películas estúpidas y una buena botella de vino. No pienso hacer que la felicidad regrese a tu corazón en unas horas, pero sí que compartas tu tristeza conmigo. ¿Qué dices?

Horas antes de que un maldito acabara con mi dignidad, disfrutaba de una copa de vino con la mujer que había amado en secreto desde que tenía diez años. Karina Montes, Cereza para los amigos, es la ninfa que acaricia mis sueños con su belleza, con la añorada escena de besar sus labios. Si tan solo hubiese tenido el coraje de ir tras ella esa noche, otra sería mi historia.

¡No le contestes! ¡Vamos, Cereza! No seas tonta, por amor a Dios.

Karina agachó la mirada y salió de mi habitación para contestar la llamada. Al diablo las horas que habíamos pasado juntos. La promesa que me hizo hace diez minutos de olvidar a Pedro para siempre, había sido palabrería pura. Seguro una miserable briza de coraje tras la segunda copa de vino.

Pedro está viniendo a recogerme sentenció la mujer que amo, rompiéndome el corazón sin sospechar de su crimen.

No hay palabras para describir lo equivocada que estás…

Mi oración no le hizo nada de gracia a mi amiga, su mirada empezó a echar chispas, disparándome su enojo a quemarropa.

¡Se supone que deberías apoyarme! ¡A caso no eres mi mejor amigo!

En esos veinte minutos que Karina se había tardado hablando con Pedro, me había tomado tres copas de vino sin parar, ahogándome en el dulce sabor de mis penas. No estaba ebrio, sin embargo, ese mecanismo que usualmente impide que le confiese mi amor a Cereza, se había apagado.

No me conformo con tu amistad anuncié sin darle la cara.

— ¿A qué te refieres? —preguntó mi buena amiga después de tomarse algunos segundos, letales para la agonía que me carcomía.

— Estoy enamorado de ti, Karina. Te he amado desde que te conocí. No soporto que sigas con el infeliz de Pedro porque sé que no te hace feliz. Daría todo por ser yo el hombre que sea dueño de cada suspiro tuyo, de tus labios…Ya no puedo seguir así, fingiendo que puedo ser solo un amigo, cuando por dentro, mi alma no hace más que destilar amor por ti —expresé entre lágrimas, acercándome cada vez más a ella. Aspiraba besarla. Alcanzar el cielo con la miel de sus labios. Hacerle ver con esa muestra de amor, que puedo ser yo su príncipe azul.  

Karina se quedó helada, sin reacción. No pude contenerme y le planté un gran beso en los labios. Sentí entrega en su respuesta. La apreté a mí mientras ella me cogía del cabello con pasión. Había una esperanza. Nuestros sentimientos se habían revelado. Mi gesto de amor había sido correspondido. Sin embargo, fue breve el sueño, Cereza dejó de besarme y partió de mi casa sin decirme adiós. Quería ir tras ella, detenerla, exigirle que me explique el porqué de su reacción. Pero me acobardé, mi miedo al rechazo hizo que no me atreviera a impedir que se vaya, que se encuentre con el imbécil de Pedro. Me conformé con ser el más patético de los perdedores. A sentirme en la gloria por haber sentido sus labios por un efímero instante, y a llorar en silencio por ser un perfecto cojonudo, con ausencia de pelotas para defender a la mujer que ama.

De pronto, escuché un ruido que provenía de mi habitación, en el segundo piso. Estaba bastante aturdido por todo lo que había ocurrido. Mi primera reacción fue contemplar la puerta principal de mi casa, aún estaba abierta así que decidí cerrarla. Subí lento las escaleras. En cada paso que daba, mi corazón palpitaba con más fuerza. Una extraña sensación invadió mi ser. De igual forma, no desistí y me dirigí a mi cuarto, donde finalmente me encontraría con mi verdugo, que escondido entre las sombras, me tomó por sorpresa, golpeándome brutalmente con un especie de tubo de metal, hasta dejarme totalmente vulnerable para hacerme suyo, abusar de mí sin piedad, mientras con su aliento putrefacto, me susurraba al oído lo excitado que se encontraba. Su máscara de cuero negra, ceñida a su rostro era espantosa, deforme. Solo sus ojos saltones, brillaban en la oscuridad, aquella mirada siniestra que jamás podré olvidar.    

La voz del ángel

Cierro los ojos. Respiro con fuerza mientras posiciono el arma en mi sien. Dispararé y acabaré con mi desdicha de una vez por todas. Las lágrimas no dejan de resbalar por mi mejilla. Me ahogo en mi llanto, quiero dejar de sufrir, de recordar al infeliz que abusó de mí sin piedad. Finalmente disparo. Aún sigo con vida y no recibido ningún daño. La vieja arma al parecer se averió, la arrojo con furia al espejo de mi cómoda y empiezo a gritar, la desesperación invade mi ser por completo. Mis padres entran a la habitación, justo en ese instante acababan de llegar de su compromiso. Me abrazan e intentan tranquilizarme. Totalmente fuera de mí, convulsionando delirio y al borde del vómito, les confieso el motivo de mi intento de suicidio. “El infeliz que entró a la casa no solo me golpeó… Abusó de mí”.

Desperté, a duras penas podía abrir los ojos. Una borrosa silueta estaba sentada a mi lado. Postrado en mi cama, no podía moverme.

—Descansa, mi amor. Todo va a salir, bien. Ya lo verás.

La voz de mi madre me daba fuerzas. La escuchaba llorosa. No me podía dejar vencer. Ella creía en mí y sufría por la suerte que había tenido. Dios me daba aliento a través de sus palabras. Es tiempo de levantarme. No puedo morir sin que ese desgraciado pague su culpa.

En busca del verdugo

— Disculpa la demora. Tuve un contratiempo.

Cereza me saludó con un beso en la mejilla. Ya había pasado una semana desde que intenté quitarme la vida y ahora me encontraba en un Café de Miraflores, aceptando la invitación de mi buena amiga para conversar un rato. Después de varios días de no saber de ella, volvía a ponerse en contacto conmigo.

—No te preocupes, no tardaste demasiado —contesté con una sonrisa.

Fueron varios segundos los que pasamos en silencio. Tan solo nos limitábamos a compartir miradas.

— Terminé con Pedro para siempre la noche que me fui de tu casa. Sé que he desaparecido buen tiempo, pero me he sentido muy confundida. Desde que me dijiste todas esas cosas esa noche, que estabas enamorado de mí, Rodrigo…yo…

— Déjalo ahí, Cereza…

— Es que no me entiendes, no es que quiera rechazarte. Después de haberlo pensado mucho, creo que comparto ese sentimiento.

Mi corazón empezó a latir con fuerza. Quería besarla, tomarla de la mano y decirle lo mucho que he soñado con este momento, pero no podía, los recuerdos de esa noche infernal volvían a mi cabeza.
 
—Necesito de tu ayuda —expresé de golpe, expulsando mi mirada más sombría.   

— ¿De qué hablas? —preguntó Karina totalmente desconcertada. La posible esperanza de un café romántico, había sido arruinada por mi inesperado semblante.

—Sé que me conoce porque mientras me torturaba en algún momento me llamó por mi nombre. No he visto su rostro, pero podría reconocer su perversa mirada si la tuviese nuevamente sobre la mía. Cereza, quiero que me ayudes a encontrar al hombre que abusó de mí la noche en la que te confesé mi amor.

 Jhonnattan Arriola Rojas



lunes, 8 de octubre de 2012

Lluvia en primavera


Sí, seguro que hoy lloverá. El cielo está despejado, no hay nubes grises  y una sola estrella se vislumbra a lo lejos de mi ventana.

Existen muchos vestigios en el andar, la imaginación se vuelve cada vez más inmensa y profunda, pero poco a poco el final prevalece en un cumulo imperfecto que no entiende de razones.

Los besos se vuelven frágiles y son fáciles de enumerar. Los de ayer, los de hoy, los de mañana, los de aquella noche en el que juramos junto a un candado atado en un puente que las cuerdas de mi guitarra no dejarían de sonar por más que el día resulte desafinado.

Pensar, sí claro, pensar. Las astillas se encargaron de perforar el alma. Muchos errores, muchas faltas, mucha cuerda a la misma marioneta. El instinto de querer volar nos dejó varados sin un suelo en el que podamos caminar sin tropezar.

“Nadie puede mentir, todo saben que siempre fue así”. Love it! Perfecta combinación de nostalgia, mentiras y sonrisas. Una luz parpadea, pero jamás se apaga, a menos que tengas el valor de reemplazarla por una bombilla nueva. Ahí está la prueba, sólo tienes que buscar el momento adecuado para sacar la mejor calificación.

Y si este es el final, pues prometo que no lloraré. Los sueños, los impulsos y las caídas que antes jugaban a darnos suerte, parece que cambiaron de rutina y pusieron sus claros paréntesis.

Ya no habrá más versos esta noche. Se desataron las cadenas y ya iluminaron nuestras sombras. Mientras tanto mi voz y mi guitarra seguirán sonando, tal cual lo hacían cuando aún llovía y las gotas rodeaban tus mejillas.














jueves, 30 de agosto de 2012

Yo sí ¿Y tú?


Cuando piensas que lo has dado todo, pero fracasaste. Quizá tu todo no es suficiente para lo mucho que se necesita para sentirse satisfecho.

Imaginar que en este mundo hay muchas cosas irreales y poco alumbrantes, nos hace ver como inmortales sin una banca donde reposar nuestros mejores y tristes pensamientos.

Me siento como un libro abierto esperando a que alguien calque el mejor título para mi historia. Aquella que nunca tuvo inicio, pero que muchas veces siento que llega a su final. Mis palabras palpitan y te piden a gritos.

Como las cuerdas de la guitarra, nunca dejan de evocar los sonido que te hacen recordar alguna época de tu vida, sin embargo llega el momento en el que dejas de rasguear y te das cuenta de que aquella melodía puede ser mejorada, o a lo mejor, debas empezar una nueva. Siempre la próxima será mejor.

Quisiera cerrar este año cantando, pero lo haré contando, contando los días en que volverás a estar en mi brazos y sobaré tu mejilla como cuando éramos jóvenes y veíamos la puesta del sol en un barranco privado, donde pareciera que las luces nunca morían porque tu siempre las iluminabas con una simple sonrisa.

Nunca intentaste mejorar ni cambiar nada, sólo vivías de la mejor manera que podías. Yo mejoré mi vida para vivirla contigo.

Nunca nada es suficiente. Nunca nada es magnífico. Nunca nada es como lo hacemos. Todo es como lo queremos. Como lo anhelamos. Como lo que soñamos cuando vimos la flama creciente en nuestro interior y decía lo que era para nosotros, a lo que nos estamos dirigiendo, nuestros caminos angostos que poco a poco se fueron expandiendo para compartirlos y experimentar lo que se nos tenía preparado.

Hoy, más que nunca, me siento capaz de afrontar este sentimiento que muchas veces evitamos conocerlo. Muchos lo llaman ilusión, yo prefiero decirle amor.

Muchos lo buscan, pero pocos lo viven. Muchas gracias por darme la chance de vivirlo.


Sé que de mi texto no tendrás las palabras más bonitas esta noche, pero sí las más sinceras.

Todo... siempre será todo tuyo.

Te amo.








lunes, 20 de agosto de 2012

Rojo: Detrás de la máscara


Su nombre es Mariela y su mirada un brillo angelical café. Conoce mis secretos, la verdadera tonalidad perversa y melancólica de mi alma, pero sobre todo, mi rostro. Ella sabe quién se esconde tras las múltiples máscaras de Rojo. Ha publicado un libro en el cual revela mi historia, afirmando ser una de las pocas personas con vida que me conoce realmente. Las copias se venden a montones. La policía no deja de interrogar a la pobre Mariela, con la esperanza de encontrar algún detalle crucial que los lleve a dar con mi paradero. Son las siete de la noche y no dejo de mirarme al espejo. Después de cinco años, me volveré a encontrar con mi vieja amiga. Como en todas nuestras extensas pláticas, no llevaré ningún disfraz. Simplemente seré yo mismo…Rojo, un asesino en serie.

Conocí a Mariela por accidente. Fue una noche de octubre, hacía mucho frío en la capital, llovía y la oscuridad de las calles era más nebulosa que de costumbre. Caminaba mientras fumaba un cigarrillo. No buscaba una víctima, tan solo una bodega abierta para comprar una bebida, extrañamente me moría de sed. De pronto, los gritos de una fémina me llamaron la atención. Sin duda estaba en peligro. Saqué del bolsillo de mi saco mis guantes negros, me los puse y seguí su exclamación de auxilio.

- ¡Cállate, zorra!, vociferó un delincuente de medio pelo, que amenazando con un cuchillo a la pobre chica, intentaba zacear sus bajos instintos, tocándola a la fuerza.    

- Déjala, expresé calmado, apenas llegué a la escena, dispuesto a rescatar a la mujer.

El pobre diablo intentó hacerme frente con su arma blanca. Esquivé sin problemas su brusca envestida, giré con rapidez en el suelo, haciéndolo caer con una ágil barrida. El sujeto arrojó el arma al impactar contra la vereda. Aproveché para pisar brutalmente su rostro, rompiéndole la nariz al instante, inundándolo de sangre. Recogí  su cuchillo del suelo y se lo clavé en los genitales. El dolor era tan fuerte, que ni siquiera podía gritar, simplemente seguía ahogándose. Finalmente, me agaché, lo miré fijamente y le torcí el cuello. Al levantarme, me percaté que la mujer seguía allí, contemplándome sorprendida. Estaba en shock. No dejaba de temblar. Por mi parte, saqué de mi saco un pequeño cuaderno, un lapicero y empecé a escribir.

Este hombre intentó atacarme con un puñal, el mismo que lleva clavado en los genitales. No todos tenemos la habilidad y la fortaleza de usar un arma. Asesinar no es tarea de débiles ni cobardes, porque finalmente terminarán vencidos. Quitarle la vida a alguien es un arte, una acción placentera que no conlleva a ninguna patología social. Me he sometido a millones de pruebas psicológicas. Todas proyectan mi alto nivel de inteligencia e imaginación, sin detectar mi pasión por la sangre. La humanidad no extraña a los perdedores. Con el perdón de sus familiares, la muerte de este infeliz, ni siquiera tendrá una primera plana en las noticias, se la darán a otro de mis asesinatos, seguro al de algún político mamón.    

Rojo

Dejé la nota en el cadáver de mi víctima. Volví a centrar mi mirada en los ojos de la mujer. Seguía observándome con minuciosidad. Ya no temblaba. No veía miedo en su semblante. Pudo haber huido hace mucho o gritar por ayuda como cuando el delincuente la acosaba, pero no, seguía parada a unos cuantos metros de mí, sin pronunciar palabra.

- ¿Quieres tomar un trago?

No sé por qué se lo propuse. Algo en su mirada me trasmitió mucha confianza. No la mataría. Sentía que nuestras historias de alguna u otra manera tenían algo en común. Y no me equivoqué. Mariela me sonrió de lado y aceptó mi propuesta.

La complejidad de su personalidad me cautivó. Una mescla perfecta entre dulce y caótica.  Sostuvimos por casi un año una relación de amistad sin barreras (nos acostábamos con bastante frecuencia). Mariela había sufrido mucho. Su madre se asesinó la noche en que se enteró que su esposo la engañaba, arrojando a su hija  a los brazos del ebrio de su padre, quien finalmente no pudo soportar la culpa, desquiciándose cada día más, descargando su ira, golpeando hasta el amanecer a su única hija. El infeliz terminó en el manicomio, y Mariela, aprendiendo desde muy corta edad a vivir sola y a valerse por sí misma, salió adelante, convirtiéndose en una periodista de renombre.

Por obvias razones de su vocación, Mariela quiso conocer cada detalle de mi personalidad, hasta mis más viles secretos. Si bien es cierto sabía que en algún momento los divulgaría de alguna manera, pero estaba convencido que jamás permitiría que la policía diera conmigo. Como siempre me decía entre bromas: “Los diarios serían muy aburridos sin ti”. Sin embargo, llegó el momento del adiós. El amor fue naciendo de las sombras. Ella quería que renuncie a mi singular vicio y que huyamos lejos. Pero a pesar de corresponderle en sentimiento, no la amaba lo suficiente como para colgar el puñal. Así que una noche, mientras dormía, dejé una nota de despedida a su lado y partí para siempre. Sin embargo, después de cinco años, me entero que acaba de publicar un libro de mi vida “Detrás de la máscara”, contando cruciales detalles de mi historia, mi horrible infancia y los secretos que se esconden detrás de todos los crímenes que le narré. Pero aún así, no da ninguna pista que pueda hacer que la policía me encuentre. De todos modos, me pareció muy interesante ir a buscarla a su departamento. No la he felicitado por su obra. Quizá podamos intercambiar autógrafos. El único inconveniente… es que el mío lo hago con sangre.    

Estaba en Brasil cuando me enteré de la publicación de mi vieja amiga. Y sin pensarlo, la contacté y quedé en una cita con ella. Hay mucho que aclarar y conversar. Si bien es cierto desde que asesiné a la madre de Valeria (Revisar Post “Rojo: Un café Sangriento”) pensé continuar mi carrera de asesino en el extranjero, pero este peculiar incidente, me aferró aún más a mi país. ¿Por qué después de tanto, Mariela se atrevería a hablar de mí? ¡Necesito una respuesta!

-   ¿Te preparo un café?

- No gracias. Solo te quiero a ti…

Mariela sigue igual de hermosa. Desde que toqué el intercomunicador de su edificio y escuché su voz, no he dejado de temblar las piernas. Me siento muy emocionado de volver a verla. Pero al parecer ella no siente lo mismo. Se muestra distante, fría. Sin duda, mi presencia le incomoda en un gran porcentaje.

- Vamos, Mariela, ¿qué te pasa? A caso no te alegra volver a verme.

Mi buena amiga me clavó su felina mirada y un gesto de cólera se apoderó de su semblante.

- ¿A qué has venido, Rojo? Te conozco bien y sé que tu intención no es solo felicitarme por mi libro…Soy la única ilusa que le abre la puerta a un asesino.  

Encendí un cigarrillo y empecé a fumarlo. Sería una noche larga.

- Te extrañaba, por eso vine.

Mariela empezó a reír burlonamente apenas me escuchó.

- Por favor, Rojo, déjate de cursilerías. Si tanto me extrañabas, ¿por qué mierda me abandonaste hace cinco años?

- No podía darte la vida que tú buscabas. Soy peor de lo piensas, sentencié de golpe.

- Lo sé…

La tristeza y la confusión se apoderaron de mi amiga. Mariela se sumergió a un llanto profundo, hundiéndose en la agonía. Apagué el cigarrillo, me acerqué más a ella y la abracé. Me apretó con fuerza y se entregó por completo al suplicio que su alma le reclamaba.

- Ya no llores más. Tranquila, Mariela, le susurraba mientras acariciaba su cabello.

Después de algunos minutos, mi amiga se calmó, se apartó de mí y se secó las lágrimas.

- ¿Por qué escribiste un libro sobre mí?

Un silencio profundo tomó por asalto la sala del departamento de Mariela. Mi pregunta la dejó muda. No dejábamos de compartir miradas, pero las palabras no se pronunciaban.

- Ya no podía soportarlo más…Era cómplice de cado uno de tus crímenes. En cinco años has asesinado a más de cincuenta personas. El día que me salvaste la vida, no vi en tus ojos a un monstruo, sino a un hombre asustado, dulce, con ganas de ser amado. Me inspiraste ternura, confianza. Sentí que podía ayudarte y que de alguna manera, tú a mí. Pero me demostraste, Jossué, que cada segundo que pasaba, Rojo iba apoderándose cada vez más de ti. He escrito un libro de tu vida, de tus principales crímenes y las múltiples máscaras que has usado. ¿Qué más te falta ser? ¿Acaso un astronauta? Tú rostro falso es el que llevas ahorita. Apuesto que te miras al espejo y no te reconoces. Ya no pienso vivir más tapando tus asesinatos.

Las lágrimas volvieron a apoderarse de Mariela. Por mi parte, también mis ojos se humedecieron. No sentía nada. Lloraba sin sufrir. Soy un pedazo de concreto. Un ser inerte que no se reconoce frente al espejo.

- He leído tu libro y no has revelado ninguna pista útil para las autoridades. De alguna forma u otra me sigues encubriendo.

- Te equivocas, amado Rojo.

Me quedé helado al recibir la fría mirada de Mariela. Al instante, las sirenas de policía empezaron a retumbar en mi cabeza. “Estás rodeado, Rojo”, escuché del megáfono. Mi buena amiga me había traicionado. Había puesto en aviso a las autoridades para que me tiendan una emboscado. Estaba rodeado. Era cuestión de segundos para que decenas de mercenarios entren a la habitación y me arresten. Podían escucharlos subir las escaleras del edificio a toda prisa.  

- Lo siento…Sabes que tarde o temprano ibas a terminar así. No había otra salida para ti, Jossué.

- Prefiero que me llames Rojo, querida amiga. Así firmaré la dedicatoria que pondré sobre tu cadáver, expresé con una macabra sonrisa.

- ¡Cállate, maldito! ¡Te pudrirás en la cárcel, infeliz!, exclamó Mariela con temor, alejándose a paso lento de mí.

La puerta del departamento se abrió de golpe, más de veinte policías armados empezaron a ingresar, pero al instante, una dantesca explosión azotó el departamento, llenando de fuego el lugar. Dos bombas por piso estallaron a mi orden. En segundos, el edificio empezó a arder en el infierno de  mi ira.  Los gritos de los mercenarios eran espantosos, disparando a todos lados mientras se quemaban por completo. Saqué de mi bolsillo el detonador y lo contemplé. Me sentía Dios, sosteniendo el apocalipsis en su palma izquierda. Eché un vistazo general. Mariela estaba inconsciente, el edificio se estaba cayendo a pedazos. Cientos de personas se están consumiendo en las llamas de esta catástrofe. No quería llegar a estos extremos. Pero sólo con el infierno se paga la traición. Volví a centrar mi mirada en el cuerpo de Mariela. Cada segundo que pasaba, se iba incendiando más su departamento. No la dejaría morir aquí. Aún nos queda algo más por conversar.

Desperté a Mariela con un baldazo de gasolina. La había llevado hasta el kilómetro ochenta y seis, una playa desolada sería su tumba.

- ¿De verdad pensaste que me atraparían esta noche?, le pregunté a Mariela mientras jugaba con mi Zippo.

Apenas mi amiga terminó de toser, me miró con espanto y dijo:

- Eres el diablo, Rojo. ¡Cómo mierda hiciste todo eso!

Mariela lucía aterrada. La pobre no dejaba de llorar. No llegaría al extremo de suplicar por su vida, la conozco. Pero el miedo en sus ojos…simplemente era delicioso.      

- He aprendido a ser bastante desconfiado, querida amiga. Días antes de concretar nuestra cita, puse las bombas y me aseguré de tener un plan de escape en caso te atrevieras a traicionarme.

- ¿No te das cuenta? ¡Cuándo vas a parar! ¡A cuántos más quieres asesinar para zacearte, hijo de puta! Yo creí en ti, me enamoré de la esperanza de llevarte por un buen camino. Comprendí tus ganas de venganza porque también las había sentido por mi padre, pero todo tiene un límite, Rojo…Llegará el día en el que pagues todos tus pecados.

- Pero no será el día de hoy, contesté, enfrentándola, mirándola 
fijamente a los ojos.

Al instante, arrojé el encendedor prendido al costado de Mariela. En segundos las llamas cubrieron todo el cuerpo de mi amiga. Sus gritos le dieron un gran concierto a mi alma. Me hubiese encantado escucharla suplicar por su vida, pero no fue así. Murió con dignidad. Un espectáculo que duró varios minutos hasta que solamente quedó su cadáver chamuscado por mi venganza. Me quedé contemplando la bravura del mar, hasta que finalmente, dejé una nota en el cadáver de mi víctima y huí entre las sombras.

Lamento haber acabado con la carrera de Mariela Burgos. Le esperaban grandes cosas como periodista y escritora. Sin embargo, me traicionó. El perdón ha dejado de existir en mi alma hace mucho. Hoy las autoridades estuvieron muy cerca de dar conmigo, sin máscaras, al desnudo. Me miro al espejo y no reconozco mi rostro. Mi buena amiga tenía razón al decir que con el tiempo, Rojo se ha apoderado completamente de mí, dejando atrás mi esencia inicial. Esta noche les daré una pista a honor de Mariela que de alguna u otra forma, buscó colaborar con la justicia. Mi verdadero nombre es Jossué. Espero que les sirva de algo para que me atrapen. No les será tarea fácil. Yo decidiré cuándo llegue el momento de pagar mis pecados. Yo soy mi único juez.

Un beso, querida amiga.

Rojo

 Jhonnattan Arriola Rojas

jueves, 16 de agosto de 2012

Tres años - Nada en Común

Quizá me atrasé un día pero no por descuidado, sino por que necesitaba ese momento perfecto y nada inhóspito en el cual pueda hablar de ti. Llegar a lo profundo, a lo casual, a lo verdadero, a lo elegante. Llegar a mí mismo y a las emociones que por mucho me tiempo me marcaron.

Tantos secretos, tantas verdades, tantas declaraciones de amor, tantos rencores. Aún me pongo a pensar cómo fuiste y eres capaz de soportarlo. Sabes más de mí que yo mismo. Y me gusta. Mucho.

Tenerte conmigo durante estos tres años quizá fue y será una de las mejores experiencias de mi vida.

Hoy Nada en Común, para mí, es mucho más que un blog; es un amigo que siempre estará ahí, dispuesto a acoger mis sentimientos y pensamientos; y agradezco infinitamente a todas las personas que lo hicieron posible.

A todos los autores invitados, a los integrantes del grupo que por temporadas escribieron: Bethania Mesía, Jennyffer Salazar y Anne Diestro. A los creativos diseños de Diana Yalico. A todos nuestros amigos y lectores. Y sobre todo, a mi mejor amigo y confidente Jhonnattan Arriola, con quien decidí empezar esta aventura llena de dragones y princesas por rescatar.

Feliz cumpleaños Nada en Común.
De mí, para ti.


domingo, 15 de julio de 2012

Continuidad...


No
Las palabras
No hacen el amor

Alejandra. P

Tener recuerdos, un cajón de recuerdos,   te acompañan, te siguen, toman de tu mano, sujetan fuerte de ti para que dejes que se vayan. Un conflicto, el recuerdo y tú:


-Tu mente: Recuerdo, cuento las palabras para que las sueltes y me dejes libre

-El Recuerdo: Yo sigo tus palabras, porque me necesitas…
- Tu mente: Déjame, date cuenta, Ya no quiero que aparezcas como un halo aquí…

Pero el recuerdo, grande y ostentoso no te deja ir, y te sujeta aún más fuerte

                                                  

Aparece una persona en tu vida, no sabes cómo llamarla, dice ser un libro, bienestar, persona, amor. Pero tú la llamas: Flora
Pensar en Flora parece fascinante, no existe una lógica coherente del porqué piensas tanto en ella, sólo sabes que te envuelve, de cualquier forma que ella elija, tú la sigues -como lo hacemos al estar a oscuras-

¿Crees en ese momento que el pensarla es una casualidad?
Lamento decirte, que no, no existen las conocidas “casualidades”


Nada sucede por nada, todo tiene un porqué, una explicación, así muchos hablen del azar.
Si tu caminaste por una acera y viste a un perro hermoso, eso era lo que debía pasar, si fuiste parada en un bus y viste a alguien con un libro de Rilke, eso era lo que debía pasar; es difícil de aceptarlo pero son códigos que la vida te expone para que tu elijas.
El hombre está condenado a ser libre y eso lo aprendí con Sartre, y tú haces de tu vida lo que quieres que sea.

Volviendo a Flora, imagina que es tu ideal, en mi caso podría serlo ¿por qué no?, mientras más ideales puedas construir en ti mismo, mayor será lo que puedas lograr en tu interior.

*
*

Tomo a Flora otra vez,  y la atraigo a mí, la siento, me besa, me dice que le gusta pintar, dejo que lo haga.

Flora y yo estamos en una habitación, la habitación es blanca, existen grandes ventanas (esas que tienen un pequeño balcón antiguo), el piso es de manera, y yo estoy echada en la cama viéndola pintar, ella está desnuda, me dice que sólo quiere pintar el amor que nos subyuga.
Me acerco al cuadro, y veo un árbol esplendoroso, con aves alrededor, naturaleza viva, un gran cielo celeste, entonces la beso: Porque es lo más pueril que puedo tener.
Flora tiene las manos con óleo, pero le pido que toque para mi, se aleja del atril, abre el piano y empieza el nocturno #4 de Chopin…
Mientras sus manos del  color de amor tocan el piano, yo hago el amor para ella. Deja inconcluso el nocturno, y mi cuerpo se convierte en su piano, y es ahí donde termina la melodía: En mi cuerpo junto al suyo

A
M
O
R



Leer esto, no fue una casualidad, abrir esta página tampoco lo fue. Ahora mira a tu alrededor, quizá tu Flora esté junto a ti, y aún no la veas.

 Por: Déjame tu piel... azul.

lunes, 9 de julio de 2012

Sí, mi amor

Observa. Tómate tu tiempo y analiza en silencio cada movimiento y gesto de la sirena. ¡No ataques! Ella ya conoce ese viejo truco, así que tomará impulso y te devolverá el hechizo aumentado por mil. Tú crees que sabes cuáles son sus debilidades, pero es ella la que conoce de memoria tu lado más vulnerable.

Mujeres…simple perfección. No hay criatura más hermosa que ustedes, son divinas, por qué negarlo. Sin el brillo de su mirada, los hombres estaríamos devorándonos y volviéndonos más locos que un chimpancé drogado. Son nuestro complemento perfecto. No podemos vivir sin sus besos, pero a veces, tampoco podemos existir en tranquilidad de su mano. Es que forjar una relación sólida no es sencillo. Somos muy diferentes y se nos complica llegar a la conciliación amorosa precisa. Y seamos honestos. Discutir con una mujer es como salir a guerrear contra todo el ejército de Estados Unidos con una piedra, imposible vencer. La derrota está asegurada. Ok, soy consciente que en una relación no tiene porque existir un ganador, no se lleva un premio el que se sale con la suya. La idea es encontrar un punto clave de unión, que los cedes sean turnados. Pero para que eso suceda, el proceso toma su tiempo. Si bien es cierto el amor es una decisión, pero su éxito depende de la evolución de la comprensión que se establezca con la pareja. Mi intención no es parecer el Doctor corazón en este post, pero sí, dar mi humilde opinión de cómo llevar la fiesta en paz con una chica. Sin más preámbulos, les abro el telón a este singular escrito que he preparado con mucho cariño  para  todos ustedes.

1.    ¡Cuidado con los chiquitingos!

La atracción en una pareja es fundamental. Y obviamente, no tiene nada de malo que dos personas que se amen, pongan en manifiesto esa pasión que los une, haciendo el amor. Cada pareja tienes sus reglas y sus límites, lo importante es que ambos acepten los acuerdos desde un inicio y vivan feliz con ello. Pero, los problemas empiezan cuando esa atracción corporal tiene un significado distinto para los protagonistas de la relación, es ahí cuando nacen los egoísmos a la hora de amar, y ese acto tan mágico, placentero y divino, se va convirtiendo en un potencial motivo de discusión. Lo que sucede es que el hombre y la mujer no hacen el amor de la misma manera. No piensan igual en ese momento de éxtasis, y obviamente, su fin no es el mismo. Es así que solo quedan dos cartas sobre la mesa para los hombres. La primera: “Vivir engañado pensando que lograste hacer vibrar a tu mujer y que eres un Maradona en la cama”. O la segunda: “Darte el tiempo de conocer mejor a la persona que amas. Observar al detalle qué es lo que espera de ti en ese momento. Conocer su cuerpo incluso más que el de uno mismo. Pero sobre todo, trasmitirle seguridad”.

Hay algo que debemos entender todos los hombres, y con el permiso de las damiselas que lean este post, se los diré por ustedes. A la mayoría de chicas, los quickly, los chiquitingos, los rápidos y furiosos, no les gustan. Las cosas como son. Si bien es cierto en su momento pueden caer en la pasión del instante, pero después, se quedan pensativas y pueden llegar incluso a sentirse usadas. Suena feo. Pero tristemente es así. Tener intimidad no es un descargue, porque si no estaríamos hablando de una masturbación compartida. El sexo es un arte del amor, un acto que solamente se debe dar con una persona que nos trasmita la entera confianza del caso. A veces nosotros los caballeros, nos encabronamos a mil cuando nuestra pareja nos hace algún comentario desalentador que ponga en tela de juicio nuestro glamuroso desempeño en la cama. No, no se le puede decir a un hombre: “Mi amor, no me gusta que vayas tan rápido”. Sería como una patada en las ciruelas. Y no es así. Si de verdad desean experimentar con su pareja una sesión amatoria digna de un premio nobel, les recomiendo que se tomen su tiempo. Nadie los apura. La magia no está en la barita, sino en los trucos del mago. Seducción, coquetería. La mujer es lúdica por excelencia al momento de hacer el amor, no le quiten esa opción. Mañana no se acaba el mundo. Pero el mal desempeño en la cama, sí puede acabar una relación.  

2.    Las mujeres contraatacan

Generalmente los hombres logran descubrir cómo discutir con una mujer en la adultez, después de la derrota y la agonía de millones de guerras perdidas. En pocas palabras,  cuando la experiencia luce gris en sus cabelleras. El nivel de dificultad es similar a que un simple mortal pueda hacer una genkidama. Sin embargo, es posible adelantarnos un poquito al arduo camino de entender a las mujeres, si nos tomamos el tiempo de escucharlas, observarlas y analizarlas al detalle.

Las chicas son las mejoras comunicadores del planeta, pueden llegar a expresar tanto  hasta con un simple movimiento de cabello, solo es cuestión de estar atentos para comprender su posición frente a una discusión. Las mujeres manejan un escudo de rebote, son expertas en el contraataque; me explico: Lo que sucede es que cuando nos encontramos frente a una batalla intergaláctica con una dama, generalmente al inicio empezamos a recibir sus minuciosas quejas o ataques, acumulando la posible interminable lista de reclamos. La bomba atómica ha sido detonada y no hay marcha atrás. Pero, recontra mandriles, pisamos el palito y nos volvemos primitivos, soltando pachotada y media, según nosotros, para poner las cosas en claro. Lo único que dejamos en claro es que somos unos insensibles de primera por no saber entender a la persona que amamos. Lamentablemente los hombres, cuando nos sentimos atacados, nos centramos tanto en la futura respuesta que daremos, que no prestamos atención a la solicitud efusiva de nuestra amada, ocasionando que la discusión se incremente. Si tan solo pudiésemos ser pacientes y tomarnos el tiempo de captar al detalle cada palabra, lograríamos un final de telenovela.

Cuando una mujer está molesta quiere ser escuchada y rechaza la posibilidad de entender conceptos, pero sí frases. Si un hombre se las quiere dar de orador en una discusión, se dará cuenta que su chica desglosará cada oración que haga, analizando semántica y sintácticamente cada punto negativo para usarlo en su contra. La mujer tiende a ser fatalista por excelencia, es por eso que frases como: “Todos los días peleamos”, “Ya estoy arto de esto”, “No puedo seguir así”, “No te das cuenta que la estas cagando”, no harán reaccionar a nuestra amada, simplemente la hará sentir desprotegida, que la relación no está funcionando bien. Y obviamente en la mayoría de casos no es lo que nosotros, los hombres, buscamos expresar. Recuerden, chicos, no creamos que ellas entenderán el concepto de nuestras mil palabras, pensemos como ellas, tomémonos el tiempo de construir mejor nuestras oraciones. Aprendamos a escuchar. La mujer es muy astuta y no podemos ponernos en el mismo nivel de discusión. Después de que ella haya acabado de hablar, nos dará pie para que emitamos la respuesta del millón. En vez de un “Estoy cansado de discutir”, queda mejor un “Tranquila, vamos a arreglar las cosas”. Obviamente si es que lo acredita, no. Me pongo en la posición de encontrarnos frente a una discusión que merece una reconciliación inmediata. Si amas a alguien, no vale la pena querer imponer las ideas que se tiene en la cabeza, es mejor ceder, eso demuestra la capacidad que uno tiene para llevar la fiesta en paz. Pero ojo, nada de ser mártir. Una relación no se basa en sacrificios ni en aguante. Sino en aprender a ser feliz con la persona que amamos con sus defectos y virtudes.

3.    El tiempo no es un canalla

Usualmente en una relación, uno de los miembros de la pareja, no puede tolerar acostarse con un problema en la cabeza, es por ello que tiende a ser lo más pesado posible con el afán de encontrar una solución inmediata, haciendo de todo para arreglar un problema al instante. A veces puede funcionar, pero en otros casos, convertir la pequeña lluvia en un diluvio de problemas será lo único que logre. El tiempo es una herramienta clave en una relación, pero funciona de manera distinta para las mujeres, tiene un efecto muy en particular que a veces los varones no sabemos comprender. El tiempo no es un canalla ni un superhéroe, tan solo el resultado de nuestras acciones a través del estado de las emociones que afloran y moldean nuestro día a día. Suena a quemada total, lo sé, pero analicemos a profundidad lo dicho en el siguiente párrafo.

La mujer es un ser reflexivo, pero tiende a la saturación y al escapismo. Para una chica el tiempo es básico para recapacitar, liberar tensión y encontrar soluciones. Cuando se llena de conflicto, evita explotar y prefiere alejarse de la zona de crisis, es una reacción de defensa que le permite evadir el aumento de disturbios. En cambio, para el hombre, un ser inseguro por naturaleza, el tiempo es un arma de doble filo porque las dudas empiezan a multiplicarse, los temores irradian su alma de oscuridad y puede confundirse. He ahí la importancia de la unión entre ambos sexos, la oportunidad mágica que les da la vida, ya que si juntamos ambas formas de llevar el tiempo, ese control de reflexión de las mujeres, y esa desesperación de los hombres que los hacen buscar soluciones inmediatas, lograrán generar un punto de equilibrio perfecto, que detonará una explosión de corazones y felicidad plena. No hay momento más glorioso en una pareja, que cuando aprenden a manejar los tiempos y espacios del otro. Pongámonos en el caso de que a puertas de una reunión súper importante de trabajo, pelee con mi enamorada. Querré buscar mi tranquilidad de inmediato y solucionar el embrollo al instante, forzando una solución que quizá no se aproxime a llegar. Aquí goza la esencia de una relación exitosa. Si yo aprendo a entender que mi chica necesita de un espacio para tranquilizarse, se lo daré y evitaré que la discusión crezca,  aprendiendo con el tiempo a llevar los problemas con calma. Por su parte, si mi pareja reconoce que necesito tranquilidad para tener éxito en mi reunión, me la dará para que pueda triunfar. El amor nos va aligerando el orgullo, haciendo que poco a poco, no nos centremos en uno, sino en la felicidad de los dos.       

Hago un paréntesis en este punto, porque allí radica el nombre de este post. “Sí, mi amor”. Al parecer, a veces es la única salida para evitar una larga y tensa discusión con la dueña de nuestro corazón. Sin embargo, quiero aclarar que ceder no tiene nada de malo. Amar es comprender. La mujer no es el sexo difícil, simplemente que tanta perfección las confunde un poco en algunas ocasiones. Esforcémonos  más, no solo por complacer a nuestras novias, sino por entenderlas. Eso de que mi chica me hace problemas por tonterías, son excusas para aminorar el mal desempeño que estamos haciendo en algo. Una mujer no habla por las puras, cuida muy bien cada palabra que dice. Estemos más atentos y disfrutemos de la riqueza de una fémina, que en todo aspecto, es maravillosa. Sin ellas no podemos vivir, ¿de dónde naceríamos? El simple hecho que la naturaleza las haya escogido para poder dar vida, las hace divinas.

Un beso enorme para todas las mujeres que aprenden cada día más a tenernos paciencia. Y un aplauso para todos los hombres que se esfuerzan a mil por conquistar y sorprender a la chica de sus sueños, todas las mañanas, como si fuese el instante en el que se declararon. No hay fruto más preciado, que el que se cultiva con amor.     

Jhonnattan Arriola Rojas