Respuesta a La Berunté Se nos están juntando
las ausencias en esta madrugada y sólo atino, sólo de cierto modo, a cauterizar estas palabras que se apagan en ese
suspiro dilatado y precipitado, tan laralá.
No buscábamos un mismo
aire, ni un mismo lenguaje y tal vez tampoco tantas explicaciones vagas que ni
tú ni yo entendíamos, nos bastaban las miradas, el juego mezquino de sinsabores
aterciopelados de tu decir todo sin poder tocar nada.
Él la mira y ella
calla, ella habla y el no mira, así se les va la vida entre diciembres
apresurados y noviembres que estallan en aplausos, en despedidas y en sórdidas
oscuras manotadas de sombras perdidas, ahogadas en tantas heridas.
Ella extraña y él “laralá”
Hola La Berunté:
Te escribo, porque también se me están juntando las ausencias
y esta miseria de no esperanza se encierra en mi ausente
no saberte presente, pero además de eso también se me cuela la palabra vaga que
esculpen tus sonidos apresurados cuando debes entender que no siempre tengo
siempre las respuestas, ni mucho menos las llaves de todos esos candados que moldeaste
con este silencio, con este recuerdo.
Ay La Berunté,
también me dueles en los suspiros, también te siento en los soplos de invierno,
también te espero entre las rendijas de mis recuerdos, pero sé que eres Berunté
y que no estarás en los días de mi vida.
El alud de
concreto no lo construí para ti, de cuándo en cuándo quería reposarme en tu
desequilibrio pero me faltaron cimientos y cuando caíste también caí, sólo que
a diferencia de ti, yo ensayé la parodia más impecable y te hice creer que
siempre pude levantarme.
Y sí, tiene
armonía eso de ser tu “materia blanca”, la más fina amalgama de tu alma
descocida de a pocos, porque también se me cuela la pena cada que te pienso
Berunté, con tu “lalralá”, tú
vestidito de domingo y esa sonrisa translúcida-tranvia-tranmía-tamía, sobretodo
eso. Tan mía.
Siento el frío del metal
acariciar mi rostro con locura, y ansias de verme estallar en un mar de sangre
que pinte de rojo mi última noche. El viejo revolver de mi padre, decidirá mi
destino con un disparo.
La pregunta principal para este
acto, encasillado por muchos moralistas como cobarde, es el porqué de mi futuro
juicio ¿Por qué acabar con mi vida? La maldita explicación del demonio que me
llevó a refugiarme en la esquina de mi habitación, totalmente desnudo,
aullándole misericordia a Dios por estar a punto de volarme los sesos con
una bala de calibre treinta y ocho. Quisiera cerrar los ojos y poder olvidar.
Pero aún lo veo a ese mal nacido, riendo con demencia mientras me empotraba
contra la pared y me cogía como a su puta de turno, a golpes, humillándome
hasta el punto de hacerme vomitar mi hombría. Hace una semana perdí la
confianza y fe en el mundo. Hace una semana fui violado por un hombre sin
rostro que entró a robar a mi casa y solo se llevó mis ganas de vivir.
Bésame, Cereza
— ¿Qué
pasó, Cerecita? ¡Por qué estás llorando!
— El idiota de Pedro me terminó, es un cojudo. No le importo para
nada. Me mando al carajo porque hoy le comenté que pensaba salir con mis amigas
a tomar un café. Es tan celoso y posesivo. ¡Ya no quiero seguir así!
— Cere, no sé qué decirte…todos tus amigos ya te hemos advertido
de ese tipo. Lo mejor que puedes hacer es salir con tus amigas como habías
quedado, distraerte y no tratar de pensar en él.
— No, ya no quiero nada. Tan
solo desaparecer —me
contestó mi amiga entre lágrimas. Se escuchaba terrible. Vencida.
— Sabes qué, no soporto escucharte
así. En mi casa no habrá nadie esta noche, mis padres se han ido de paseo. Ven
y quédate a dormir como cuando éramos niños, prometo comprar mucho helado,
películas estúpidas y una buena botella de vino. No pienso hacer que la
felicidad regrese a tu corazón en unas horas, pero sí que compartas tu tristeza
conmigo. ¿Qué dices?
Horas antes de que un maldito
acabara con mi dignidad, disfrutaba de una copa de vino con la mujer que había
amado en secreto desde que tenía diez años. Karina Montes, Cereza para los
amigos, es la ninfa que acaricia mis sueños con su belleza, con la añorada escena
de besar sus labios. Si tan solo hubiese tenido el coraje de ir tras ella esa
noche, otra sería mi historia.
— ¡No le
contestes! ¡Vamos, Cereza! No seas tonta, por amor a Dios.
Karina agachó la mirada y salió
de mi habitación para contestar la llamada. Al diablo las horas que habíamos
pasado juntos. La promesa que me hizo hace diez minutos de olvidar a Pedro para
siempre, había sido palabrería pura. Seguro una miserable briza de coraje tras
la segunda copa de vino.
— Pedro está viniendo a recogerme —sentenció
la mujer que amo, rompiéndome el corazón sin sospechar de su crimen.
—No hay
palabras para describir lo equivocada que estás…
Mi oración no le hizo nada de gracia a mi
amiga, su mirada empezó a echar chispas, disparándome su enojo a quemarropa.
— ¡Se supone que
deberías apoyarme! ¡A caso no eres mi mejor amigo!
En esos veinte minutos que Karina se había
tardado hablando con Pedro, me había tomado tres copas de vino sin parar,
ahogándome en el dulce sabor de mis penas. No estaba ebrio, sin embargo, ese
mecanismo que usualmente impide que le confiese mi amor a Cereza, se había
apagado.
— No me conformo con
tu amistad —anuncié sin darle la
cara.
— ¿A qué te refieres? —preguntó mi buena
amiga después de tomarse algunos segundos, letales para la agonía que me
carcomía.
— Estoy enamorado de ti, Karina. Te he amado
desde que te conocí. No soporto que sigas con el infeliz de Pedro porque sé que
no te hace feliz. Daría todo por ser yo el hombre que sea dueño de cada suspiro
tuyo, de tus labios…Ya no puedo seguir así, fingiendo que puedo ser solo un
amigo, cuando por dentro, mi alma no hace más que destilar amor por ti —expresé
entre lágrimas, acercándome cada vez más a ella. Aspiraba besarla. Alcanzar el
cielo con la miel de sus labios. Hacerle ver con esa muestra de amor, que puedo
ser yo su príncipe azul.
Karina se quedó helada, sin reacción. No pude
contenerme y le planté un gran beso en los labios. Sentí entrega en su
respuesta. La apreté a mí mientras ella me cogía del cabello con pasión. Había
una esperanza. Nuestros sentimientos se habían revelado. Mi gesto de amor había
sido correspondido. Sin embargo, fue breve el sueño, Cereza dejó de besarme y
partió de mi casa sin decirme adiós. Quería ir tras ella, detenerla, exigirle
que me explique el porqué de su reacción. Pero me acobardé, mi miedo al rechazo
hizo que no me atreviera a impedir que se vaya, que se encuentre con el imbécil
de Pedro. Me conformé con ser el más patético de los perdedores. A sentirme en
la gloria por haber sentido sus labios por un efímero instante, y a llorar en
silencio por ser un perfecto cojonudo, con ausencia de pelotas para defender a
la mujer que ama.
De pronto, escuché un ruido que provenía de
mi habitación, en el segundo piso. Estaba bastante aturdido por todo lo que
había ocurrido. Mi primera reacción fue contemplar la puerta principal de mi
casa, aún estaba abierta así que decidí cerrarla. Subí lento las escaleras. En
cada paso que daba, mi corazón palpitaba con más fuerza. Una extraña sensación
invadió mi ser. De igual forma, no desistí y me dirigí a mi cuarto, donde
finalmente me encontraría con mi verdugo, que escondido entre las sombras, me
tomó por sorpresa, golpeándome brutalmente con un especie de tubo de metal,
hasta dejarme totalmente vulnerable para hacerme suyo, abusar de mí sin piedad,
mientras con su aliento putrefacto, me susurraba al oído lo excitado que se
encontraba. Su máscara de cuero negra, ceñida a su rostro era espantosa,
deforme. Solo sus ojos saltones, brillaban en la oscuridad, aquella mirada
siniestra que jamás podré olvidar.
La voz del ángel
Cierro los ojos. Respiro con fuerza mientras posiciono el arma
en mi sien. Dispararé y acabaré con mi desdicha de una vez por todas. Las lágrimas
no dejan de resbalar por mi mejilla. Me ahogo en mi llanto, quiero dejar de
sufrir, de recordar al infeliz que abusó de mí sin piedad. Finalmente disparo.
Aún sigo con vida y no recibido ningún daño. La vieja arma al parecer se averió,
la arrojo con furia al espejo de mi cómoda y empiezo a gritar, la desesperación
invade mi ser por completo. Mis padres entran a la habitación, justo en ese
instante acababan de llegar de su compromiso. Me abrazan e intentan
tranquilizarme. Totalmente fuera de mí, convulsionando delirio y al borde del
vómito, les confieso el motivo de mi intento de suicidio. “El infeliz que entró a la casa no solo me golpeó… Abusó de mí”.
Desperté, a duras penas podía
abrir los ojos. Una borrosa silueta estaba sentada a mi lado. Postrado en mi cama,
no podía moverme.
—Descansa, mi amor. Todo va a salir, bien. Ya
lo verás.
La voz de mi madre me daba fuerzas. La escuchaba
llorosa. No me podía dejar vencer. Ella creía en mí y sufría por la suerte que
había tenido. Dios me daba aliento a través de sus palabras. Es tiempo de
levantarme. No puedo morir sin que ese desgraciado pague su culpa.
En busca del verdugo
—
Disculpa la demora. Tuve un contratiempo.
Cereza me
saludó con un beso en la mejilla. Ya había pasado una semana desde que intenté
quitarme la vida y ahora me encontraba en un Café de Miraflores, aceptando la
invitación de mi buena amiga para conversar un rato. Después de varios días de
no saber de ella, volvía a ponerse en contacto conmigo.
—No te
preocupes, no tardaste demasiado —contesté con una sonrisa.
Fueron
varios segundos los que pasamos en silencio. Tan solo nos limitábamos a
compartir miradas.
— Terminé
con Pedro para siempre la noche que me fui de tu casa. Sé que he desaparecido buen
tiempo, pero me he sentido muy confundida. Desde que me dijiste todas esas
cosas esa noche, que estabas enamorado de mí, Rodrigo…yo…
— Déjalo
ahí, Cereza…
— Es que
no me entiendes, no es que quiera rechazarte. Después de haberlo pensado mucho,
creo que comparto ese sentimiento.
Mi corazón
empezó a latir con fuerza. Quería besarla, tomarla de la mano y decirle lo
mucho que he soñado con este momento, pero no podía, los recuerdos de esa noche
infernal volvían a mi cabeza.
—Necesito
de tu ayuda —expresé de golpe, expulsando mi mirada más sombría.
— ¿De qué
hablas? —preguntó Karina totalmente desconcertada. La posible esperanza de un
café romántico, había sido arruinada por mi inesperado semblante.
—Sé que me
conoce porque mientras me torturaba en algún momento me llamó por mi nombre. No
he visto su rostro, pero podría reconocer su perversa mirada si la tuviese
nuevamente sobre la mía. Cereza, quiero que me ayudes a encontrar al hombre que
abusó de mí la noche en la que te confesé mi amor.
Sí, seguro
que hoy lloverá. El cielo está despejado, no hay nubes grises y una sola estrella se vislumbra a lo lejos
de mi ventana.
Existen
muchos vestigios en el andar, la imaginación se vuelve cada vez más inmensa y
profunda, pero poco a poco el final prevalece en un cumulo imperfecto que no
entiende de razones.
Los besos se
vuelven frágiles y son fáciles de enumerar. Los de ayer, los de hoy, los de
mañana, los de aquella noche en el que juramos junto a un candado atado en un
puente que las cuerdas de mi guitarra no dejarían de sonar por más que el día
resulte desafinado.
Pensar, sí
claro, pensar. Las astillas se encargaron de perforar el alma. Muchos errores,
muchas faltas, mucha cuerda a la misma marioneta. El instinto de querer volar
nos dejó varados sin un suelo en el que
podamos caminar sin tropezar.
“Nadie puede
mentir, todo saben que siempre fue así”. Love it! Perfecta combinación de
nostalgia, mentiras y sonrisas. Una luz parpadea, pero jamás se apaga, a menos
que tengas el valor de reemplazarla por una bombilla nueva. Ahí está la prueba,
sólo tienes que buscar el momento adecuado para sacar la mejor calificación.
Y si este es el final, pues prometo que no lloraré. Los sueños,
los impulsos y las caídas que antes jugaban a darnos suerte, parece que
cambiaron de rutina y pusieron sus claros paréntesis.
Ya no habrá más versos esta noche. Se desataron las cadenas y
ya iluminaron nuestras sombras. Mientras tanto mi voz y mi guitarra seguirán
sonando, tal cual lo hacían cuando aún llovía y las gotas rodeaban tus
mejillas.
Cuando piensas que lo has dado todo, pero fracasaste. Quizá tu todo no es suficiente para lo mucho que se necesita para sentirse satisfecho.
Imaginar que en este mundo hay muchas cosas irreales y poco alumbrantes, nos hace ver como inmortales sin una banca donde reposar nuestros mejores y tristes pensamientos.
Me siento como un libro abierto esperando a que alguien calque el mejor título para mi historia. Aquella que nunca tuvo inicio, pero que muchas veces siento que llega a su final. Mis palabras palpitan y te piden a gritos.
Como las cuerdas de la guitarra, nunca dejan de evocar los sonido que te hacen recordar alguna época de tu vida, sin embargo llega el momento en el que dejas de rasguear y te das cuenta de que aquella melodía puede ser mejorada, o a lo mejor, debas empezar una nueva. Siempre la próxima será mejor.
Quisiera cerrar este año cantando, pero lo haré contando, contando los días en que volverás a estar en mi brazos y sobaré tu mejilla como cuando éramos jóvenes y veíamos la puesta del sol en un barranco privado, donde pareciera que las luces nunca morían porque tu siempre las iluminabas con una simple sonrisa.
Nunca intentaste mejorar ni cambiar nada, sólo vivías de la mejor manera que podías. Yo mejoré mi vida para vivirla contigo.
Nunca nada es suficiente. Nunca nada es magnífico. Nunca nada es como lo hacemos. Todo es como lo queremos. Como lo anhelamos. Como lo que soñamos cuando vimos la flama creciente en nuestro interior y decía lo que era para nosotros, a lo que nos estamos dirigiendo, nuestros caminos angostos que poco a poco se fueron expandiendo para compartirlos y experimentar lo que se nos tenía preparado.
Hoy, más que nunca, me siento capaz de afrontar este sentimiento que muchas veces evitamos conocerlo. Muchos lo llaman ilusión, yo prefiero decirle amor.
Muchos lo buscan, pero pocos lo viven. Muchas gracias por darme la chance de vivirlo.
Sé que de mi texto no tendrás las palabras más bonitas esta noche, pero sí las más sinceras.
Su
nombre es Mariela y su mirada un brillo angelical café. Conoce mis secretos, la
verdadera tonalidad perversa y melancólica de mi alma, pero sobre todo, mi
rostro. Ella sabe quién se esconde tras las múltiples máscaras de Rojo. Ha
publicado un libro en el cual revela mi historia, afirmando ser una de las
pocas personas con vida que me conoce realmente. Las copias se venden a
montones. La policía no deja de interrogar a la pobre Mariela, con la esperanza
de encontrar algún detalle crucial que los lleve a dar con mi paradero. Son las
siete de la noche y no dejo de mirarme al espejo. Después de cinco años, me
volveré a encontrar con mi vieja amiga. Como en todas nuestras extensas
pláticas, no llevaré ningún disfraz. Simplemente seré yo mismo…Rojo, un asesino
en serie.
Conocí
a Mariela por accidente. Fue una noche de octubre, hacía mucho frío en la
capital, llovía y la oscuridad de las calles era más nebulosa que de costumbre.
Caminaba mientras fumaba un cigarrillo. No buscaba una víctima, tan solo una
bodega abierta para comprar una bebida, extrañamente me moría de sed. De
pronto, los gritos de una fémina me llamaron la atención. Sin duda estaba en
peligro. Saqué del bolsillo de mi saco mis guantes negros, me los puse y seguí
su exclamación de auxilio.
-
¡Cállate, zorra!, vociferó un delincuente de medio pelo, que amenazando con un
cuchillo a la pobre chica, intentaba zacear sus bajos instintos, tocándola a la
fuerza.
-
Déjala, expresé calmado, apenas llegué a la escena, dispuesto a rescatar a la
mujer.
El
pobre diablo intentó hacerme frente con su arma blanca. Esquivé sin problemas
su brusca envestida, giré con rapidez en el suelo, haciéndolo caer con una ágil
barrida. El sujeto arrojó el arma al impactar contra la vereda. Aproveché para
pisar brutalmente su rostro, rompiéndole la nariz al instante, inundándolo de
sangre. Recogí su cuchillo del suelo y
se lo clavé en los genitales. El dolor era tan fuerte, que ni siquiera podía
gritar, simplemente seguía ahogándose. Finalmente, me agaché, lo miré fijamente
y le torcí el cuello. Al levantarme, me percaté que la mujer seguía allí,
contemplándome sorprendida. Estaba en shock. No dejaba de temblar. Por mi
parte, saqué de mi saco un pequeño cuaderno, un lapicero y empecé a escribir.
Este hombre intentó
atacarme con un puñal, el mismo que lleva clavado en los genitales. No todos
tenemos la habilidad y la fortaleza de usar un arma. Asesinar no es tarea de
débiles ni cobardes, porque finalmente terminarán vencidos. Quitarle la vida a
alguien es un arte, una acción placentera que no conlleva a ninguna patología social.
Me he sometido a millones de pruebas psicológicas. Todas proyectan mi alto
nivel de inteligencia e imaginación, sin detectar mi pasión por la sangre. La
humanidad no extraña a los perdedores. Con el perdón de sus familiares, la
muerte de este infeliz, ni siquiera tendrá una primera plana en las noticias,
se la darán a otro de mis asesinatos, seguro al de algún político mamón.
Rojo
Dejé
la nota en el cadáver de mi víctima. Volví a centrar mi mirada en los ojos de
la mujer. Seguía observándome con minuciosidad. Ya no temblaba. No veía miedo
en su semblante. Pudo haber huido hace mucho o gritar por ayuda como cuando el
delincuente la acosaba, pero no, seguía parada a unos cuantos metros de mí, sin
pronunciar palabra.
-
¿Quieres tomar un trago?
No
sé por qué se lo propuse. Algo en su mirada me trasmitió mucha confianza. No la
mataría. Sentía que nuestras historias de alguna u otra manera tenían algo en
común. Y no me equivoqué. Mariela me sonrió de lado y aceptó mi propuesta.
La
complejidad de su personalidad me cautivó. Una mescla perfecta entre dulce y caótica.
Sostuvimos por casi un año una relación
de amistad sin barreras (nos acostábamos con bastante frecuencia). Mariela
había sufrido mucho. Su madre se asesinó la noche en que se enteró que su
esposo la engañaba, arrojando a su hija a los brazos del ebrio de su padre, quien
finalmente no pudo soportar la culpa, desquiciándose cada día más, descargando
su ira, golpeando hasta el amanecer a su única hija. El infeliz terminó en el
manicomio, y Mariela, aprendiendo desde muy corta edad a vivir sola y a valerse
por sí misma, salió adelante, convirtiéndose en una periodista de renombre.
Por
obvias razones de su vocación, Mariela quiso conocer cada detalle de mi personalidad,
hasta mis más viles secretos. Si bien es cierto sabía que en algún momento los divulgaría
de alguna manera, pero estaba convencido que jamás permitiría que la policía
diera conmigo. Como siempre me decía entre bromas: “Los diarios serían muy
aburridos sin ti”. Sin embargo, llegó el momento del adiós. El amor fue
naciendo de las sombras. Ella quería que renuncie a mi singular vicio y que
huyamos lejos. Pero a pesar de corresponderle en sentimiento, no la amaba lo
suficiente como para colgar el puñal. Así que una noche, mientras dormía, dejé
una nota de despedida a su lado y partí para siempre. Sin embargo, después de
cinco años, me entero que acaba de publicar un libro de mi vida “Detrás de la
máscara”, contando cruciales detalles de mi historia, mi horrible
infancia y los secretos que se esconden detrás de todos los crímenes que le
narré. Pero aún así, no da ninguna pista que pueda hacer que la policía me
encuentre. De todos modos, me pareció muy interesante ir a buscarla a su
departamento. No la he felicitado por su obra. Quizá podamos intercambiar autógrafos.
El único inconveniente… es que el mío lo hago con sangre.
Estaba
en Brasil cuando me enteré de la publicación de mi vieja amiga. Y sin pensarlo,
la contacté y quedé en una cita con ella. Hay mucho que aclarar y conversar. Si
bien es cierto desde que asesiné a la madre de Valeria (Revisar Post “Rojo: Un café Sangriento”) pensé continuar mi carrera de asesino en el extranjero, pero este
peculiar incidente, me aferró aún más a mi país. ¿Por qué después de tanto,
Mariela se atrevería a hablar de mí? ¡Necesito una respuesta!
-
¿Te
preparo un café?
-
No gracias. Solo te quiero a ti…
Mariela
sigue igual de hermosa. Desde que toqué el intercomunicador de su edificio y
escuché su voz, no he dejado de temblar las piernas. Me siento muy emocionado
de volver a verla. Pero al parecer ella no siente lo mismo. Se muestra
distante, fría. Sin duda, mi presencia le incomoda en un gran porcentaje.
-
Vamos, Mariela, ¿qué te pasa? A caso no te alegra volver a verme.
Mi
buena amiga me clavó su felina mirada y un gesto de cólera se apoderó de su
semblante.
-
¿A qué has venido, Rojo? Te conozco bien y sé que tu intención no es solo
felicitarme por mi libro…Soy la única ilusa que le abre la puerta a un asesino.
Encendí
un cigarrillo y empecé a fumarlo. Sería una noche larga.
-
Te extrañaba, por eso vine.
Mariela
empezó a reír burlonamente apenas me escuchó.
-
Por favor, Rojo, déjate de cursilerías. Si tanto me extrañabas, ¿por qué mierda
me abandonaste hace cinco años?
-
No podía darte la vida que tú buscabas. Soy peor de lo piensas, sentencié de
golpe.
-
Lo sé…
La
tristeza y la confusión se apoderaron de mi amiga. Mariela se sumergió a un
llanto profundo, hundiéndose en la agonía. Apagué el cigarrillo, me acerqué más
a ella y la abracé. Me apretó con fuerza y se entregó por completo al suplicio
que su alma le reclamaba.
-
Ya no llores más. Tranquila, Mariela, le susurraba mientras acariciaba su
cabello.
Después
de algunos minutos, mi amiga se calmó, se apartó de mí y se secó las lágrimas.
-
¿Por qué escribiste un libro sobre mí?
Un
silencio profundo tomó por asalto la sala del departamento de Mariela. Mi
pregunta la dejó muda. No dejábamos de compartir miradas, pero las palabras no
se pronunciaban.
-
Ya no podía soportarlo más…Era cómplice de cado uno de tus crímenes. En cinco
años has asesinado a más de cincuenta personas. El día que me salvaste la vida,
no vi en tus ojos a un monstruo, sino a un hombre asustado, dulce, con ganas de
ser amado. Me inspiraste ternura, confianza. Sentí que podía ayudarte y que de
alguna manera, tú a mí. Pero me demostraste, Jossué, que cada segundo que
pasaba, Rojo iba apoderándose cada vez más de ti. He escrito un libro de tu
vida, de tus principales crímenes y las múltiples máscaras que has usado. ¿Qué
más te falta ser? ¿Acaso un astronauta? Tú rostro falso es el que llevas
ahorita. Apuesto que te miras al espejo y no te reconoces. Ya no pienso vivir
más tapando tus asesinatos.
Las
lágrimas volvieron a apoderarse de Mariela. Por mi parte, también mis ojos se
humedecieron. No sentía nada. Lloraba sin sufrir. Soy un pedazo de concreto. Un
ser inerte que no se reconoce frente al espejo.
-
He leído tu libro y no has revelado ninguna pista útil para las autoridades. De
alguna forma u otra me sigues encubriendo.
-
Te equivocas, amado Rojo.
Me
quedé helado al recibir la fría mirada de Mariela. Al instante, las sirenas de policía
empezaron a retumbar en mi cabeza. “Estás
rodeado, Rojo”, escuché del megáfono. Mi buena amiga me había traicionado.
Había puesto en aviso a las autoridades para que me tiendan una emboscado. Estaba
rodeado. Era cuestión de segundos para que decenas de mercenarios entren a la
habitación y me arresten. Podían escucharlos subir las escaleras del edificio a
toda prisa.
- Lo
siento…Sabes que tarde o temprano ibas a terminar así. No había otra salida
para ti, Jossué.
- Prefiero
que me llames Rojo, querida amiga. Así firmaré la dedicatoria que pondré sobre
tu cadáver, expresé con una macabra sonrisa.
- ¡Cállate,
maldito! ¡Te pudrirás en la cárcel, infeliz!, exclamó Mariela con temor, alejándose
a paso lento de mí.
La
puerta del departamento se abrió de golpe, más de veinte policías armados
empezaron a ingresar, pero al instante, una dantesca explosión azotó el
departamento, llenando de fuego el lugar. Dos bombas por piso estallaron a mi
orden. En segundos, el edificio empezó a arder en el infierno de mi ira. Los gritos de los mercenarios eran espantosos,
disparando a todos lados mientras se quemaban por completo. Saqué de mi bolsillo
el detonador y lo contemplé. Me sentía Dios, sosteniendo el apocalipsis en su
palma izquierda. Eché un vistazo general. Mariela estaba inconsciente, el
edificio se estaba cayendo a pedazos. Cientos de personas se están consumiendo
en las llamas de esta catástrofe. No quería llegar a estos extremos. Pero sólo
con el infierno se paga la traición. Volví a centrar mi mirada en el cuerpo de
Mariela. Cada segundo que pasaba, se iba incendiando más su departamento. No la
dejaría morir aquí. Aún nos queda algo más por conversar.
Desperté
a Mariela con un baldazo de gasolina. La había llevado hasta el kilómetro
ochenta y seis, una playa desolada sería su tumba.
-
¿De verdad pensaste que me atraparían esta noche?, le pregunté a Mariela mientras
jugaba con mi Zippo.
Apenas
mi amiga terminó de toser, me miró con espanto y dijo:
-
Eres el diablo, Rojo. ¡Cómo mierda hiciste todo eso!
Mariela
lucía aterrada. La pobre no dejaba de llorar. No llegaría al extremo de
suplicar por su vida, la conozco. Pero el miedo en sus ojos…simplemente era
delicioso.
-
He aprendido a ser bastante desconfiado, querida amiga. Días antes de concretar
nuestra cita, puse las bombas y me aseguré de tener un plan de escape en caso
te atrevieras a traicionarme.
-
¿No te das cuenta? ¡Cuándo vas a parar! ¡A cuántos más quieres asesinar para zacearte,
hijo de puta! Yo creí en ti, me enamoré de la esperanza de llevarte por un buen
camino. Comprendí tus ganas de venganza porque también las había sentido por mi
padre, pero todo tiene un límite, Rojo…Llegará el día en el que pagues todos tus pecados.
-
Pero no será el día de hoy, contesté, enfrentándola, mirándola fijamente a los
ojos. Al
instante, arrojé el encendedor prendido al costado de Mariela. En segundos las
llamas cubrieron todo el cuerpo de mi amiga. Sus gritos le dieron un gran
concierto a mi alma. Me hubiese encantado escucharla suplicar por su vida, pero
no fue así. Murió con dignidad. Un espectáculo que duró varios minutos hasta
que solamente quedó su cadáver chamuscado por mi venganza. Me quedé contemplando
la bravura del mar, hasta que finalmente, dejé una nota en el cadáver de mi
víctima y huí entre las sombras.
Lamento haber acabado con
la carrera de Mariela Burgos. Le esperaban grandes cosas como periodista y
escritora. Sin embargo, me traicionó. El perdón ha dejado de existir en mi alma
hace mucho. Hoy las autoridades estuvieron muy cerca de dar conmigo, sin
máscaras, al desnudo. Me miro al espejo y no reconozco mi rostro. Mi buena
amiga tenía razón al decir que con el tiempo, Rojo se ha apoderado completamente
de mí, dejando atrás mi esencia inicial. Esta noche les daré una pista a honor
de Mariela que de alguna u otra forma, buscó colaborar con la justicia. Mi
verdadero nombre es Jossué. Espero que les sirva de algo para que me atrapen.
No les será tarea fácil. Yo decidiré cuándo llegue el momento de pagar mis
pecados. Yo soy mi único juez.
Quizá me atrasé un día pero no por descuidado, sino por que necesitaba ese momento perfecto y nada inhóspito en el cual pueda hablar de ti. Llegar a lo profundo, a lo casual, a lo verdadero, a lo elegante. Llegar a mí mismo y a las emociones que por mucho me tiempo me marcaron.
Tantos secretos, tantas verdades, tantas declaraciones de amor, tantos rencores. Aún me pongo a pensar cómo fuiste y eres capaz de soportarlo. Sabes más de mí que yo mismo. Y me gusta. Mucho.
Tenerte conmigo durante estos tres años quizá fue y será una de las mejores experiencias de mi vida.
Hoy Nada en Común, para mí, es mucho más que un blog; es un amigo que siempre estará ahí, dispuesto a acoger mis sentimientos y pensamientos; y agradezco infinitamente a todas las personas que lo hicieron posible.
A todos los autores invitados, a los integrantes del grupo que por temporadas escribieron: Bethania Mesía, Jennyffer Salazar y Anne Diestro. A los creativos diseños de Diana Yalico. A todos nuestros amigos y lectores. Y sobre todo, a mi mejor amigo y confidente Jhonnattan Arriola, con quien decidí empezar esta aventura llena de dragones y princesas por rescatar.
Tener recuerdos, un cajón de recuerdos, te acompañan, te siguen, toman de tu mano, sujetan
fuerte de ti para que dejes que se vayan. Un conflicto, el recuerdo y tú:
-Tu mente: Recuerdo, cuento las palabras
para que las sueltes y me dejes libre
-El Recuerdo: Yo sigo tus palabras, porque me necesitas…
- Tu mente: Déjame, date cuenta, Ya no quiero que aparezcas como un halo aquí…
Pero el recuerdo, grande
y ostentoso no te deja ir, y te sujeta aún más fuerte
Aparece una persona en tu vida, no sabes cómo llamarla, dice
ser un libro, bienestar, persona, amor. Pero tú la llamas: Flora
Pensar en Flora parece fascinante, no existe una lógica
coherente del porqué piensas tanto en ella, sólo sabes que te envuelve, de
cualquier forma que ella elija, tú la sigues -como lo hacemos al estar a
oscuras-
¿Crees en ese momento que el pensarla es una casualidad?
Lamento decirte, que no, no existen las conocidas “casualidades”
Nada sucede por nada, todo tiene un porqué, una explicación,
así muchos hablen del azar.
Si tu caminaste por una acera y viste a un perro hermoso,
eso era lo que debía pasar, si fuiste parada en un bus y viste a alguien con un
libro de Rilke, eso era lo que debía pasar; es difícil de aceptarlo pero son
códigos que la vida te expone para que tu elijas.
El hombre está condenado a ser libre y eso lo aprendí con
Sartre, y tú haces de tu vida lo que quieres que sea.
Volviendo a Flora, imagina que es tu ideal, en mi caso
podría serlo ¿por qué no?, mientras más ideales puedas construir en ti mismo,
mayor será lo que puedas lograr en tu interior.
*
*
Tomo a Flora otra vez,
y la atraigo a mí, la siento, me besa, me dice que le gusta pintar, dejo
que lo haga.
Flora y yo estamos en una habitación, la habitación es
blanca, existen grandes ventanas (esas que tienen un pequeño balcón antiguo),
el piso es de manera, y yo estoy echada en la cama viéndola pintar, ella está
desnuda, me dice que sólo quiere pintar el amor que nos subyuga.
Me acerco al cuadro, y veo un árbol esplendoroso, con aves
alrededor, naturaleza viva, un gran cielo celeste, entonces la beso: Porque es
lo más pueril que puedo tener.
Flora tiene las manos con óleo, pero le pido que toque para
mi, se aleja del atril, abre el piano y empieza el nocturno #4 de Chopin…
Mientras sus manos del
color de amor tocan el piano, yo hago el amor para ella. Deja inconcluso
el nocturno, y mi cuerpo se convierte en su piano, y es ahí donde termina la
melodía: En mi cuerpo junto al suyo
A
M
O
R
Leer esto, no fue una casualidad, abrir esta página tampoco
lo fue. Ahora mira a tu alrededor, quizá tu Flora esté junto a ti, y aún no la
veas.
Observa. Tómate tu
tiempo y analiza en silencio cada movimiento y gesto de la sirena. ¡No ataques!
Ella ya conoce ese viejo truco, así que tomará impulso y te devolverá el
hechizo aumentado por mil. Tú crees que sabes cuáles son sus debilidades, pero
es ella la que conoce de memoria tu lado más vulnerable.
Mujeres…simple
perfección. No hay criatura más hermosa que ustedes, son divinas, por qué
negarlo. Sin el brillo de su mirada, los hombres estaríamos devorándonos y
volviéndonos más locos que un chimpancé drogado. Son nuestro complemento
perfecto. No podemos vivir sin sus besos, pero a veces, tampoco podemos existir
en tranquilidad de su mano. Es que forjar una relación sólida no es sencillo.
Somos muy diferentes y se nos complica llegar a la conciliación amorosa
precisa. Y seamos honestos. Discutir con una mujer es como salir a guerrear
contra todo el ejército de Estados Unidos con una piedra, imposible vencer. La
derrota está asegurada. Ok, soy consciente que en una relación no tiene porque existir
un ganador, no se lleva un premio el que se sale con la suya. La idea es
encontrar un punto clave de unión, que los cedes sean turnados. Pero para que
eso suceda, el proceso toma su tiempo. Si bien es cierto el amor es una
decisión, pero su éxito depende de la evolución de la comprensión que se
establezca con la pareja. Mi intención no es parecer el Doctor corazón en este
post, pero sí, dar mi humilde opinión de cómo llevar la fiesta en paz con una
chica. Sin más preámbulos, les abro el telón a este singular escrito que he
preparado con mucho cariño para todos ustedes.
1.¡Cuidado
con los chiquitingos!
La
atracción en una pareja es fundamental. Y obviamente, no tiene nada de malo que
dos personas que se amen, pongan en manifiesto esa pasión que los une, haciendo
el amor. Cada pareja tienes sus reglas y sus límites, lo importante es que
ambos acepten los acuerdos desde un inicio y vivan feliz con ello. Pero, los
problemas empiezan cuando esa atracción corporal tiene un significado distinto
para los protagonistas de la relación, es ahí cuando nacen los egoísmos a la
hora de amar, y ese acto tan mágico, placentero y divino, se va convirtiendo en
un potencial motivo de discusión. Lo que sucede es que el hombre y la mujer no
hacen el amor de la misma manera. No piensan igual en ese momento de éxtasis, y
obviamente, su fin no es el mismo. Es así que solo quedan dos cartas sobre la
mesa para los hombres. La primera: “Vivir engañado pensando que lograste hacer vibrar a tu mujer y que eres un
Maradona en la cama”. O la segunda: “Darte el tiempo de conocer mejor a la
persona que amas. Observar al detalle qué es lo que espera de ti en ese
momento. Conocer su cuerpo incluso más que el de uno mismo. Pero sobre todo,
trasmitirle seguridad”.
Hay
algo que debemos entender todos los hombres, y con el permiso de las damiselas
que lean este post, se los diré por ustedes. A la mayoría de chicas, los
quickly, los chiquitingos, los rápidos y furiosos, no les gustan. Las cosas
como son. Si bien es cierto en su momento pueden caer en la pasión del
instante, pero después, se quedan pensativas y pueden llegar incluso a sentirse
usadas. Suena feo. Pero tristemente es así. Tener intimidad no es un descargue,
porque si no estaríamos hablando de una masturbación compartida. El sexo es un
arte del amor, un acto que solamente se debe dar con una persona que nos
trasmita la entera confianza del caso. A veces nosotros los caballeros, nos
encabronamos a mil cuando nuestra pareja nos hace algún comentario desalentador
que ponga en tela de juicio nuestro glamuroso desempeño en la cama. No, no se le
puede decir a un hombre: “Mi amor, no me gusta que vayas tan rápido”. Sería
como una patada en las ciruelas. Y no es así. Si de verdad desean experimentar
con su pareja una sesión amatoria digna de un premio nobel, les recomiendo que
se tomen su tiempo. Nadie los apura. La magia no está en la barita, sino en los
trucos del mago. Seducción, coquetería. La mujer es lúdica por excelencia al momento
de hacer el amor, no le quiten esa opción. Mañana no se acaba el mundo. Pero el
mal desempeño en la cama, sí puede acabar una relación.
2.Las mujeres contraatacan
Generalmente
los hombres logran descubrir cómo discutir con una mujer en la adultez, después
de la derrota y la agonía de millones de guerras perdidas. En pocas
palabras, cuando la experiencia luce
gris en sus cabelleras. El nivel de dificultad es similar a que un simple
mortal pueda hacer una genkidama. Sin
embargo, es posible adelantarnos un poquito al arduo camino de entender a las
mujeres, si nos tomamos el tiempo de escucharlas, observarlas y analizarlas al
detalle.
Las
chicas son las mejoras comunicadores del planeta, pueden llegar a expresar
tanto hasta con un simple movimiento de
cabello, solo es cuestión de estar atentos para comprender su posición frente a
una discusión. Las mujeres manejan un escudo de rebote, son expertas en el
contraataque; me explico: Lo que sucede es que cuando nos encontramos frente a
una batalla intergaláctica con una dama, generalmente al inicio empezamos a
recibir sus minuciosas quejas o ataques, acumulando la posible interminable lista
de reclamos. La bomba atómica ha sido detonada y no hay marcha atrás. Pero,
recontra mandriles, pisamos el palito y nos volvemos primitivos, soltando
pachotada y media, según nosotros, para poner las cosas en claro. Lo único que
dejamos en claro es que somos unos insensibles de primera por no saber entender
a la persona que amamos. Lamentablemente los hombres, cuando nos sentimos atacados,
nos centramos tanto en la futura respuesta que daremos, que no prestamos
atención a la solicitud efusiva de nuestra amada, ocasionando que la discusión se
incremente. Si tan solo pudiésemos ser pacientes y tomarnos el tiempo de captar
al detalle cada palabra, lograríamos un final de telenovela.
Cuando
una mujer está molesta quiere ser escuchada y rechaza la posibilidad de
entender conceptos, pero sí frases. Si un hombre se las quiere dar de orador en
una discusión, se dará cuenta que su chica desglosará cada oración que haga,
analizando semántica y sintácticamente cada punto negativo para usarlo en su
contra. La mujer tiende a ser fatalista por excelencia, es por eso que frases
como: “Todos los días peleamos”, “Ya estoy arto de esto”, “No puedo seguir así”,
“No te das cuenta que la estas cagando”, no harán reaccionar a nuestra amada,
simplemente la hará sentir desprotegida, que la relación no está funcionando
bien. Y obviamente en la mayoría de casos no es lo que nosotros, los hombres,
buscamos expresar. Recuerden, chicos, no creamos que ellas entenderán el concepto
de nuestras mil palabras, pensemos como ellas, tomémonos el tiempo de construir
mejor nuestras oraciones. Aprendamos a escuchar. La mujer es muy astuta y no
podemos ponernos en el mismo nivel de discusión. Después de que ella haya
acabado de hablar, nos dará pie para que emitamos la respuesta del millón. En
vez de un “Estoy cansado de discutir”, queda mejor un “Tranquila, vamos a
arreglar las cosas”. Obviamente si es que lo acredita, no. Me pongo en la
posición de encontrarnos frente a una discusión que merece una reconciliación
inmediata. Si amas a alguien, no vale la pena querer imponer las ideas que se
tiene en la cabeza, es mejor ceder, eso demuestra la capacidad que uno tiene
para llevar la fiesta en paz. Pero ojo, nada de ser mártir. Una relación no se
basa en sacrificios ni en aguante. Sino en aprender a ser feliz con la persona
que amamos con sus defectos y virtudes.
3.El tiempo no es un canalla
Usualmente
en una relación, uno de los miembros de la pareja, no puede tolerar acostarse
con un problema en la cabeza, es por ello que tiende a ser lo más pesado
posible con el afán de encontrar una solución inmediata, haciendo de todo para
arreglar un problema al instante. A veces puede funcionar, pero en otros casos,
convertir la pequeña lluvia en un diluvio de problemas será lo único que logre.
El tiempo es una herramienta clave en una relación, pero funciona de manera
distinta para las mujeres, tiene un efecto muy en particular que a veces los
varones no sabemos comprender. El tiempo no es un canalla ni un superhéroe, tan
solo el resultado de nuestras acciones a través del estado de las emociones que
afloran y moldean nuestro día a día. Suena a quemada total, lo sé, pero
analicemos a profundidad lo dicho en el siguiente párrafo.
La
mujer es un ser reflexivo, pero tiende a la saturación y al escapismo. Para una
chica el tiempo es básico para recapacitar, liberar tensión y encontrar
soluciones. Cuando se llena de conflicto, evita explotar y prefiere alejarse de
la zona de crisis, es una reacción de defensa que le permite evadir el aumento
de disturbios. En cambio, para el hombre, un ser inseguro por naturaleza, el
tiempo es un arma de doble filo porque las dudas empiezan a multiplicarse, los
temores irradian su alma de oscuridad y puede confundirse. He ahí la
importancia de la unión entre ambos sexos, la oportunidad mágica que les da la
vida, ya que si juntamos ambas formas de llevar el tiempo, ese control de
reflexión de las mujeres, y esa desesperación de los hombres que los hacen
buscar soluciones inmediatas, lograrán generar un punto de equilibrio perfecto,
que detonará una explosión de corazones y felicidad plena. No hay momento más
glorioso en una pareja, que cuando aprenden a manejar los tiempos y espacios
del otro. Pongámonos en el caso de que a puertas de una reunión súper
importante de trabajo, pelee con mi enamorada. Querré buscar mi tranquilidad de
inmediato y solucionar el embrollo al instante, forzando una solución que quizá
no se aproxime a llegar. Aquí goza la esencia de una relación exitosa. Si yo
aprendo a entender que mi chica necesita de un espacio para tranquilizarse, se
lo daré y evitaré que la discusión crezca, aprendiendo con el tiempo a llevar los
problemas con calma. Por su parte, si mi pareja reconoce que necesito
tranquilidad para tener éxito en mi reunión, me la dará para que pueda
triunfar. El amor nos va aligerando el orgullo, haciendo que
poco a poco, no nos centremos en uno, sino en la felicidad de los dos.
Hago
un paréntesis en este punto, porque allí radica el nombre de este post. “Sí, mi
amor”. Al parecer, a veces es la única salida para evitar una larga y tensa discusión
con la dueña de nuestro corazón. Sin embargo, quiero aclarar que ceder no tiene
nada de malo. Amar es comprender. La mujer no es el sexo difícil, simplemente
que tanta perfección las confunde un poco en algunas ocasiones. Esforcémonos más, no solo por complacer a nuestras novias,
sino por entenderlas. Eso de que mi chica me hace problemas por tonterías, son
excusas para aminorar el mal desempeño que estamos haciendo en algo. Una mujer
no habla por las puras, cuida muy bien cada palabra que dice. Estemos más
atentos y disfrutemos de la riqueza de una fémina, que en todo aspecto, es
maravillosa. Sin ellas no podemos vivir, ¿de dónde naceríamos? El simple hecho
que la naturaleza las haya escogido para poder dar vida, las hace divinas.
Un
beso enorme para todas las mujeres que aprenden cada día más a tenernos
paciencia. Y un aplauso para todos los hombres que se esfuerzan a mil por
conquistar y sorprender a la chica de sus sueños, todas las mañanas, como si
fuese el instante en el que se
declararon. No hay fruto más preciado, que el que se cultiva con amor.