-¡Ay Noel, ahora qué hacemos!, exclamó mi chica, mientras se cubría su cuerpo desnudo con las sábanas azules de mi mitológica cama, protagonista de más de un encuentro amoroso entre los dos. Me quedé en silencio, hasta que todo se aclaró en mi cabeza, y un aura de tranquilidad, arremetió en mi interior. –Amor, no tienes por qué preocuparte. No terminé esta vez, además hace tres días te vino la regla. Estamos en las buenas fechas, dije, con una sonrisa de iluminado. –Bueno, pero igual tengo miedo, precisó ella. Me acerqué conchudamente desnudo, la abracé, y le di un tierno beso en la boca. –No hay nada que temer amor, pero si te sientes más tranquila te compro una pastilla. -No te preocupes bebe, si es como tú dices, no hay por qué. Sonreí, las sábanas que la cubrían se resbalaron, dejándome contemplarla. Su piel canela es una invitación a bailar salsa en la cama. Su mirada atigrada, de ojazos verdes, que irradian luz en cada parpadeo, es lo que más adoro de ella. Así es mi Kiara, de boca pequeña pero de sonrisa amplia, de nariz perfilada, misma princesa de Disney. Cuerpo brutal, sí, no hay otro adjetivo, un trasero parado, abultado, y unos pechos que se mueven al compás de nuestros cuerpos, cuando hacemos el amor.
Un mes después
Mi celular sonó, tenía varias llamadas perdidas de Kiara. Lo que sucede es que estaba sacando cuentas. Como pienso comprarme una computadora lo más pronto posible, y estoy ahorrando ya como hace un año y medio, contar mi dinero se ha vuelto uno de mis pasatiempos favoritos. –Sorry amor por no contestarte, es que estaba algo ocupado, le dije. Kiara no respondía. Me sentía como en esas llamadas donde lo amenazan a uno de muerte, un silencio calculador, y una atmosfera de terror. –Tengo algo muy importante que decirte, sentenció con una voz de velorio, una tonalidad fantasmal. –Díme qué pasa, me estás asustando. –No quiero hablar de esto por teléfono, así que por favor hay que encontrarnos en el lugar de siempre (Metro de Jesús María), ahorita mismo. –Pucha amor, no sé si pueda, lo que pasa es como quedamos en vernos mañana y no hoy, hice planes, y en unos minutos vendrán a buscarme unos amigos. -¡Carajo Noel me llega al culo! Necesito hablar contigo ¡Acaso no entiendes! – ¡Qué te pasa Kiara! Últimamente estás muy alterada. Si la razón es que ya no quieres seguir conmigo, dímelo de una vez. –Eres un imbécil, expresó con rabia, y colgó. Tiré el celular a la cama. “Qué se joda, no la voy a llamar en todo el día”, me dije, pero al segundo, le marqué. Apenas me contestó, soltó todos los perros, y dijo: “Estoy embarazada”.
Varias pruebas de embarazo después
La noticia se confirmó por completo, Kiara y yo seremos padres. Dos meses habían pasado desde aquella noche en que hicimos el amor, y sonreímos, pensando que todo saldría como siempre. Que todo saldría bien. Mi madre falleció cuando yo tenía cuatro años. En mi casa solo vivo con mi padre. No fue fácil darle la buena nueva, pero no fue difícil recibir palabras de apoyo de su parte. “Vas a tener que desahuevarte y sacarte la mierda, pero sé muy bien que le darás lo mejor a tu hijo”. Esa tarde abrasé a mi padre por una hora de corrido, y lloré en sus brazos como un niño. Me creía bien grandecito para muchas cosas, pero la verdad es que a mis veinte años, no soy tan maduro como pensaba. Al día siguiente, hablé con mi papá nuevamente, pero acompañado de mi linda enamorada.
Hasta el momento todo iba neutral, ni tan bien, ni tan mal. Un lado de mí se sentía emocionado, saltaba de alegría porque iba a cumplir su mayor sueño. Iba a ser padre. Pero la otra parte de mí sentía mucho miedo, ganas de huir, de escapar de la realidad. Ganas de desaparecer.
Había llegado el momento cumbre. No se podía alargar más esta situación. Hoy iré a hablar con los padres de Kiara, que no tienen ni idea de lo que está pasando.
Eran las seis y media, y me encontraba afuera de la casa de mi novia, conversando con ella. Un protocolo antes de entrar a la zona de fusilamiento. –No creo que hoy sea un buen día para confesiones, hay una reunión familiar en mi casa. Sentí un frío de invierno en el Polo Norte, las piernas me comenzaron a templar. Kiara me abrazó, y se derrumbó en mis brazos. – ¡La cagamos Noel! Mi mamá me va a sacar la mierda, y mi padre te va a estrangular. Vamos a tener que dejar de estudiar en la universidad y ponernos a trabajar. Todos nuestros sueños se desvanecerán. Hecha un mar de lágrimas. Hecha una loca. Así estaba Kiara, sumamente nerviosa. Tuve una visión de mí cambiando pañales, levantándome a las tres de la mañana. Olvidándome de mis amigos, y peleando a morir con Kiara. Pero en ese instante, una luz en mi futurista imaginación. Una linda criatura me sonreía, me llenaba de alegría. Me daba fuerzas. –No seas negativa mi amor, le dije, mirándola a los ojos. –No voy permitir que nuestras vidas se arruinen. Tener un hijo es una bendición. Sé que no era el momento, que fue irresponsable, pero ya estamos en esto, y debemos salir adelante. Ambos somos mayores de edad, tú tienes diecinueve y yo veinte, sí la hacemos. Kiara rió con dulzura. Hablé de una forma graciosa. –Si quieres me esperas afuera, y yo entro a hablar con tu familia. –No, vamos los dos. Quiero estar a tu lado, en las buenas y en las malas, como debe de ser. Nos dimos un beso Kodak, y entramos decididos a amarnos por siempre. Decididos a triunfar.
Hoy jugaba Perú. La madre de Kiara, el padre, el hermano mayor, el padrino, y la madrina, idiotizados frente al televisor de la sala. Esperamos que el partido acabase. Desafortunadamente la selección perdió por goleada, y la familia de mi novia, cien por ciento nacionalistas, gozaban de un pésimo mal humor. –Noel y yo tenemos algo importante que decirles. Nadie le hizo mucho caso a Kiara, incluso algunos miembros de su familia seguían comentando del fútbol. Pero de un momento a otro, la señora Carmen, madre de mi novia, calló a todos diciendo: “Los chicos nos quieren decir algo”. El silencio me atravesó como mil balas de escopeta por todo mi cuerpo, nunca me ha gustado ser el centro de atención, y muchos menos en estas circunstancias. –Llevo un año y medio con su hija, y cada día descubro que la amo más, dije de pronto. -¡Ese es mi Noel carajo!, exclamó Don Pedro, el padre de Kiara. Mi futuro suegro se paró del sofá, se me acercó, me abrazó, y me invitó una cerveza. Se la acepté de inmediato. Por el momento los padres, primos, y tíos de Kiara, me idolatran, y me ven como un joven modelo, pero en unos instantes, querrán acuchillarme.
Las horas pasaban. Ya son las Diez. Tan solo quedamos en la sala, Martín, el hermano de Kiara, su madre, y Don pedro, el patriarca de la familia Cisneros. –No les hemos dicho nada a mis papás aún, me dijo Kiara al oído. Hace unas horas estaba decidido a todo, pero ahora, con chiripiolca encima, después de que su padre me haya comentado lo bien que sabe disparar un arma, todo se me hacía más difícil. –Bueno chicos, nosotros ya nos vamos a acostar, dijo la señora Carmen, hablando por ella y su esposo. Kiara me soltó una mirada única de decepción, en ella se podía entender claramente lo siguiente: “Otro día más que llevaremos la carga de ocultar un secreto que cada mes se hace más evidente”. Quería gritar a los cuatro vientos que íbamos a tener un hijo, pero me daban mucho miedo las consecuencias. Apreté fuerte la mano de Kiara, y dije:”Señora, señor, no se vallan acostar todavía por favor, tengo que decirles algo”. – ¿Yo también tengo que estar presente?, preguntó Martín, impaciente por ir a llamar a su enamorada. –Sí, le respondió su hermana. Una vez que todos estábamos bien posicionados en los cómodos sofás de la sala, miré a los ojos a Kiara, y entrelacé su mano derecha con mi izquierda. Nos sentíamos más unidos que nunca. – Y bien, ¿qué es lo que nos tienes que decir?, me preguntó mi suegro. A leguas se podía interpretar que algo no andaba bien, así que la escena de ponía cada vez mas tensa. Mi suegrita, tan linda, tan histérica, no hay duda que se pondrá a gritarme como si se enterara que violé a su hija. Mi suegrito, un militar retirado, un hombre correcto, un arma letal de destrucción, no hay duda que me botará de su casa, después de aplastarme como a una sabandija. Seamos honestos, no me la voy a llevar fácil, pero que más da. Suspiré, me persigné en mi mente, y confesé. -Tengo que decirles que Kiara está esperando un hijo mío.
Siete meses después
Ahora que todo está tranquilo, que no hay caras largas alrededor, recuerdo con gracia el desenlace de la conversación que sostuve con los padres, y el hermano de Kiara, el día que se enteraron que un nuevo ser venía en camino. Don Pedro se mantuvo sereno, e intentó calmar a la desesperada madre, que después de darme una bofetada, me pidió que me largara de la casa y que no regrese jamás. Por supuesto que nunca le hice caso, volví al día siguiente.
Los padres siempre llevan el temor de que sus hijos vallan a cometer sus mismos errores, o peores. Los previenen de mil formas, y les advierten en todos los idiomas. Pero muy rara vez se dan cuenta, que ellos también siendo ya adultos, encaminados en la mayoría de veces, se equivocan. La madre de Kiara le quitó el habla a su hija por dos meses. La pobre de mi enamorada vivió un infierno en su hogar. Casi pierde al bebé, debido a la angustia que la rondaba en lo más intimo. La persona que solía ser su mejor amiga, ya no lo era más. Fue mi padre el que la hizo entrar en la razón a la señora. Después de verme días enteros llorando en mi habitación, decidió tomar cartas en el asunto.
Pero bueno, como dije, ahora ya todo es felicidad. Mientras le quede un segundo al día, lo aprovecharé para hacer algo productivo, con lo que le pueda dar a mi hijo, todo lo que se merece. Sigo estudiando en la universidad, solo que por las noches. En las mañanas trabajo. Al principio se me hacía imposible, ahora ya estoy canchero, incluso hasta sigo siendo uno de los primeros en la facultad. Ya no es solo por mí.
Por otra parte, Kiara sigue casi el mismo ritmo que yo. Salvo por estos últimos dos meses, que se le ha recomendado que guarde reposo.
Amo a la madre mi hijo. Ya está confirmado, será varoncito. Marcelo Enrique Bustamante Cisneros, será su nombre. Tengo a la chica de mis sueños, la que me hace vibrar con solo decirme que me quiere. Cada “Te amo” de ella, es especial, como escucharlo por primera vez, así lo siento.
En vez de comprarme una computadoraza de cuatro mil soles, compré una linda cuna, y demás accesorios para mi bebé. “Qué triste tu vida”, me diría de seguro un infeliz. Aparentemente lo que estoy viviendo no tiene nada de envidiable, y sí pues, no es fácil. Tampoco voy a decir que lo que me pasó es lo correcto, y que le recomiendo al mundo que no se cuide, y tenga hijos a montón. Lo que trato de decir, es que si hay un problema, uno no debe derrumbarse, si no todo lo contrario, y salir adelante. Lo ideal es tener un hijo en el momento deseado, pero si no sucede así, “Desahuevate, y lucha a mil, ya no solo es por ti”.
Kiara y yo pasaremos el mejor año nuevo de todos. Los doctores ya lo han afirmado. El primero de enero, nacerá nuestro hijo. Los papás de mi novia ya que quieren nuevamente, y lo mejor de todo, nos apoyan. Mi hijo nacerá sanito, y estoy viendo la posibilidad de poner con mi padre un negocio, pero no quiero dar más detalles de ese asunto, por que si no, no sale.
Uno nunca sabe que le deparará el destino. El truco es estar listo siempre para la guerra. Con esto me refiero ha tener los cojones para sobrellevar cualquier realidad ambigua o lineal que se presente. Por mi parte, como ya lo he dicho varias veces, estoy más feliz que nunca. Después de haber llorado bastante, me he vuelto a sentir invencible. Solo faltan cuatro días para la fecha indicada. “Seré papá Noel en año nuevo”. Quién lo diría.
Jhonnattan Arriola