miércoles, 8 de junio de 2011

Cuando nadie me ve

Esta vez manifestaré lo que nunca tuve valor para contar. Hasta hoy se retuercen los recuerdos de aquella noche en donde más de una confusión vino a mi mente. Sonrisas sarcásticas que no querían revelar su verdadero significado y un círculo de miradas penetrantes, me hacían sentir culpable y a la vez protagonista de una nueva faceta.

- ¿Les parece si compramos Vodka para aguantar toda la noche? – preguntaba Arturo antes de llegar a su casa.

Mi grupo universitario siempre fue conformado por cinco personas, siempre juntos para todo y esta noche no sería la excepción. Jimena, la más seria y comprometida de todos; Arturo, quien al cabo de un par de horas el sueño siempre terminaba por arruinarlo; Iván, alguien más extrovertido que él imposible; Nadia, la sensual y sonriente Nadia; y yo, según mi criterio el más normal de todos, aunque habría que definir: normal.

Recuerdo con claridad el momento que decidimos empezar a trabajar, pero recuerdo aún más el momento que se abrieron las dos botellas de Vodka y las empezaron a mezclar con Sprite de litro y medio que el tacaño de Arturo había comprado.

Todo iba bien, hasta que poco a poco fuimos dejando que el alcohol y el aroma de los cigarros se apoderaran de nosotros. Mi estómago vacío y mis ganas de beber se combinaron a la perfección para hacerme caer en un estado de ebriedad preocupante. No recuerdo cómo llegué a la cama pero al abrir mis ojos encontré a Nadia en ella.

- ¿Qué haces aquí? – le dije susurrando y con cierta gracia al pronunciar mis palabras

- Me siento un poco mareada y decidí hacerte compañía – me respondió mientras sobaba con delicadeza mi pecho.

- Perfecto, siempre quise tenerte como almohada – le dije mientras acomodaba mi cabeza cerca de la suya – No debimos tomar, nos falta mucho para terminar el trabajo.

- Oye… relájate todo estará bien – me dijo - Date la vuelta, te daré unos masajes.

Frotaba mi cuerpo con delicadeza y sabiamente iba alzando mi polo hasta lograr quitármelo. En ese momento comprendí muchas cosas, no se trataba de una simple compañía; Nadia no estaba mareada; no eran unos simples masajes; y nuestro trabajo en grupo se había convertido en un trabajito entre los dos.

Nuestras bocas permanecían juntas mientras nuestras lenguas bailaban con gran ritmo. Mis manos paseaban con total libertad por todo su cuerpo logrando descubrir paisajes nunca antes explorados. Ella hacía ruido y con disimulo la callaba. Era momento de arriesgar y faltar el respeto a la casa de Arturo, ambos nos desnudamos y empezamos a variar de posición. Éramos amigos, pero en ese momento nos convertimos en confidentes, en amantes de la profundidad.

Y todo terminó, a duras penas podía abrir los ojos por los rayos de sol que ingresaban por la ventana. Vi mi torso desnudo y suspiré de felicidad. Miré hacia un lado y vi su silueta tapada por el edredón. Volví a sonreír.

Por mi mente pasaban vagas imágenes de lo que había pasado esa noche y me sentía complacido. Me pegué más a ella y escabullí mi mano derecha logrando rozar su pierna. De repente, mi rostro cambió su gesto de alegría por una preocupación inmensa. Esas no eran las piernas de Nadia a menos que de la noche a la mañana le hayan crecido vellos en abundancia. Despavorido salté de la cama y destapé su cuerpo; era Iván.

- ¡La puta madre Iván! ¿Qué haces aquí?

Él me miró con sueño, sonrió con picardía y volvió a dormir.

Rápidamente empecé a ponerme la ropa y me dirigí a la sala donde todos estuvimos desde un inicio.

Cuando llegué los encontré a cada uno echado en un sofá. Me acerqué a Nadia y la moví para que despertara. Nadia abrió los ojos y rió.

- Parece que la pasaste bien ayer ah…

- Espera, ¡de qué hablas si tú estuviste ahí conmigo! – le dije gritando y todos despertaron.

- ¿Yo?¿Contigo? Uy sí papito…

Arturo se levantó del sofá y tocándome la espalda me dijo:

- Oe compadre, tranquilo, no tienes por qué gritar. Lo que hiciste, lo hiciste por tu propia cuenta, nadie te obligó.

- ¿Pero, cómo? – exclamé.

- Pregúntatelo a ti mismo… nadie esperaba ver semejante espectáculo con Iván, aunque de él ya lo sabíamos pero no de ti…

- ¡Estás hablando mierda huevón! De mí no sabes nada… ¡Jódanse todos!

Esas fueron las últimas palabras que les dirigí. Decidí perder todo tipo de contacto con ellos y negar todas las versiones que se rumoreaban a mi alrededor.

Yo sé lo que verdaderamente pasó. No intento salvarme de nada, sólo intento reconocerme como soy. Dejaré que al cerrarse mis párpados empiece el juicio.





8 comentarios:

  1. por eso con mi grupo preferiamos amanecernos en la facultad, asi nos asegurabamos de terminar el trabajo y de que nadie saliese del closet de la noche a la mañana. entretenido

    ResponderEliminar
  2. Podía amanecerse en la facultad? quién como tú, nosotros siempre buscamos una casa y vivir experiencias que puedan servir como historia. Muchas gracias por tu comentario.

    ResponderEliminar
  3. Pobrecito el pata , estaría hecho mierda

    ResponderEliminar
  4. Imagino que si... Muchas gracias por tu comentario expresiones de luz :)

    ResponderEliminar
  5. De nada , todo lo bueno merece ser comentado . Un besote ,sigan publicando (:

    ResponderEliminar
  6. Nuevamente gracias por tu comentario, y siempre seguiremos publicando todos los miércoles y domingos =P Otro beso para ti.
    EB

    ResponderEliminar
  7. diossss..
    cada vez escribes mejor mon cher

    ResponderEliminar
  8. Merxi beaucoup mon amie :) que gusto saber que continuas siguiendo nuestro blog :)

    ResponderEliminar