domingo, 19 de diciembre de 2010

Como un Rolling Stone

Autor invitado: Alberto Nishiyama


Siempre admiré a los Beatles pero siempre quise ser un Rolling Stone. Hay algo tan divertido respecto a haber probado todos los psicotrópicos existentes y seguir vivo. Cierto sacerdote gringo dijo en los sesentas que Keith Richards y Lou Reed serían los primeros en morir. Cuarenta años después los dos siguen con nosotros. Admiro más a Richards que a Jagger porque probablemente es el que tuvo más sexo. Además que los discos solistas de Jagger todos los tienen pero nadie los escucha.

Al final de cuentas, el buen Keith es el que compuso “Satisfaction” en un momento de genialidad. Él mismo confiesa que despertó, la tocó y luego volvió a dormir. La grabadora que tenía registró durante 30 segundos la mítica tonada y media hora de ronquidos. Lamentablemente, no me veo haciendo algo como “Satisfaction”, así que busqué algo que sea capaz de hacer para siquiera asemejarme un poco a un cabrón tan genial.


Cantidad de drogas consumidas, no tengo el dinero ni los huevos. Mujeres, no soy pájaro loco. Días en rehabilitación, no me alcanzaría el dinero. Arrestos, otra vez no me alcanza el coraje. Sin embargo, logré encontrar algo “alcanzable”. El buen Keith cuenta que alguna vez estuvo despierto nueve días al hilo.

A pesar de que siempre he sido un “lechucero”, la sola idea de tratar de mantenerme 216 horas despierto parece inalcanzable para un simple mortal como yo. Definitivamente iba a necesitar una estrategia. Compré varias latas de café, un paquetón de cigarrillos y bastante licor. Querer superar a un Rolling Stone en excesos es de por sí una misión suicida.

Día 1. Me tocó despertar un martes a las tres de la tarde, no iba a ser un día largo, iban a ser varios días. La resaca acechaba, había tomado un mar de cerveza con un buen amigo. El PES 2011 o Winning Eleven 11 para otros mercados me tuvo entretenido gran parte del día. Así pasaron las cinco primeras horas, el XBOX 360 ya reclamaba y la cefalea no ayudaba, era momento de buscar otra actividad. Una guitarra y algo de sentimiento bastan para ocuparse un rato, dos más a la cuenta. Facebook, Twitter, blogs y algo más aportaron una gran dosis de hueveo a esta noble causa. El temerario insomne acumulaba medio día sin pegar el ojo. Y la televisión logró acumular la otra mitad del día.

Día 2. Recibo una grata visita de una amiga, mantenemos una conversación agradable, bajaba la vista a veces, no para ver el busto, son cosas que pasan cuando uno se priva el sueño. Un par de horas menos. Había ya consumido unas cuantas cervezas para seguir alerta, así llegó la noche, maldita noche. Una sesión más de PES 2011. El reloj marcaba la una de la madrugada, entonces vi, o creí ver, un roedor rondando por mi sala. Con una cara digna de Hannibal Lecter lo busqué, iba a matar al intruso como sea. Nunca lo encontré, había perdido casi todas mis energías. Me senté en el cómodo sofá que nunca me abandonará y caí dormido. Sí, llegue a las 36 horas. Sin embargo, habrá un segundo intento. Quiero experimentar lo que Keith Richards relata: "Todo es un hermoso borrón, hasta que uno se cae y se rompe la nariz. Tengo algunas cicatrices. Sólo los testigos pueden decirte cuánto hace que estás despierto. La gente entra y sale, y uno sigue allí, continuando una conversación que empezó hace cuatro días. Fue un lugar interesante para estar. Pero no lo recomiendo".

No me gusta ir a destinos recomendados.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Simplemente adiós

Este año 2010, ha venido acompañado para mí de un conjunto de situaciones en común, de la cuales, he intentado afrontar con la cabeza en alto, pero no en todos los casos, lo he conseguido. Decir adiós, sin importar el modo en que se presente el instante, es sumamente difícil. Es por ello que dedicaré este post a este sentimiento de nostalgia, donde un abrazo, una mirada, un beso, un apretón de manos, forman parte del cliché del momento.

Todo comenzó el 23 de enero. A pesar que la mala noticia ya había sido anunciada, preferí no hacerle caso, sin embargo, llegó el día de afrontarla. Mi mejor amigo, Carlos, mi fiel compañero de noches de tragos, de confesiones mortales, de ensayos musicales y de sueños imponentes de negocios y viajes, se iba a Miami con sus padres con planes de quedarse a vivir allí e iniciar una nueva vida, ya que una mejor oportunidad laboral había surgido para su familia. Pasé todo el último día de mi amigo en Lima con él, desde las diez de la mañana que nos tomamos unas cervecitas, hasta las once de la noche, donde antes de abordar su avión, me dio un fuerte abrazo y me dijo que siempre seríamos mejores amigos y que nunca dejaríamos de comunicarnos. Ambos lloramos como dos niños, sin embargo, por más que inconscientemente lo intenté retener con continuos apretones de manos y palmaditas en la espalda, no pude impedir lo inevitable.

Por otro lado, en julio, el ocho de aquel mes, una desgracia atentó contra mi melancólico estado emocional. Mi tío Miguel, el hermano de mi abuela, falleció de un infarto en su casa. Debo confesar que hace bastante tiempo que no veía a mi tío abuelo, sin embargo, tenía un muy buen recuerdo de él ya que hasta que cumplí los 15 años, venía todos los miércoles a almorzar a mi casa. Nunca olvidaré como por ley a las cuatro de la tarde, me enseñaba a tocar la guitarra. Gracias a este hombre aprendí a apreciar la música y a componer canciones. Pero en aquel instante, tan solo parado, mirando en su ataúd su cuerpo sin vida, debía decirle adiós. Era la primera vez en mi historia que me había tocado despedir a un ser querido de esta manera. No se me ocurrían palabras ni oraciones precisas para el momento, pero sí una de sus canciones favoritas, Llorarás de Oscar de León. Así que decidí cantarle en voz baja un poco de esa canción mientras iban enterrándolo.

Finalmente, el sábado cuatro de este mes navideño, me encontraba sumamente aturdido por los continuos dolores de cabeza provocados por los exámenes finales de la universidad y el estrés generado por el trabajo, así que esperaba fielmente relajarme el fin de semana con mi enamorada, pero todo se fue al demonio. Primera mala señal. Andrea me dijo que la llamara a la una de la tarde para quedar la hora en la que nos veríamos, pero al hacerlo, su madre que comentó que la habían retenido en su trabajo y que llegaría como a las seis.

Yo estaba en una encrucijada ya que me había hecho la idea de verla a las cinco, celebrar un mes más de nuestra relación, y de ahí, ir a saludar a mi amigo Juan por su cumpleaños a las nueve de la noche. Finalmente no me hice bolas y decidí dejar todo al destino. Pero a las cinco y cuarto de la tarde, su madre me informó que su hija ya había llegado a casa y que la podía llamar. Realmente me pareció raro el asunto, ya que Andrea no fue la que me avisó, si no su progenitora. La cuestión es que llamé a mi chica algo molesto ya que últimamente no se había mostrado interesante en mí y además de ello, ayer armó todo un berrinche cuando se enteró que estaba en una cabina de internet jugando con mis primos, ya que pensaba que estaba en una fiesta. Ya arto de todas estas situaciones decidí hablarle del asunto y arreglar las cosas antes de ir a verla, pero desastrosamente, ella estaba de pésimo humor, ya que había discutido con su madre por un tema que ignoro. Sin darme cuenta me vi envuelto en un bochinche telefónico con mi amada, y acabamos mandándonos al cacho. Sin embargo, eufórico y estérico decidí ir a verla y enfrentar el problema, pero me encontré con un ser despechado que alegaba que soy un terrible enamorado ya que en vez de apoyarla en este momento difícil, donde la estaban explotando en su trabajo y su mamá le hacía más disturbios, no supe hacerlo y le di más problemas. De ese modo, Andrea, más arrebatada que nunca, terminó conmigo mostrando una faceta que no conocía, la de una mujer sumamente orgullosa que solo quería dejar de verme. Irónicamente le pregunté si realmente quería acabar con nuestra relación en vísperas de navidad, y entre lágrimas le quise explicar mi sentir, justiciándome de cierta manera, pero no quiso escucharme. Un año y ocho meses de relación arrojados al vació por un instante de locura.

Al día siguiente pensé que me llamaría para disculparse, pero no lo hizo, al parecer el demonio que la atormenta la tiene aún controlada, impidiéndome que pudiera aplicarle algún tipo de exorcismo. Debo reconocer que soy bastante culpable de este problema, ya que conchudamente le reclamaba atención, cuando siempre era ella la que me buscaba, y muy aparte, hace dos meses me perdonó una infidelidad. El amor se había desgastado, y ella optó por ir acumulando todos estos problemas del corazón, explotando como una bomba atómica de desamor.

Ya ha pasado una semana. Definitivamente mi relación con Andrea no tiene solución. Hace unos días nos vimos para conversar, despidiéndonos con un último beso. Intentaremos ser amigos, pero ya con el tiempo. Ambos seguíamos la rutina de vernos, sin darnos cuenta que el amor, hace ya buen tiempo nos había dicho adiós.

Tomando una cerveza en la escaleras de mi casa, me doy cuenta que en la vida siempre se presentan distintas despedidas. Uno no puede evitar que algo termine, de alguna u otra forma siempre llega el final, y preparados o no, lo debemos afrontar. Cuando era niño, el tiempo se pasaba lento y creía que la realidad que conocía siempre sería la misma, pero ahora, triste por el conjunto de hechos que he vivido durante el año, tan solo quiero expresar que aunque deba resignarme a no ver quizá nunca más a estas tres personas que mencioné en este escrito, seguiré adelante y voltearé la página. Sin embargo, estoy seguro que aunque no quiera, pronto volveré a decirle adiós a alguien más. La vida es así, un cuento donde van desfilando personajes, los cuales vienen y se van.

Jhonnattan Arriola

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La canción del pirata: anticrónica de un fin logrado

Autor invitado: Hermes Takix



“Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar”.

(Fragmento de La canción del pirata – José de Espronceda, Poesías, 1840)

Nunca antes los versos de Espronceda habían repicado tan cadenciosamente en las cavidades internas de mi oído. Sentía cómo ese aire suave que en algún momento recitó un profesor del viejo colegio, allá en Yauyos, calaba en los más profundos y recónditos confines de mi humanidad. Era como si de improvisto estuviera de pie, sostenido por la corpulencia de esa sirena de madera atada a la proa. Mis párpados cerrados, sin tensión alguna, me protegían de la luz de esa víspera romana que se hacía vieja y en cualquier momento moriría en el horizonte.

Dicen los viejos hombres de mar que el último rayo de la tarde, justo antes de que el astro rey se oculte, se torna de color verde. Lo curioso es que yo veo una infinidad de ellos; desde hace unas horas, pasado el mediodía, habían aparecido frente a mis globos oculares, cegándome durante algunos segundos en más de una ocasión. Probablemente esos pescadores también habían sido engañados o era que la ausencia de personas cuando te apartas a las superficies de altamar causan estos deslumbramientos. Mas también cabía la posibilidad remota de que yo tuviese algo especial, algún motivo por el cual era más susceptible a la percepción de esas cosas. Siempre lo fui.

Pero este instante era mío, qué importaba lo demás. Ese aire marino penetraba por mis fosas nasales, sentía cómo la sal hallaba un espacio entre mi fisionomía interna, descansando en mis tejidos, saliendo por mi boca, colándose entre mis dientes, cortando mi lengua. Tal vez era ello lo que me causaba el dolor de cabeza.

De niño nunca conocí el gran azul, será por eso que me causa tamaña fascinación. Pero estoy seguro que pocos son los que saben realmente de aquel. Sin embargo, ¡no desespere, mi tripulación!, los guiaré a todos y a cada uno de ustedes a través de estas aguas ennegrecidas por la noche saliente. Yo soy su capitán; ustedes, mis treinta y cuatro valientes.

En algún momento dudaron de mi capacidad. Pues ahora, frente a ese colosal reducto donde abunda la fortuna, mi sombra se cierne incólume. Estoy a una zancada de obtener el más preciado fin por el cual algunos incautos en otras épocas dejaron algo más que solo lágrimas.
Y qué si capturo este fuerte, tierra de burgueses, colonia donde el oro y la plata son el pan de cada día. Ni las crónicas de antaño imaginan la magnitud del imperio bajo la suela de mi calzado, donde mis pasos corean la fuerza de la desolación que vengo a traer, victoria mía. Poca habría sido la imaginación de un bucanero del XVII para describir cuanto estoy logrando. Siento próximo el momento donde el delicioso olor metálico se impregne entre mis manos. Así será, a eso vengo, a exponer la vida misma o de ajenos. Mi piel encurtida por el sudor, la sal, el sol y la maquinación de mis invenciones está cuarteada; mis labios rajados son firmes en cuanto expresan, escupiendo mis órdenes a diestra y siniestra. Con más bravura y determinación que nunca.

En ese momento, el secuestrador se desplomó sumido en su propio mar de muerte. Se asfixiaba debido a la hemorragia alimentada por la bala que luego de horadar el parietal de su crisma había perforado demás núcleos cerebrales y vías sanguíneas. La policía entraba al banco y los rehenes lloraban su miedo. Un hombre se desangraba en el piso. Una bomba era desactivada. Lima exhalaba.

Para ese instante, el sol se había puesto y la mar ya estaba en calma. Por fin el navío se perdía entre aguas y media noche, sin rumbo más aparente que los trazos sinuosos sobre las espumas y los rebramares de las olas incesantes que la luna dibujaba traspasando la niebla.


“Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí”.

(Espronceda, Poesías, 1840)


Hermes Takix


Lima, 6 de diciembre del 2010



*

sábado, 4 de diciembre de 2010

A través del Clóset

Autor invitado: Alberto Nishiyama

Pasó hace algunos años en el Cusco, todo lo mejor es del pasado porque el presente es incipiente y el futuro incierto. La adolescencia hacía llamados desesperados por algo más adrenalínico que un beso y los avances en el campo de Venus eran menos que alentadores. Por otro lado te tenía a ti, ¿recuerdas lo que te decía al oído? Yo sí, y lo haré por siempre:


Te quiero llevar a casa,
te quiero dar hijos,
y tal vez serás mi enamorada.

Es que nunca fuimos más, tratamos pero tú tenías tu “vida perfecta”, a excepción de algunas incursiones, ahí estaba el estudiante de Arquitectura. A tus escasas primaveras, 17 para ser más exactos, tenías un año de relación, de la que me decías que siempre querías huir, aunque ahora que reviso el Facebook sé que todavía no lo has hecho.

Y un día nos quedamos dormidos en tu sofá viendo una película, como tiernos amigos que éramos cuando había moros en la costa. Tenía que entrar tu hermana, a sus 19 años era más linda que tú, más mujer si me permites. Aquellos rulos castaños no dejaban de fascinarme, su manera de caminar era extraña, el alcohol había hecho efectos. No se veía exuberante, el cabello desordenado y ropa que parecía de segunda mano me fascinaban. Entonces, sin notarnos aún, sacó el celular que se encontraba protegido en una zona peligrosa y llamó a un “amigo”, quería más que hablar.

En un acto de voyeurismo reprimido me arrastré hacia su habitación antes que ella y logré meterme en el clóset, con un pequeño pero estratégico campo de visión. Lo que esperaba sucedió y tuve la experiencia más excitante de mi vida hasta ese momento, vi a tu hermana como probablemente nunca podrás verla. Aquella que a veces se comportaba como una niña con nosotros era una tigresa en el cuadrilátero revestido de sábanas rosadas. Luego de que el ex terminó la faena huyó y, ella sin importarle, se quedó dormida. Logré escabullirme hacia el sofá de la sala para anunciarte que me iba, que tus padres ya llegarían y sería incómodo verlos pasada la medianoche.

Tu hermana era tan predecible como tú, todos los jueves el ritual se repetía. La pasarela se vestía de seda y los modelos eran varios, la diseñadora era la misma. Siempre te quedabas dormida en el sofá-butaca y yo ya me había acostumbrado al olor del clóset, no puedo negar que alguna vez quise unirme a las faenas, pero mi interferencia delataría mi vicio. Sin embargo, un mes después pasó algo que me perturbó. Tu hermana, montada sobre el afortunado de turno, parecía mirar hacia la rendija que me provocaba tantos placeres. Probablemente la psicosis se apoderó de mí al pensar que me lanzó un guiño. Finalizado el ritual, huí como nunca y prometí no volver a ser un voyeur.

De tanta vergüenza no iba a tu casa, me insistías a volver al ciclo cinéfilo y luego de un par de semanas acepté la propuesta. Otra vez te quedaste dormida y yo, viendo a tu hermana hablar por teléfono, sabía lo que venía. Volví a mi puesto de vigilancia y esperé, esperé tanto que me quedé dormido.

Grande fue mi sorpresa cuando oí como se abría la puerta del clóset, y más aún si se trataba de tu hermana, nunca la excitación se mezcló tanto con la vergüenza. “Supongo que habrás aprendido algo de tanto mirar”, la afirmación me sorprendió tanto que hice lo que mejor sé: hacerme al huevón. “Mi hermana sigue pensando que se casará con el prospecto de arquitecto, no me sorprende que te hayas fijado en mí”, replicaba. Yo movía la cabeza como los adornos de los taxistas, esos perritos. Me tomó la mano y supe que iba a ser mi primera mujer, me guió a la pasarela en la que tanto deseaba pasear, los pechos formidables que me hizo tocar me hicieron olvidar cualquier inhibición, estaba encaminado. Llegaba el momento en que me tocaría hacer la entrada triunfal, momento glorioso, un momento Kodak. Hasta que tú lo convertiste en más digno de ser fotografiado, entrabas buscándome, me encontraste en la peor forma que podrías imaginar y la mejor que yo podría hacerlo. Ahora la vergüenza vencía a la excitación y yo solo atiné a huir, en medio de un llanto tuyo y una risa imposible de aguantar por parte de tu hermana.

Nunca más me contestaste las llamadas, ni los mails. Sé que tus padres se enteraron de la vida loca de tu hermana y la enviaron al extranjero, Facebook me dice que también estás en Lima. ¿Serás capaz de aceptarme como amigo?

domingo, 28 de noviembre de 2010

Mi viejo amigo

La primera mano amiga extendida en mi vida fue la tuya. Desde el instante en que el destino me puso en tu camino nos volvimos mejores amigos, inseparables y constantes en cuanto al incremento del sentimiento benevolente que nos une. Mi fiel narrador de cuentos y sueños, hoy es tu cumpleaños, y de esta manera espero llegar a lo más profundo de tu corazón, haciéndote saber lo mucho que te quiero y lo importante que eres para mí.

Eres conocido como el “Ironman” del mundo real, considerado como un hombre de hierro indestructible para tus compañeros de tenis y fulbito, que se llenan de admiración al compartir la jornada deportiva al lado tuyo, siendo testigos de la fuerza de tu alma, manifestada en la garra física de tus movimientos y agilidad. Eres todo un zorro a tus años, cautivando con tu firme rendimiento. Realmente debo decirte que me siento sumamente orgulloso de ser parte de esta verdad, cada vez que te veo hacer algún deporte, demuestras ser el ejemplo de perseverancia. Llevas el fénix en tu mirada, fuego interno que con firmeza espero heredar.

Abuelo, padre, esposo, hijo, sobrino, hermano, cuñado, suegro, amigo…No creo que exista alguien que pueda realizar todos estos papeles de forma tan eficiente como lo haces tú. Seamos honestos, tu simpatía y bondad se hacen notar a leguas, como siempre me enseñaste, la clave está en sonreír y decir por favor. Compadre, enserio debo reconocer tu elegancia, eres todo un gentlemen, no por nada lograste conquistar a una de las mejores mujeres del mundo, mi abuelita. Aunque de repente no te hayas puesto a pensar en este asunto, he aprendido casi todas tus artimañas de cortejo, tanto para abordar a una chica, como también para conseguir buenas amistades. Y aunque es posible que puedas pensar a veces que no soy muy bueno escuchando en mis días de mal humor, déjame aclararte que siempre tengo presente tus consejos y se los repito a mis amigos cuando los necesitan, ya que tu sabiduría debe ser compartida. Por ejemplo, siempre al dar un saludo, miro directo a los ojos de la persona, y hago esa popular sonrisa de lado que tan bien te sale, la cual trasmite seguridad, respeto y trasparencia. Un punto más a la infinita lista de gestos y movimientos que sin querer (y queriendo), he copiado de ti (No nos olvidemos de tu caminar, aunque muchos nos juzguen de despistados y que nos formaremos una joroba por mirar al piso al momento de dar un paso, no se dan cuenta de nuestra verdadera intención, la cual creo que es la reflexión).

Mi viejo amigo (Ojo, no te llamo así por tus años, sino por que fuiste el primero y el de mayor trayectoria en mi vida). Nunca te voy a terminar de agradecer todo lo que has hecho por mí. Gracias a ti aprendí la técnica de hacer volar mi imaginación, crear personajes e historias fantásticas. Todas las mañanas te levantaba a las seis para oír tus relatos. No hubo día o noche en que me dijeras que no, y apuesto a que ahora a mis veinte años, tampoco te negarías a compartir conmigo una de tus historias que viven entre lo real y lo ficticio. Espero que ahora comprendas el afán que tengo de recompensarte. Recuerdo que desde niño siempre te prometía que algún día podría darte toda la tranquilidad del mundo y hacerme cargo de los gastos principales de la casa. Esta promesa sigue en pie y ya no se encuentra tan lejos de cumplirse. Yo siempre estaré al pendiente de ti y en mí siempre tendrás un compañero, es por eso que ahora me toca luchar, espero que de esa forma comprendas mis ganas de trabajar y estudiar. Tú como siempre velando por mi paz, me sugieres que no me estrese tanto, que no hay necesidad. Si hay necesidad abuelito. Sucede que no puedo esperar a poder darte aquel relajo que merece tu corazón y de esa manera demostrarte lo mucho que te considero y admiro.

No hay cosa más grande para mí que hacerte sentir orgulloso, es por eso que desde un inicio dejé la promesa de no defraudar tu buena crianza y ser un hombre de bien. Gracias a Dios tuve la suerte de tenerte a ti como padre, abuelo y amigo, tres funciones en uno. Soy muy afortunado, ya que he tenido la posibilidad de gozar de ti en todo tu esplendor.

Hoy veintisiete de noviembre es tu cumpleaños, un año más a tu vida llena de triunfos y lucha. No existen palabras ni acciones para poder expresar lo mucho que te quiero, lo mucho que me alegra almorzar contigo y mi abuela mientras vemos la novela de las dos. Lo mucho que me causa gracia que me llames para mostrarme artículos en el periódico sobre temas de alimentación y el gran daño que causa el tabaco. Lo bien que me hace sentir solucionar tus peleas con la computadora…Lo feliz que me hace vivir a tu lado y poderte dar un abrazo.

Feliz cumpleaños Felipe Rojas. Me saco el sombrero ante tu persona. Te admiro y no es un secreto lo feliz que me haría llegar a ser un hombre tan ejemplar como tú. Siempre seremos mejores amigos. Siempre reiremos ante una de tus ocurrencias. Siempre estaremos juntos viejo amigo… Te quiero mucho abuelito.

Jhonnattan Arriola.

jueves, 25 de noviembre de 2010

¿Por qué no hablarle?

Fue algo tan presuroso e inusual que no tuve tiempo para reaccionar. Me quedé varado en la nada, en una neblina profunda sin resplandor alguno. Pero, ahora sentado frente a mi ordenador me pregunto, ¿por qué no hablarle?

Eran casi las 7 de la noche, estaba listo para partir de mi centro de trabajo. Cogí mi mochila, amarré bien mis zapatillas y empecé a descender por las escaleras. Y a cuatro escalones del primer piso, estaba ella. Aunque se encontraba de espalda, la reconocí muy fácilmente. Pero no sé qué me pasó. Mis piernas se hicieron débiles y mi corazón empezó a palpitar cada vez más fuerte. Era inevitable, hace más de dos años que no la veía, pensé que ya todo estaba olvidado, pero la reacción que tuve me hizo dudar, y mucho.

Por mi mente pasaban recuerdos rápidos. Se llama Claudia, delgada y con rostro fino adornado de escasas pecas que contorneaban su nariz. Tuvimos un largo pasado, cerca de tres años de relación, quizá mis mejores tres años. Aún sigo sin entender cuál fue el motivo exacto por el que dejamos de frecuentarnos, y un día, sin razón alguna, ambos decidimos separarnos.

Fue raro, usualmente al finalizar con una relación uno se siente que cae por un vacío y poco a poco lo va superando, pero en mí, pasó todo lo contrario; al inicio me sentí bien, liberado, pero al pasar los días la fui extrañando, sabiendo que no había marcha atrás.

Y ahora, ¿qué me estaba pasando? Por qué estando parado a escasos metros de ella era incapaz de pronunciar su nombre, decirle ¡Claudia! Qué tal, cómo te va, hace dos años que no sé nada de ti, ¿aún recuerdas los momentos que compartimos juntos? ¿Te acuerdas las rosas que arrancaba de tu vecina para llegar siempre con un presente a tu casa? Dime que lo recuerdas por favor, ya que para mí es casi imposible sepultarlo.

Caminé unos pasos más, me acerqué hacia ella, pero mi cobardía pudo más y salí del edificio. En mi mente llovían los insultos hacia mi persona, hacia mi forma tan estúpida de reaccionar; pero en el fondo quería pensar que hice lo correcto, pero hubiese sido más fácil si supiera qué era lo correcto.

Tal vez nunca lo sepa y viviré lamentándome en recuerdos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Despechado corazón

Autora invitada: Veralucia Cordero

La última vez que me sentí justo como ahora, tenía la angustia de qué pasaría si me quitara la vida. La última vez que te vi alejarte de mí, sentí que cada pisada significaba tu consentimiento a mi muerte. Esa vez que te escuché decir adiós, fue la última vez que recuerdo haber sentido algo.

Tu ida, tus regresos nunca los tomé en serio ya que solo eso eran: regresos. Pero luego de dos meses llego a la obvia conclusión de que no volverás. Después de haber sido advertida durante este tiempo por mis amigos que te han visto con un montón de “cualquieras”, llego a la tan idiota decisión de recién ahora, dejarte ir.

He notado que tú sigues adelante. ¿Por provocarme? No lo sé, me muero por saberlo pero he decidido no investigar más, puesto que mi vida pende de un hilo. Si aprendo a controlarme todo irá bien.

Veo que después de DOS años juntos te tomó DOS meses olvidarme o quizá más. Quién sabe si los DOS años fueron en serio. Quién sabe cuántas me habrán visto la cara de idiota. Quién sabe cuántas veces tus amigos trataron de advertirme. Quién sabe cuánto de esos DOS años fueron de verdad.

Quién sabe si te importé. Quiero creer que sí. Quiero creer que vivía en serio en un mundo de ilusión. Que todo era perfecto, que todo era rosa. Quiero pensar que estas ganas de no seguir así ni aquí se irán. Quiero pensar que todo cambiará. Quiero pensar que algún día regresarás.

Sólo espero el día, ansiosamente, que te acerques a mí afirmando la tan obvia y esquivada verdad. El día que tú pedirás por mi regreso. El día que decidirás que perderme fue lo peor que pudiste hacer. Que escoger placer por amor te jodió la vida. ASÍ ES, porque te la estás jodiendo.

Espero, ANSIOSAMENTE, que te des cuenta de que cada vez que hables con ellas no salen más cosas que basura de sus tan artificiales bocas. Que cuando quieras una conversación normal, pensarás en mí.

El día que decidas volver, NO ESTARÉ AHÍ para aceptarte. Yo habré seguido con mi vida. Sin embargo, estaré expectante a ese día para recordarte lo que hoy te escribo para que te des cuenta que esos DOS años de mi tan desgraciada vida SÍ significaron algo para mí. Que no desperdicié el tiempo de nadie.

Ese día sabrás, muy en serio, quién soy yo. En unas palabras y en algunas líneas sabrás más de mí que DOS insulsos años. Tu desesperación será mi venganza. No haré nada. Disfrutaré la vista. Tu engaño no será nada comparado con lo que vivirás.

Tu daño será sólo un tropiezo en mi vida. De ti he aprendido que nunca se llega a conocer a una persona. Que es verdad cuando dicen que el amor es ciego. Que no eras el amor de mi vida y que no tienes futuro en la vida de una persona como yo.

Somos tan iguales que sé muy bien que no soportarás escucharme decirte tus verdades pero te las diré porque sino nunca las aceptarás

Te deseo una vida de aprendizaje, risas y desengaños. Aprenderás más de estos que una vida sólo llena de felicidad.

Por mi no te preocupes, estaré bien. No lo eres todo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sangre de producción

Una muestra de talento y amistad

Fue en una fría mañana cuando diez compañeros de clase decidieron unir sus talentos para desenvolverse en el mundo audiovisual durante un ciclo universitario. Pero quién imaginaría que aquel proyecto llevaría a difuminar esa frontera de compañeros de trabajo, para crear nuevos lazos de amistad.

Ahora, aquella alianza ha hecho que juntos funcionen como un reloj suizo. Teniendo las mismas ideas, proyecciones y ambiciones.

Sangre de Escritor fue la última producción que este equipo realizó, basándose en la historia escrita en este mismo blog varios meses atrás. Y que esta idea haya sido aceptada realmente nos llena de orgullo, y más aún que se elaborada por ellos.

Fueron largas horas de grabación, entre cervezas, cigarros, risas y caricias. Todos los integrantes manifestaban las ansias que tenían por presentar el producto final. Y hoy tenemos el honor de hacerlo.

Nada hubiese sido posible sin la ayuda de ustedes. Este post va dedicado a este grupo que con empeño supo conseguir su objetivo.


Director: Emilio Bazán

Productora: Claudia Pasco

Actores: Jhonnattan Arriola – Vanessa Gazzo

Scrip técnico: Patricia Herrera

Scrip detalles: María Fernanda Cáceda

Boom: Cecilia Gutierrez – Ana Lucía Mosquera

Maquillaje y vestuario: Ana Lucía Mosquera – Ricardo Flores

Locación y arte: Franko Figari – Claudia Pasco

Casting: Jhonnattan Arriola – Ricardo Flores - Franco Figari

Camarógrafo: Emilio Bazán

Edición: Diana Yalico

Agradecimiento a Cecilia Gutierrez por facilitarnos su casa como lugar de grabación.

NADA EN COMÚN

domingo, 14 de noviembre de 2010

Celeste

Fumando un cigarrillo, contemplo el mar y me entrego a la mágica sensación de su fría brisa. Siempre me gustó venir a la “Costa verde”, pararme al filo del más alto acantilado y observar el relajante movimiento de las olas al chocar con las piedras del lugar. Pero hoy, no es como todo los días, no es como siempre lo imaginé, ni como acostumbraba. Son las ocho de la noche de un deprimente viernes. A las nueve…Estaré muerto.

Quién diría que me acabaría rindiendo como un asqueroso cobarde. Que una persona como yo, el siempre fiel consejero de sus amigos, el chico positivo y de sonrisa perenne, acabara decidiendo terminar con su vida, suicidándose de la forma más miserable, ensuciando el mar con su putrefacta sangre. Si tan solo tuviese un buen motivo para esta tonta acción, no me sentiría tan mal.

Simplemente me cansé de vivir, me aburrí de fracasar en todo lo que intento con mucho empeño. Mi banda se desintegró, repetí el ciclo en la Universidad y mi enamorada me cortó hace unos días, alegando que ya no soportaba más mi horrible carácter. Sé que para muchos les puede parecer tonta mi forma de pensar, pero es que ya no puedo más. Tan solo quiero someterme a un sueño profundo y no despertar jamás.

Son las ocho y media. El tiempo pasa rápido cuando no debe hacerlo y es lento cuando solo deseamos que trascurran las horas. Sonreí al reflexionar sobre los minutos y segundos y continué con mi deprimente pesadilla. Las lágrimas se apoderaron de mí, mostrándome mi principal error. Siempre fui muy soñador, entre mis metas siempre me veía grande, publicando un libro, siendo una estrella de rock y teniendo de novia a la mujer más dulce y bella del mundo. Pero lamentablemente volé muy alto, tanto que me estrellé en mi misma cima, cayendo tajantemente a la realidad, despertando bruscamente de mis sueños, asimilando a duras penas lo que es la vida real. Si bien es cierto se dice que la esperanza es lo último que se pierde… Yo ya la perdí.

Las nueve de la noche. El viento sopla con fuerza, tengo mucho frío. Debí haberme abrigado más, pero no importa, no me voy a poner exquisito en los últimos minutos que me quedan. Aunque ir a mi casa por una casaca, sería una buena excusa para no cometer esta locura que no tiene nada de valiente, pero sí mucho de cobarde. Cerré los ojos, ya no importa nada. Si sigo dudando terminaré por escapar de la muerte una vez más, como es obvio, no es la primera vez que lo intento.

Me paro al filo. Cierro los ojos para no mirar al vacío, pero escucho pasos. Alguien viene hacia mí, por inercia retrocedo e intento disimular mi verdadera intención. Empiezo a silbar como un real idiota, creyendo que la persona que está en camino, se creerá el cuento de que solo estoy contemplando el panorama. Siendo sarcástico, bromeo en mi cabeza. “Cómo joden, ya no se puede matar uno tranquilo ¡Qué cagada!”

Los pasos se detuvieron al lado mío. No voltee a ver quién era, me sentía totalmente avergonzado.

- ¡Qué buena vista la que se aprecia aquí!

La voz era la de una mujer. Giré mi cabeza levemente para poder contemplarla. El viento jugueteaba con sus cabellos negros, moviéndolos al compás de su danza de invierno. Los ojos marrones claros de aquella hermosa chica, reflejaban notablemente tristeza, al parecer había estado llorando.

- Sí, este lugar es genial. Se presta bastante para la reflexión, le dije mientras sacaba un cigarrillo y lo prendía.

Al observar detalladamente a mi inoportuna compañera, me di cuenta que estaba bastante arreglaba, llevaba unos tacos enormes y un sexy vestido negro.

- ¿Vas a alguna fiesta?, le pregunté con una sonrisa.

Una fuerte contradicción se forjaba en mí. Por un lado quería que se vaya para continuar con mi patético plan, pero por otro, me ilusionaba encontrar en ella un motivo fiel para no cometer mi asesinato.

- Bueno fuera tener una fiesta…Tengo que trabajar, por eso estoy así de arreglada, contestó ella, mirándome fijamente, como si quisiera ver a través de mi rostro y encontrar mi alma.

- Ah… ¿Eres una especie de anfitriona?

Sonrió de forma pícara al escuchar mi pregunta, y dijo: “Algo así”

El silencio se apoderó de los dos. Hasta que afortunadamente ella lo quebrantó.

-Me harías un gran favor, podrías ir a la tienda y comprarme una lata de cerveza. Te acompañaría pero la verdad es que estos tacos ya no me dejan caminar.

-Claro, no hay problema, le dije.

- Por cierto…Mi nombre es Celeste.

Recibí con agrado los cinco soles que me dio para hacer la compra y me fui a complacer a mi nueva posible amiga.

En el camino no dejé de pensar en ella, realmente es muy hermosa. Cómo es el destino. Un ángel se ha puesto en mi camino, distrayendo mi lado criminal, volviéndome a mi estado original, un romántico soñador.

Al regresar donde estaba Celeste, me percaté que había toda una multitud de personas aglomeradas en su lugar. Me acerqué a ellos y los seguí en su acción, mirar al abismo. Fue tan chocante darme cuenta que allí se encontraba el cadáver de Celeste, encima de las piedras del lugar, pintando de rojo la orilla del mar.

Muchas personas creen que sus problemas son los más duros, que es imposible sobrellevarlos. La verdad es que siempre alguien tendrá otra peor realidad de la que ya conocemos. No existe el más desdichado, solo existen los luchadores, que demuestran que tras las dificultades siempre se puede encontrar una salida.

Desde la muerte de Celeste aprendí a apreciar más mi vida y a no rendirme tan fácilmente. Y aunque me avergüenza recordar que una vez me estuve a punto de suicidar, hoy he decidido contarlo.

El verdadero nombre de Celeste era Diana Requena, era una prostituta. Su padre la violó desde muy niña, mientras su madre se hacía la desentendida. Diana huyó de su casa y se entrego a un oficio lleno de lujuria. A los 22 años no aguantó más y decidió quitarse la vida.

No me fue difícil investigar la vida de aquella mujer que sin querer salvó la mía. A su honor le escribí un libro, el cuál en la actualidad es todo un “Best seller”. Ya han pasado siete años de aquel incidente y aún lo recuerdo como si hubiese sido ayer. “La mujer de noche” es el nombre de mi novela, la cual me permitió cumplir mi sueño de escritor y me llevó a la fama.

Tu historia la conoce todo el mundo Celeste. Aunque quizá no sea la forma más adecuada, de esta manera te doy las gracias. No había necesidad de que tu muerte sea el motivo de mi inspiración, ya que desde que te vi a los ojos, me llené de ganas de seguir, ganas de soñar. Unos minutos fueron suficientes para que cambiaras mi destino. Sin embargo, yo no pude hacer nada con el tuyo. Es por esto que decidí escribir de ti. En mi historia siempre vivirás. Cambié el final.

Jhonnattan Arriola



miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Qué es lo que ellas quieren?

Durante mucho tiempo ha existido una incógnita tan grande que poco a poco se fue extendiendo por todo el territorio mundial. ¿OVNI? No ¿Fantasmas? Peor; pero no por lo temeroso, sino por lo maravilloso que puede resultar navegar en ese espacio inexplorable y de difícil acceso: ¿Qué es lo que realmente quiere una mujer?

Para aproximarme al 0.01% de certeza en mi investigación, quise sacar provecho a las experiencias vividas – mías y de otros – y así conseguir una respuesta a mi pregunta.

Normalmente dicen que nosotros somos los insensibles, los egoístas, los inmaduros, entre otros adjetivos más. Bien, pongamos casos y saquemos nuestras propias conclusiones.

Mientras uno camina por la calle, encuentra una banca, se sienta, y de pronto, aparece. Ella en su esplendor se ubica a escasos metros de él. Él la mira, la vuelve a mirar, le saca una radiografía con los ojos y concluye: “Puede ser”. En esos intercambios de miradas, la mujer mucho más rápido que el hombre obtuvo la edad, estado civil, talla, etc, y además, imagina una pequeña parte de su vida con él y concluye: ¡Next!

En menos de 5 segundos, sin iniciar ya hemos perdido.



Hace unas semanas salí un par de veces con una amiga, en ambos casos perdimos la noción del tiempo y dimos con que ya había oscurecido. Situaciones iguales.

Le ofrecí mi compañía. La llevaría a su casa, nos despediríamos y partiría con la conciencia tranquila. Así ocurrió, y al decirnos adiós me dijo: “Llámame cuando llegues”. ¡Perfecto! Una chica que se preocupa. Luego de media hora de esperar en el paradero, por fin acepté que el carro que me llevaría a casa no circulaba más; con cierto disgusto alcé el brazo y subí a un taxi. Luego de una hora y media, tal como lo prometí, la llamé y le conté lo sucedido como una anécdota, a lo que ella respondió: “Discúlpame, no debiste acompañarme pero te lo agradezco”.

En nuestra segunda salida, en la despedida – atinando a lo que me dijo cuando salimos por primera vez – le dije: “Oye, me llamas cuando llegues a tu casa”, a lo que ella respondió: “Ok”, y se fue. Esperé aproximadamente una hora sin recibir llamada alguna, preocupado, marqué su número y presioné Send. – ¿Qué pasó, por qué no me llamaste?, le pregunté. – Estoy molesta, debiste acompañarme, respondió.

Muchas personas – me incluyo – utilizan el conocido medio de comunicación llamado Messenger con fines distintos, algunas sólo conversan con amistades, otras prefieren conocer gente, mientras que otras aprovechan la falta del “face to face” para desenvolverse mejor con aquella persona que se le hace difícil conversar en persona. Hablemos de lo último con dos casos similares, donde dos amigos intentan conquistar a la misma chica.

Iniciaron sesión y en cuestión de segundos consecutivas ventanitas anaranjadas les indicaban que había gente interesada en hablar con ellos, pero el objetivo en ese momento era otro: hablarle a la chica de quien se sienten atraídos.

Empezaron con los tradicionales saludos, luego diminutivos, ampliaron un poco más la amistad y hasta se tomaron la libertad de darle consejos. Creen o quieren creer que hasta ahí todo iban bien, nada fuera de lo común. Sin embargo, se dieron cuenta que si seguían de aquella manera podrían llegar a ser sólo amigos, por lo que decidieron aplicar la vieja y conocida táctica de la indiferencia. La saludaban por Messenger de vez en cuando, no querían verse necesitados, pero ellos querían pensar que las veces en las que no la saludaba, ella desde el lugar en el que se encuentre se preguntaría: “Por qué no me saluda”.

- Chico A: Una vez aplicada la táctica, se percato que su chica soñada no mostraba interés en saber por qué le había dejado de hablar, es decir, él ya no la saludaba, ella hacía lo mismo. Supongo, que tiene sentido.

- Chico B: Usualmente él empezaba la conversación, la saludaba cada vez que podía, pero al parecer a ella le incomodaba, se sentía un poco acosada. Por lo que él se vio prácticamente obligado a comenzar con un poco de indiferencia. Si la veía en línea, no le hablaba, no ponía más “Me gusta” en el estado de su Facebook. Pero ¿quién podría afirmar que dicho acto funcionaría?. Pues dio resultado, ahora ella lo saludaba reiteradas veces, sin embargo, se cansó de hacerlo.

Tuve la oportunidad de hablar con ella, le pregunté sobre aquellos muchachos, siendo ella clara con su respuesta.

- Al chico A no lo saludaba porque él tampoco lo hacía, al B le empecé a saludar porque él siempre me hablaba mucho y de la noche a la mañana dejó de hacerlo, me preocupé. Pero luego me cansé de ser yo quien lo salude a cada rato, parezco necesitada. Ya no me interesa hablar con ellos.

- Y si ya no quieres hablar con ellos, ¿por qué no los eliminas? – pregunté.

- Porque tal vez me vuelvan hablar – concluyó.



Son algunas situaciones en la cual nosotros, los hombres, nos ponemos a pensar en cómo intentar entenderlas, saber cómo complacerlas, saber qué les molesta, y sobre todo, respondernos: ¿Qué es lo que ellas quieren? Quien logre hallar la respuesta podrá morir tranquilo, sabiendo que una de las más grandes dudas existenciales en el mundo entero, ha sido resuelta.

¿Pero podrán imaginar un mundo con la respuesta de aquella interrogante? Pienso que aquellos caprichos, peleas, desacuerdos, engreimientos, y más, nos hacen esforzar para ser mejores personas, mejores hombres. Ellas son nuestro complemente perfecto y pase lo que pase, eso nunca va cambiar.



Una noche de tragos

Esta es la historia de dos chicos, un perro y una botella de ron, que caen una noche cualquiera en una atmósfera de amores perdidos, sueños enterrados y sobre todo, mucha diversión.

Para iniciar a fondo con este peculiar relato, comenzaré por describir a nuestros protagonistas y la realidad que les acontece, la cual los llevaría a ser parte de este escrito. Primero que nada, debo hablar de Pepe, el gran José Luis Peral, considerado como casi un galán de telenovela brasilera. Ya se lo imaginarán, un tipo alto, un metro ochenta aproximadamente, el clásico pelo largo peinado para atrás con gel, aquella barba de tres días, tez bronceada, y una figura respetable. Pero a pesar de sus cualidades mencionadas, hay un pequeño gran problema que lo acompaña día a día. Como es un poco delicado el asunto, lo diré de frente. Pepe tiene un pequeño Pepito, con esto quiero decir, que su pipi es chiquito. Y bueno, hace unos días cometió un gran error, le dijo a su guapa enamorada que debería bajar de peso, que sino la iba a dejar. Su chica tiene un señor cuerpo, pero últimamente el superficial novio, no soportó que aparecieran unos mini rollitos y no dejó de molestar, hasta que la pobre se cansó y soltó una triste verdad. - ¡Déjame en paz Pepe! Te crees perfecto no, pero sabes qué, no es así. Primero examínate tú mismo. Para que te lo sepas, tu amiguito... (Obviemos esta parte, es muy fuerte).

Pasemos a hablar de otro de los personajes. Este es un tipazo, un verdadero caballero, de aquellos que ya no se encuentran, el inigualable Antonio Reyes, más conocido como “Nariz”. Mi compadre será muy bueno y todo lo demás, pero su rostro es adornado de un gran monumento, una pirámide de Egipto, un Tiranosaurio Rex. Una cosa de locos. Un gigante motivo para ser llamado por el apodo mencionado. Antonio no es aquél clásico narizón alegre y chacotero, a decir verdad es un tipo muy tímido, que vive enamorado de la chica más bonita de su salón de clase de Marketing en la carrera de Publicidad, y a pesar de que extrañamente Cecilia le da bola, este no hace ninguna jugada. Y lo peor de todo, es que el ciclo ya terminó, se vienen las vacaciones y quizá nuestro callado amigo nunca más la vuelva a ver.

Finalmente tenemos a “Blaqui”, un Cocker Spanish de color negro, un lindo perrito de aproximadamente tres años, que escapó de su casa hace 48 horas, persiguiendo al amor de su vida, una coqueta perrita del vecindario, una Pudel de ladrido fino y pelaje blanco, que suele ahuyentar a nuestro orejón amigo, cada vez que se le acerca. Ahora el pequeño Blaqui, el engreído de la casa de los Rojas, se encuentra perdido, solo, expuesto a mil y un peligros, intentando encontrar el camino de regreso a su hogar.

Eran las ocho de la noche de un viernes de reflexión. Pepe ha pasado casi todo el día con su primo, no lo veía hace meses, y le pareció buena idea visitarlo, según él de ese modo se distraería y se olvidaría de que tiene un pequeño problema. José Luis a decir verdad es muy diferente que su primo Antonio, tanto físicamente, como en personalidad, pero por cosas que solo Dios sabe la respuesta, siempre han congeniado. En esta ocasión, con el autoestima hasta los suelos, a nuestro galán brasilero le pareció interesante hacerse el pendejito frente a su narizón primo, enseñándole a beber, así que con la clásica frase:“Ya es hora de que te desahueves”, fueron hasta la esquina de un parque, y se pusieron a tomar una botella de ron.

Ambos estaban tristes, por diferentes motivos que prefirieron no mencionar, era obvia su total disposición de entrega a este oscuro elixir. Ya iban por la mitad de la botella. Antonio estaba en otro mundo, a la justas podía mantenerse en pie, y bueno, debo admitir que parecía Rodolf, el reno de Papá Noel, su nariz estaba totalmente roja y algo hinchada. Mientras que Pepe, no dejaba de peinarse el condenado, le había dado un terrible ataque de vanidad, pero se mantenía sobrio. De pronto, se escuchó un ladrido, un perrito se acercó, era Blaqui, totalmente sediento, el pobre había estado caminando por horas.

-Pobre Perrito, hay que comprarle algo de tomarrr, dijo Nariz, un segundo antes de ser poseído por el hipo.

José volvió a vivir su infancia de niño terrible, y le dio un poco de ron al pobre Cocker. Blaqui al principio no distinguió el sabor ya que moría de sed, pero una vez que finalizó de beber, una nueva sensación invadió su ser.

A las diez de la noche, la botella de ron había sido bebida en su totalidad. Y tanto Blaqui como los dos primos, estaban totalmente borrachos. Qué tema no habían tocado en esta noche. El más interesante fue cuando comenzaron a mencionar sus sueños, ya que algo muy curioso se ocultaba en sus anhelos. Pepe decía que quería ser actor porno, aunque ahora bien sabemos que el papel le quedaría grande. Por su parte Nariz mataría por ser toda una estrella de rock y dar un súper concierto, pero eso nunca sucederá, ya que el pobre tiene pánico escénico. Y por último, después de deliberar los mil y un ladridos de Blaqui, Antonio y José llegaron a la conclusión de que al peculiar perro le gustaría ser jardinero, ya que no deja de regar el pasto (¿Ustedes me entienden no? No hay necesidad de ser directo).

Bueno, para irnos al clímax de la historia, resumiremos brevemente lo siguiente: "José, Antonio y Blaqui, alcoholizados totalmente, se despidieron y siguieron su camino, supuestamente cada uno a su respectiva casa". Claro que no era seguro el destino a seguir del perro, ya que solo se limitó a decir: “Gua gua”

A unas cuadras antes de llegar a su hogar, Nariz se armó de valor y cambió de rumbo. En estos momentos se sentía Superman, así que fue hacia la casa de Cecilia, según él a declararle su amor. Eran las once de la noche, y nuestro galán narizón estaba a unos cuantos metros de su objetivo. Pero al llegar, al verla sentada en la gradita principal de la entrada, comenzó a temblar, pero justo antes de que saliera corriendo, ella lo vio.

-¡No puedo creerlo! ¡Antonio qué haces aquí!

Cecilia se paró y fue a darle el encuentro, y al acercarse a él, y ver su mirada desorbitada, y ser testigo del vals que bailaba su cuerpo, se percató inmediatamente de su estado.

-Ay Nariz, o estás borracho, o ya caíste en las drogas

Antonio entró en razón, se dio cuenta de que estaba haciendo el ridículo, y que quizá estaba cancelando toda oportunidad de conquistarla.

-Perdóname, yo no suelo ser así, lo que pasa es que te quería decir algo desde hace mucho, pero no he tenido el valor hasta hoy.

-Pero de todos modos no había necesidad de que te emborracharas. Pero igual de todos modos te ves muy gracioso, pareces un duendecito, expresó Ceci, con un dulce tono de voz.

En ese instante, donde un final feliz podría terminar con esta historia, aparece en escena nuestro borracho número dos, gritando a todo pulmón.

-¡Nariz de mierda que haces con mi enamorada!, exclamó Pepe, que acaba de llegar, y que a la justas podía mantenerse en pie.

Era clara la escena, la bella enfadada que tildó de mecha corta a su vanidoso enamorado, es a su vez la fantasía de mi querido Doug Narinas. Valla sorpresa, sí que es grande el destino y esta ciudad es chica.

José casi se abalanza sobre su primo, pero afortunadamente Ceci salió a su defensa.

-¡Qué te pasa Pepe. Ni se te ocurra lastimar a mi amigo! ¡Cómo vas a venir a buscarme en ese estado, eres de lo peor! Saben qué, no entiendo nada, ni quiero entender, así que mejor váyanse los dos de mi casa.

Cecilia entró a su casa cerrando la puerta bruscamente. José y Antonio se miraron fijamente por cinco minutos sin decir palabra, hasta que finalmente ambos en vez de irse a los golpes, comenzaron aclarar todo este dilema, soltando todas las verdades, incluso hasta la más pequeña (Supongo que saben a qué me refiero)

No lo podían creer, ambos ya más conscientes, sentados en la vereda de al frente de la casa de Cecilia, compartieron todas sus inquietudes y problemas, tomando por el lado amable esta extraña coincidencia. Antonio realmente estaba enamorado de Ceci, en cambio Pepe no, a él tan solo le gustaba físicamente. Felizmente hace unos días comprendió que de nada sirve ser tan superficial, ya que nadie es perfecto, y a la hora de la hora, qué más da, si lo que se busca es ser amado por lo que uno es. Cómo es la vida, mientras Nariz buscaba sincerar su corazón, Pepito solo quería que se retractara su chica, para que su ego no quede totalmente destrozado.

Llegó el momento feeling de la historia, un abrazo se aproximó. Ambos primos consiguieron esta noche aclarar la oscuridad de sus conflictos. Pepe le dejará el camino libre a Nariz, y le dará algunos tips para mejorar su galantería, a cambio de recibir por parte de Antonio, un poco de esa bonachona forma de ser, y así lograr enmendar aunque sea un poquito de todas sus diableadas.

De pronto, se escucharon dos ladridos. Blaqui había llegado a la casa, pero no andaba solo, gozaba de la compañía de una linda perrita de raza Pudel, que no es otra que Bianca, la mascota de Cecilia. Cómo son las cosas, al parecer a nuestro querido canino sí le fue bien. Esta escena fue muy tierna déjenme decirles. Prácticamente Blaqui dejó en la puerta de la casa a la perrita, y después se fue con sus compadres.

Antonio examinó bien a Blaqui después de acariciarlo tiernamente, y leyó en su collarín que le pertenecía a la familia Rojas.

-Oye Pepe, este perro fácil es de los Rojas que viven aquí a la vuelta, hay que devolverlo.

Aclaración: Nariz vive a tres cuadras de la casa de Cecilia. Y bueno, Pepe ya es otro caso, él sí reside lejos.

Y así es como culmina esta historia. Pepe y Nariz devolvieron a Blaqui, que ha decir verdad estaba bastante pasado de copas, tanto que lo tuvieron que cargar casi todo el camino. Según José, lo más probable es que el perro haya seguido bebiendo antes que lo encontraran en la casa de Ceci.

Los dueños del gracioso Cocker, muy felices, les dieron a sus héroes doscientos soles de recompensa y un fuerte abrazo debido a la emoción.

Al llegar a la casa de Antonio, donde pasarían la noche, este peculiar dúo se dio cuenta que el dinero se les había caído, pero bueno, no les importó, ya que habían hecho una obra de bien (La verdad es que casi se ponen a llorar, pero bueno, no hay que ser tan malos, a veces es mejor una mentirilla piadosa, así los protagonistas no me odiaran tanto cuando terminen de leer este texto).

Moraleja: No bebas mucho. Se te puede caer tu plata.

Jhonnattan Arriola

sábado, 16 de octubre de 2010

Amo odiarte

Autor invitado: Franco Figari
http://d-generacion010.blogspot.com/

Tu sola presencia me desanima, tu sombra oscurece más mis días. Quisiera que desaparezcas o que simplemente no existieras, pero sé que siempre estarás a mi lado. Te odio por fingir ser quien no eres, por engañarte a ti misma, por negarte a ser feliz.

Te odio porque me dejaste solo, porque te fuiste, porque siempre creíste que todo estaba perdido, porque me dejaste el corazón herido. Odio que te miren, que te adoren, que te mimen, que ya no me desees, que me esquives la mirada y que me hagas sentir que no valgo nada.

Todos tus factores alteran mi producto, el fuego de tus ojos, el rojo de tus labios, la pasión de tu sonrisa, tus cabellos de oro. Todas tus gracias ya no son mías, ahora pertenecen al viento, a la nada, a la noche fría, al destino errado, a mis antiguos amigos, al hijo del vecino, a todos, menos a mí.

Odio que no me hagas caso cuando te hablo y que me hayas dejado de lado y solo aquella noche. Te odio por creer que has madurado y apenas te vuelvo a ver sé que sigues siendo tan solo una niña. Te odio por quitarme tanto tiempo, tanto aire, y dejar mi corazón nublado que ni el día más soleado podría darle brillo.

Odio tu caminar sin fin que nunca me llevó a ningún lugar, tu exuberante figura que sólo hacía que me perdiera entre tus curvas, tu forma al caminar y esos grandes pasos que dabas por la calle, como si te comieras al mundo, cuando en realidad lo único que te importaba era que te miraran.

Odio tu extraña forma de ver las cosas, sé que para ti todo es tan simple que hace que me compliques más la vida. Odio tratar de entenderte y matar mis noches sin sueño dejando de lado todo para pensar en quien realmente eres. Sigo aún buscando alguna pista, pero cada vez que me acerco cambias de improviso y haces que la magia fluya de nuevo.

Te odio por jugar conmigo y hacer trampa siempre que quise creerte. Te odio por mentirme y contar a los demás historias que nunca existieron. Te odio tanto porque me convertiste en un mentiroso que escribe esta carta y se odia a sí mismo por hacerlo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Mis miradas, mis intenciones

Tenía 16 años cuando en cuarto de secundaria ingresé al colegio Santa Rosa de los Mares. Era el nuevo del salón y por ende, tenía que acostumbrarme por mucho tiempo a la soledad, a una que otra burla y a sentirme ignorado al escuchar los planes de todos mis compañeros.

Al cabo de unos meses, por fin tenía nuevos amigos, me sentía incluido y apreciado, sobre todo por Carmen, la pequeña y deliciosa Carmen. No pasó mucho tiempo para que nos convirtamos en lo que se dice “mejores amigos”. Andábamos de un lado a otro, conversábamos en las madrugadas y sabía tanto de mi vida, como yo, la de ella.

Pero quizá se me olvido un pequeño detalle, nunca le mencioné que yo la miraba con otros ojos, ojos de deseo, de hambre, de querer llevármela a la cama y hacerle infinidades de cosas que se retuercen en mi imaginación. Y aunque a veces era más que obvio, ella nunca se daba cuenta o – en el mejor de los casos – no quería darse cuenta, puesto que mi mirada bailaba sobre su cuerpo morbosamente cada vez que venía hacia mí y me daba un fuerte abrazo.

Un día – como cualquiera – estábamos viendo una película, si mal no recuerdo era Shrek (un ogro maricón que nunca pudo encargarse de sus asuntos por sí solo). Rato después, cuando quise dirigirme hacia ella, estaba dormida. Indefensa. Y ahí estaba yo. Mirándola nuevamente. Poco a poco fui acercándome a su cuello para olerla y ella empezó a suspirar. No tenía claro si seguía dormida o ya estaba despierta, pero continué. Besé su mejilla y deslicé mi mano suavemente por su cintura, hasta llegar a la altura de sus senos. Repentinamente, se escuchó un fuerte golpe en la puerta de su casa. Su papá había llegado y ambos saltamos de la cama.

Al día siguiente en el colegio, me saludó como si nada hubiese pasado. Sin embargo me recibió con una noticia que no esperaba.

- Oye, Luis. No sabes. Ayer fue Raúl a mi casa, estuvimos conversando y fuck no sé cómo pasó pero empezamos agarrar.

- ¿Agarraron? – le dije exaltado y furioso.

- Sí, y luego me dijo que siempre le gusté y ese floro que siempre te meten.

- ¿Y qué le dijiste?

- Me quedé callada, y luego me dijo para estar…

- ¿Y? ¿Qué pasó? No te quedes callada.

- Y ya pues. Le dije que sí.

Y así fue, mi mejor amiga ya tenía un nuevo enamorado, el mismo día en el que casi juguetea conmigo. En fin, no le di mucha importancia. Algún día terminarán y volveré a tener otra oportunidad – pensé.

Sin embargo, dicha oportunidad estuvo más cerca de lo que imaginaba. En el recreo, Carmen se acercó a mí y me dijo al oído: Por qué no vienes a mi casa hoy a las 4, mis papás trabajan y Raúl no vendrá.

No debía extrañarme, total, iba seguido a su casa, pero el tonito que utilizó para decírmelo fue el indicado para agitar todo mi cuerpo. Por supuesto que iré, le dije. Y me dirigí al baño.

Esa tarde, a las 4:01 pm estaba tocando el timbre de su casa. Abrió la puerta y lucía una minifalda que contorneaban perfectamente sus piernas, más un polo delgado blanco, casi transparente.

Me hizo pasar directo y erecto a su cuarto. Mientras caminaba, imaginaba cómo sería el momento cuando lleguemos. Prenderíamos la tele, pondríamos cualquier película y un rato después, vendría la diversión.

Y todo se cumplió, y en el mismo orden. Ambos nos besábamos como si fuera la última vez que besaríamos a alguien, mi mano derecha bajo su polo indicaba que ya estaba en la segunda base y que tenía el control de la situación. Sin embargo, al poco rato, ella retiró mi mano y me dijo:

- Oye, tú solo quieres… eso… conmigo ¿no?

- ¿Ah? A qué te refieres – extrañado protesté.

- A que tú solo vienes a mi casa para aprovecharte de mí. Y luego, seguro irás a contarles a tus amigos lo que haces conmigo.

- ¡¿Qué?! Espera, ¿me estás diciendo pendejo siendo tú la que tiene enamorado y aún así me dices para venir sabiendo lo que puede pasar?

- ¿Sabiendo lo que puede pasar? ¿Me estás diciendo puta? Sabes qué Luis, lárgate de mi casa en serio. No quiero volver a verte.

Cogí mis cosas y salí, pero confundido, muy confundido. No sabía exactamente lo que había sucedido. De un momento a otro estábamos bien, ambos disfrutando de nuestro morbo, pero de la nada, todo cambió. Ella cambió. Yo estaba consciente de que hacíamos mal pero ella inició todo. No podía desaprovechar la oportunidad.

Pasaron los días y no hablábamos. La extrañaba, pues, a pesar de todo era mi mejor amiga. Decidido, me levanté de la carpeta, fui hasta su asiento y le dije: Necesitamos hablar.

Se levantó y me dirigió hacia el fondo del salón.

- ¿Qué quieres? – me dijo

- Quiero que me expliques bien lo que pasó el otro día

Ella soltó unas lágrimas y dijo:

- Luis cómo es posible que nunca te hayas dado cuenta. Tú siempre me gustaste, estaba enamorada de ti. Nunca estuve con Raúl, todo fue una mentira para saber si sentías algo por mí, y esperaba a que me dijeras algo, pero no hiciste nada. Solo fuiste a mi casa dispuesto a tirar conmigo sin importarte nada. Es por eso que ya no quiero que estés más cerca de mí, porque ya vi cuáles son tus verdaderas intenciones.

Quedé mucho más confundido. Mi mejor amiga estaba enamorada de mí y yo sin saberlo, solo quería acostarme con ella.

Quisiera saber cuál fue mi error. O, cuál fue su error. Busco las respuestas de esas interrogantes. Y hasta ahora, no las encuentro.




sábado, 2 de octubre de 2010

Mucho más que dos

Autora invitada: Patito

No sé por qué, pero estoy rechazando los brazos de Morfeo para escribirte esto.

La verdad no tengo, ni quiero decirte mucho. Debo de confesar que demoré días en escogerte como destinatario de esta carta.

Mi lista de indeseables se reduce hoy en unidad: Tú.

Mayra, Mayita, Toña… así te solían llamar ‘algunos’. Chata, cabello casi dorado gracias a la maravilla del tinte, sonrisa perfecta después de ser devota al dolor de la ortodoncia. Algo con que cautivar: senos de tamaño colosal, un solo error de la naturaleza: el perfil.

Te preguntarás cómo sé tanto de ti. Jamás nos hemos visto las caras, nunca hemos cruzado palabra alguna; sin embargo sí sabes de mi existencia, eso es lo peor. Yo te conozco más de lo que te imaginas, no quiero parecer una psicópata.

Apareciste en el momento equivocado, apareciste como un huracán que se llevó todo a su paso. Como en una telenovela mexicana, tú fuiste la única pieza que faltaba para construir un triángulo amoroso, o más o menos así lo recuerdo. No lo dudes, fuiste indeseable para mí desde ese momento. Te introdujiste en donde no te llamaban, fingiendo ser la amiga ‘paño de lágrimas’. ¿Siempre fuiste tan hipócrita, tan mentirosa? ¿Calculaste cada paso?

No sabía como podía estar pasándome esto, cómo pude repudiar con una intensidad que a alguien que en un principio fue desconocido. Me cambiaste, despertaste en mi algo que jamás busqué. Me llevaste a la cruda verdad, me quistaste la venda. Me quitaste la inocencia. No sé si lo querías, pero te ganaste todo mi desprecio.

Nunca sabré, cuál era ese bonus track que traías contigo, ese factor o factores que logran que ese ‘alguien’ volteara a mirarte mientras yo estaba distraída. No es envidia, todo el mundo tiene lo suyo.

Mi madre siempre me dijo que no maldiga a nadie, sin embargo cómo no hacerlo contigo.

Los tiempos cambian y las cosas con él, mi odio se ha transformado. Lo único que queda de una mezcla de malos sentimientos por ti, lo sintetizaremos: lástima. Porque sé que la persona que hace lo que tú me hiciste, nunca logrará ser feliz. La verdad no te lo mereces.

Ya no puedo, no quiero decir más. La vida da muchas vueltas. Solo espero nunca encontrarte por la calle, espero que esos amigos en común nunca nos junten sin saber lo que hay entre nosotras. Espero nunca necesitar de ti.

Por ultimo recuerda, que nadie sabe nada. Jamás sabrán quien serás para mí. Será nuestro secreto. Y así seguiré con mi vida, olvidando lo que pasó.

Hasta nunca.

Para ti con desprecio.

domingo, 26 de septiembre de 2010

“Hoy me tocó perder”

Tener sexo, hacer el amor, alborotar las hormonas en movimientos coordinados, jugar al dame que te doy, como quieran llamarlo, generalmente es muy placentero, a menos que la mujer que está durmiendo al lado tuyo, recostada, totalmente desnuda, sea tu ex, la cual nunca olvidaste, la que te dejó por el bacancito de su universidad…y juraste nunca volver a ver.

No puede ser, he sido víctima del popular “Remember”. Hace un año que terminé mi relación con Claudia, jurándonos resentimiento eterno. Y ahora, la tengo junto a mí, durmiendo, esperando amanecer en mis brazos, en nuestro antiguo lugar amatorio, aquél hostal de tres estrellas del famoso distrito de Magdalena.

En serio opino que la celestina creencia, que después de acabar una relación, se pueden establecer lazos amicales con la ahora ex pareja, en verdad, son ideas totalmente irreales, y mucho menos si ambos son seres resentidos, que aunque fingían estar bien anímicamente, rugían como leones hambrientos sin que el otro se enterara, después de cada pelea.

Bueno, yendo al grano y sin perderme en los rodeos…tengo un serio problema. Sigo perdidamente enamorado de Claudia, sé muy bien que cuando despierte, la miraré con ojos de cachorro abandonado, con hambre, frío y en busca de un hogar, y no podré evitar confesarle mis sentimientos, usando frases totalmente cursis como “Eres el amor de mi vida”. Lo sé, soy patético, pero qué puedo hacer, estoy enamorado. Y lo peor de todo, es que sé perfectamente que ella no siente lo mismo por mí, ya que antes de que cayéramos en esta peculiar situación amatoria, hubo una serie de conversaciones previas, en las cuales ella expresó muy a gusta, lo enamorada que está de Roberto, su actual pareja… Pero no contó que una noche de tragos, lo vulnera todo.

Dieron las tres, la cinco, las siete…No dormí en lo absoluto, hasta que finalmente a las nueve, ella despertó. ¡Coño se me armó!, me dije. Esperé en silencio a que acabe todo su ritual matutino, que se estire y se acomode con calma. Finalmente después de unos segundos, fijó su mirada en mí, acarició con ternura mi rostro y expresó un sexy: Qué noche.

¿Qué noche?, sé muy bien lo que quiere decir con esa barata frase. “Gracias por darme lo que el pinguita de mi enamorado no puede, pero ahora, me lavo las manos, aquí no pasó nada. No iba a permitir que esto suceda, tenía que ponerme fuerte, después de todo, soy un macho que se respeta.

-Un momento, ¿qué quieres decir?

-Nada, simplemente qué la pasamos bien… ¿O no?

Qué astuta, cree que lo puede controlar todo con una sonrisa. No le daré el gusto, he ensayado durante horas todo un discurso Aprista, el cual tendrá que escuchar atenta.

Todas las dudas que tenía en mi cabeza, se las hice saber. Las clásicas preguntas como: ¿Qué soy para ti? ¿Qué vendrá ahora?, estuvieron totalmente incluidas.

Mientras hablaba, Claudia me miraba como si estuviese loco, y una vez que acabé, puso una cara única de sacada de onda, y dijo: “¿Qué rayos te pasa? Pensé que tenías claro las cosas. Tu y yo ya no somos nada, si bien es cierto caímos nuevamente, pero…Ahí queda todo, cada quién tiene su vida”.

Si me pongo moralista, la conclusión sería que ella se ha portado muy mal, pero la verdad, es que estas cosas pasan. La carne es débil, y bueno, a veces uno confunde la magia del momento y se deja llevar. Mucha gente cree que los hombres somos en realidad los piyos, los que conocemos más la vida, y no es así. Eso era antes, ahora las mujeres, incluso en muchas ocasiones, nos llevan la delantera.

La cosa es que acabo de vivir un tipo de historia distinta. No he sido el protagonista, ni el galán. He sido el secundario, el otro… el suplente. Pero me he quedado con una fiel lección.

Cuando Claudia se fue, pidiéndome que no la llamara más, dejándome solo y con la cuenta, entendí que de nada sirve seguir pensando en ella, ya que en realidad nunca me amó. Aunque suene embarazoso, debo admitir que hoy me tocó perder. Así pasa, el amor es una guerra, sangrienta y sin piedad.

Los hombres no somos siempre los vencedores, los héroes. También nos rompen el corazón, también lloramos, y aunque entre nosotros, con una cerveza en mano, digamos que estamos hechos de hierro, es mentira. Hoy debo admitir que solo en un hostal, me siento más idiota que nunca, pero a su vez, comprendo con lentitud, que después de llorar amargamente, me pondré bien, la habré olvidado, ya que por fin pusimos en claro el final de nuestra historia de amor… Por fin podré caminar firme hacia un futuro mejor.

Será que no oyes mi llanto, será que no ves mi anhelo. Tal vez mi amor nunca te convenció, tal vez nunca merecí amarte; quisiera cerrar el libro del recuerdo, dejando paso al presente, encontrando el amor verdadero, ese que tú no pudiste darme. (Felipe Guerrero)




Jhonnattan Arriola

viernes, 17 de septiembre de 2010

Créeme que estoy muerto

Si en algún momento extraño, cuando las penumbras de la noche arriban a tu imaginación, piensas en mí, solo quiero que me mires en tus recuerdos y creas que estoy muerto.

Una mañana desperté y ya no estabas. Te busqué en lo más profundo de mí y no te hallaba. Qué pasó. A dónde fuiste. Por qué no quisiste tomar el riesgo de aceptar que este corazón había cambiado. Que mi sentimiento por ti aún estaba presente. Que aún imaginaba una vida contigo. Pero, simplemente, huiste y me dejaste acompañado solo de lágrimas.

Sigo pensando que no fue un tropiezo haberte pedido un segundo de palabras. Y un abrazo. Y un te quiero. Y es que está claro, cuando un sentimiento se apodera del alma, ésta se descontrola, trae problemas, te hace sensible al amor, a la pasión y al barullo sentimental.

Todo es tan difícil de superar, sin embargo, cuando lo logras, amas y no dices más. No hay lugar al qué decir. Pero si lo haces, solo hay una respuesta mas no una explicación, que la encontrarás en ti, en tu corazón y, a la vez, a duras penas encontrarás el final de la ilación. Una ilación que alguna vez estuvo perdida, pero al vislumbrar una opacada realidad se dijo así misma: es momento de dar aún más.

Y eso fue lo que intenté. Dar más. Aún más. Luchar por el querer, pero fue tarde, ellos ya eran amantes.

De pronto los colores se tornaron grises. Aquella luz que un día apareció, hoy, se marchó, para continuar por el sendero de sombras y en voz baja decir: camina y lograrás esclarecer las penumbras que arribarán a su imaginación, la noche en que ella piense en ti.






Agradecimiento a:

Claudia Pasco http://claudiapasco.blogspot.com/

domingo, 5 de septiembre de 2010

Expirar

AUTORA INVITADA: THERI

Hoy, espero que tú estés bien.

Lejos, cerca, en el horizonte, en el infierno.

Solo espero que estés bien.

Cuando ya todo haya pasado, tal vez algún día me perdones.

Tal vez no. Ya no es tema de discusión.

Solo espero que seas feliz, como lo fuimos alguna vez.

Hoy es un día triste.

Fuiste creado, muerto y sepultado.

El péndulo no regresa más, el calendario no retrocederá.

El final llegó.

Sé que no me echas de menos, porque mi pecho no respira agitado.

Así, al unísono del carnaval la vida se reinventa.

Y me doy cuenta que no todo fue en vano.

Que a pesar de los años, lo aprendido es menos que lo equivocado.

A tu lado, yo supe perderme entre rezagos de hipocresía,

Pero ya no te quiero más…ni tú a mí.

Sin embargo, sabes que todo el dolor que siento,

Me indica que es lo correcto.